Caín, ¿dónde está tu hermana? Dios y la violencia contra las mujeres

Un libro para pensar la gran responsabilidad que tienen nuestras iglesias y comunidades respecto de la violencia machista.

La responsabilidad ética a la que todos estamos llamados, mujeres y varones, ha de convertirse en denuncia, en formulación teórica, y en compasión transformadora. La lacra de la violencia contra las mujeres no remite nunca en nuestras sociedades. Al contrario, parece que aumenta cada día tomando formas nuevas, algunas más visibles y otras más invisibles y difíciles de detectar.

La Asociación de Teólogas Españolas ofrece la reflexión de mujeres creyentes, teólogas y feministas que repiensan esta cuestión desde el encuentro con el Dios liberador. Y no sólo desde la teoría, sino también desde la praxis de compartir el sufrimiento con «hermanas nuestras» violadas, maltratadas, asesinadas o víctimas de trata. Todas y cada una de ellas son el inocente ‘Abel’ de ayer, de hoy, de mañana.

Este libro “Caín, ¿dónde está tu hermana? Dios y la violencia contra las mujeres” aporta una reflexión compartida desde diferentes perspectivas -teoría feminista, hermenéutica bíblica, acompañamiento pastoral, teología de la cruz- y se enmarca dentro del «grito» de Dios hacia Caín, asesino de su hermano, señalando también la gran responsabilidad que tienen nuestras iglesias y comunidades respecto de la violencia machista.

Se trata de una responsabilidad compartida con nuestras sociedades, formalmente igualitarias, pero poderosamente patriarcales; y no podemos permanecer en silencio, sino que debemos denunciar e intervenir ante este grito silenciado.

Cinco autoras ofrecen sus respectivos análisis, desde el presupuesto común de que la violencia contra las mujeres no debe entenderse únicamente como drama personal, sino como un problema «político» consecuencia de un sistema social profundamente enraizado en una tradición cultural, religiosa y antropológica de supremacía del varón respecto de la mujer.

Por todo ello, la responsabilidad ética a la que todos estamos llamados, mujeres y varones, ha de convertirse en denuncia, en formulación teórica, y en compasión transformadora, si no queremos renunciar a nuestra humanidad.

Para saber más acerca del libro, pincha aquí:

Asociación de Teólogas Españolas en Religión Digital, 4 de enero de 2018


 

El Congreso brasileño declara a Helder Cámara patrono de los Derechos Humanos

El Presidente de la República de Brasil, Michel Temer, ha declarado a Don Helder Cámara, Patrono Brasileño de los Derechos Humanos. En un decreto del Diario Oficial de la Unión, como consecuencia de una ley decretada por el Congreso Nacional, publicado este 27 de diciembre, el gobierno brasileño reconoce la figura de alguien que se destacó en la defensa de los derechos de los más desfavorecidos, especialmente en el periodo de la Dictadura Militar, siendo Arzobispo de Recife.

La figura de Don Helder siempre fue una piedra en el zapato del gobierno militar, que lo persiguió duramente a lo largo de dos décadas, pues él representaba la voz de los marginados y perseguidos. Sus escritos, homilías y actitudes nunca pasaran desapercibidos para los militares, que le vigilaban de todas las formas posibles, intentando poner a la opinión pública en su contra, lo que, por otro lado, nunca consiguieron, pues en él se concentraban las esperanzas de una vida mejor para buena parte de la población brasileña.

El reconocimiento del Gobierno Temer ha provocado rápidas reacciones a través de la prensa nacional y de las redes sociales. Son muchos los que se sorprenden ante este hecho, pues resulta extraño que uno de los gobiernos que más han ido acabando con los derechos de la población en su poco más de un año de mandato, sea quien lleve a cabo este reconocimiento oficial. A nadie se le escapan los recortes sociales y el aumento del costo de vida, que están afectando a los más pobres, así como otra serie de políticas que en nada se pueden comparar con los anhelos del que fue Arzobispo de Recife.

Por otro lado, no son pocos los que ven en este acto una tentativa de reconciliación con la Iglesia católica, que especialmente a través de sus obispos, ha criticado y condenado repetidamente muchas de las medidas tomadas por el gobierno, pues en ellas ven una pérdida de derechos para los más vulnerables de la sociedad, del lado de los cuales no ha dudado en posicionarse la gran mayoría del episcopado brasileño.

Sea como fuere, independientemente de las razones ocultas que puedan existir, la declaración de Don Helder Cámara como Patrono Brasileño de los Derechos Humanos, no deja de ser motivo de alegría, pues pone nuevamente en relieve la figura de un brasileño universal, cuyo testimonio profético ultra pasó las fronteras del país, convirtiéndole en una de las mayores referencias del país y de la Iglesia católica a lo largo de la historia de Brasil.

Luis Miguel Modino en Religión Digital, 27 de diciembre de 2017

 

La virgen de la barcaza – Jesús Bastante

Se ha abierto una vía de agua, la gente empieza a inquietarse. Hace días que los móviles dejaron de funcionar, que el motor se paró, que el patrón huyó en otra lancha. Ya no nos queda comida. Pero tú, mi niño, no pierdas la esperanza. Confía.

¿Ves esa estrella de cinco puntas? Ella nos marcará el camino. No dejará que nos perdamos no temas, nos llevará a un puerto seguro. Ten esperanza. Sí, es cierto, llevamos semanas navegando, y ninguna ciudad nos ha abierto sus muelles. Nadie quiere acogernos. Somos muchos, y extranjeros, no tenemos nada que ofrecer. Pero es Navidad, hoy tendremos suerte. Ten fe.

Antes de acurrucarte, has imaginado un pequeño pesebre con esas botellas rotas. Se hace de noche, y las olas te mecen, ojalá duermas, ojalá sueñes.

Se ha abierto una vía de agua, la gente empieza a inquietarse. Hace días que los móviles dejaron de funcionar, que el motor se paró, que el patrón huyó en otra lancha. Ya no nos queda comida. Pero tú, mi niño, no pierdas la esperanza. Confía. Todo saldrá bien.

Esta noche, ¿te acuerdas? No, cómo vas a hacerlo, si eres aún un bebé. Venían los tíos desde Kirkuk, los abuelos repartían caramelos, los vecinos abrían sus cocinas, tu padre… antes del terror y de la huída, antes de llegar a esta barcaza. Todos nos juntábamos en la plaza, reíamos y cantábamos. Encendíamos velas y compartíamos el fuego.

Nos contaban la historia de aquella familia de Belén, de su borrico, de la noche en que nadie les quiso dar posada. Ella, María, estaba embarazada. Él, José, no quiso abandonarla a merced del frío. Y su hijo nació en un pesebre, al abrigo de los animales.

Algún día te contarán esta historia, y dirán que tú naciste aquel día. Se hace de noche, mi vida. Calor no te faltará, aquí somos muchos. Duerme y espera… Tú busca la estrella, que el cielo está oscuro y cubierto de niebla, pero es la noche. Seguro. Tú duerme, que es Navidad. Que todo saldrá bien. Mira la estrella, mírala. Mira la estrella…

No habrá Navidad si Jesús no nace de verdad, cada día, en en el corazón de aquellos que todavía tienen sueños que cumplir, y realidades que cambiar. Y barcas que salir a buscar al mar oscuro. Para eso, también, nace el Niño. ¡Feliz Navidad!

Jesús Bastante en Religión Digital, 25 de diciembre de 2017

 

El evangelio domesticado – Víctor Codina

¿Resulta raro que el Papa Francisco hable de reformar la Iglesia? Domesticamos el evangelio, lo mutilamos, lo acomodamos y lo volvemos políticamente correcto. Hemos transformado la Navidad en la fiesta del consumo.

Muchas veces descartamos textos evangélicos que nos resultan difíciles de comprender. Por ejemplo: que lo que hacemos a los pobres, se lo hacemos a Jesús, que a los pequeños les han sido revelados los misterios del Reino ocultados a los sabios y prudentes, que en el Magnificat se diga que Dios ha derribado del solio a los poderosos y exaltado a los humildes, que en las bienaventuranzas se proclame que los pobres son felices y se lance un ¡ay a los ricos!, que Dios prefiera la misericordia a los sacrificios… Incluso nos parece correcto que el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo no quisiese participar del banquete festivo.

Tampoco nos convence escuchar que hemos de cargar con la cruz cada día y más bien sintonizamos con Pedro cuando se niega a aceptar la pasión de Jesús. No nos gusta escuchar que hemos de nacer de nuevo, ni acabamos de entender eso de que Dios mora en nosotros, ni aquello de que donde haya dos o tres reunidos en su nombre, él está presente.

Tampoco nos hemos tomado en serio lo de no llamar a nadie padre ni maestro, pues llamamos padre a los sacerdotes, excelencia a los obispos, eminencia a los cardenales y santidad al Papa. Tampoco nos gusta en absoluto escuchar que hemos de estar vigilantes, porque el Señor vendrá cuando menos lo pensemos. Y eso de la resurrección nos resulta tan extraño que preferimos pensar que el alma es inmortal, como decían los filósofos griegos y los sabios romanos.

A muchos varones escandaliza que unas mujeres ungieran los pies de Jesús con perfumes y lágrimas, que la hemorroísa le tocase el fleco del manto y que una mujer sirofenicia hiciese cambiar de planes al mismo Jesús. Tampoco gusta que Jesús se apareciera primero a las mujeres y que les encargase anunciar la resurrección a los discípulos.

En resumen, vamos acomodando el evangelio a nuestro estilo de vida, mundanizamos la Iglesia, vivimos un cristianismo burgués, sin cruz ni resurrección, con una religión a la carta. Domesticamos el evangelio, lo mutilamos, lo acomodamos y lo volvemos políticamente correcto. Hemos transformado la Navidad en la fiesta del consumo. La sal ha perdido su sabor, nos hemos convertido en piadosos fariseos que cumplen ritos y normas exteriores, la fe se reduce a una especie de bechamel que cubre por fuera pero no transforma la vida. ¿Nos extrañará que muchos jóvenes y no jóvenes, hombres y mujeres, se alejen de este estilo de Iglesia? ¿Resulta raro que el Papa Francisco hable de reformar la Iglesia? No podemos extinguir el fuego del Espíritu.

Víctor Codina en Blog de CJ, 22 de diciembre de 2017

 

 

A Belén – Joxe Arregi

“Vamos a Belén”, se dijeron los pastores, entre animosos y turbados, según el relato del evangelio de Lucas. Es de noche y están a la intemperie, las ovejas que cuidan a turnos no son de su propiedad, el pan de mañana para sus hijos es incierto. De pronto la noche se ilumina, irrumpe la voz de un ángel, el Fondo mejor del corazón de la vida. “No temáis. En Belén os ha nacido el mesías liberador”.  Y allí se encaminan.

Bellísimo relato, cuya verdad no hemos de buscar en el hecho histórico, sino en la metáfora. Una metáfora poética, profética, política. Inspirada y vigorosa metáfora teológica de Dios o de la Vida que ha de nacer, que hemos de gestar y cuidar.

“Vamos a Belén”, quiero decirte también yo, amiga, amigo, desde el fondo de mi alma en este día de Nochebuena, a pesar de que la aurora del sol naciente, la Natividad del único Dios verdadero, la Paz y la Liberación de todos los vivientes, parece aún tan lejano, tan incierto.

Vamos a Belén. ¿Pero a qué Belén? ¿Al antiguo Belén de Judea? ¿O al Belén de las ficciones y de las creencias? Vamos más bien a los Belenes –son tantos– de tierra y de carne que pueblan la Tierra. Son más de ciento treinta ciudades, pueblos, aldeas o lugares que se llaman Belén: de Chile a México, de Argentina a Estados Unidos, de Colombia a Costa Rica, de Venezuela al Salvador, de Uruguay a Guatemala, de Paraguay a Cuba, de Honduras a Perú, de Panamá a Ecuador, Bolivia y Brasil, de Filipinas a Indonesia, de Chequia a Guinea Ecuatorial y de Turquía a Polonia, Grecia, Portugal, España… Lugares sin fin de todos los continentes. Imágenes del verdadero Belén.

También el Belén histórico, del que hablan los evangelios, el que ha dado nombre a todos los lugares que se llaman así, es una imagen del verdadero Belén que aún no es. Los Evangelios hablan de Belén en términos proféticos, más bien que históricos, y la profecía sigue sin cumplirse: Belén sigue siendo una localidad sometida en la Cisjordania palestina ocupada por Israel. Está a 9 kilómetros de Jerusalén, que significa “ciudad de paz” pero es en realidad ciudad de violencia, de la que no hay un único responsable, pero sí un responsable mayor: el estado de Israel con su poderoso aliado, los Estados Unidos de América. Belén de Palestina con sus 25.000 habitantes, todos extranjeros en su tierra, la mitad cristianos y la otra mitad musulmanes, muchos de ellos refugiados palestinos, doblemente extranjeros. Belén rodeado, aislado más bien, por un muro inhumano erigido por el estado israelí, muro de cemento y de soldados que restringen a capricho la libertad de entrada y de salida de sus habitantes.

Belén es toda la geografía del planeta en su diversidad y paradojas, con sus dramas más terribles y con sus sueños más bellos. Es figura de todos los Belenes. Imagen de todas las injusticias y grietas del mundo. E imagen de otro mundo que hemos de engendrar, imagen del poder de lo pequeño y lo sencillo, de la bondad más fuerte, de la fe en la vida y en la humanidad a pesar de todo.

No en balde Belén significa “ciudad del pan”, del pan que falta a tantos, de tanto pan que despilfarramos, de la tristeza de la codicia, de la alegría de la comensalía, de la felicidad de la bondad y del compartir, la única felicidad verdadera. Belén es el nombre de esa ciudad futura de todos los hombres y mujeres, de todos los vivientes.

Ése es el Belén del que nos hablan los Evangelios. Los evangelios no son crónicas de lo que alguna vez sucedió en el campo de los pastores a las afueras de Belén de Judea. Son más bien profecía de lo que hemos de hacer que suceda: que haya pan, libertad, igualdad para todos. Aunque Jesús no hubiera nacido en Belén, sino en Nazaret, como seguramente nació, y aunque María no fuera físicamente virgen y José fuera, como sin duda fue, el padre de Jesús, eso no restaría nada al mensaje evangélico ni habría de afectar en nada a la fe de los cristianos de hoy. Pues, al igual que los poemas y las profecías, los evangelios se escribieron para mover el corazón y liberar la esperanza, siempre tan amenazada. No se escribieron para contar el pasado, sino para imaginar y suscitar el futuro. Y ahí estamos, ¿o no?

Vayamos, pues. Delante del Belén de nuestra casa, quiero inclinarme ante el niño Jesús – profecía de la humanidad– como María y José. Y volver a soñar, y que el sueño me impulse a construir el Belén de un futuro mucho mejor para todos.

Joxe Arregi en Diario de Noticias, 24 de Diciembre de 2017

 

 

 

Humano como Jesús sólo Dios mismo – Leonardo Boff

La Navidad nos hace recordar nuestros orígenes humildes. El Hijo de Dios no quiso nacer en un palacio con todo lo que tiene de pompa y de gloria. No prefirió un templo con sus ritos, inciensos, velas encendidas y cánticos. Ni siquiera buscó una casa mínimamente decente. Nació allí donde comen los animales, en un pesebre. Sus padres eran trabajadores pobres, del campo y del taller, en camino para cumplimentar un censo impuesto por el emperador romano.

Esta escena nos remite a la situación presente en nuestro país y en el mundo: millones y millones de pobres, muchos hambrientos, y otros tantos millones de niños con los ojos casi fuera de las órbitas a causa del hambre y de la delgadez extrema. La mayoría muere antes de cumplir los 3 años. Ellos actualizan para nosotros la condición escogida por el Hijo de Dios.

Al elegir a aquellos que no existen socialmente y a los considerados como invisibles, el Hijo de Dios quiso darnos un mensaje: hay una dignidad divina en todos estos sufridores. Hacia ellos debemos mostrar solidaridad y compasión, no como pena, sino como una forma de participar en su sufrimiento. Siempre habrá pobres en este mundo, ya lo dice la Biblia. Razón de más para que retomemos siempre la solidaridad y la compasión. Si alguien hace el mismo camino, extiende la mano y levanta al caído, y más aún, si alguien se hace compañero, es decir, aquél que comparte el pan, el sufrimiento se vuelve menor y la cruz más ligera.

Quien está lejos de los pobres, aunque sea el cristiano más piadoso, está lejos de Cristo. Siempre cabe recordar la palabra del Juez Supremo: “Lo que hagas o dejes de hacer a estas hermanas y hermanos míos más pequeños: los hambrientos, los sedientos, los encarcelados y los desnudos, a mi me lo hiciste o dejaste de hacer” (Mt 25,40).

La Navidad es una fiesta de contradicción: nos recuerda que el mundo todavía no ha sido humanizado porque somos crueles y sin piedad con aquellos castigados por la vida. La Navidad nos recuerda esa misma situación vivida por el Verbo de la vida, el Hijo hecho carne.

Por otro lado, en Navidad nos alegramos de que Dios en Jesús “mostró su bondad y jovialidad para con nosotros” (Epístola a Tito 3,4). Nos alegra saber que Dios se hizo un niño que no juzga ni condena a nadie. Solo quiere, como niño, ser acogido más que acoger, ser ayudado más que ayudar.

Me complace terminar esta pequeña reflexión con los versos del gran poeta portugués Fernando Pessoa. Pocos han dicho cosas más bellas que él sobre el Niño Jesús:

“Él es el Niño Eterno, el Dios que faltaba.
Él es lo humano natural,
es lo divino que sonríe y que juega.
Por eso sé con total certeza
que Él es el Niño Jesús verdadero.
Es un niño tan humano que es divino.

 

Nos llevamos tan bien el uno con el otro,
en compañía de todo,
que nunca pensamos el uno en el otro.
Pero vivimos los dos juntos,
con un acuerdo íntimo
como la mano derecha con la izquierda.

 

Cuando yo muera, hijito,
que sea yo el niño, el más pequeño.
Tómame en tus brazos
y llévame dentro de tu casa.
Desviste mi ser cansado y humano
y acuéstame en tu cama.

 

Cuéntame historias, si me despierto,
para que vuelva a dormirme.
Y dame sueños tuyos para jugar,
hasta que nazca cualquier día
que tu sabes cuál es.”

 

Después de esta belleza sencilla y verdadera sólo me queda desear una Feliz Navidad serena a todos en este mundo nuestro tan perturbado.

Leonardo Boff en Atrio, 26-diciembre-2017

 

 

O’Malley pide perdón a las víctimas de abusos tras la muerte del cardenal Law

Tras la muerte de Bernard Law -el obispo encubridor de la película Spotlight- su sucesor en la archidiócesis de Boston, cardenal Sean O’Malley, ha pedido perdón «a todos los que sufrieron el trauma de abuso sexual perpetrado por clérigos, cuyas vidas fueron tan seriamente impactadas por estos crímenes, y a sus familias y seres queridos».

«A aquellos hombres y mujeres, ofrezco mis sinceras disculpas por el daño que sufrieron, mis oraciones continuas y mi promesa que la archidiócesis les apoyará en su esfuerzo para lograr la curación», escribió el cardenal O’Malley en un comunicado.

El purpurado asimismo reconoció que el cardenal Law -quien se vio obligado a dimitir como arzobispo de Boston en 2002 tras conocerse que habría encubierto decenas de casos de agresiones a menores durante más de una década- «sirvió en un momento cuando la Iglesia fracasó seriamente en sus responsabilidades para cuidar de su gente».

Las disculpas del cardenal O’Malley por la conducta de Law llegan después de que la Santa Sede confirmara que el Papa Francisco participará mañana en el funeral del purpurado fallecido.

El rito comenzará a las 15.30 locales en la basílica de San Pedro del Vaticano y será celebrado por el decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano. Como es habitual, al término de la misa el Papa Francisco presidirá el rito de la «ultima commendatio» y de la «valedictio».

Asimismo, tras conocerse la muerte del cardenal, el pontífice envió un telegrama a Sodano en el que expresó sus «sentimientos de pésame». «Elevo oraciones de sufragio para que el Señor, rico de misericordia, lo acoja en la paz eterna y envío la bendición apostólica a quienes compartan el dolor por la muerte del difunto purpurado», señaló el pontífice en la misiva.

Law murió hoy a los 86 años en Roma, después de haber sido hospitalizado hace unos días en un centro clínico de la capital. El cardenal estadounidense que tenía el favor del Papa Juan Pablo II fue el principal acusado de encubrir de manera sistemática abusos a cientos de menores entre 1984 y 2002 y de trasladar durante años a sacerdotes agresores de una parroquia a otra sin alertar a los padres ni a la policía.

Tras conocerse el escándalo, Bernard Law se vio obligado a presentar su renuncia como arzobispo de Boston, aunque Juan Pablo II lo envió a Roma y lo nombró arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor.

Law mantuvo su puesto en el Colegio Cardenalicio y en la Congregación para los Obispos por lo que pudo participar en el Cónclave en el que se eligió al Papa Benedicto XVI en 2005.

Durante todos estos años, Law vivió en el Vaticano y nunca declaró ante la Justicia estadounidense ni concedió entrevistas. Leer mas…

 

¡Soy sacerdote y sí, soy gay!

«¡Soy sacerdote y sí, soy gay!». Con este anuncio, que vino en mitad de su homilía dominical y que fue recibido con una gran ovación por sus feligreses, el sacerdote católico de Milwaukee Gregory Greiten salió del armario.

El cura confesó su homosexualidad en la iglesia de St. Bernadette este pasado domingo, y también escribió una tribuna en el National Catholic Reporter, publicada este lunes, en la que explica su decisión de tomar este paso.

Greiten quiere ser, en sus propias palabras, un modelo a seguir para los demás sacerdotes que son homosexuales.

«Abrazaré a la persona que Dios me creó a ser», escribió el sacerdote. «En mi vida y ministerio sacerdotales, yo, también, te ayudaré, seas homo o heterosexual, bisexual o transgénero, a ser tu yo auténtico: a estar plenamente vivo viviendo según la imagen y semblanza de Dios que eres».

Greiten asimismo afirmó que con su decisión de revelar su homosexualidad quiere juntarse a «los pocos curas valientes que han corrido el riesgo de salir de las sombras y escoger vivir en la verdad y la autenticidad».

Gregory Greiten además escribió que la Iglesia necesita modelos de conducta saludables para los sacerdotes que están luchando para reconciliarse con su orientación sexual.

La postura de la Iglesia sobre los sacerdotes homosexuales «sólo perpetúa una vergüenza tóxica y un secretismo sistemático», denunció el cura. En vez de fingir que no existan o de condenarlos, añadió, la Iglesia debe proponer «ejemplos auténticos de curas homosexuales y célibes sanos y equilibrados» a todos los que se están enfrentando a su propia identidad sexual».

El arzobispo de Milwaukee, Jerome Listecki, declaró en un comunicado publicado el lunes que desde la archidiócesis «apoyamos al padre Greiten en su recorrido personal y su revelación de la historia en la que llega a entender y a vivir con su orientación sexual».

«Tal como la Iglesia enseña, aquellos que tienen atracción a personas del mismo sexo se les ha de tratar con entendimiento y compasión», puntualizó Listecki.

 

Cameron Doody en Religión Digital

 

Urge evangelizar España

Estamos en vísperas de elecciones en Cataluña. Y en vísperas de Navidad en toda España y en todo el mundo cristiano. Pues bien, las cosas se han puesto de tal manera que sobran razones para afirmar que, en este momento y concretamente en España, lo más urgente es evangelizar a este país entero.
Me explico. Evangelizar no es simplemente predicar la fe, como dice el Diccionario de la Rae. Ni se reduce a un asunto de curas, que es lo que normalmente piensa la mayoría de la gente. Evangelizar es propagar la forma de vivir que nos enseña el Evangelio. Y digo que es urgente evangelizar España porque eso es lo más apremiante que necesitamos los habitantes de este país, sean cuales sean las ideas políticas, históricas, económicas, religiosas o sociales que tenga cada cual.

Cuando Jesús de Nazaret predicó y propagó su Evangelio, no predicó ni enseñó una nueva religión. ¿Cómo iba a predicar una religión un individuo que fue perseguido, odiado, sometido a juicio y condenado a la peor de las muertes, precisamente por los dirigentes oficiales de la religión? ¿Qué religión enseñaba Jesús de Nazaret que no pudieron soportarlo, ni a él ni a sus enseñanzas, precisamente los dirigentes oficiales (sacerdotes y doctores de la Ley) que eran los máximos responsables de la religión a la que, según se dice, perteneció Jesús y predicó Jesús?

La noche en que Jesús se despidió de sus discípulos y compañeros más cercanos, quiso hacerlo cenando con ellos en la intimidad, cuando vio que su muerte violenta era cuestión de horas. Pues bien, en aquella cena de despedida, Jesús les impuso a sus discípulos (y a la Iglesia entera) un mandato capital: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he amado, también vosotros amaos unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: en que os tenéis amor entre vosotros” (Jn 13, 34-35).

Es importante caer en la cuenta de que el evangelio de Juan relata este mandato justamente en el mismo sitio y en el mismo momento en que los otros evangelios informan de la institución de la eucaristía. O sea, entre el anuncio de la traición de Judas (Jn 13, 21-32; Mc 14, 17-21 par) y la predicción de la negación de Pedro (Jn 13, 36-38; Mc 14, 27-31 par). Es decir, para el último de los evangelios, el que se escribió con más años de reflexión y experiencia (a finales del s. primero), el mandato de la eucaristía (“haced esto en recuerdo mío”, para que me tengáis presente y os acordéis de mí), ese recuerdo y esa presencia se nota y se palpa en el cariño mutuo que se tienen los que creen en Jesús, aquellos para los que el Evangelio está presente en sus vidas.

Esto supuesto, ¿por qué les dijo Jesús que este mandamiento era “nuevo”? ¿En qué estaba la novedad de este distintivo de los cristianos? Jesús siempre había enseñado que el primero y principal mandamiento es el amor a Dios y al prójimo, inseparablemente unidos ambos amores (Mc 12, 28-34; Mt 22, 34-40; Lc 10, 27). Aquí el evangelio de Juan rompe con la tradición religiosa de Israel. Y pone el distintivo, que califica a los cristianos, en el solo amor a los seres humanos. De forma que es en esto en lo que se distinguirá y se conocerá quién es cristiano y quién no lo es.

Evangelizar es asumir, no el “laicismo” (negación y rechazo de Dios), sino la “laicidad” más radical. Traducir en realidad que a Dios lo encontramos en todo lo verdaderamente humano. Y solamente en lo auténticamente humano.

Esto supuesto, insisto en mi afirmación inicial: urge evangelizar España. Y digo que esto es tan urgente porque, a mis muchos años, puedo asegurar que nunca vi a España tan rota, tan dividida, tan enfrentada, como ahora la ve todo el que tenga los ojos abiertos a la realidad en que vivimos. La convivencia se ha hecho penosa y difícil, con frecuencia insoportable. Es verdad que ahora no quemamos conventos, templos y centros culturales como se hizo en Granada, en los años 30 al 36. Pero también es cierto que ahora la sociedad española está más fragmentada y, en cuestiones muy fundamentales, más enfrentada que en los años que precedieron a la Guerra Civil.

España se ha convertido en un país de fanáticos. Uno de los más prestigiosos escritores de Israel, Amos Oz, ha dicho con razón que “la esencia del fanatismo reside en el hecho de obligar a los demás a cambiar”. Gane quien gane las elecciones del próximo día 21, ¿será posible convivir en Cataluña a partir del día 22? ¿Cómo se ha permitido que las cosas se pongan de manera que ya nos resulta extremadamente difícil, por no decir imposible, convivir juntos todos los ciudadanos de este país? Y conste que la culpa, de haber llegado a esta situación, la tenemos todos.

José María Castillo en Redes Cristianas

 

Nace Jesús, ¿renacerá el cristianismo?

Otra vez se siente el aire fresco de Navidad. Pero hablemos en serio. Al menos la Iglesia Católica, en el área del cristianismo que más conozco, se halla en crisis. No leve, grave.

Las señales las detecta cualquiera: caída estrepitosa de la pertenencia eclesial de los jóvenes, falta de credibilidad de los obispos y de nosotros los sacerdotes, disminución en picado de las vocaciones sacerdotales, extinción progresiva de la vida religiosa femenina y aversión general a lo eclesiástico.

Las causas de la crisis pueden ser varias y es muy difícil asignarles porcentajes. Se dice que en las sociedades en las que el mercado se expande y el dinero llega a ser el instrumento de intercambio social, se producen procesos de individuación que acarrean malestar en contra de las instituciones. Ciertamente el cristianismo, religión esencialmente comunitaria, sufre con el individualismo de sus fieles. El católico hoy es más protestante. Se para ante la autoridad con espíritu crítico. Le pide explicaciones. Espera argumentos.

Pero hay también causas internas que motivan el desmoronamiento del catolicismo. Hay un problema con el clero. Francisco Papa embiste de tanto en tanto contra el clericalismo. Actualmente, en muchas partes, el problema no es la falta de clero sino de un clero que, conforme la cultura cambia, se va quedando atrás. Los laicos le entienden cada vez menos. Botón de muestra son las quejas contra las prédicas: les sobra teología y les falta experiencia.

En Evangelii Gaudium el Papa Francisco dedica varios números para enfrentar este déficit. Pero este problema parece tener que ver con una formación sacerdotal que no vincula la tradición de la Iglesia con una capacitación para atender a los signos de los tiempos y responder a la vida real de la gente de nuestra época.

¿Renacerá el cristianismo? Nadie lo puede decir. Me gusta pensar que rebrotará, siempre que haya cristianos que se expongan, como Jesús se expuso, a las vidas de sus contemporáneos. El mismo Papa Francisco con la encíclica Laudato si’ ha abierto al cristianismo las puertas para recuperar la pertinencia histórica perdida. Urge un cristianismo sensible al mega signo de los tiempos que significa la catástrofe medioambiental, uno que oiga «el grito de los pobres y el grito de la Tierra».

Los cristianos tendrían que aprender a reconocer los mecanismos deshumanizantes del capitalismo y, a la medida de sus posibilidades, generar un mundo fraterno y sustentable. A ellos es exigible, como a nadie, una conversión espiritual: un cambio de estilo de vida y tomas de posición políticas, es decir, responsables con el planeta y el prójimo universalmente considerado.

A mi parecer, Laudato si’ impulsa a los católicos a conjugar su cristianismo a distintos niveles. Renacerá este cristianismo insípido que tenemos, si hay personas que lo conjugan con el mundo animal, vegetal y mineral, con el cosmos, como si Dios aún pudiera hablar a través de sus criaturas; quisiera que los cristianos conjugaran su fe con las ciencias más diversas y dialogaran con ellas sin demonizarlas; sería bueno que conjugaran su credo con las creencias de todos los pueblos y las religiones sin exclusión; me parece indispensable que se midan con el ateísmo y sobrevivan; pocas cosas hay más necesarias que las bautizadas conjuguen su Iglesia como protagonistas y no más como jugadoras de segunda división. Las mujeres no pueden seguir siendo personajes de reparto.

No me imagino, en todo caso, un cristianismo no eclesial. ¿Renacerá Cristo en comunidades en que se viva la fraternidad de los hijos y las hijas de Dios? Lo espero.

Jorge Costadoat en Religión Digital