Un espacio todavía por descubrir

Xabier Melloni en Cristianisme i Justícia

Ante los acontecimientos de los últimos meses en Cataluña, las valoraciones e interpretaciones que hemos hecho han sido partir del propio posicionamiento. De entrada no puede ser de otra manera, porque no vemos la realidad tal como es, sino tal como somos. No existe una realidad objetiva y una percepción subjetiva, sino que en el mismo momento de percibir la realidad ya estamos configurándola y co-creándola desde nuestras categorías. Partir de este presupuesto es indispensable para no caer en juicios morales sobre las opiniones de los demás, porque la opinión está precedida por la percepción, a la vez que la percepción está condicionada por la opinión, porque todo acto cognitivo es afectivo y perceptivo vez. Ahora bien, si queremos ir más allá de la situación cada vez más polarizada, tensa y enquistada en la que nos encontramos, tenemos que encontrar un lugar que nos trascienda y nos haga crecer a todos. Este sitio no está detrás, como si nada hubiera pasado, sino dentro de cada uno y ante nosotros, en un espacio todavía por descubrir y crear. Un espacio que sólo aparecerá y únicamente se logrará cuando seamos capaces de un mutuo reconocimiento, lo que también pasa por la capacidad de reconocer los propios excesos o errores.

Es tanta la vehemencia de nuestros posicionamientos que no tenemos ni dejamos espacio para el otro. Estamos ante una cuestión importante y delicada que corresponde a la tercera y cuarta necesidad según la escala de Abraham Maslow: el sentido de pertenencia y la necesidad de reconocimiento, temas que giran en torno a la identidad. Dejar espacio al otro no significa confundirse con él ni someterse a su punto de vista, sino que implica considerarlo seria y tenazmente como parte de la realidad de la que ambos (tres, cuatro, cientos, millares, millones de ciudadanos) formamos parte.

Todos formamos parte de todo y formamos parte de un Todo. Debemos llegar a aceptar que el punto de vista del otro es tan necesario y válido como el propio y acogerlo, tal como esperamos que el otro también lo haga respecto a nosotros. Para que esto sea posible, el primer paso es evitar el juicio, no caer en la descalificación. Sólo puedo mantener con nobleza el propio posicionamiento si considero que la posición del otro también es noble y que vela, tal como yo lo hago, por su sentido de pertenencia así como por su necesidad de reconocimiento. Cada vez que pienso o digo que el otro es un estúpido o miente, estamos anulándolo y cometemos violencia mental o verbal -aunque no nos oiga- contra él. Tenemos que llegar a hacer el voto de confianza de que el otro tiene unas razones a partir de las cuales percibe-interpreta los acontecimientos de una forma diversa e incluso opuesta a la mía, pero que por eso no miente, tal como espero que tampoco me considere un idiota o un mentiroso porque percibo-interpreto las cosas de una manera opuesta a la suya. Leer mas…