Dónde ponemos la religión

Miguel Izu en Diario de Noticias de Navarra

Seguimos sin saber dónde poner la religión, cuál es su sitio, en un Estado no confesional, aconfesional o laico, sea lo que sea el que tenemos. Seguimos sin criterios claros y acordados sobre qué significa la separación de la Iglesia y del Estado, seguimos en buena parte lastrados por la tradición de un Estado confesionalmente católico y de una Iglesia católica dependiente del amparo estatal. Seguimos siendo incapaces de distinguir entre las distintas dimensiones de la religión, como hecho individual o personal, como expresión de la libertad que asiste a cada persona para construirse como ser humano, como hecho social o colectivo, como un derecho que se ejerce en comunidad, y como hecho público o político que afecta a la organización del Estado, sobre todo en cuanto a cómo se garantiza la libertad de conciencia y la libertad religiosa. Y, en cuanto a esta última dimensión, seguimos lastrados por la carencia de un concepto jurídico preciso sobre la religión, la libertad religiosa y sus límites, hemos de debatir en un ámbito de permanente ambigüedad.

Así que de continuo rebrotan los debates sobre el lugar de la religión en el espacio público y en el espacio político, debates que por lo general son poco sosegados y bastante viscerales. En buena medida sigue siendo cierto, al menos dialécticamente, aquello que se atribuye a Agustín de Foxá (desconfíese siempre de la paternidad de frases célebres) de que los españoles estamos condenados siempre a ir detrás de los curas, sea con un cirio o sea con un garrote. Aunque me da que una parte de las generaciones más jóvenes empiezan a no saber, ni siquiera, qué es exactamente un cura, lo cual no sé si es bueno o malo.

En la última semana han salido a la palestra varias cuestiones que tocan a la religión. Así, el grupo parlamentario de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea en el Congreso de los Diputados ha presentado una proposición no de ley en la que, apelando a la “neutralidad en materia de ideologías, religión o creencias” que debe mantener RTVE, insta a esta corporación pública “a suprimir las emisiones de misas que semanalmente se programan y permanecer neutral, aconfesional y respetuosa con todas las creencias e ideologías de la ciudadanía”. Lamento discrepar con los diputados con los que comparto militancia y a los que he votado, pero creo que se confunden de medio a medio, que mezclan la gimnasia con la magnesia. Por supuesto que los medios de comunicación pública deben de ser neutrales, pero eso no quiere decir que ignoren a la religión y a las diversas confesiones religiosas y que no les den espacio en su programación. Lo que veda el principio constitucional de aconfesionalidad es que solo una creencia religiosa (o antirreligiosa) tenga presencia, como sucedió en las primeras décadas de vida de RTVE, pero no que lo tengan todas o las más presentes en la sociedad española, como de hecho sucede hace tiempo en RTVE y en los medios públicos de otros países europeos. La Ley 17/2006, que regula RTVE, entre otras misiones le atribuye la de ofrecer “programaciones diversas y equilibradas para todo tipo de público” y “promover el pluralismo, la participación y los demás valores constitucionales, garantizando el acceso de los grupos sociales y políticos significativos”.

Los medios públicos también tienen que ser neutrales a nivel ideológico, lo que no quiere decir que hayan de expulsar la expresión de cualquier ideología, y tienen que ser neutrales a nivel político, lo que no quiere decir que hayan de vetar la presencia de todos los partidos y de todos los políticos. Al contrario, quiere decir que han de prestar atención e incluir en su programación, de forma equilibrada y razonable, a todas las ideologías y a todos los partidos políticos. Incluyendo las ideologías antirreligiosas y las que puedan ofender determinadas sensibilidades, incluso las religiosas, porque ese riesgo es consustancial con la libertad de expresión.

En Navarra ha rebrotado el cíclico debate sobre si el ángel de Aralar ha de visitar las instituciones públicas, el Parlamento de Navarra en particular. La opinión más razonable ha sido la del capellán del santuario que ha decidido no acudir por no ser motivo de confrontación. No ser motivo de confrontación es lo que justifica que en los edificios oficiales no haya actos de carácter religioso de ninguna confesión. Esos actos tienen otros lugares, de uso común o particular, para llevarse a cabo. Las tradiciones cambian (hace cuarenta años el Ángel no visitaba el Parlamento, este no existía) y han de acomodarse a las circunstancias. Por similares razones, me ha defraudado que se desmintiese que el Ayuntamiento de Pamplona fuera a donar la imagen de la Dolorosa. En estos tiempos, que una institución pública sea propietaria de objetos dedicados al culto religioso solo puede justificarse si forman parte del patrimonio histórico-artístico. Por mucha devoción que tengan sus fieles, me parece que no es el caso del paso de la Dolorosa de Pamplona, que estaría mejor en manos de la Hermandad de la Pasión del Señor o de la diócesis. Y por lo mismo, tampoco debiera mantenerse ni el Voto de las Cinco Llagas ni la presencia municipal en la procesión de Viernes Santo. La procesión de San Fermín, de la que alguno se habrá acordado de inmediato, me parece otro tema a debatir porque no es solo un acto religioso sino que forma parte las fiestas de la ciudad, debiera ser objeto de un convenio del Ayuntamiento con el Arzobispado para coordinar y deslindar la parte religiosa de la parte meramente social y festiva.

En fin, por acabar con un tema clásico, la religión en el sistema educativo. Resulta muy curioso que Andorra, uno de cuyos co-príncipes es el obispo de la Seo de Urgel, en sus acuerdos con la Santa Sede de 2008 indique que la enseñanza de la religión católica “en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales” solo se producirá en los centros docentes de la propia Iglesia, mientras que los acuerdos vigentes para España la exijan en absolutamente todos los centros, públicos y privados. Algo no cuadra, y creo que no es en Andorra.