DOMINGO 26 T.O – José Luis Sicre

FE ADULTA

IR POR LANA Y SALIR TRASQUILADO

Esto es lo que ocurre a los nuevos protagonistas que presenta el evangelio de Mateo. Hasta ahora, sacerdotes y “ancianos” (equivalentes a nuestros senadores) no han desempeñado papel alguno. Jesús no ha tenido contacto con ellos en Galilea. Pero ahora, cuando la liturgia, en un vuelo asombroso, nos traslada a Jerusalén durante el lunes santo, se presentan ante Jesús pidiéndole cuentas de lo que ha hecho el día antes, cuando purificó el templo, expulsando a mercaderes y cambistas, y curó en el recinto sagrado a cojos y ciegos, a los que estaba prohibida la entrada en el templo.

Una pregunta y tres respuestas

Lo anterior va a provocar que los responsables religiosos (sacerdotes) y políticos (ancianos) le pregunten a Jesús: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado esa autoridad?». El evangelio de Mateo responde en tres pasos.

1) En el primero, Jesús pone a las autoridades entre la espada y la pared, preguntándoles: «El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, de Dios o de los hombres?» Viendo el peligro de comprometerse en un sentido o en otro, responden: «No lo sabemos». Y Jesús termina con un escueto: «Pues yo tampoco os digo con qué autoridad hago esto».

2) Inmediatamente pasa al contrataque, con la parábola que leemos este domingo: la de los dos hijos (Mt 21,28-32).

3) Sin interrupción, añade una nueva parábola: los viñadores homicidas, que leeremos el próximo domingo.

En conjunto, la denuncia de sacerdotes y ancianos es durísima: 1) no se atreven a dar una opinión sobre Juan Bautista; 2) son peores que los recaudadores de impuestos y las prostitutas, que sí le hicieron caso a Juan; 3) para apoderarse de una viña que no les pertenece, deciden asesinar al hijo del propietario (Dios).

No es raro que, tras escuchar estas tres acusaciones, decidieran matar a Jesús.

La lectura de hoy se centra en el segundo punto.

Obras son amores, y no buenas razones

La historieta que propone Jesús es tan fácil de entender que sus enemigos caen en la trampa. ¿Quién cumple la voluntad del padre? ¿El hijo protestón y maleducado que termina haciendo lo que le piden, o el hijo amable y sonriente que hace lo que le da la gana? La respuesta es fácil: el primero. Lo importante no es decir palabras bonitas; tampoco importa protestar mucho. Lo importante es hacer lo que el padre desea. «Obras son amores, y no buenas razones».

Pero Jesús saca de aquí una consecuencia asombrosa. Es preferible vivir de mala manera, si al final haces lo que Dios quiere, que vivir de forma aparentemente piadosa y negarse a cumplir la voluntad de Dios. Dicho con las palabras hirientes del evangelio: es preferible ser prostituta o ladrón, si al final te conviertes, que ser obispo, sacerdote, o pertenecer a cualquier congregación o institución religiosa y ser incapaz de convertirse.

¿En qué consiste la conversión? Nueva sorpresa. No se trata de aceptar a Jesús y su mensaje, sino a Juan Bautista, que mostraba el camino de la justicia, de la fidelidad a Dios, como primer paso hacia el evangelio. Con ello, Jesús responde indirectamente a la pregunta que no habían querido responder las autoridades: «¿De dónde procedía el bautismo de Juan, de Dios o de los hombres?» El bautismo de Juan era cosa de Dios, su predicación marcaba el camino recto. Las prostitutas y los recaudadores, representados por el hijo protestón, pero obediente, creyeron en él. Las autoridades religiosas, representadas por el hijo tan amable como falso, no le creyeron.

¿Tirando piedras contra el propio tejado?

Lo curioso de esta interpretación de la parábola es que parece volverse contra Juan y contra Jesús. Los que dan testimonio a su favor son gente indigna de crédito, prostitutas y explotadores; quienes lo rechazan o se abstienen, personalidades religiosas de buena fama, los sacerdotes. Puestos a elegir, ninguna persona piadosa aceptaría la opinión de unos cuantos drogatas y unas pocas prostitutas en contra de lo que decida una Conferencia Episcopal.

Además, el judío piadoso de tiempos de Jesús (como muchos cristianos piadosos de nuestro tiempo) está convencido de que no necesita convertirse. Y si en algo tiene que cambiar, el camino no deben indicárselo personas tan extrañas y discutibles como Juan Bautista, Martin Lutero King, Oscar Romero, Pedro Casaldáliga o el Papa Francisco.

Así adquieren pleno sentido las palabras de Jesús: «los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios». Para entrar en ese reino, hay que abrirse a una nueva forma de vida, aunque suponga un corte drástico y doloroso con la vida anterior. La institución religiosa seguirá firme en sus trece, incluso utilizará el argumento de la parábola para rechazar a Juan y a Jesús. Sin embargo, el Reino se irá incrementando con esas personas indignas de crédito, pero que creen en quien les muestra el camino de una nueva forma de fidelidad a Dios. Esas personas que, como dice el profeta Ezequiel en la primera lectura, son capaces de recapacitar y convertirse.

 José Luis Sicre

D O M I N G O   2 6  (A) T.O. – Fray Marcos

(Ez 18,25-28) Es injusto mi proceder, ¿No es vuestro proceder el justo?

(Flp 2,1-11) “Tened los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús”.

(Mt 21,28-32) “El primer hijo dijo: ‘no quiero’. Pero después recapacitó y fue”.

 Los hechos son los que van a misa, las palabras las lleva el viento. Los humanos necesitamos rectificar para alcanzar la meta.

 Es muy peligroso creerse perfecto. Lo importante es descubrir los fallos y rectificar lo que se ha hecho mal. La pura teoría no sirve para nada, solo la vida salva. Lo que digamos o lo que proclamemos son solo palabras vacías, mientras no vayan acompañadas por una actitud vital, que inevitablemente se manifestará en las obras. En el evangelio de Juan, Jesús pone como instancia definitiva sus obras. “Si no me creéis a mí, creed a las obras”.

 El domingo pasado nos hablaba de jornaleros. Hoy nos habla de hijos. En el AT, el pueblo, en su conjunto, se consideraba hijo de Dios. Jesús distingue ahora dos hijos: los que se consideran verdaderos israelitas y los que los jefes religiosos consideran pecadores. Recordemos que ser hijo significaba hacer siempre la voluntad del padre. Un buen hijo era el que salía al padre. El que dejaba de hacer la voluntad del padre, dejaba de ser hijo. ¿Quién hizo la voluntad del padre? quiere decir: ¿Quién es verdadero Hijo?

Jesús se enfrenta a los jefes religiosos, como respuesta a la oposición que los evangelios manifiestan. Todos los evangelios dejan clara esa lucha a muerte de las instancias religiosas contra Jesús. Sin embargo, no podemos sacar de estas parábolas argumentos antisemitas. Las prostitutas y los recaudadores de impuestos, que Jesús pone por delante de los jefes religiosos, eran también judíos; y los primeros cristianos eran todos judíos.

Los fariseos no tenían nada de qué arrepentirse, eran perfectos, porque decían “sí” a todos los mandamientos. Consideraban que tenían derecho al favor de Dios, por eso rechazan de plano, el cambio que les propone Jesús. Como los de primera hora del domingo pasado exigen mayor paga por su trabajo. Para ellos es intolerable que Dios pague lo mismo al que no ha trabajado. No se dan cuenta de que su respuesta es solamente formal, sin compromiso vital alguno. El espíritu de la Ley no les importaba.

El escándalo está servido: Para Jesús no hay duda, los que se consideran buenos son los malos, y los malos son los buenos. Los primeros eran lo estrictos cumplidores de la Ley, los segundos ni la conocían ni podían cumplirla. Los primeros ponían su empeño en el cumplimiento externo de las normas. Los otros buscaban una posibilidad de hacerse más humanos, porque se sabían pecadores. Jesús deja claro cual es la voluntad de Dios, y quien la cumple, pero también deja claro que tanto los unos como los otros, son hijos.

Los recaudadores y las prostitutas os lleven la delantera en el Reino. Es una de las frases más hirientes que pudo decir Jesús a los jerifaltes religiosos. Eran las dos clases de personas más denigradas y odiadas por las instancias religiosas. Pero Jesús sabía muy bien lo que decía. El organigrama religioso-social de su tiempo era represivo e injusto. Que esa situación se mantuviera en nombre de Dios no podía aguantarlo quien había descubierto un Dios, que quiere es el bien de todos los seres humanos.

No se alude en el relato a las otras dos situaciones que se pueden dar: El hijo que dice sí y va a trabajar a la viña; y el hijo que dice no, y no va. En estos dos casos no hay posibilidad de equivocarse ni cabe la pregunta de quién cumple la voluntad del padre. Lo que pretende el relato es advertir sobre el engaño en que puede caer el que interprete superficialmente y a la ligera la situación del que dice “sí” y del que dice “no”.

 No debemos engañarnos. La simplicidad del relato esconde una enseñanza fundamental. Como conclusión general, tenemos que decir que los hechos son lo importante, y que las palabras sirven de muy poco. La praxis prevalece siempre sobre la teoría. El evangelio no nos invita a decir primero no y después sí. El ideal sería decir sí y hacer; pero lo maravilloso del mensaje está precisamente ahí: Dios comprende nuestra limitación radical y admite la posibilidad de rectificación, después de “recapacitar”, dice el texto.

Nuestras actitudes religiosas son incoherentes. Llevamos muchos siglos haciendo una religión de ritos, doctrinas y preceptos. Desde el bautismo decimos “sí voy”, pero nos quedamos siempre en donde estamos. No hay más que ver lo que se entiende por “practicante” para darse cuenta de que no tiene nada que ver con las exigencias del evangelio. Ser cristiano es descubrir la voluntad del Padre y cumplirla siempre y en todo. Nos estamos yendo cada vez más por las ramas y alejándonos de la raíz del evangelio.

Se nos llena la boca proclamando pomposamente que somos cristianos, pero hay muchos que, sin serlo, cumplen el evangelio mucho mejor que nosotros. El fariseísmo se ha convertido en moneda corriente entre nosotros, y damos por hecho que basta hablar del evangelio u oír hablar de él y aceptar su mensaje para tranquilizar nuestra conciencia. Hay un refrán que lo expresa muy bien: “Obras son amores y no buenas razones”.

En la primera lectura ya se nos dice que ni siquiera los mayores fallos son definitivos. Podemos en cualquier momento rectificar la trayecto­ria equivocada. Los errores cometidos pueden ayudarnos a encontrar el camino verdadero. Nuestro conocimiento es limitado y tenemos que aceptar esta condición porque es parte de nuestra naturaleza. No podemos pretender, ni para nosotros ni para los demás, la perfección. Cuando exigimos a un ser humano ser pluscuamperfecto estamos exigiéndole que deje de ser humano.

Solo la experiencia me dice qué es lo que me deteriora y qué es lo que me enriquece como ser humano. Cuando damos por absoluta una norma nos negamos a progresar. El gran peligro es creer que Dios nos ha dado directamente esa norma. Desde esa perspectiva se siguen cometiendo verdaderas barbaridades en contra del ser humano. El Dios de Jesús nunca puede ir en contra del hombre; las normas que hemos promulgado en su nombre, sí. Entender la religión como verdades absolutas, es fundamentalismo.

También hoy podemos ir más allá de la parábola. Ni siquiera las obras tienen valor absoluto. Las obras pueden ser la manifestación de una actitud vital, pero pueden ser fruto de una programación desconectada de nuestro verdadero ser. Los fariseos cumplían todas las normas, pero lo hacían mecánicamente, sin ninguna sinceridad de corazón. No pierdas el tiempo tratando de situarte en una de las partes. Todos estamos diciendo “no” cada tres por cuatro, y todos estamos diciendo “sí” con una pasmosa ligereza.

Quiero resaltar el paralelismo de esta parábola con la del hijo pródigo. En ambas la actitud del padre es decisiva, aunque no se suele tener en cuenta. En aquella cultura ser hijo significaba por encima de todo obedecer al padre, resalta su actitud ante los dos. Confía en las palabras del segundo, pero no toma represalias contra el segundo rebelde. Mantiene la esperanza y crea un ámbito que hace posible la recapacitación del primero. El hijo deja de ser hijo, pero el padre sigue siendo padre y sigue confiando en el hijo.

Urteko 26. igandea – 26 Domingo T.O.  José Antonio Pagola

Prostitute in fishnet stockings try to stop the car

A (Mateo 21,28-32)

AURREA HARTUKO DIZUETE – OS LLEVAN LA DELANTERA

Parabola hain xinplea da, duintasun gutxi duela ematen baitu Jesus bezalako profeta batentzat. Alabaina, ez du esan beraren inguruan korrika dabilen haur-taldearentzat, baizik eta «apaiz nagusi eta herriko zaharrentzat», tenplura iristen denean erasoka hasten baitzaizkio.

Kontaeraren arabera, aita batek bere bi semeei mahastira lanera joan daitezen eskatu die. Lehenak zakar erantzun dio: «Ez dut nahi», baina ez da ahaztu aitaren eskariaz eta mahastira joan da lanera. Bigarrenak prestasun harrigarriz erreakzionatu du: «Jakina, bada; banoa, jauna», baina hitz huts gelditu da dena. Inork ez du ikusiko seme hori mahastian lanean.

Argia da parabolaren mezua. Jesusi entzuten ari zaizkion buruzagi erlijiosoak ere bat datoz aita horrekin. Jainkoaren aurrean, ordea, garrantzizkoa ez da «hitz egitea», baizik eta «egitea». Zeruko Aitaren borondatea betetzeko, gauza erabakitzailea ez dira hitzak, promesak eta errezoak, baizik eta egintzak eta eguneroko bizitza.

Harritzekoa Jesusek egin duen esleitzea izan da, aplikazioa. Beraren hitzak ezin gogorrago dira. Mateo ebanjelariak bakarrik jaso ditu, baina ez da dudarik Jesusenak direla. Jesusek bakarrik zuen askatasun hori buruzagi erlijiosoen aurrean: «Nik diotsuet publikanoek eta prostituituek aurrea hartu dizuetela Jainkoaren erreinurako bidean».

Bere esperientziaz mintzo da Jesus. Buruzagi erlijiosoek «bai» esan diote Jainkoari. Lehenengoak dira Jainkoaz, beraren legeaz eta beraren tenpluaz hitz egiten. Baina Jesusek dei egin dienean «Jainkoaren erreinua eta beraren zuzentasuna bilatzera», itxi egin zaizkio mezuari eta ez dira sartu beraren bidean. «Ez» esan diote Jainkoari Jesusi aurrez aurre jarriz.

Zerga-biltzaileek eta prostituituek «ez» esan diote Jainkoari. Legez kanpo bizi dira, tenplutik bazterturik. Halaz guztiz, Jesusek Jainkoaren adiskidetasuna eskaini dienean, entzun egin dute deia eta bihotz-berritzeko bideari ekin diote. Jesusentzat dudarik ez da: Zakeo publikanoak, bere oinak malkoz busti dizkion emakume prostituituak eta beste hainbatek… aurrea hartu diete «Jainkoaren erreinurako bidean».

Bide honetan aurretik doaz, ez fede-aitorpen arranditsuak egin dituztenak, baizik eta Jesusi ireki zaizkionak Aitaren egitasmorako konbertsio-urrats zehatzak eginez.

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

26 Tiempo ordinario – A (Mateo 21,28-32)

OS LLEVAN LA DELANTERA

La parábola es tan simple que parece poco digna de un gran profeta como Jesús. Sin embargo, no está dirigida al grupo de niños que corretea a su alrededor, sino a «los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo», que lo acosan cuando se acerca al templo.

Según el relato, un padre pide a dos de sus hijos que vayan a trabajar a su viña. El primero le responde bruscamente: «No quiero», pero no se olvida de la llamada del padre y termina trabajando en la viña. El segundo reacciona con una disponibilidad admirable: «Por supuesto que voy, señor», pero todo se queda en palabras. Nadie lo verá trabajando en la viña.

El mensaje de la parábola es claro. También los dirigentes religiosos que escuchan a Jesús están de acuerdo. Ante Dios, lo importante no es «hablar», sino «hacer». Para cumplir la voluntad del Padre del cielo, lo decisivo no son las palabras, promesas y rezos, sino los hechos y la vida cotidiana.

Lo sorprendente es la aplicación de Jesús. Sus palabras no pueden ser más duras. Solo las recoge el evangelista Mateo, pero no hay duda de que provienen de Jesús. Solo él tenía esa libertad frente a los dirigentes religiosos: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios».

Jesús está hablando desde su propia experiencia. Los dirigentes religiosos han dicho «sí» a Dios. Son los primeros en hablar de él, de su ley y de su templo. Pero, cuando Jesús los llama a «buscar el reino de Dios y su justicia», se cierran a su mensaje y no entran por ese camino. Dicen «no» a Dios con su resistencia a Jesús.

Los recaudadores y prostitutas han dicho «no» a Dios. Viven fuera de la ley, están excluidos del templo. Sin embargo, cuando Jesús les ofrece la amistad de Dios, escuchan su llamada y dan pasos hacia la conversión. Para Jesús no hay duda: el publicano Zaqueo, la prostituta que ha regado con lágrimas sus pies y tantos otros… van por delante en «el camino del reino de Dios».

En este camino van por delante no quienes hacen solemnes profesiones de fe, sino los que se abren a Jesús dando pasos concretos de conversión al proyecto del Padre.

José Antonio Pagola

DOMINGO 1 OCTUBRE, 26 T.O.-KOINONÍA

Ezequiel 18,25-28

Cuando el malvado se convierte de su maldad, salva su vida

Así dice el Señor: «Comentáis: «No es justo el proceder del Señor.» Escuchad, casa de Israel: ¿es injusto mi proceder?, ¿o no es vuestro proceder el que es injusto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad que hizo y practica el derecho y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá.»

Salmo responsorial: 24

Recuerda, Señor, que tu misericordia es eterna.

Señor, enséñame tus caminos, / instrúyeme en tus sendas: / haz que camine con lealtad; / enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador, / y todo el día te estoy esperando. R.

Recuerda, Señor, que tu ternura / y tu misericordia son eternas; / no te acuerdes de los pecados / ni de las maldades de mi juventud; / acuérdate de mí con misericordia, / por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto, / y enseña el camino a los pecadores; / hace caminar a los humildes con rectitud, / enseña su camino a los humildes. R.

Filipenses 2,1-11

Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús

Hermanos: Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir. No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todo el interés de los demás. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús.

[Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.]

Mateo 21,28-32

Recapacitó y fue

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acerco al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?» Contestaron: «El primero.» Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

COMENTARIO A LOS TEXTOS:

La conversión de aquellos que el sistema religioso considera pecadores debería ser una señal profética con el poder de arrastrar a todos hacia el camino del bien. Sin embargo, esto no es lo que ocurre. Cada sistema religioso organiza sus valores en escalas jerárquicas en las que cuenta más la posición que la propia conciencia. El profeta Ezequiel y el evangelio se refieren a esta terrible realidad: los que se consideran a sí mismos salvados son incapaces de cambiar su manera de pensar para abrirse a la acción de Dios. Los más ilustres representantes de la religión (sacerdotes judíos, fariseos, escribas, etc.) incurren en el pecado de la falsa conciencia religiosa, es decir en la pretensión injustificada de considerarse salvados por sus propios méritos y no por la gracia de Dios. Pablo nos presenta una aguda reflexión sobre este problema y nos llama la atención sobre aquellos elementos de discernimiento que nos permiten evaluar nuestras prácticas cotidianas a la diáfana luz del amor misericordioso y del servicio solidario.

El profeta Ezequiel llama la atención a su pueblo, envuelto en intrigas, enajenado por las permanentes conspiraciones contra el imperio babilonio. La situación era extremadamente precaria luego de la primera deportación en el año 597 a.e.c. Los líderes del pueblo habían sido obligados a marchar a tierras extranjeras y vivían en condiciones extremadamente precarias. La situación en Jerusalén era extremadamente volátil. La falta de discernimiento, la manipulación de los sentimientos patrióticos y el oportunismo de los nuevos lideres los dejaban a la merced de una nueva y devastadora intervención de Babilonia como efectivamente ocurrió en el año 587 a.e.c. En medio de tanta tensión, caos y confusión el profeta hace un llamado a la cordura y al buen juicio. La falsa consciencia religiosa estaba inflando los planes de las autoridades del Templo y de los altos funcionarios de la corte. Se consideraban a sí mismos propietarios de la salvación y personas más allá del ‘bien y del mal’. Ezequiel los llama a la humildad y la honestidad, al servicio al pueblo y a la justicia, pues, en nombre del bien de la patria no cesaban de cometer crímenes e injusticias que contradecían el fundamento jurídico y ético de la alianza de Yahvé con su pueblo. Considerarse a si mismo justo, mientras se comenten las peores atrocidades no es sino un engaño inútil. El bien consiste en el respeto del derecho y en la práctica de la justicia.

La parábola que hoy nos propone Jesús –en el evangelio de Mateo, como todos estos domingos– denuncia igualmente la falsa conciencia religiosa. La viña es la realidad del mundo, en la que el trabajo siempre es arduo y urgente. A esa viña el Padre envía a sus dos hijos. La respuesta de los dos es ambigua. Sin embargo, sólo el compromiso del que inicialmente se había negado al trabajo nos permite descubrir quién actuó coherentemente. De este modo Jesús denuncia a aquellos dirigentes y a todo el pueblo que públicamente se compromete a servir al Señor, pero que es incapaz de obrar de acuerdo con sus palabras. Actitud que contrasta con aquellos que aunque parecen negarse al servicio, terminan dando lo mejor de sí en la transformación de la viña.

Esta parábola plantea un dilema que pone al descubierto la praxis de sus oyentes y que, leída a la luz de los acontecimientos de la época de Jesús nos muestra cómo los que eran considerados pecadores por el aparato religioso eran, en realidad, los únicos atentos a la voz del profeta. La conversión no es un asunto de solemnes proclamas o de prolongados ejercicios piadosos, sino un llamado impostergable a la justicia y al discernimiento. Las palabras de Jesús herían la sensibilidad religiosa de sus contemporáneos que se consideraban auténticos seguidores de Yavé e inigualables hombres de fe, porque colocaba delante de ellos el testimonio de aquellas personas que eran consideradas una lacra social: las prostitutas y los publicanos.

Prostitutas y publicanos no sólo eran profesiones terriblemente despreciadas, sino que quienes las ejercían eran considerados personas asquerosas e inadmisibles entre la gente de bien. Jesús ridiculiza todas esas valoraciones lanzadas desde los pedestales del sistema religioso y muestra, con los hechos, que ni siquiera la presencia de un profeta tan grande como Juan Bautista es capaz de transformar las conciencias anquilosadas y estériles de aquellos que se consideran salvados únicamente por el alto cargo que ejercen en el aparato religioso.

Pablo nos muestra la misma realidad, desde el interior de la comunidad cristiana. Los creyentes, por sus mismas buenas intenciones, están más expuestos a crearse una falsa conciencia religiosa que los lleve a considerarse superiores a los demás o definitivamente salvados. El único criterio para determinar la autenticidad de las prácticas cristianas es lo que el llama ‘entrañas de misericordia’, o sea, el amor incondicional por aquellas personas excluidas y víctimas de la opresión y la miseria. Para Pablo, los cristianos no se pueden examinar únicamente a la luz de criterios piadosos, sino a la luz de la práctica de Jesús que actuó siempre en el mundo con entrañas de misericordia.

Más allá de una interpretación limitada al contexto judío del momento de Jesús, esta palabra suya puede y debe elevarse a categoría universal y a principio teórico: el de “la primacía del hacer sobre el decir, de la praxis sobre la teoría”. Un hermano dijo que sí, muy dispuesto, pero sus hechos desmintieron sus palabras: su palabra verdadera, su palabra práctica, fue un no. El otro hermano pareció estar desde el principio fuera del camino de la salvación, por sus palabras negativas e inaceptables; pero a pesar de sus palabras, él, tal vez recapacitó en su corazón, y, de hecho fue a la viña: «hizo» la voluntad del Padre. Decir/hacer, teoría/praxis, pensar/practicar…: el Evangelio está claramente decantado a un lado, sin vacilaciones, en estas disyuntivas.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 96 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Las prostitutas van delante». El audio, el guión y su comentario teológico-bíblico pueden ser tomados de aquí: https://radialistas.net/96-las-prostitutas-van-delante/.

La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo (5 minutos de entrevista a Jesús en su segunda venida a la Tierra) titulada «¿Las prostitutas primero?», que se puede tomar de: https://radialistas.net/52-las-prostitutas-primero/.

D O M I N G O   2 5  (A) – Fray Marcos 

(Is 55,6-9) Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos, mis caminos.

(Flp 1,20-27) Lo importante es que llevéis una vida digna del evangelio.

(Mt 20,1-16) No te hago injusticia. ¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?

Dios es justo a su manera, no a la nuestra.  El Dios que premia y castiga es la burda proyección de nuestra incapacidad de amor.

Cuando se escribió este evangelio, las comunida­des llevaban ya muchos años de rodaje, pero seguían creciendo. Los veteranos, seguramente reclamaban privilegios, porque en un ambiente de inminente final de la historia, los que se incorporaban no iban a tener la oportunidad de trabajar como lo habían hecho ellos. Advierte a los cristianos que no es mérito suyo haber accedido a la fe antes, sino un privilegio que debían agradecer.

Jesús acaba de decir al joven rico que venda todo lo que tiene y le siga. A continuación, Pedro dice a Jesús: “Pues nosotros lo hemos dejado todo, ¿qué tendremos?” Jesús le promete cien veces más, pero termina con esa frase enigmática: Hay primeros que serán últimos, y últimos que serán primeros. A continuación, viene el relato de hoy, que repite lo mismo, pero invirtiendo el orden; dando a entender que la frase se ha hecho realidad.

Los tres últimos domingos han desarrollado el mismo tema, pero en una progresión de ideas interesante: el domingo 23 nos hablaba de intentar recuperar al hermano que ha fallado. El 24 nos habló de la necesidad de perdonar sin tener en cuenta la cantidad. Hoy habla de la necesidad de compartir, no con un sentido de justicia humano, sino desde el amor. Todo un proceso de aproximación al amor que Dios manifiesta a cada uno.

Hoy tenemos una mezcla de alegoría y parábola. En la alegoría, cada uno de los elementos significa otra realidad en el plano trascendente. En la parábola, es el conjunto, el que nos lanza a otro nivel de realidad a través de una quiebra en el relato. Está claro que la viña hace referencia al pueblo elegido, y que el propietario es Dios mismo. Pero también es cierto que, en el relato, hay un punto de inflexión cuando dice: “Al llegar los primeros pensaron que recibirían más, pero también ellos recibieron un denario”.

Desde la justicia humana, no hay ninguna razón para que el dueño de la viña trate con esa deferencia a los de última hora. Por otra parte, el propietario de la viña actúa desde el amor absoluto, cosa que solo Dios puede hacer. Lo que nos quiere decir la parábola es que una relación de ‘toma y da acá’ con Dios no tiene sentido. El trabajo en la comunidad de los seguidores de Jesús, tiene que imitar a ese Dios y ser totalmente desinteresado.

Con esta parábola, Jesús no pretende dar una lección de relaciones laborales. Cualquier referencia a ese campo en la homilía de hoy no tiene sentido. Cualquier sindicato de trabajadores consideraría una injusticia lo que hace el dueño de la viña. Jesús habla de la manera de comportarse Dios con nosotros, que está más allá de toda justicia humana. Que nosotros seamos capaces de imitarle es otro cantar. Desde los valores de justicia que manejamos en nuestra sociedad, será imposible entender la parábola.

Hoy todos trabajamos para lograr desigualdades, para tener más que el otro, estar por encima y así marcar diferencias con él. Esto es cierto, no solo respecto a cada individuo, sino también a nivel de pueblos y naciones. Incluso en el ámbito religioso se nos ha inculcado que tenemos que ser mejores que los demás para recibir un premio mayor. Ésta ha sido la filosofía que ha movido la espiritualidad cristiana de todos los tiempos.

La parábola trata de romper los esquemas en los que está basada la sociedad, que se mueve únicamente por el interés. Como dirigida a la comunidad, la parábola pretende unas relaciones humanas que estén más allá de todo interés egoísta de individuo o de grupo. Los Hechos de los Apóstoles nos dan la pista cuando nos dicen: “nadie consideraba suyo propio nada de lo que tenía, sino que lo poseían todo en común”.

Los de primera hora se quejan del trato que reciben los de la última. Se muestra la incapacidad de comprensión de la actitud del dueño. No tienen derecho a exigir, pero les molesta que los últimos reciban lo mismo que ellos. El relato demuestra un conocimiento muy profundo de la psicología humana. La envidia envenena las relaciones humanas hasta tal punto, que a veces prefiero perjudicarme con tal de que el otro no se beneficie.

Lo que está en juego es una manera de entender a Dios completamente original. Tan desconcertante es ese Dios de Jesús, que después de veinte siglos, aún no lo hemos asimilado. Seguimos pensando en un Dios que paga a cada uno según sus obras (el dios del AT). Una de las trabas más fuertes que impiden nuestra vida espiritual es creer que podemos merecer la salvación. El don total y gratuito de Dios es siempre el punto de partida, no algo a conseguir gracias a nuestro esfuerzo. Dios se da a todo siempre

Podemos ir incluso más allá de la parábola. No existe retribución que valga. Dios da a todos los seres lo mismo, porque se da a sí mismo y no puede partirse. Dios nos paga antes de que trabajemos. Es una manera equivocada de hablar, decir que Dios nos concede esto o aquello. Dios está totalmente disponible a todos. Lo que tome cada uno dependerá solamente de él. Si Dios pudiera darme más y no me lo diera, no sería Dios.

La salvación que Jesús propone no busca a cambiar a Dios; como si antes, estuviésemos condenados por Dios y después estuviésemos salvados. La salvación de Jesús consistió en manifestarnos el verdadero rostro de Dios y cómo podemos responder a su don total. Jesús vino para que nosotros cambiemos, aceptando su salvación. Esa aceptación de su salvación tendría increíbles consecuencias en nuestra vida espiritual.

Con estas parábolas el evangelio pretende hacer saltar por los aires la idea de un Dios que reparte sus favores según el grado de fidelidad a sus leyes, o peor aún, según su capricho. Por desgracia hemos seguido dando culto a ese dios interesado y que nos interesaba mantener. En realidad, nada tenemos que “esperar” de Dios; ya nos lo ha dado todo desde el principio. Intentemos darnos cuenta de que no hay nada que esperar.

El mensaje de la parábola es evangelio, buena noticia: Dios es para todos igual: amor, don infinito. Los que nos creemos buenos lo veremos como una injusticia; seguimos con la pretensión de aplicar a Dios nuestra manera de hacer justicia. Como vamos a aceptar que Dios ame a los malos igual que a nosotros. Debe cambiar nuestra religiosidad que se basa en ser buenos para que Dios nos premie o, por lo menos, para que no nos castigue.

El evangelio nos propone cómo tiene que funcionar la comunidad (el Reino). Lo que Jesús pretende es que despleguemos una vida plenamente humana. Si se pretende esa relación imponiéndola desde el poder, no tendría ningún valor salvífico. Si todos los miembros de una comunidad, sea del tipo que sea, lo asumieran voluntariamente, sería una riqueza increíble, aunque no partiera de un sentido de trascendencia.

Urteko 25. igandea –25 Tiempo ordinario. José A. Pagola

A (Mateo 20,1-16)

Evangelio del 24 / Sept / 2023

JAINKOAREN ONTASUN ESKANDALAGARRIA – BONDAD ESCANDALOSA DE DIOS

Segur aski, udazkena zen eta Galileako herrietan sakon bizi ohi zuten mahats-biltzea. Jesusek plazan ikusi ohi zituen lur propiorik ez zutenak, eguneko ogia irabazteko nork hitzartuko zituen zain. Nola lagundu jende pobre honi Jainkoak guztientzat duen ontasun misteriotsua susmatzen?

Parabola harrigarri bat kontatu zien Jesusek. Ahal zuen soldatapeko guztiak hitzartu zituen jaun batez hitz egin zien. Jauna bera joan zen herriko plazara behin eta berriz, ordu desberdinetan. Lanaldiaren bukaeran, guztiek lan guztiz desberdina izan zuten arren, denario bana eman zien guztiei: bakoitzaren familiak bizitzeko behar zuena.

Lehenengo taldeak protesta egin zion. Ez dira kexu diru gehiago edo gutxiago hartu izateaz. Iraintzen dituena, jaunak «azkenekoak gu bezala tratatu izana» da. Jaunak bozemaile denari eman dion erantzuna miresgarria da: «Zuk inbidia izan behar al duzu ni ona naizelako?».

Parabola hain iraultzailea da non hogei menderen ondoren ez baikara ausartuko, segur aski, gaur oraindik seriostzat hartzen. Egia ote da Jainkoa ona dela, baita beraren aurrera aurkeztean doi-doi dutenak merezimendurik eta egintzarik? Egia ote da beraren aitatasun-bihotzean ez dela pribilegiorik, mahastian lan egin dutenen gutxi asko merezimenduzko lanean oinarriturik?

Gure eskema guztiak koloka jartzen dira Jainkoaren maitasun aske eta ezin atzemana agerian jartzen denean. Horregatik, eskandalagarria gertatzen zaigu, iruditzen zaigunean Jainkoa «jainkozaleez» eta merezimenduz beteak direnez ahaztu egiten dela eta, aitzitik, hurbildu egiten dela Jainkoagandik saririk hartzeko eskubiderik ez dutenengana: bekatariengana alegia, Elkargoa betetzen ez duenengana edo tenplurako sarbiderik ez duten prostituituengana.

Gu, batzuetan, geure kalkuluei begira jartzen gara, Jainkoari guztientzat on izaten utzi nahi ezta. Ez dugu jasaten Jainkoak guztientzat duen maitasun infinitua: badira, uste dugu, horrelakorik merezi ez duten pertsonak. Uste izaten dugu, Jainkoak merezi duena eman beharko liokeela bakoitzari, eta merezi duena soil-soilik. Eskerrak Jainkoa ez den gu bezalakoa. Bere aitatasun-bihotzez, badaki ematen bere maitasun salbatzailea guk maitatu ezin ditugun pertsona horiei ere.

José Antonio Pagola

Itzultzailea: Dionisio Amundarain

 25 Tiempo ordinario – A (Mateo 20,1-16)

BONDAD ESCANDALOSA DE DIOS

Probablemente era otoño y en los pueblos de Galilea se vivía intensamente la vendimia. Jesús veía en las plazas a quienes no tenían tierras propias, esperando a ser contratados para ganarse el sustento del día. ¿Cómo ayudar a esta pobre gente a intuir la bondad misteriosa de Dios hacia todos?

Jesús les contó una parábola sorprendente. Les habló de un señor que contrató a todos los jornaleros que pudo. Él mismo fue a la plaza del pueblo una y otra vez, a horas diferentes. Al final de la jornada, aunque el trabajo había sido absolutamente desigual, a todos les dio un denario: lo que su familia necesitaba para vivir.

El primer grupo protesta. No se quejan de recibir más o menos dinero. Lo que les ofende es que el señor «ha tratado a los últimos igual que a nosotros». La respuesta del señor al que hace de portavoz es admirable: «¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?».

La parábola es tan revolucionaria que seguramente después de veinte siglos no nos atrevemos todavía a tomarla en serio. ¿Será verdad que Dios es bueno incluso con aquellos que apenas pueden presentarse ante él con méritos y obras? ¿Será verdad que en su corazón de Padre no hay privilegios basados en el trabajo más o menos meritorio de quienes han trabajado en su viña?

Todos nuestros esquemas se tambalean cuando hace su aparición el amor libre e insondable de Dios. Por eso nos resulta escandaloso que Jesús parezca olvidarse de los «piadosos», cargados de méritos, y se acerque precisamente a los que no tienen derecho a recompensa alguna por parte de Dios: pecadores que no observan la Alianza o prostitutas que no tienen acceso al templo.

Nosotros nos encerramos a veces en nuestros cálculos, sin dejarle a Dios ser bueno con todos. No toleramos su bondad infinita hacia todos: hay personas que no se lo merecen. Nos parece que Dios tendría que dar a cada uno su merecido, y solo su merecido. Menos mal que Dios no es como nosotros. Desde su corazón de Padre, él sabe regalar también su amor salvador a esas personas a las que nosotros no sabemos amar.

José Antonio Pagola

25º domingo de tiempo ordinario – Koinonía

Isaías 55,6-9

Mis planes no son vuestros planes

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.

Filipenses 1,20c-24.27a

Para mí la vida es Cristo

Hermanos: Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros. Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.

Mateo 20,1-16

¿Vas a tener tú envidia porque soy bueno?

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.» Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: «¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?» Le respondieron: «Nadie nos ha contratado.» Él les dijo: «Id también vosotros a mi viña.» Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: «Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.» Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: «Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.» Él replicó a uno de ellos: «Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?» Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»

COMENTARIO A LOS TEXTOS BÍBLICOS:

La gracia y la misericordia de Dios se contrapone a la mentalidad religiosa judía de los tiempos de Jesús. Frente a la teología del mérito del sistema religioso se opone la teología de la gracia predicada por Jesús. Desde esta perspectiva, la salvación no se alcanza solamente por méritos propios, sino por la misericordia de Dios, que nos la concede a pesar de que no la merezcamos.

El texto del segundo Isaías centra su actividad profética en el tema de la consolación del pueblo desterrado. Pero el destierro fue por la desobediencia del pueblo y de sus dirigentes que se apartaron de Dios y quebrantaron la alianza. Sin embargo, Dios no abandona a su pueblo. Si el pueblo es infiel a la alianza, Dios permanece siempre fiel. Los caminos del Señor son muy distintos de los caminos humanos. El profeta insiste en la invitación a buscar al Señor. Hace un llamado a la conversión y al arrepentimiento porque Dios es Clemente y misericordioso y siempre está dispuesto al perdón. Los planes de Dios no son tan limitados y mezquinos como los nuestros.

Pablo, en la carta a los Filipenses, se plantea una disyuntiva: o morir para estar con Cristo o quedarse en medio de ellos para ayudarles en sus dificultades. Pablo, prisionero por Cristo, presiente que sus días ya están llegando a su fin. Perseguido, calumniado, encarcelado, azotado y despreciado de muchos ha vivido en su propia persona la pasión de su Señor. Consecuente con su predicación, si se ha esforzado por vivir el evangelio de Jesús, entonces es normal que corra la misma suerte que su maestro. Pero también tiene la plena convicción de participar de la gloria de la resurrección. Tanto su vida como su muerte está en función de Cristo. Si está vivo es para seguir anunciando el evangelio, si muere es para entrar en la plena comunión de los justificados por El. Así las cosas, Pablo siente que su misión ha llegado a su fin. Como Jesús, puede decir todo está cumplido. Pero a Pablo le queda la gran preocupación de la fragilidad de las comunidades, cuya fe está fuertemente amenazada por el ambiente cultural y religioso de las colonias del Imperio.

En la parábola de los trabajadores descontentos con la paga se refleja el modo de actuar de Dios contrario a nuestra mentalidad utilitarista. El contexto de la parábola del evangelio de Mateo debió ser la controversia de Jesús con las autoridades judías por su continua relación con personas de dudosa reputación, como publicados, pecadores, enfermos, paganos, y «niños y mujeres». Precisamente, aquellos que estaban considerados impuros y, por tanto, excluidos del círculo de santidad. Pero en el contexto de la comunidad mateana se percibe el conflicto producido entre los judeocristianos y paganos cristianos que confluyen en la misma comunidad. Era inaceptable que los recién conversos tuvieran el mismo trato de los que han pertenecido desde tiempos antiguos al pueblo elegido. Es claro que el encuentro entre judaísmo y cristianismo en el seno de una misma comunidad resultó bastante complicado. Así lo manifiestan otros escritos del nuevo testamento como la carta a los gálatas.

La parábola, narrada por Jesús, parte de un hecho real. El propietario representa a los terratenientes que a base de aranceles habían quitado las tierras a los campesinos. Así mismo, los desocupados eran los que lo habían perdido todo y se alquilaban por cualquier cosa para poder vivir. Por supuesto que había quienes siempre eran clientes fijos del propietario, es decir, aquellos a quienes siempre se les contrataba, y estaban los que iban apareciendo a última hora. La clave de la parábola no está en la actitud equitativa del patrón, pues el podría pagar como quisiera. Lo que llamó la atención a los oyentes es que haya preferido a los que no eran sus trabajadores (los de la última hora) sobre los que si lo eran (los de la primera hora). Situación incomprensible desde todo punto de vista.

El sistema religioso del tiempo de Jesús y de las primeras comunidades centraba la práctica religiosa en el mérito y la paga. La salvación se había convertido en un mercado de compra y venta. Jesús cuestiona a fondo esta mentalidad que tanto mal le ha hecho al pueblo. La salvación es don gratuito de Dios. Y la gracia tiene que ver con el amor misericordioso. Dios no maneja nuestros esquemas contables interesados y lucrativos. Para Dios, tanto los primeros como los últimos son objeto de su inmenso amor y misericordia.

Hoy tenemos que superar todo espíritu de competencia y codicia. Tenemos que superar sobre todo el «exclusivismo» que todavía late en el subconsciente cristiano: ya no lo decimos ni lo sostenemos, pero muchos lo siguen pensando: nosotros, nuestra religión, sería la única verdadera, y por tanto la superior, la definitiva, la insuperable, aquella en la que las demás religiones (¡y culturas!) deberán confluir… Si ya muchos han abandonado aquella visión veterotestamentaria de que «las naciones y los pueblos vendrán a adorar a Dios en Sión» –porque sociológicamente ya no parece previsible ni viable que el mundo vaya un día a ser todo él cristiano–, no dejamos de tener esa conciencia de «exclusivismo» cuando nuestras autoridades y jerarquías condenan autoritariamente y sin diálogo alguno opiniones sociales, criterios éticos, que se dan en distintas sociedades, apoyados en el convencimiento de que nuestra verdad es incuestionablemente superior a la de los demás, por principio, y que tendríamos derecho a imponerla en la sociedad (aunque sea laica, aconfesional, plural) sin necesidad siquiera de dialogar y convencer a la población… Es una actitud de complejo de superioridad que no tiene ninguna justificación.

La apertura a todos, el reconocimiento sincero de que no tenemos un «gratuito e inmerecido derecho de primogenitura», que no somos «los (únicos) elegidos», que los que hemos considerado tradicionalmente «últimos» (o en todo caso, posteriores a nosotros) no lo son, que Dios es «gratuito» y sin favoritismos… son asignaturas pendientes todavía para las Iglesias cristianas…

No cabe duda de que aceptar en profundidad el mensaje evangélico de hoy de que «los primeros serán los últimos», nos exige un cambio de mentalidad a fondo. También el pluralismo religioso y el diálogo intercultural hay que elencarlos entre esos grandes desafíos generados por el descubrimiento más profundo de la «gratuidad de Dios» que la parábola del evangelio de hoy vuelve a poner ante nuestros ojos.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 61 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Un denario para cada uno». El audio, el guión y su comentario bíblico-teológico  pueden ser tomados de aquí: https://radialistas.net/61-un-denario-para-cada-uno.

DOMINGO  2 4º  (A) Fray Marcos

(Eclo (27,32-28,9) No tiene compasión, ¿Y pide perdón de sus pecados?

(Rom 14,7-9) En la vida y en la muerte somos del Señor.

(Mt 18,21-35) ¿Cuantas veces tengo que perdonar? Hasta setenta veces siete.

Nadie puede buscar el mal en sí mismo. Si elegimos el mal es ignorancia. La superación del pecado no es el perdón sino un mejor conocimiento.

El evangelio de hoy es continuación del que leíamos el domingo pasado. Allí se daba por supuesto el perdón. Hoy es el tema principal. Mateo sigue con la instrucción sobre como comportarse con los hermanos dentro de la comunidad. Sin perdón mutuo sería imposible cualquier clase de convivencia estable. El perdón es la más alta manifestación del amor y está en conexión directa con el amor al enemigo. Entre los seres humanos es impensable un verdadero amor que no lleve implícito el perdón. Dejaríamos de ser humanos si pudiéramos eliminar la posibilidad de fallar y el fallo concreto y real.

La frase «setenta veces siete«, no podemos entender­la literalmente; como si dijera que hay que perdonar 490 veces. Quiere decir que hay que perdonar siempre. El perdón tiene que ser, no un acto, sino una actitud que se mantiene durante toda la vida y ante cualquier ofensa. Los rabinos más generosos del tiempo de Jesús, hablaban de perdonar las ofensas hasta cuatro veces. Pedro se siente mucho más generoso y añade otras tres. Siete era ya un número que indicaba plenitud, pero Jesús quiere dejar muy claro que no es suficiente, porque supone que Pedro todavía lleva cuenta de las ofensas.

La parábola de los dos deudores no necesita explicación. El punto de inflexión está en la desorbitada diferencia de la deuda de uno y otro. El señor es capaz de perdonar una inmensa deuda (60.000.000 denarios), el empleado es incapaz de perdonar 100 denarios. Al final, encontramos un rabotazo de AT: “Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo”. Jesús nunca pudo dar a entender que un Dios vengativo puede castigar de esa manera, o negarse a perdonar hasta que cumplamos unos requisitos.

Lo que llamamos perdón solo puede nacer del amor. No es fácil perdonar, como no es fácil amar. Va en contra de todos los instintos. Va en contra de lo razonable. Desde nuestra conciencia de individuos aislados en nuestro ego, es imposible entender el perdón del evangelio. El ego necesita enfrentarse a todo para sobrevivir y potenciarse. Desde esa conciencia, el perdón se convierte en un factor de afianzamiento del ego. Perdono (la vida) al otro porque así dejo clara mi superioridad moral. Expresión de este falso perdón es la famosa frase “perdono pero no olvido” que es la práctica común en nuestra sociedad.

Para entrar en la dinámica del perdón, debemos tomar conciencia de nuestro verdadero ser y de la manera de ser de Dios. Experimentando la ÚNICA REALIDAD, descubriré que no hay nada que perdonar, porque el otro no obró por malicia sino por ignorancia. Desde nuestro concepto de pecado como mala voluntad o deseo de hacer daño por parte de otro que me quiere mal es imposible que nos sintamos capaces de perdonar. El pecado no es fruto nunca de una mala voluntad, sino de una ignorancia. La voluntad no puede ser mala, porque no es movida por el mal. La voluntad solo puede ser atraída por el bien.

La trampa está en que se trata del bien o el mal, que le presenta la inteligencia a la voluntad. La voluntad no tiene ninguna posibilidad de discernir si algo es bueno o es malo, depende del conocimiento de cada uno. Nuestro problema en relación con el pecado es que nuestro conocimiento es siempre limitado y de ese modo con frecuencia creemos que es bueno para mí lo que en realidad es malo. Digo para mí, porque pecado es siempre un mal para mí. Si tengo la sensación de que el perjudicado es el otro, nunca corregiré mis fallos.

“Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo”. Dios no tiene acciones, mucho menos puede tener reacciones. Dios es amor y por lo tanto es también perdón. No tiene que hacer ningún acto para perdonar; está siempre perdonando. Su amor es perdón porque llega a nosotros sin merecerlo. Ese perdón de Dios es lo primero. Si lo aceptamos nos hará capaces de perdonar a los demás. Eso sí, la única manera de estar seguros de que lo hemos descubierto y aceptado, es que perdonamos. Por eso se puede decir, aunque de manera impropia, que Dios nos perdona en la medida que nosotros perdonamos.

Es muy difícil armonizar el perdón con la justicia. Nuestra cultura cristiana tiene fallos garrafales. Se trata de un cristianismo troquelado por el racionalismo griego y encorsetado hasta la asfixia por el jurisdicismo romano. El cristianismo resultante, que es el nuestro, no se parece en nada a lo que vivió y enseñó Jesús. En nuestra sociedad se está acentuando cada vez más el sentimiento de Justicia, pero se trata de una justicia racional e inmisericorde, que la mayoría de las veces esconde nuestro afán de venganza. El razonamiento de que sin justicia los malos se adueñarían del mundo, no tiene sentido.

Este sentido de la justicia se la hemos aplicado al mismo Dios y lo hemos convertido en un monstruo que tiene que hacer morir a su propio Hijo para “justificar” su perdón. Es completamente descabellado pensar, que un verdadero amor está en contra de una verdadera justicia. Luchar por la justicia es conseguir que ningún ser humano haga daño a otro en ninguna circunstancia. La justicia no consiste en que una persona perjudicada, consiga perjudicar al agresor. Seguiremos utilizando la justicia para dañar al otro.

Lo que decimos en el Padrenuestro, es un disparate. No es un defecto de traducción. En el AT está muy clara esta idea. En la primera lectura nos decía exactamente: «Del vengativo se vengará el Señor». «Perdona la ofensa de tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas». Cuando el mismo evangelista Mateo relata el Padrenues­tro, la única petición que merece un comentario es ésta, para decir: «…Porque si perdonáis a vuestros hermanos, también vuestro Padre os perdonará; pero si no perdonáis, tampoco vuestro Padre os perdonará (Mt 6,14). ¿No sería más lógico pedir a Dios que nos perdone como solo Él sabe hacerlo, y aprendamos de Él nosotros a perdonar a los demás?

Para descubrir por qué tenemos que seguir amando al que me ha hecho daño, tenemos que descubrir los motivos del verdadero amor a los demás. Si yo amo solamente a las personas que son amables, no salgo de la dinámica del egoísmo. El amor verdadero tiene su justificación en la persona que ama, no en la que es objeto del amor y sus cualidades. El amor a los que son amables no es garantía ninguna del amor verdaderamente humano y cristiano. Si no perdonamos a todos y por todo, nuestro amor es cero, porque si perdonamos una ofensa y otra no, las razones de ese perdón no son genuinas.

No solo el ofendido necesita perdonar para ser humano, También el que ofende necesita del perdón para recuperar su humanidad. La dinámica del perdón responde a la necesidad psicológica del ser humano de un marco de aceptación. Cuando el hombre se encuentra con sus fallos, necesita una certeza de que las posibilidades de rectificar siguen abiertas. Descubrir, después de un fallo que Dios me sigue queriendo, me llevará a recuperarme de la desintegración que lleva consigo un fallo grave. La mejor manera de convencerme de que Dios me ha perdonado, es descubrir que aquel a quien ofendí me ha perdonado.

Urteko 24. igandea – A – José A. Pagola

(Mateo 18,21-35)

BARKATU BETI – PERDONAR SIEMPRE

Mateo kezkaturik ageri da Jesusen jarraitzaileen elkarteetan sor daitezkeen gatazkak, eztabaidak eta aurkaritzak zuzentzeari dagokionez. Beraren ebanjelioan esaten denez, «gehienen karitatea epeltzen ari den» (Mateo 24,12) momentuan ari da idazten, segur aski, bere ebanjelioa.

Horregatik, xehetasun askoz idatzi du nola jokatu behar den elkartetik gaitza erauzteko, beti ere pertsonak errespetatuz, beste ezer baino lehen «zuzentasuna bakarka» bilatuz, elkarrizketara joz «lekukoekin», «elkarteari» parte hartzera eraginez edota Jesusen jarraitzaileei kalte egiten ahal dietenengandik urrunduz.

Hori guztia beharrezkoa izan daiteke, baina nola jardun behar du zehazki iraina jaso duen pertsonak?, zer egin behar du Jesusen ikasleak, beronen urratsei jarraitu nahi badie eta beronekin lankide izan nahi badu Jainkoaren erreinuari, guztientzako errukiaren eta zuzentasunaren erreinuari, bideak urratzen?

Mateok ezin ahaztu zitzakeen Jesusen hitz batzuk, berea baino lehenagoko ebanjelio batean jasoak zirenak. Ez ziren ulerterrazak, baina Jesusek bihotzean zuena islatzen zuten. Hogei mende iraganak badira ere, beraren jarraitzaileok ezin urardotu dugu beraien edukia.

Pedro Jesusi hurbildu zaio. Beste batzuetan bezala, jarraitzaileen taldearen ordezko bezala dihardu: «Anaiak iraintzen banau, zenbat aldiz barkatu behar diot?, zazpi aldiz?». Galdera ez da zekena, baizik eta oso-oso eskuzabala. Entzunak ditu Jesusen parabolak Jainkoaren errukiari dagozkionak. Ezaguna du Jesusen gaitasuna ulertzeko, desenkusatzeko eta barkatzeko. Bera ere prest dago «askotan» barkatzeko, baina ez al da mugarik?

Biribila da Jesusen erantzuna: «Ez diotsut zazpi aldiz, baizik eta hirurogeita hamar aldiz zazpitan»: beti bakartu behar diozu, baldintzarik gabe. Mendetan barna, mila modutan urardotu nahi izan da Jesusek esandakoa: «beti barkatzea, kaltegarria da»; «laineza ematen dio iraintzaileari»; «lehenik eta behin damua eskatu behar zaio». Honek guztiak arrazoizkoa dirudi, baina ezkutatu eta desitxuratu egiten du Jesusek pentsatzen eta bizi zuena.

Beragana itzuli beharra dugu. Beraren Elizan berak bezala barkatzeko prest dauden gizon-emakumeak falta dira, gure artean txertatzeko beraren barkazio-keinua beronen doakotasun eta handitasun betean. Horrek du distirarazten erarik handienean Elizan Kristoren aurpegia.

José Antonio Pagola

Itzultzaile: Dionisio Amundarain

 PERDONAR SIEMPRE

A Mateo se le ve preocupado por corregir los conflictos, disputas y enfrentamientos que pueden surgir en la comunidad de los seguidores de Jesús. Probablemente está escribiendo su evangelio en unos momentos en que, como se dice en su evangelio, «la caridad de la mayoría se está enfriando» (Mateo 24,12).

Por eso concreta con mucho detalle cómo se ha de actuar para extirpar el mal del interior de la comunidad, respetando siempre a las personas, buscando antes que nada «la corrección a solas», acudiendo al diálogo con «testigos», haciendo intervenir a la «comunidad» o separándose de quien puede hacer daño a los seguidores de Jesús.

Todo eso puede ser necesario, pero ¿cómo ha de actuar en concreto la persona ofendida?, ¿Qué ha de hacer el discípulo de Jesús que desea seguir sus pasos y colaborar con él abriendo caminos al reino de Dios, el reino de la misericordia y la justicia para todos?

Mateo no podía olvidar unas palabras de Jesús recogidas por un evangelio anterior al suyo. No eran fáciles de entender, pero reflejaban lo que había en el corazón de Jesús. Aunque hayan pasado veinte siglos, sus seguidores no hemos de rebajar su contenido.

Pedro se acerca a Jesús. Como en otras ocasiones, lo hace representando al grupo de seguidores: «Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?, ¿hasta siete veces?». Su pregunta no es mezquina, sino enormemente generosa. Le ha escuchado a Jesús sus parábolas sobre la misericordia de Dios. Conoce su capacidad de comprender, disculpar y perdonar. También él está dispuesto a perdonar «muchas veces», pero ¿no hay un límite?

La respuesta de Jesús es contundente: «No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete»: has de perdonar siempre, en todo momento, de manera incondicional. A lo largo de los siglos se ha querido rebajar de muchas maneras lo dicho por Jesús: «perdonar siempre, es perjudicial»; «da alicientes al ofensor»; «hay que exigirle primero arrepentimiento». Todo esto parece muy razonable, pero oculta y desfigura lo que pensaba y vivía Jesús.

Hay que volver a él. En su Iglesia hacen falta hombres y mujeres que estén dispuestos a perdonar como él, introduciendo entre nosotros su gesto de perdón en toda su gratuidad y grandeza. Es lo que mejor hace brillar en la Iglesia el rostro de Cristo.

José Antonio Pagola

24º domingo del T. O. KOINONÍA

Eclesiástico 27,33-28,9

Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas

El furor y la cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.

Romanos 14,7-9

En la vida y en la muerte somos del Señor

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos.

Mateo 18,21-35

No te digo que le perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contesta: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.» El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: «Págame lo que me debes.» El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: «Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.» Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: «¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?» Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.»

COMENTARIO A LOS TEXTOS:

Tanto en los tiempos de Jesús como en nuestro tiempo, el corazón del ser humano está tentado por el odio y la violencia. Cuando hay odio y rencor el sentimiento de venganza hace presa de nuestro corazón. No sólo hacemos daño a otros, sino que nos hacemos daño a nosotros mismos. Sólo el perdón auténtico, dado y recibido, será la fuerza capaz de transformar el mundo. Y no sólo hablamos de un asunto meramente individual. El odio, la violencia y la venganza como instrumentos para resolver los grandes problemas de la Humanidad está presente también en el corazón del sistema social vigente

El libro de Ben Sira, conocido como el Eclesiástico, compuesto alrededor del siglo segundo antes de la era cristiana, proporciona una serie de orientaciones éticas y morales para garantizar la madurez de la persona y la convivencia social. Estamos ante una obra de profundo contenido teológico. El autor, Ben Sira, señala al pecador como poseedor de la ira y el furor que conduce a la venganza. Y esta venganza se volverá contra el vengativo. Por eso el único camino que queda es el camino del perdón. También aquí aparece la reciprocidad entre perdonar y obtener perdón. No se puede aspirar al perdón por los pecados cometidos si no se está dispuesto a perdonar a los otros. Tener la mirada fija en los mandamientos de la alianza garantiza la comprensión y la tolerancia en la vida comunitaria. Como vemos, ya desde el siglo II aC se plantea este tema de profundo sabor evangélico.

El núcleo del pasaje de la carta a los Romanos es proclamar que Jesús es el Señor de vivos y muertos. He aquí una bella síntesis existencial de la vida cristiana. Para el creyente lo fundamental es orientar toda su vida en el horizonte del resucitado. Quien vive en función de Jesús se esforzará por asumir en la vida práctica su mensaje de salvación integral. Amar al prójimo y vivir para el Señor son dos cosas que está íntimamente ligadas. Por lo tanto, no se pueden separar. Quién vive para el Señor amará, comprenderá, servirá y perdonará a su prójimo.

En el evangelio de Mateo, otra vez Pedro salta a la escena para consultar a Jesús sobre temas candentes en el ambiente judío en que crece la comunidad cristiana. Pero la actitud de Pedro es la del discípulo que quiere claridad sobre la propuesta del maestro. No es la actitud arrogante de los Fariseos y Letrados que quieren poner a prueba a Jesús y encontrar un error garrafal que ofenda la ortodoxia judía para tener de qué acusarlo.

Pedro pregunta por el límite del perdón. Pero para Jesús, el perdón no tiene límites, siempre y cuando el arrepentimiento sea sincero y veraz. Para explicar esta realidad, Jesús emplea una parábola. La pregunta del Rey centra el tema de la parábola: ¿no debías haber perdonado como yo te he perdonado?

La comunidad de Mateo debe resolver ese problema porque está afectando su vida. El perdón es un don, una gracia que procede del amor y la misericordia de Dios. Pero exige abrir el corazón a la conversión, es decir, a obrar con los demás según los criterios de Dios y no los del sistema vigente. Como diría el juglar de la fraternidad, Francisco de Asís, “porque es perdonando como soy perdonado”.

En la catequesis tradicional de la Iglesia católica se exigían cinco pasos, quizás demasiado formales, para obtener el perdón de los pecados: «examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, confesarlos todos, y cumplir la penitencia» -así lo expresaba uno de los catecismos clásicos-. De tal manera que el perdón y la reconciliación, si bien son una gracia de Dios, también exigen un camino pedagógico y tangible que ponga de manifiesto el deseo de cambio y un compromiso serio para reparar el mal y evitar el daño.

En muchos países de América Latina, luego de las dictaduras militares de los setenta y ochenta, se dictaron leyes de amnistías, perdón y olvido, «obediencia debida», o «punto final». Los golpistas y sus colaboradores, responsables por decenas de miles de muertos y desaparecidos en cada uno de nuestros países, se autoperdonaron, burlándose de la justicia y de la verdad. Pero sin Verdad y Justicia, las heridas causadas por la represión en muchos hogares y comunidades no cerraron, con ello. Y a pesar de todas las leyes encubridoras, la presión, el silencio, el ocultamiento de pruebas… la Justicia no dejó de hacer su camino. Llega tarde, pero no deja de llegar. El 14 de junio de 2005, en Argentina, el Tribunal Supremo declaró nulas por inconstitucionalidad las leyes de obediencia debida y de punto final. El día siguiente La Corte suprema de México declaró «no prescrito» el delito del expresidente Echeverría por genocidio en la matanza de estudiantes de 1971… Otros muchos dictadores y golpistas, a pesar de todo, fueron juzgados, dando su lugar a la Verdad y a la Justicia. El perdón y la reconciliación son una exigencia inalienable del ser humano, e indetenible. Tardará, pero llegará, de una u otra manera. Y es un proceso de restauración (no de venganza), que trata de reconstruir tanto al victimario como a la víctima.

En ese sentido, nuestras comunidades cristianas deben ser espacios propicios y activos a favor de una verdadera reconciliación basada en la Justicia, la Verdad, la misericordia y el perdón. Porque nunca el Evangelio llama a tolerar la impunidad. La Iglesia –o sea, nosotros- debemos apoyar los procesos de reconciliación por el camino verdadero: la Verdad y la Justicia, el no a la impunidad, y la reconciliación profunda de la sociedad. Y así, también la Iglesia conseguirá el perdón por su silencio cómplice en no pocas de sus figuras jerárquicas conniventes.

El evangelio de hoy es dramatizado en el capítulo 95 de la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, titulado «Setenta veces siete». El audio, el guión y su comentario teológico-bíblico pueden ser tomados de aquí: https://radialistas.net/95-setenta-veces-siete/.