24 de NOVIEMBRE de 2013, JESUS PUNTO DE ENCUENTRO, Fray Marcos

JESÚS, PUNTO DE ENCUENTRO

Escrito por  José Enrique Galarreta

FE ADULTA

Lc 23, 35-43

La acción se sitúa en el calvario. Jesús está en la cruz, y Lucas subraya el aspecto más hiriente de su muerte: a los ojos de todos, esta es la demostración de que «no era este», es un impostor.

Si él hubiera sido el Mesías de Dios, Dios hubiera estado con él. Esto se pone en boca de las autoridades del pueblo, de los soldados romanos, y de uno de los ladrones crucificados con él.

En contraposición, el otro ladrón cree en Jesús y recibe la promesa de la entrada inminente en el reino. Hay en el relato una clara oposición entre la palabra «rey» que figura en el letrero de la cruz como causa de la condena, y la palabra «reino», en donde es aceptado el malhechor. Jesús no es Rey en el primer sentido, pero sí en el segundo.

Es una presentación importante, que no falta en ninguno de los evangelios.

Todo este poderoso conjunto de ideas, expresiones simbólicas, citas bíblicas, nos conduce a una fundamental: Jesús como centro total de nuestro encuentro con Dios.

Podríamos derivar a consideraciones cósmicas, que son muy arriesgadas porque dependen mucho del desarrollo intelectual que nosotros hacemos de La Palabra, e introducen por tanto mucho de nuestra mentalidad y de nuestras filosofías. Nos importa más centrarnos en dos puntos: el mensaje de fondo para nosotros y el valor de las imágenes.

El mensaje de fondo

El centro del mensaje es sin duda nuestra fe en Jesús como visibilidad de Dios, Piedra Angular, Primogénito, lugar privilegiado de Encuentro con Dios, Principio y Fin de nuestra fe. Y éste es el motivo de que se coloque esta fiesta como corona final del año litúrgico.

En realidad, esta fiesta está artificialmente colocada aquí, porque la proclamación de nuestra fe en Jesús se hace en Pascua. La fiesta de Cristo Rey es una reduplicación de la resurrección y la Ascensión, y contiene sus mismos elementos. Pero nos viene bien recapacitar, al final del año litúrgico en esto: para nosotros, toda nuestra fe se resume en Jesús.

Podemos sentirnos más atraídos por una «Cristología ascendente» como la de los Hechos, y tantas frases de Pablo, como la que leemos hoy («en él quiso Dios que residiera toda la plenitud»), como «el hombre lleno del Espíritu», en el que vemos, sentimos, palpamos, la plenitud de la presencia de Dios.

Podemos sentirnos más atraídos por una «Cristología descendente», como la de Juan («La Palabra hecha carne que acampó entre nosotros») o la de varios textos de la misma lectura de hoy.

Podemos interpretar todo esto desde muchas filosofías, («naturalezas, personas, hipóstasis….») con muchas imágenes, («Primogénito, Verbo, Alfa-Omega, Luz de Luz….») y siempre estaremos haciendo lo mismo: intentar comprender, intentar expresar, intentar simbolizar nuestra fe en Jesús.

Esta fe consiste en que para nosotros Jesús es Presencia de Dios Salvador, lo definitivo. La fe cristiana consiste en encontrarse con Jesús; y, al encontrarse con Jesús, encontrarse con Dios.

No es que nosotros inventamos a Dios, no es que nuestra razón lo descubre, es que lo buscamos porque nuestra naturaleza lo necesita, y nos encontramos con que Él sale a nuestro encuentro. Ese lugar de encuentro es Jesús y por eso, para nosotros, Jesús es todo, principio y fin. Encuentro definitivo.

Por Él nos liberamos del miedo a la muerte, del miedo al castigo, del sin-sentido de la vida, del miedo a Dios, de los ídolos de dioses, de la esclavitud de los preceptos.

Todas las cosas son imágenes de Dios.

El ser humano es una excepcional imagen de Dios. Jesús es la imagen visible de Dios invisible. Todo lo que necesitamos saber de Dios lo vemos en Jesús.

Toda criatura es hija de Dios. Los seres humanos somos hijos de Dios. Jesús es «El Hijo», el hijo por excelencia en quien se reconoce de modo deslumbrante a su Padre, el que muestra con total claridad que Dios es ante todo el Padre.

Él es el Primero, el primero en saber vivir, el primero en saber morir, el primero en dejarnos ver La Vida después de la muerte. En su triunfo triunfamos todos. Al verle resucitado vemos el anuncio de nuestra resurrección, al verle ascendido a la diestra de Dios nos vemos reyes en el reino de Dios.

Todo esto lo expresamos en imágenes. Ninguna imagen debe confundirse con su contenido. Jesús no es luz ni agua, es carne y huesos. Jesús no es pastor, fue carpintero. Y desde luego Jesús no es rey.

Llamar a Jesús «rey» puede no parecernos hoy demasiado acertado, porque para nosotros «rey» tiene una connotación casi exclusivamente política, y es eso precisamente lo que Jesús no es, lo que expresamente rechazó.

Para Israel «Rey» era mucho más que jefe político: era la presencia de Dios pastor, conductor de Israel. Y para nosotros, la realeza no es cosa de reyes de la tierra.

En realidad, Jesús usó la «expresión «reino» en forma paradójica: el reino de Jesús es el reino al revés, el anti-reino, y Jesús es el mesías al revés, al revés de lo que todos entendían, el anti-mesías.

Nos acercaríamos más al sentido de la palabra «rey» si la situamos en terrenos del amor. Entre enamorados «eres mi rey» significa que lo eres todo para mí. Cuando decimos que el niño es el rey de la casa queremos decir que toda la casa gira en torno a él, porque le queremos más que a nada. Por ahí vamos mejor.

En este sentido, debemos usar la primera lectura como contraposición de la tercera.

La primera muestra las esperanzas, falsas, de Israel: el Mesías como nuevo David, de Israel y para el triunfo de Israel.

La tercera muestra a ese Rey crucificado para siempre. El letrero de la cruz tiene razón: el Rey de los Judíos ha muerto, para siempre. El reino no es como los reinos de este mundo, sino precisamente al revés.

CREDO PARA ORAR

Rezamos este credo/oración, porque refleja bien en qué creemos y en qué no creemos…

Yo creo en un niño pobre

que nació de noche en una cuadra,

arropado sólo por el amor de sus padres

y la bondad de la gente más sencilla.

Yo creo en un hombre sin importancia

austero, fiel, compasivo y valiente,

que hablaba con Dios como con su madre,

que hablaba de Dios como de su madre,

contando, llanamente, cuentos sencillos,

y por eso molestó a tanta gente

que al final lo mataron,

lo mataron los poderosos, los santos, los sagrados.

Yo creo que está vivo, más que nadie,

y que en él, más que en nadie,

podemos conocer a Dios

y sabemos vivir mejor.

Y doy gracias al Padre

porque Él nos regaló este Niño

que nos ha cambiado la vida,

y nos ha dado sentido y esperanza.

Yo creo en ese niño pobre,

y me gustaría parecerme a él.

José Enrique Galarreta

 

2013ko azaroak 24, «KRISTO GURE ERREGE-FIESTA DE CRISTO REY», José A. Pagola

OROIT ZAITEZ NITAZ-ACUERDATE DE MÍ

José Antonio Pagola.
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

ECLESALIA.- Lukasen kontakizunaren arabera, inguruan dituenen iseka eta mespretxu artean bizi izan du Jesusek bere hilzoria. Ematen du, inork ez duela ulertu haren bizitza. Ematen du, inork ez duela atzeman, ez haren buru-eskaintza sufritzen ari direnen alde, ez haren barkazioa errudunen alde. Inork ez du ikusi haren aurpegian Jainkoaren begiratu errukitsua. Ematen du, inork ez duela sumatu haren heriotzan inolako misteriorik.

Agintari erlijiosoek iseka egin diote mespretxuzko keinuez: besteak salbatuko dituela uste izan du; salba dezala orain bere burua. Jainkoaren Mesias bada, haren «Hautatua» bada, etorriko zaio Jainko hura defenditzera.

Soldaduek ere bat egin dute isekan. Haiek ez dute sinesten Jainkoaren inolako Bidalitan. Burla dagite Pilatok gurutzean ezarri duen idazkunaz: «Hau da juduen erregea». Zorakeria da botererik gabe norbaitek errege izan nahi izatea. Ager dezala bere indarra bere burua salbatuz.

Jesus isilik dago, ez da jaitsi gurutzetik. Zer egingo genuke guk baldin eta Jainkoaren Bidaliak bere salbazioaren bila joko balu, bere gurutzeari ihes eginez, historian gurutzean josiak diren guztiekin elkartzen duen gurutzeari ihes eginez? Nolatan sinets genezake geure zorian betiko bakarrik utziko gintuzkeen Jainko batengan?

Bat-batean, hainbeste iseka eta mespretxu artean, dei harrigarri hau: «Jesus, oroit zaitez nitaz zeure erreinura iristean». Ez da, ez Jesusen ikasle bat, ez haren jarraitzaile bat ere. Jesusen ondoan josiak diren bi gaizkileetako bat da. Gurutzean josia izan denarekiko fede miresgarritzat proposatu digu hori Lukasek.

Gizon honek, zigorpean hiltzeko zorian, badaki pertsona errugabea dela Jesus, ez duela guztiei on egitea besterik egin. Jesusen bizitzan berak ulertu ezin duen misterio bat sumatu du, baina konbentziturik dago heriotzak ez duela hondatuko Jesus. Erregu bat atera zaio bihotzetik. Soilik, ez dezala ahaztu eskatu dio Jesusi: zerbait egin dezake beraren alde.

Berehala erantzun dio Jesusek: «Gaur nirekin izango zara paradisuan». Orain, biak bat dira larrialdian eta ezinean, baina apartatu ezineko laguntzat hartu du Jesusek. Gurutzean hilko dira, baina biak batean sartuko dira Jainkoaren misterioan.

Gure egun hauetako gizarte fedegabean, ez dira gutxi nahasturik bizi direnak. Ez dakite sinesten duten ala ez. Ia jakin gabe, bihotzean daramate fede arin eta hauskor bat. Batzuetan, zergatik eta nola jakin gabe, bizitzaren zamak jota, beren erara dei egiten diote Jesusi. «Jesus, oroit zaitez nitaz», eta Jesusek entzuten die: «Nirekin izango zara betiko». Bere bideak ditu Jainkoak pertsona bakoitzarekin topo egiteko, eta ez dira izaten beti teologoek adierazitakoak. Bihotz bat izatea da funtsezko gauza, norberaren kontzientziari entzuten dion bihotz bat.

 

Fiesta de Cristo Rey (C) Lucas 23, 35-43

ACUÉRDATE DE MÍ
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com

ECLESALIA, 20/11/13.- Según el relato de Lucas, Jesús ha agonizado en medio de las burlas y desprecios de quienes lo rodean. Nadie parece haber entendido su vida. Nadie parece haber captado su entrega a los que sufren ni su perdón a los culpables. Nadie ha visto en su rostro la mirada compasiva de Dios. Nadie parece ahora intuir en aquella muerte misterio alguno.

Las autoridades religiosas se burlan de él con gestos despectivos: ha pretendido salvar a otros; que se salve ahora a sí mismo. Si es el Mesías de Dios, el “Elegido” por él, ya vendrá Dios en su defensa.

También los soldados se suman a las burlas. Ellos no creen en ningún Enviado de Dios. Se ríen del letrero que Pilatos ha mandado colocar en la cruz: “Este es el rey de los judíos”. Es absurdo que alguien pueda reinar sin poder. Que demuestre su fuerza salvándose a sí mismo.

Jesús permanece callado, pero no desciende de la cruz. ¿Qué haríamos nosotros si el Enviado de Dios buscara su propia salvación escapando de esa cruz que lo une para siempre a todos los crucificados de la historia? ¿Cómo podríamos creer en un Dios que nos abandonara para siempre a nuestra suerte?

De pronto, en medio de tantas burlas y desprecios, una sorprendente invocación: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. No es un discípulo ni un seguidor de Jesús. Es un de los dos delincuentes crucificados junto a él. Lucas lo propone como un ejemplo admirable de fe en el Crucificado.

Este hombre, a punto de morir ajusticiado, sabe que Jesús es un hombre inocente, que no ha hecho más que bien a todos. Intuye en su vida un misterio que a él se le escapa, pero está convencido de que Jesús no va a ser derrotado por la muerte. De su corazón nace una súplica. Solo pide a Jesús que no lo olvide: algo podrá hacer por él.

Jesús le responde de inmediato: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Ahora están los dos unidos en la angustia y la impotencia, pero Jesús lo acoge como compañero inseparable. Morirán crucificados, pero entrarán juntos en el misterio de Dios.

En medio de la sociedad descreída de nuestros días, no pocos viven desconcertados. No saben si creen o no creen. Casi sin saberlo, llevan en su corazón una fe pequeña y frágil. A veces, sin saber por qué ni cómo, agobiados por el peso de la vida, invocan a Jesús a su manera. “Jesús, acuérdate de mí” y Jesús los escucha: “Tú estarás siempre conmigo”. Dios tiene sus caminos para encontrarse con cada persona y no siempre pasan por donde le indican los teólogos. Lo decisivo es tener un corazón que escucha la propia conciencia. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

 

*ORAR CON EL EVANGELIO.(Lc.21.5-19)

DOMINGO XXXIII. T.O-C- NOVIEMBRE 17

* Estamos terminando el año Litúrgico y en este tiempo la Iglesia trata de recordarnos nuestras realidades últimas, antiguamente llamadas “postrimerías”; muerte, juicio, destino eterno. Se escogen en las lecturas, textos, llenos de metáforas, imágenes y símbolos. El cerca y el lejos del final de esta historia muchas veces nos sobrecoge porque no sabemos el ¿cuándo?, el ¿cómo?…. porque todos quisiéramos un final feliz.
Lo que si es cierto es que el futuro no puede apearnos de nuestras responsabilidades sino todo lo contrario. Jesús hoy nos enseña a preparar nuestro futuro, un futuro donde cada día sea más importante avanzar y profundizar en la dignidad humana, la solidaridad, la paz y la auténtica libertad.
El final de la historia, el fin del mundo a los cristianos nos debe llevar a preguntarnos no tanto el “cómo” y el “cuándo” será el final, sino qué hacer, qué debemos hacer en este momento histórico. Preparar el futuro es descubrir cada mañana, de una manera perseverante, el afán de cada día para construir una sociedad mejor y más humana.
* No es la hora de la pasividad y del temor sino del trabajo, la perseverancia y la confianza. Nuestras vidas y nuestra historia están en las manos de Dios. Dios está con nosotros. Su Espíritu está en nuestro espíritu, su voz en nuestras palabras, su poder en el poder de nuestras manos, su providencia en la justicia de nuestras decisiones. No es la hora de la pasividad sino de la implicación y entrega de la vida. Así nos dice el evangelio: “con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.

*ORACIÓN”

*Tu Evangelio nos invita hoy, Jesús de Nazaret a la perseverancia en la construcción del Reino.
suceda lo que suceda. Gobierne quien gobierne. Presida la Iglesia quien la presida, aunque si te damos gracias por quien la preside en el momento actual…
El reino de la vida, de la verdad, de la justicia, de la libertad, de la paz, del amor…siempre llama y hay que realizarlo.
El amor del Padre nos acompañará siempre. ¿Nos lo creemos? ¡cuánto dudamos ante los acontecimientos que se viven!… Pero. Tú mismo Jesús de Nazaret nos dijiste.
“Yo estaré con vosotros, hasta la consumación de los tiempos”.
Haznos vivir siempre atentos a tu Palabra, disponibles a hacer el bien a todos y a dar testimonio de nuestra fe. Sin amenazas ni temores, sino con plena confianza en el Padre que tanto ama al mundo que te ha enviado a ti, Jesús de todos, como hermano y salvador de la humanidad.
Ayúdanos a colaborar con todos los que trabajan por la paz y por la dignidad de las personas.
Hoy, acogemos tu Evangelio que nos pide centrarnos en lo esencial:
En el Reino de Dios y su justicia…
En la construcción de comunidades que libremente abracen tu Evangelio.
En la preocupación por los más débiles de la sociedad.
En las celebraciones sencillas, expresivas del Amor que nos reúne.
En la perseverancia del Amor que nos salva. AMÉN.
* ZURIÑE

33º DOMINGO T.O., «LO QUE SOMOS PARA DIOS ES LO QUE SEREMOS», Fray Marcos

LO QUE SOMOS PARA DIOS ES LO QUE SEREMOS

Escrito por Fray Marcos

FE ADULTA

Lc 20, 27-38

Estamos ya en Jerusalén. Ya ha narrado la entrada solemne y la purificación del Templo. Sigue la polémica con los dirigentes. Los saduceos, que tenían su bastión en torno al templo, entran en escena.

Era más un partido político que religioso. Estaba formado por la aristocracia laica y sacerdotal. Preferían estar a bien con Roma y no poner en peligro sus intereses. Solo admitían el Pentateuco como libro sagrado. Tampoco admitían las tradiciones como norma de conducta. No creían en la resurrección.

Jesús no responde a la pregunta absurda que le hacen. Responde a lo que debían haber preguntado.

El evangelio de hoy responde a una visión mítica del hombre y del mundo. Lo que encerraba una verdad desde esa visión mítica, se convierte en absurdo cuando lo queremos entender racionalmente desde nuestro paradigma. Hablar del más allá es imposible.

Es como pedirle a un ordenador que nos de el resultado de una operación sin suministrarle los datos. Ni siquiera podemos imaginarlo. Puedo imaginar lo que es una montaña de oro aunque no exista en la realidad, pero tengo que haber percibido por los sentidos lo que es el oro y lo que es una montaña. No tenemos ningún dato que nos permita imaginar el más allá, porque todo lo que llega a nuestra mente ha entrado por los sentidos que no pueden funcionar fuera del tiempo y del espacio.

Las imaginaciones para el más allá carecen de sentido. Lo único racional es aceptar que no sabemos absolutamente nada.

El instinto más visceral de cualquier ser vivo, es la permanencia en el ser; de ahí que la muerte se considere como el mal supremo. Para el ser humano con su capacidad de razonar, ningún programa de salvación será convincente si no supera la condición mortal. Si el hombre considera la permanencia en el ser como un valor absoluto, también considerará como absoluta su perdida. Todos los intentos que ha hecho el hombre para encontrar una salida, surgen de este enfoque desesperado.

Por no aceptar nuestra contingencia, todos queremos ser eternos. Esa contingencia no es un fallo, sino mi propia naturale¬za; por lo tanto no es nada que tengamos que lamentar ni de lo que Dios tenga que librarnos, ni ahora ni después. Mis posibilidades de ser las puedo desplegar a pesar de esa limitación.

No creo que sea coherente el postular para el más allá un cielo maravilloso mientras seguimos haciendo de la tierra un infierno.

Nuestro ser, que creemos individual y autosuficiente, hace siempre referencia a otro que me fundamenta, y a los demás que me permiten realizarme. La razón de mi ser no está en mí sino en Otro. Yo no soy la causa de mí mismo. No tiene sentido que considere mi propia existencia como el valor supremo. Si mi existir se debe al Otro, Él será el valor supremo también para mi ser individual y aparentemente autónomo.

El pueblo de Israel empezó a reflexionar sobre el más allá unos 200 años antes de Cristo. El concepto de resurrección no se acuñó hasta después de las luchas macabeas. Los libros de los Macabeos, se escribieron hacia el año 100 a C. El libro de Daniel, se escribió hacia el año 164 a C. Anteriormente solo se pensó en la asunción al «cielo» de determinadas personas que volverían a la tierra para llevar a cabo una tarea de salvación; no se trataba de resurrección escatológica sino de una situación de espera en la reserva para volver.

Para los semitas, el ser humano era un todo, no un compuesto de partes. Se podían distinguir en él, distintos aspectos:

Hombre-carne – Hombre-cuerpo – Hombre-alma – Hombre-espíritu.

Los semitas, al no conocer un alma sin cuerpo, no podía imaginar un ser humano si no existía un cuerpo. Ni siquiera tienen una palabra para esa realidad desencarnada. Tampoco tienen un término para expresar el cuerpo sin alma.

Por otro lado, los filósofos griegos consideraron al hombre como compuesto de cuerpo y alma. Afirmaban la inmortalidad del alma, pero no concedían ningún valor al cuerpo; al contrario lo consideraban como una cárcel. La muerte era una liberación, una ascensión. La imagen de Sócrates bebiendo la cicuta con total tranquilidad y paz, nos muestra claramente esta actitud básica del filósofo griego.

La doctrina cristiana sobre el más allá, nace de la fusión de dos concepciones irreconciliables, la judía y la griega. Lo que hemos predicado los cristianos hubiera sido incomprensible para Jesús. La palabra que traducimos por alma en los evangelios, quiere decir simplemente «vida».

El NT proclama la resurrección de los muertos. Aunque nosotros hoy pensamos más en la supervivencia del alma, no es esa la idea que nos quiere trasmitir la Biblia. Nos hemos apartado totalmente del pensamiento de la Biblia y ha prevalecido la idea griega, aunque tampoco la hemos conservado con exactitud, porque para los filósofos griegos no se necesitaba ninguna intervención de Dios para que el alma siguiera viviendo, y la resurrección del cuerpo no suponía para los griegos ninguna ventaja sino un flaco favor.

La base de toda reflexión sobre al más allá, está en la resurrección de Cristo. La experiencia que de ella tuvieron los discípulos es que en Jesús, Dios realizó plenamente la salvación de un ser humano. Jesús sigue vivo con una Vida que ya tenía cuando estaba con ellos, pero que no descubrieron hasta que murió. En él, la última palabra no la tuvo la muerte (pérdida de la vida física), sino la Vida (permanencia en Dios para siempre). Esta es la principal aportación del texto de hoy: «serán como Ángeles, serán hijos de Dios».

¿Cómo permanecerá esa Vida que ya poseo aquí y ahora? Ni lo sé ni puedo saberlo. No debemos rompernos la cabeza pensando como va a ser ese más allá. Lo que de veras me debe importar es el más acá.

Descubrir que Dios me salva aquí y ahora. Vivenciar que hoy es ya la eternidad para mí. Que la Vida definitiva la poseo ya en plenitud ahora mismo.

En la experiencia pascual, los discípulos descubrieron que Jesús estaba vivo. No se trataba de la vida biológica sino la Vida divina que ya tenía antes de morir, a la que no puede afectar la muerte biológica.

Los cristianos hemos sido tan retorcidos, que hemos tergiversado hasta el núcleo central del mensaje de Jesús. Él puso la plenitud del ser humano en el amor, en la entrega total, sin límites a los demás. Nosotros hemos hecho de esa misma entrega una programación. Soy capaz de darme, con tal que me garanticen que esa entrega terminará por redundar en beneficio de mi ego.

Lo que Jesús predicó fue que la plenitud humana está precisamente en la entrega total. Mi objetivo cristiano debe ser deshacerme, no garantizar mi permanencia en el ser. Justo lo contrario de lo que pretendemos.

¿Te preocupa lo que será de ti después de la muerte? ¿Te ha preocupado alguna vez lo que eras antes de nacer? Tú relación con el antes y con el después tiene que responder al mismo criterio. No vale decir que antes de nacer no eras nada, porque entonces hay que concluir que después de morir no serás nada.

La eternidad no es una suma de tiempo sino un instante que abarca todo el tiempo posible. Para Dios eres exactamente igual en este instante que millones de años antes de nacer o millones de años después de morir.

«…porque para Él, todos están vivos». ¿No podría ser esa la verdadera plenitud humana? ¿No podríamos encontrar ahí el auténtico futuro del ser humano? ¿Por qué tenemos que empeñarnos en que nos garanticen una permanencia en el ser individual para toda la eternidad? ¿No sería muchísimo más sublime permanecer vivos solo para Él?

¿No podría ser, que el consumirnos en favor de los demás, fuese la auténtica consumación del ser humano? Eso es lo que celebramos en cada eucaristía.

Meditación-contemplación

Para Dios todo está siempre en un eterno presente.

Esa existencia eterna en Dios, se manifiesta en el tiempo,

y da origen a todas las criaturas que forman el universo.

Como ser humano puedo vivir mi relación con el Absoluto.

……………..

La experiencia de lo Absoluto, es mi verdadera Vida.

No confundir con mi vida biológica que solo es un accidente.

Cuando tomo lo accidental por substancial,

estoy equivocándome de cabo a rabo.

……………

Si descubro el engaño, procuraré vivir a tope,

es decir, al límite de mis posibilidades más humanas.

Mi presente se funde con mi pasado y mi futuro.

Desde mi contingencia, puedo experimentar un ahora eterno.

…………….

Fray Marcos

33. IGANDEA URTEAN ZEHAR, KRISIALDIAK-TIEMPOS DE CRISIS, José A. Pagola

KRISIALDIAK

José Antonio Pagola.
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

ECLESALIA, 13/11/13 Ebanjelioetan badira izaera apokaliptikoa duten testu batzuk; halakoetan ez da izaten gauza erraza jakitea zein den Jesusen beraren mezua eta zein lehen kristau-elkarteen kezkak eragindakoa; hain zuzen ere, egoera tragikoetan nahastuak diren eta, ordu berean, aldien azkena pertsekuzioen artean larri bizi dutenen kezkak eragindakoa.

Lukasen kontakizunaren arabera, aldi zailek ez dute izan behar ez lantu-aldi eta ez adorea galtzeko une. Ez dute izan behar etsipenerako eta ihes egiteko aldi ere. Besterik da Jesusen ikusmoldea. Hain juxtu, krisialdietan «testigantza egiteko aukera izango duzue». Halakoetan izango dugu abagunerik hobena testigantza egiteko, Jesusekiko eta haren egitasmoarekiko geure atxikimenduaz.

Bost urte daramatzagu jada krisia jende askori gogor ematen ari zaiola. Aldi honetan gertatuak, krisi hori eragiten ari den gizarte-kaltea eta sufrimendua errealismoz ezagutzeko bidea demaigu. Ez ote da iritsi ordua, nola ari garen erreakzionatzen galdera egiteko?

Agian, hondo-hondoko geure jarrera berrikustea da lehenengo gauza. Erantzukizunezko jarrera hartu ote dugu, geure baitan oinarrizko solidaritate-zentzu bat esnatuz ala geure patxada koloka jar lezakeen orori bizkarra emanez bizi gara? Zer egiten dugu geure kristau-talde eta –elkarteetatik? Jarduera eskuzabaleko ildo bat markatu al dugu ala geure fedea gertatzen ari denetik urruti ari gara bizitzen?

Krisialdi hau haustura sozial zuzengabea ari da urratzen bi talde hauen artean: etorkizunari begira beldurrik gabe bizi gaitezkeenon eta gizartetik zokoraturik eta inolako aterabiderik gabe gelditzen ari direnen artean. Ez al dugu sentitzen geure bizitzan «murrizte» batzuk ezarri beharra, ondoko urteetan era soilago eta solidarioagoan bizi ahal izateko?

Pixkana, hurbilagotik ari gara ezagutzen babesik gabe eta baliabiderik gabe gelditzen direnak (inolako sarrerarik gabeko familiak, luzaroko lanik gabeak, gaixo diren etorkinak…). Kezkatzen al gara begiak irekitzeaz, ikusteko, ea konprometitzen ahal garen zenbait jenderen egoera arintzen? Plantea al genezake ekimenen bat geure kristau-elkartean?

Ez dezagun ahaztu, krisialdiak ez duela sortzen pobretze materiala bakarrik. Gainera, segurtasunik eza, beldurra, ezintasuna eta porrotaren esperientzia eragiten du. Egitasmoak hautsi, familiak hondoratu, esperantza galdu. Ez ote dugu berreskuratu behar familiartekoen laguntzaren garrantzia, auzokoen arteko sostengua, kristau-elkartetik harrera eta laguntza eskaintzea…? Ezer gutxi izan daiteke jatorrago une hauetan batak bestea zaintzen ikastea baino.

33 Tiempo ordinario (C) Lucas 21, 5-19

TIEMPOS DE CRISIS

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com

ECLESALIA, 13/11/13.- En los evangelios se recogen algunos textos de carácter apocalíptico en los que no es fácil diferenciar el mensaje que puede ser atribuido a Jesús y las preocupaciones de las primeras comunidades cristianas, envueltas en situaciones trágicas mientras esperan con angustia y en medio de persecuciones el final de los tiempos.

Según el relato de Lucas, los tiempos difíciles no han de ser tiempos de lamentos y desaliento. No es tampoco la hora de la resignación o la huida. La idea de Jesús es otra. Precisamente en tiempos de crisis “tendréis ocasión de dar testimonio”. Es entonces cuando se nos ofrece la mejor ocasión de dar testimonio de nuestra adhesión a Jesús y a su proyecto.

Llevamos ya cinco años sufriendo una crisis que está golpeando duramente a muchos. Lo sucedido en este tiempo nos permite conocer ya con realismo el daño social y el sufrimiento que está generando. ¿No ha llegado el momento de plantearnos cómo estamos reaccionando?

Tal vez, lo primero es revisar nuestra actitud de fondo: ¿Nos hemos posicionado de manera responsable, despertando en nosotros un sentido básico de solidaridad, o estamos viviendo de espaldas a todo lo que puede turbar nuestra tranquilidad? ¿Qué hacemos desde nuestros grupos y comunidades cristianas? ¿Nos hemos marcado una línea de actuación generosa, o vivimos celebrando nuestra fe al margen de lo que está sucediendo?

La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos vivir sin miedo al futuro y aquellos que están quedando excluidos de la sociedad y privados de una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir algunos “recortes” en nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más sobria y solidaria?

Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos…) ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?

No hemos de olvidar que la crisis no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana…? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

 

32º DOMINGO T.O., «EL VALOR DE ESTA VIDA PARA LA VIDA», José E. Galarreta

Escrito por  José Enrique Galarreta
FE ADULTA

Lc 20, 27-38

El texto se sitúa en la última semana de Jesús, en Jerusalén y en el Templo, donde se produce la última predicación de Jesús, continuamente hostigado por los Fariseos, Doctores y Sacerdotes.

Es llamativa y significativa la semejanza de los Sinópticos en estos relatos. Los exponemos esquemáticamente a continuación.

Los tres evangelistas presentan el mismo relato, y los tres en el mismo contexto:

MARCOS 11 y ss.

MATEO 21 y ss.

LUCAS 19,28 y ss.

Entrada mesiánica en Jerusalén

Entrada mesiánica en Jerusalén

Entrada mesiánica en Jerusalén

Enseña en el Templo

La higuera estéril

La Higuera estéril

Ataque de Sacerdotes y ancianos

Ataque de sacerdotes y ancianos

Ataque del Sanedrín

Parábola de los dos hijos

Parábola de viñadores homicidas

Parábola de viñadores homicidas

Parábola de viñadores homicidas

Parábola del festín nupcial

El tributo al César

El tributo al César

El tributo al César

La resurrección (saduceos)

La resurrección (saduceos )

La resurrección (saduceos)

El Mayor Mandamiento

El mayor Mandamiento

Contraataque de Jesús

Contraataque de Jesús

Contraataque de Jesús

Invectivas contra los escribas

Invectivas contra los escribas

Invectivas contra los escribas

El óbolo de la viuda

El óbolo de la viuda

Lamentación por Jerusalén

Anuncio destrucción del Templo

Anuncio destrucción del Templo.

Anuncio destrucción del Templo

Nuestro texto de hoy se inscribe por tanto en un contexto polémico: «La última y definitiva» polémica de Jesús con las autoridades político-religiosas. Después de esto, viene el complot para prender a Jesús y los relatos de la Pasión.

Ya ha se han dado los enfrentamientos de Jesús con los fariseos (el tributo al César). Ahora viene el ataque de los saduceos.

Los saduceos son ante todo miembros de la aristocracia sacerdotal, y forman una corriente tanto religiosa como política. Dominan el Sanedrín y entre ellos se elige al Sumo Sacerdote. Defienden una conducta más libre y mundana que los fariseos, y están abiertos a colaborar con los poderes extranjeros.

En su teología no entra la inmortalidad. Por eso, el caso que presentan es un tanto cínico. Jesús lo advierte y (como tantas veces) no contesta directamente a lo que le preguntan sino a lo esencial, a lo que deberían haber preguntado.

Cuando los saduceos se retiren, atacarán los escribas (el primer mandamiento). Los escribas son los «sabios», los doctores, encargados de la custodia, interpretación y enseñanza de «La Ley». Suelen ejercer su función en la Sinagoga o en el Templo. Haciendo un paralelo con nuestro tiempo, se les podría llamar «los teólogos» de la época.

En ambos casos, se propone a Jesús una prueba. En varios lugares del evangelio aparece la expresión «para tentarle». Los «Sabios» de Israel o bien intentan desprestigiarle ante el pueblo, o bien comprobar simplemente su sabiduría. Jesús se muestra invencible, incluso bajando al terreno de la increíble casuística rabínica a que dan lugar los innumerable preceptos de la Ley.

La prueba es, en este caso, sobre quisicosas legales. Otras veces en cambio las preguntas afectan a la esencia de la Ley. En el caso presente, Jesús no entra en el tema. Dice, casi expresamente, que «el cielo es otra cosa».

Es importante tener en cuenta que, en este y otros casos, Jesús emplea la terminología, los conceptos y creencias habituales en el mundo que le rodea, sin que esto signifique que los avale. (Así, en las nociones de «premio-castigo», «el fin de los tiempos»… y otros muchos).

Para un lector poco informado puede resultar complicado distinguir entre el mensaje de Jesús y su utilización de los conceptos y modos acostumbrados en su entorno. Pero es, naturalmente, el conjunto del mensaje de Jesús el que define el valor y la importancia de cada afirmación concreta. (Aplicable igualmente al diverso valor de cada parte del A.T.)

Jesús se muestra invencible en lo dialéctico, en el terreno preferido de sus adversarios: la casuística acerca de la Ley. Es sorprendente que los doctores y los sacerdotes le llamen «Maestro», a él, el «inculto» carpintero de Nazaret (¿pura ironía malintencionada?).

El tema concreto es la vida eterna, llamada «resurrección», pero, por encima de él, hay en estos capítulos un mensaje global claro y más importante: Jesús es la Nueva Ley, el Nuevo Templo. Se ha cumplido la Promesa, termina la Antigua Alianza. El que vea que su cumplimiento es Jesús entrará en lo Nuevo.

A propósito de tres temas concretos, se está planteando el rechazo de Jesús por parte de los jefes del pueblo. Las tinieblas rechazarán la luz. (Y éste será tema fundamental en Marcos y en Juan).

Jesús aprovecha la oportunidad que le brindan los Saduceos para entrar en el tema de fondo, la «resurrección», la vida después de la muerte, que importa mucho más que la casuística presentada.

Es un ejemplo típico, y una denuncia. Aquellos hombres han invertido el sentido de la Palabra de Dios. En vez de estudiarla como un mensaje de salvación, la utilizan para su propio prestigio y para satisfacción de curiosidades intelectuales que poco o nada tienen que ver con su verdadero sentido.

Utilizar la Palabra. Es una tentación ancestral de Israel: usar la Palabra para mis propios fines, para mi Ciencia, para mi Prestigio, para mi Consuelo, para sentirme Privilegiado. Utilizar la Palabra es utilizar a Dios para mis intereses.

La Palabra se nos ha dado para exigirnos más que a nadie y para transformarnos en Palabra viviente, para que los hombres puedan creer. No se puede transmitir la Palabra más que siendo fieles a sus exigencias.

Israel se apoderó de Dios. Y el mensaje último de estos relatos es:»El Templo será destruido», es decir, no hay «Dios-para-vosotros», no es «vuestro Dios», no «reside entre vosotros» en sentido exclusivo. Dios no está con Israel para Israel, sino para el mundo, y si Israel lo «utiliza» para sí mismo, Dios no está con Israel.

«El Templo será destruido» es la mayor blasfemia que se puede decir a un Israelita que ha entendido que Dios está ahí como seguridad del pueblo.

La aplicación a la Iglesia y a nuestra espiritualidad es evidente. Nosotros y la Palabra. Solemos tener dos tentaciones:

1. Inventar la Palabra. No podemos ir alegremente a la Escritura para ver qué se me ocurre. Ni jugar con la Palabra. La Escritura tiene un sentido, y en eso, en lo que dice el autor, está (o puede estar) la Palabra.

No pocas veces acudimos a la lectura de la Escritura como a un libro mágico, a través de cuyas frases Dios me dirige un mensaje oportuno para el momento en que vivo. El cristiano es un «oyente de la Palabra» habitual, no ocasional, vive de la Palabra siempre, no simplemente acudiendo a ella como a un recetario para casos de emergencia.

2. Dios de vivos. No caigamos en los mismos errores que acabamos de denunciar. La Palabra de Dios no nos ha dicho «cómo» es la inmortalidad, la Resurrección, el Cielo.

La misma palabra «resurrección» es engañosa: dada la evidencia de la muerte corporal, y la nebulosa de aquella cultura sobre el compuesto humano (cuerpo-mente-alma-espíritu), la palabra «resurrección» evoca una imagen física del cuerpo, nuevamente animado por el «espíritu» (el soplo de Dios), que se levanta, por la fuerza de Dios, después de morir.

Son imágenes, maneras de visibilizar las creencias. Tampoco hoy tenemos ideas claras sobre el ser completo del hombre; recurrimos a Pitágoras y Platón y hablamos de cuerpo-alma, pero esto no es Palabra de Dios sino una teoría filosófica con muchos problemas, y con la ventaja de que no tenemos otra mejor.

Pero lo que se nos ha comunicado es un mensaje religioso, no antropológico: «no morirás» significa que la vida humana es más que la vida visible, material, temporal.

«Cómo puede ser eso», no se nos ha comunicado. Y recurrimos a los símbolos. Pablo lo define como una gestación: aún no hemos sido dados a luz. La muerte como parto, como liberación, como llegada a la Vida. Otra imagen es el Pueblo Peregrino en el desierto, que camina hacia la Patria, hacia la Casa del Padre. Y lo que importa es llegar.

Todas las imágenes son buenas, aunque todas insuficientes. («Ni ojo vio, ni oído oyó, ni naturaleza alguna puede imaginar lo que Dios reserva para sus elegidos» Romanos 8,18.)

No puede concebirse siquiera la enseñanza de Jesús sin una referencia expresa a «la vida eterna». Creo que a veces se hace una lectura muy reductiva de la «escatología» de Jesús, limitándola a «la llegada inminente del fin de los tiempos».

Lo que está más claramente presente en Jesús es la llegada cierta del fin del tiempo de cada persona y, como consecuencia, el valor de esta vida para La Vida.

Para explicar esto hemos construido muchas imágenes, pero la mejor imagen de la relación entre esta vida y La Vida está sin duda en las «parábolas vegetales» de Jesús: la relación entre la semilla y la cosecha. Se siembra en la tierra, parece que la semilla muere, pero germina y da fruto centuplicado.

Por esto, la relación entre esta vida y la otra de ninguna manera destruye el valor de esta vida. Al revés, esta vida queda revalorizada, puesto que el resultado de lo que hacemos en esta vida es definitivo, es para siempre. Pablo lo dijo muy bien:

«cuando esto corruptible se revista de incorruptibilidad, y esto mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «¿Dónde está, muerte, tu victoria…?» (1 Cor. 15,53)

Todo esto tiene aplicación a la persona y a la humanidad. Sembrar vida eterna no es simplemente un tema individual; construir la humanidad aquí es sembrar la humanidad eterna.

Dar de comer al hambriento, atender al que fue asaltado por ladrones… es decir, crear aquí una humanidad liberada de males no es el final, porque todo esto acaba en la muerte, pero es la siembra, que florecerá en cosecha definitiva.

¿Cómo puede ser eso? Volvamos a la fidelidad a la Palabra y al reconocimiento de que solamente sabemos lo que la Palabra nos ha dicho. «No se puede ver a Dios sin morir» significa que solamente en La Vida contemplaremos la verdad entera.

En palabras de Juan: «Aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a Él, porque le veremos cara a cara» (I Jn. 3,2)

Pero la esencia del mensaje es más profunda. ¿Por qué creemos en la vida más allá de la muerte? Porque creemos en Abbá. Como siempre, como todo, esta es la fuente de toda la fe. Si creemos en Jesús aceptamos, ante todo, su mensaje sobre Dios. Dios no es el ingeniero todopoderoso que crea una máquina y cuando se estropea la tira, sin más.

Dios es la Madre que engendra hijos por amor y por amor trabaja por sacarlos adelante. A nuestras madres, se les mueren los hijos. A nosotros se nos mueren los padres, los amigos… porque no somos todopoderosos. Si lo fuéramos, no se nos morirían. Pero nosotros creemos en Abbá, todopoderoso.

Creemos en el Amor Todopoderoso. Y al amor todopoderoso no se le mueren los hijos.

Cuando recitamos el Credo decimos: «creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra». Y no lo decimos bien, porque esto, con la mentalidad de Jesús, significa: «Creo que el Todopoderoso Creador del cielo y de la tierra es mi papá».

Nuestra fe en la vida después de la muerte es sencillamente confianza en Abbá.

José Enrique Galarreta

*ORAR CON EL EVANGELIO.(lLc.20.27-38)

*DOMINGO XXXII. T.O-C- Noviembre 10
* Cada domingo la comunidad cristiana proclama la fe en la Resurrección y en la plenitud de vida en Dios.
Jesús nos habla de la Resurrección distinguiendo entre “esta vida” y “la futura”, para indicar que no se trata de una continuidad de la vida actual en un tiempo sin límite. Se trata (si podemos hablar así) del nacimiento a la vida totalmente nueva y en plenitud que Dios nos concederá renovados y en comunión con El.
* Jesús, ante la pregunta que le hacen, los saduceos que son sus enemigos, para “atraparlo” con el fin de ridiculizar las enseñanzas de Jesús. (Los saduceos son en aquél tiempo, figura de poder, materialistas, dominadores). La respuesta que les da Jesús, sigue como dos caminos. Por un lado les dice que la vida futura de los resucitados es una vida transfigurada (son hijos de Dios) No es continuidad de esta vida.
Por otro, la respuesta de Jesús está en Dios ya dicho por Moisés con autoridad a los judíos: “Dios es un Dios de vivos no de muertos”.
* Si de las manos de Dios han brotado la vida y el ser humano, y en esas manos estamos. Si Dios es nuestro Padre misericordioso, lo normal es pensar en una vida para siempre y feliz junto a Él. Dios origen y meta de nuestra vida, es también, la garantía de nuestra esperanza. Esta esperanza de la Resurrección es parte integral y esencial de la fe cristiana y no podemos ocultarla. Hay que proclamarla.
* Por eso en todas las Eucaristía unidos decimos:
“ANUNCIAMOS TU MUERTE, PROCLAMAMOS TU RESURRECCIÓN”…

• ORACIÓN

Jesús nos dice: “YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA el que cree en mí no morirá para siempre”
¿Creemos de verdad esto?
La respuesta a esta pregunta es lo principal de nuestra fe y fe es creer, confiar, fiarnos de Jesús.
La fe en la Resurrección es causa de nuestra alegría. Él, Jesús de Nazaret es la Vida por eso nosotros la queremos vivir con entrega.
Tu Palabra, Señor es nuestra luz, nuestra vida y toda nuestra ilusión está en lo que tú nos dices.
Pase lo que pase, creemos en Ti; en tus manos nos sentimos seguros.
Queremos vivir ahora la vida con alegría y entrega, como un don a compartir y entre todos seguir construyendo el Reino que es ahora y aquí, para luego gozarlo en plenitud llegando a tus brazos al final de este camino.
Ayúdanos, Jesús de TODOS, a vivir dando gracias por tu amor gratuito con nosotros y haciendo el bien ayudándonos mutuamente. AMÉN
* SEGUIMOS ORANDO
*Jesús Resucitado, con tu vida hemos descubierto el amor pleno del Padre: para el todos estamos vivos. Cuando Tú nos hablas de “Vida y Resurrección”, sales a nuestro encuentro en lo cotidiano, nos propones un mensaje que lleva a la libertad, a la entrega desinteresada.
Necesitamos, Jesús de Nazaret, abrirnos a esa luz de participar plenamente en la resurrección, pero sabiendo que el camino es la vida presente, vivida en coherencia y fidelidad, ya que el “martirio” (sufrimientos y dificultades), nos hacen superar el materialismo y comodidad que nos impiden llegar a la vida plena que Tú nos ofreces. Tú vida, Jesús Salvador, es nuestro camino: no hay miedo al Dios que nos ama siempre; queremos como Tú, responder a ese Amor sin medida. Tú y el Padre sois uno mismo y siempre nos acompañáis en el camino. La confianza en vuestro Amor a todos. Queremos que nos mantengan firmes en la lucha de cada día; sólo al final nos vendrá, la perfección, la resurrección y la vida plena.
AYÚDANOS, JESÚS RESUCITADO. AMÉN
* ZURIÑE

32. IGANDEA URTEAN ZEHAR, «NORBERAREN ERABAKIA-DECISIÓN DE CADA UNO», José A. Pagola

NORBERAREN ERABAKIA

José Antonio Pagola.
Itzultzailea: Dionisio

Lukas 20, 27-38

Eclesalia.- Jesus ez zen saiatu betiko biziaz asko hitz egiten. Ez zuen inor engainatu nahi, heriotzaz harako biziaz irudipenezko deskripzioak eginez. Alabaina, haren bizitza guztiak eragiten digu esperantza izatera. Sufrimena arinduz bizi da eta jendea beldurretik liberatuz. Jainkoaz guztizko konfiantza kutsatzen du. Bere grina, bizitza guztientzat gizakoiago eta zoriontsuago egitea du, guztien Aitak nahi duen bezala.

Soilik, piztuerari buruzko fedea barregarri jarri nahian, saduzearren talde bat hurbildu zaionean, atera zaio Jesusen bihotz fededunari bere bizitzaren sostengu eta arnasa duen konbentzimendu hau: Jainkoa «ez da hildakoen Jainko bat, baizik eta bizidunena, harentzat denak baitira bizidun».

Xumea du bere fedea. Egia da, geure pertsona hildakoengatik negar egiten dugula guk, hiltzean, hemen lurrean galdu egin ditugulako; Jesusi, ordea, ezin zaio burutik pasatu ere, Jainkoari hartaraino maite dituen bere seme-alabak hiltzen zaizkiola. Ezinezkoa da hori. Haiekin bere bizia partekatzen jarraitzen du Jainkoak, ulertezineko bere maitasunean onartuak baititu.

Gure aldi honen ezaugarririk kezkagarriena esperantza-krisia da. Azken Etorkizunaren ikuspegia galdua dugu, eta bizitzaldi honetako itxaropen txikiak ez dira gauza gu kontsolatzeko. Esperantza-falta hau hainbat jenderengan bizitzaren konfiantza-falta eragiten ari da. Ezerk ez du pena merezi. Aise sortzen da orduan guztizko nihilismoa.

Esperantza-faltaren aldi hau, ez ote zaigu eragozten ari guztioi, fededun eta fedegabe, barnean ditugun galderarik errotikoenak egitea? Askok dudan jarri duten Jainko hori, aski jendek alde batera utzia duen Hori, baina jende askok galdegai duen Hori, ez ote dugu geure azken oinarria, bizitzan errotiko konfiantzaren sostengu izan dezakeguna? Bide guztien akaberan, gure gurari guztien hondoan, gure galdekizun eta borroken barnean, ez ote dago Jainkoa, bila gabiltzan salbazioaren azken Misterio gisa?

Fedea hor ari zaigu gelditzen, geure barneko txokoren batean kuzkurturik, garrantzi txikiko gauza bezala, aldi honetan jada zaintzea merezi ez duen gauza bezala. Hala ote da? Egia esan, sinestea ez da gauza erraza, baina zaila da ez sinestea ere. Bitartean, bizitzaren azken misterioa oihuka ari zaigu eskatzen erantzun argi eta erantzukizunezko bat.

Norberaren erabakia da erantzun hau. Erabat ezabatu nahi ote dut neure bizitzatik heriotza baino harago doan esperantza oro, bizitzen lagunduko ez ligukeen sasi-ilusioa balitz bezala? Ala, bihotza irekirik eduki nahi dut bizitzaren azken Misterioaren aurrean, konfiantzaz espero izanik hortxe aurkituko dudala orain dagoeneko bilatzen dudan erantzuna, harrera eta betetasuna?

32 Tiempo ordinario (C) Lucas 20, 27-38

DECISIÓN DE CADA UNO

ECLESALIA, 06/11/13.- Jesús no se dedicó a hablar mucho de la vida eterna. No pretende engañar a nadie haciendo descripciones fantasiosas de la vida más allá de la muerte. Sin embargo, su vida entera despierta esperanza. Vive aliviando el sufrimiento y liberando del miedo a la gente. Contagia una confianza total en Dios. Su pasión es hacer la vida más humana y dichosa para todos, tal como la quiere el Padre de todos.

Solo cuando un grupo de saduceos se le acerca con la idea de ridiculizar la fe en la resurrección, a Jesús le brota de su corazón creyente la convicción que sostiene y alienta su vida entera: Dios “no es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos son vivos”.

Su fe es sencilla. Es verdad que nosotros lloramos a nuestros seres queridos porque, al morir, los hemos perdido aquí en la tierra, pero Jesús no puede ni imaginarse que a Dios se le vayan muriendo esos hijos suyos a los que tanto ama. No puede ser. Dios está compartiendo su vida con ellos porque los ha acogido en su amor insondable.

El rasgo más preocupante de nuestro tiempo es la crisis de esperanza. Hemos perdido el horizonte de un Futuro último y las pequeñas esperanzas de esta vida no terminan de consolarnos. Este vacío de esperanza está generando en bastantes la pérdida de confianza en la vida. Nada merece la pena. Es fácil entonces el nihilismo total.

Estos tiempos de desesperanza, ¿no nos están pidiendo a todos, creyentes y no creyentes, hacernos las preguntas más radicales que llevamos dentro? Ese Dios del que muchos dudan, al que bastantes han abandonado y por el que muchos siguen preguntando, ¿no será el fundamento último en el que podemos apoyar nuestra confianza radical en la vida? Al final de todos los caminos, en el fondo de todos nuestros anhelos, en el interior de nuestros interrogantes y luchas, ¿no estará Dios como Misterio último de la salvación que andamos buscando?

La fe se nos está quedando ahí, arrinconada en algún lugar de nuestro interior, como algo poco importante, que no merece la pena cuidar ya en estos tiempos. ¿Será así? Ciertamente no es fácil creer, y es difícil no creer. Mientras tanto, el misterio último de la vida nos está pidiendo una respuesta lúcida y responsable.

Esta respuesta es decisión de cada uno. ¿Quiero borrar de mi vida toda esperanza última más allá de la muerte como una falsa ilusión que no nos ayuda a vivir? ¿Quiero permanecer abierto al Misterio último de la existencia confiando que ahí encontraremos la respuesta, la acogida y la plenitud que andamos buscando ya desde ahora? (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

*ORAR CON EL EVANGELIO:(Lc.19.1-10)

DOMINGO XXXI. T.O-C- 3 NOVIEMBRE

* El relato de Zaqueo es una página ejemplar del modo de actuar evangélico. Es la denuncia de todo tipo de sectarismo por un lado, y modelo de discernimiento por otro.
Es aleccionadora la actuación de Zaqueo, un hombre con una posición social en Jericó, rico propietario, jefe de recaudadores, pero “bajo de estatura” en todo su vivir. Zaqueo sabe reaccionar y dar un giro nuevo a su vida. Busca algo diferente. Siente la necesidad de encontrarse con Jesús, acoge su mensaje y toma la única decisión que le puede salvar..
* Jesús hace lo que cree que debe hacer, por encima de críticas y murmuraciones. Y Zaqueo es “pescado” con sensibilidad exquisita. El que “quería ver” fue visto. La curiosidad y admiración le llevan a un cambio radical. Zaqueo, al sentirse apreciado por Jesús, y tratado con normalidad, descubre que puede “elevar su estatura” y se reencuentra con la alegría de vivir.
* Cuando Zaqueo subió a la higuera para ver a Jesús, probablemente no pensaba en las consecuencias de su acto de curiosidad. Zaqueo se convierte y es signo esperanzado de una nueva sociedad.
* “Levantó Jesús la visa y le dijo:: ¡Zaqueo!… Baja enseguida: Hoy tengo que alojarme en tu casa. Él, bajó enseguida y lo recibió muy contento.
Zaqueo se puso en pie y le dijo a Jesús; “Mira la mitad de mis bienes se la doy a los pobres y si a alguien le he sacado dinero se lo devolveré cuatro veces”.
• Jesús le contestó” Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.
• Vale la pena tener el deseo que tenía Zaqueo de conocer a Jesús. Y es necesario que sepamos buscarle donde el propio Jesús nos indica: en “nuestra casa”, es decir, en nuestra interioridad personal, donde la Palabra de Dios puede resonar con toda su fuerza.

ORACIÓN
Jesús de Nazaret. También nosotr@s nos identificamos con Zaqueo, porque somos
“Bajos de estatura”
y necesitamos salir de nuestra “pequeñez”, es decir de la falta de generosidad hacia l@s demás.
Quieres “alojarte en nuestra casa” es decir, en nuestro interior.Deseas nuestra conversión y cambio, para que nuestras vidas sean transformadas y poder afirmar de nuevo:
“Hoy ha sido la salvación de esta casa”.
Reconocemos que sin tu ayuda, no podemos superar nuestra fragilidad y pequeñez. Pero, Tú a tod@s perdonas porque eres amigo de la vida.
Esta es nuestra esperanza, Jesús de Nazaret, y nuestro propósito de conversión. AMÉN

SEGUIMOS ORANDO

Señor, Tu me estas llamando. Y yo tengo miedo de decirte que sí. Tu me buscas y yo trato de esquivarte.
y así no acabo de entender que es lo que deseas de mi.
Tú esperas una entrega completa. Es cierto, y yo a veces estoy dispuesto a realizarla en la medida de mis fuerzas.
Tu gracia me empuja por dentro y en esos momentos todo me parece fácil.
Pero bien pronto me planto, vacilo. Dame fuerzas, Ilumíname en la elección de lo que Tú deseas. Estoy dispuesto, Señor. AMÉN
*ZURIÑE

31 DOMINGO T.O., «ESTÁS SALVADO EN LA MEDIDA QUE COMPARTAS» Fray Marcos

Escrito por Fray Marcos

FE ADULTA

Lc 19, 1-10

Una vez más se manifiesta la actitud de Jesús hacia los «pecadores», pero hoy de una manera muy concreta. Nos está diciendo cómo tenemos que comportarnos con los que hemos catalogado como malos. Está denunciando nuestra manera de proceder equivocada, es decir, no acorde con el espíritu de Jesús. Solo Lucas narra este episodio. No sabemos si es un relato histórico; pero que lo sea o no, no es lo importante, lo que importa es la manera de narrarlo y las enseñanzas que quiere trasmitirnos, que son muchas.

Es importante recordar que Lucas es el evangelista que más insiste en la imposibilidad de que los ricos entren en el Reino. Unos versículos antes, acaba de decir Jesús: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! En este episodio resulta que llega la salvación a un rico que además es pecador público. Sin duda Lucas está reflejando la situación de su comunidad, en la que se estaban ya incorporando personas ricas que daban el salto del seguimiento sin tener que abandonar su situación social y su trabajo. La única exigencia es salir de la injusticia y pasar a compartir lo que tienen con los que no tienen nada.

En el relato hay que presuponer más cosas y más importantes de las que dice: ¿Por qué Zaqueo tiene tanto interés en conocer a Jesús, aunque sea de lejos? ¿Cómo es que Jesús conoce su nombre? ¿Cómo tiene tanta confianza Jesús para autoinvitarse a hospedarse en su casa? ¿Qué diálogo se desarrolló entre Jesús y Zaqueo para que éste haga una promesa tan radical y solemne? Solo las respuestas a estas preguntas darían sentido a lo que sucedió. Pero es precisamente ese itinerario interno de ambos, que no se puede expresar, el que marca la relación profunda entre Jesús y Zaqueo.

La reflexión de este domingo conecta con la del domingo pasado: el fariseo y el publicano. ¿Os acordáis? El creernos seguros de nosotros mismos nos lleva a despreciar a los demás, a no considerarlos; sobre todo, si de antemano los hemos catalogado como «pecadores». Incluso nos sentimos aliviados porque no alcanzan la perfección que nosotros creemos haber alcanzado, y de esta manera podremos seguir mirándolos por encima del hombro. «Todos murmuraban diciendo: ha entrado a comer en casa de una pecador».

Zaqueo era jefe de publicanos y además, rico. Pecador, por colaboracionista y por el modo de adquirir las riquezas. Tiene deseos de conocer a Jesús, pero, ¿cómo se podía atrever a acercarse a él? Todos le señalarían con el dedo y le dirían a Jesús que era un pecador. Podemos imaginar la cara de extrañeza y de alegría que pondría cuando oye a Jesús llamarle por su nombre; lo que significaría para él, que alguien, de la categoría de Jesús, no solo no le despreciase, sino que le tratara incluso con cariño. Zaqueo se siente aceptado como persona, recupera la confianza en sí mismo y responde con toda su alma a la insinuación de Jesús. Por primera vez no es despreciado por una persona religiosa. Su buena disposición encuentra acogida y se desborda en total apertura a la verdadera salvación.

Una vez más utiliza Lucas la técnica literaria del contraste para resaltar el mensaje. Dos extremos que podíamos denominar Vida-Muerte. Vida en Jesús que manifiesta lo mejor de sí mismo abriéndose a otro ser humano con limitaciones radicales que le impiden ser él mismo. Vida en Zaqueo que, sin saber muy bien lo que buscaba en Jesús, descubre lo que le restituye en su plenitud de humanidad y lo manifiesta con la oferta de una relación más humana con aquellos con los que había sido más inhumano. Muerte en la multitud que, aunque sigue a Jesús físicamente, con su opacidad impide que otros lo descubran. Muerte en «todos», escandalizados de que Jesús ofrezca Vida al que solo merecía desprecio.

A la vista del resultado de la manera de actuar de Jesús, yo me pregunto. ¿Hemos actuado nosotros como él, a través de los dos mil años de cristianismo? ¿Cuántas veces con nuestra actitud de rechazo truncamos esa buena disposición inicial y conseguimos desbaratar una posible liberación? Al hacer eso, creemos defender el honor de Dios y el buen nombre de la Iglesia. Pero el resultado final es que no buscamos lo que estaba perdido y, como consecuencia, la salvación no llega a aquellos que sinceramente la buscan. Como Zaqueo, hoy muchas personas se sientes despreciadas por los dirigentes religiosos, y además, los cristianos con nuestra actitud, seguimos impidiéndoles ver al verdadero Jesús.

Muchas personas que han oído hablar de Jesús quisieran conocerlo mejor, pero se interpone la «muchedumbre» de los cristianos. En vez de ser un medio para que los demás conozcan a Jesús, somos un obstáculo que no deja descubrirlo. ¡Cuánto tendría que cambiar nuestra religión para que en cada cristiano pudiera descubrirse a Cristo! Estar abiertos a los demás, es aceptar a todos como son, no acoger solamente a los que son como yo. Si la Iglesia propone la actitud de Jesús como modelo, ¿por qué se parece tan poco nuestra actitud a la de Jesús? Ya lo dice el refrán: Una cosa es predicar y otra dar trigo.

Siempre que se ha consumado una división entre cristianos (cisma), habría que preguntarse quién tiene más culpa, el que se equivoca pero defiende su postura con honradez o la intransigencia de la iglesia oficial, que llena de desesperanza a los que piensan de distinta manera y les hace tomar una postura radical. Lutero por ejemplo, no pretendía una separación de Roma, sino una purificación de los abusos que los jerarcas de la iglesia estaban cometiendo. ¿Quiere decir esto que Lutero era el bueno y el Papa y los cardenales malos? Ni mucho menos; pero con un poco más de comprensión y un poco menos de soberbia, se hubiera evitado una división que tanto daño ha hecho al cristianismo.

Hacer nuestro el espíritu de Jesús es caminar por la vida con el corazón y los brazos siempre abiertos. Estar siempre alerta a los más pequeños signos de búsqueda. Acoger a todo el que venga con buena voluntad, aunque no piense como nosotros; incluso aunque esté equivocado. Estar siempre dispuestos al diálogo y no al rechazo o la imposición. Descubrir que lo más importante es la persona, no la doctrina ni la norma ni la ley.

No acogemos a los demás, no nos paramos a escuchar, no descubrimos esa disposición inicial que puede llevar a una auténtica conversión. Acogida con sencillez tenía que ser la postura de los seguidores de Jesús. Apertura incondicional a todo el que llega a nosotros con ese mínimo de disposición, que puede reducirse a simple curiosidad, como en el caso de Zaqueo; pero que puede ser el primer paso de un auténtico cambio. No terminar de quebrar la caña cascada, no apagar la mecha que todavía humea, ya sería una postura interesante; pero hay que ir más allá. Hay que tratar de restablecer y vendar la caña cascada, tratar de avivar la mecha que se apaga.

El final del relato no tiene desperdicio: «He venido a buscar y salvar lo que estaba perdido». ¿Cuándo nos meteremos esto en la cabeza? Jesús no tiene nada que hacer con los perfectos. Solo los que se sienten perdidos, podrán ser encontrados por él. Esto no quiere decir que Jesús tenga la intención de restringir su misión. Lo que deja bien manifiesto es que todos fallamos y todos necesitamos ser recuperados. Claro que solo el que tiene conciencia de estar enfermo estará dispuesto a buscar un médico.

La salvación de la que aquí se habla no es conseguir el cielo en el más allá, sino repartir y compartir en el aquí y ahora. Pero esta lección no nos interesa ni como individuos ricos ni como iglesia. Para nosotros es preferible dejar las cosas como están y predicar una salvación para el más allá que nos permita mantener los privilegios de que gozamos aquí y ahora. En realidad no nos interesa el mensaje de Jesús más que en cuanto podamos manipularlo.

Meditación-contemplación

«El hijo de Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido».

Solo lo que está perdido, necesita ser buscado.

Solo el que se siente enfermo irá a buscar al médico.

Solo si te sientes extraviado te dejarás encontrar por él.

……………..

No se trata de fomentar los sentimientos de culpabilidad.

Tampoco de sentirse «indigno pecador».

Se trata de tomar conciencia de la dificultad del camino

y sentir la necesidad de ayuda para alcanzar la meta.

………………

Se trata de sentir la fuerza de Dios en lo hondo de mi ser.

Pero también de buscar y aceptar la ayuda de los demás,

que van un poco por delante y saben por dónde debo caminar.

Si me empeño en caminar en solitario, seguro que me perderé.

……………..

Fray Marcos