«EBANJELIOAREN EROALEAK–PORTADORES DE EVANGELIO», José A. Pagola

C (Lucas 10,1-12.17-20)

Evangelio del 03/Jul/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

EBANJELIOAREN EROALEAK –PORTADORES DE EVANGELIO

Jesusen hitzaldi inportante bat moldatu du Lukasek, Hamabiei ez baizik ikasle-talde handi bati zuzendua, Jainkoaren erreinuaren egitasmoan bere lankide izateko bidaltzen dituelarik.Jesusen hitzak gutun fundatzaile baten antzeko dira, jarraitzaileek beren zeregin ebanjelizatzailea non elikatu izan dezaten. Hona zenbait ildo nagusi.

«Ekin bideari»

Behin eta berriz ahazten dugun arren, Jesusen bidaltzeak markatua da Eliza. Horregatik, gauza arriskutsua da bere erlijioa zaintzeko eta garatzeko Jesusek fundatutako erakundea bailitzan hartzea. Jesusen jatorrizko nahiari hobeto datorkio Elizaren beste irudi hau: historian barna bidaltzearen logikaren arabera bide egiten duen mugimendu profetikotzat hartzea: bere baitatik irtenik, gogoan gainerakoak izanik, munduari Jainkoaren Berri Ona eskainiz. «Eliza ez da beretzat, baizik gizadiarentzat» (Benedikto XVI.a).

Horregatik da hain arriskutsua geure interes propioen inguruan hesitu nahi izatea, geure iraganaren, geure lorpen doktrinalen, geure jardueren eta ohituren inguruan. Are gehiago, hori guztia munduarekiko geure harremanak gogortuz egingo bagenu. Zer izango litzateke Eliza zurrun bat, zaharkitu bat, bere baitan itxia litzatekeen bat, Jesusen profetarik eta Ebanjelioaren eroalerik gabe bat?

«Herri batean sartuko zaretenean… sendatu gaixoak eta esan: hurbil duzue Jainkoaren erreinua»

Hauxe da albiste handia: Gugandik hurbil da Jainkoa, geure bizitza gizatarrago egitera eragiten digularik. Baina ez da aski egia bat oihukatzea, erakargarri eta gustagarri bihurtzeko. Alde horretatik, beharrezkoa da geure jarduera berrikus dezagun. Zerk eraman dezake jendea gaur egun Ebanjeliorantz? Nola suma dezake Jainkoa zerbait berri eta on bezala?

Segur aski, egungo mundua egiaz maitatzea falta zaigu, ez dakigu nola iritsi egungo gizon-emakumeen bihotzera. Ez da aski aldaretik hitzaldia egitea. Ikasi beharra dugu gehiago entzuten, onartzen, sufritzen ari den jendearen bizitza sendatzen… Horrela bakarrik aurkituko ditugu hitz apalak eta onak, jendea Jesusengana hurbilarazteko; haren bihozberatasun mugagabeak jarriko gaitu guztiok harremanetan Jainkoarekin, guztion Aita On den harekin.

«Etxe batean sartuko zaretenean, esan lehenik: Bakea etxe honi»

Jesusen Berri Ona erabateko errespetuarekin bakarrik komunika daiteke, jarrera adiskidetsu eta haurridezkotik, bakea kutsatuz. Oker handia da goitasunetik ezarri nahi izatea, mehatxuka edo erresuminez. Anti-ebanjelikoa da pertsonari maitasunik gabeko tratua ematea, soilik gure mezua onartzen ez duelako. Baina nolatan onar lezake, baldin eta Jesusen izenean aurkezten garenok bera ez dugula ulertzen sumatzen badu?

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

14 Tiempo ordinario – C (Lucas 10,1-12.17-20)

Evangelio del 03/Jul/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

PORTADORES DEL EVANGELIO

Lucas recoge en su evangelio un importante discurso de Jesús, dirigido no a los Doce sino a otro grupo numeroso de discípulos a los que envía para que colaboren con él en su proyecto del reino de Dios. Las palabras de Jesús constituyen una especie de carta fundacional donde sus seguidores han de alimentar su tarea evangelizadora. Subrayo algunas líneas maestras.

«Poneos en camino»

Aunque lo olvidamos una y otra vez, la Iglesia está marcada por el envío de Jesús. Por eso es peligroso concebirla como una institución fundada para cuidar y desarrollar su propia religión. Responde mejor al deseo original de Jesús la imagen de un movimiento profético que camina por la historia según la lógica del envío: saliendo de sí misma, pensando en los demás, sirviendo al mundo la Buena Noticia de Dios. «La Iglesia no está ahí para ella misma, sino para la humanidad» (Benedicto XVI).

Por eso es hoy tan peligrosa la tentación de replegarnos sobre nuestros propios intereses, nuestro pasado, nuestras adquisiciones doctrinales, nuestras prácticas y costumbres. Más todavía, si lo hacemos endureciendo nuestra relación con el mundo. ¿Qué es una Iglesia rígida, anquilosada, encerrada en sí misma, sin profetas de Jesús ni portadores del Evangelio?

«Cuando entréis en un pueblo… curad a los enfermos y decid: está cerca de vosotros el reino de Dios»

Esta es la gran noticia: Dios está cerca de nosotros animándonos a hacer más humana la vida. Pero no basta afirmar una verdad para que sea atractiva y deseable. Es necesario revisar nuestra actuación: ¿qué es lo que puede llevar hoy a las personas hacia el Evangelio?, ¿cómo pueden captar a Dios como algo nuevo y bueno?

Seguramente, nos falta amor al mundo actual y no sabemos llegar al corazón del hombre y la mujer de hoy. No basta predicar sermones desde el altar. Hemos de aprender a escuchar más, acoger, curar la vida de los que sufren… solo así encontraremos palabras humildes y buenas que acerquen a ese Jesús cuya ternura insondable nos pone en contacto con Dios, el Padre Bueno de todos.

«Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa»

La Buena Noticia de Jesús se comunica con respeto total, desde una actitud amistosa y fraterna, contagiando paz. Es un error pretender imponerla desde la superioridad, la amenaza o el resentimiento. Es antievangélico tratar sin amor a las personas solo porque no aceptan nuestro mensaje. Pero ¿cómo lo aceptarán si no se sienten comprendidos por quienes nos presentamos en nombre de Jesús?

José Antonio Pagola

 

 

Renovar la Iglesia es hacer actual el «recuerdo peligroso» de Jesús

Religión  Digital
José Mª Castillo

Si la Iglesia quiere renovarse en serio y a fondo, una de las primeras cosas que tendría que hacer es renovar en serio y a fondo el recuerdo de Jesús. No meramente recordando lo que sucedió cuando Jesús andaba por el mundo. Sino actualizando lo que ocurrió entonces. Es decir, la liturgia tiene que celebrarse de tal manera que se haga presente, en lo que vivimos ahora, lo que Jesús vivió, hizo y decidió cuando estaba en esta vida. Concretamente lo que ocurrió la noche aquella en que cenó, por última vez, con el grupo de personas que le acompañaron y compartieron lo que él vivió y cómo lo vivió. En aquella ocasión, Jesús dijo: “Haced esto en recuerdo mío” (1 Cor 11, 24. 25; Lc 22, 19). Lo cual quería decir: “Haced esto para que me tengáis presente”, como en seguida explicaré.

Lo que acabo de indicar se basa en un presupuesto previo: la última cena de Jesús con sus discípulos no fue un ritual religioso. El ritual de la “cena pascual” que celebran los judíos, con motivo del pèsaj, la fiesta del cordero, que marcó el punto de partida de la liberación de los judíos esclavos en Egipto (Ex 12). Por supuesto, sabemos que, según los evangelios sinópticos, la última cena fue la cena de Pascua (Mc 14, 12; Mt 26, 17; Lc 22, 7). Pero el evangelio de Juan, que se escribió después que los sinópticos, puntualiza este dato capital indicando que la cena se celebró antes de la Pascua (Jn 13, 1; 18, 28), de forma que Jesús murió el día de la Preparación de la Pascua (Jn 19, 14; cf. 19, 31. 42). Y san Pablo, que nos ha conservado el recuerdo más antiguo de la cena, ni menciona la Pascua (1 Cor 11, 23). Además, en ninguno de los relatos de la Cena se menciona el cordero pascual, ni se habla de las hierbas amargas, ni hay alusión alguna a los mazzen, ni de la haggadà, ni del primer hallel, ni se mencionan las cuatro copas que eran esenciales en el ritual judío de la Pascua. No hay, pues, traza ni indicio alguno de que allí se estuviera celebrando un ritual sagrado (Ulrich Luz, El evangelio según san Mateo, vol. IV, Salamanca, Sígueme, 2005, 138-139).

Ahora bien, si aquello no fue un “ritual sagrado”, sino una “cena”, en la que se vivieron una serie de experiencias muy fuertes, cuando Jesús les dice a sus “amigos” (Jn 15, 14-15): “Haced esto en memoria mía” (1 Cor 11, 25) o sea,”Haced esto para que me tengáis presente”, sin duda alguna, el término “esto” (toûto) engloba la cena entera, no únicamente el pan, sino el conjunto de experiencias vividas allí aquella noche (François Bovon, El evangelio según san Lucas, vol. IV, Salamanca, Sígueme, 2010, 282-283). Hacer lo que allí dijo Jesús no es repetir rutinariamente un ritual, sino actualizar (hacer presente y operante hoy) lo que allí se vivió aquella noche. El “recuerdo”, la “anamnêsis”, según la raíz original zkr, quiere decir “hacer presente el pasado” (H. Patsch, en Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, vol. I, Salamanca, Sígueme, 2005, 251-254).

Pero, ¡atención!, estos datos no son meras matizaciones – por lo demás, muy elementales – de erudición. Nada de eso. Aquí se juega el ser o no ser de la autenticidad o del fracaso de lo que Jesús quiso. Sabemos que Jesús no fue amante, ni practicante de ritos, ceremonias, altares y templos. Jesús centró sus preocupaciones en tres cosas: el “sufrimiento humano” (curaciones), la “alimentación compartida” (comidas y comensalía, sobre todo con pobres y pecadores), las “relaciones humanas” (sermón del monte, en Mt, o de la llanura, en Lc). Al proceder así, Jesús desplazó la religión: la sacó del templo, la disoció de los “rituales” y la puso en el centro y en el conjunto de la “vida”.

Aquí y en esto está la clave y el secreto de todo lo demás. ¿Por qué? Porque hoy está sobradamente demostrado que los ritos constituyen un factor tan importante en la pervivencia de las sociedades humanas, que, desde hace incontables generaciones, los ritos (religiosos, políticos, sociales…) son decisivos en la integración o exclusión del individuo en la sociedad y, en general, en el sistema establecido (Walter Burkert, La creación de lo sagrado, Barcelona, Acantilado, 2009, 60 ss; ID., Homo necans, Barlona, Acantilado, 2013, 50-61). Pero no se trata de esto solamente. Porque los ritos integran al sujeto en el sistema de tal forma, que, al mismo tiempo que el sujeto hace suyos los valores del sistema, por otra parte, esos mismos ritos no modifican la conducta del sujeto que los cumple. Concretamente, un piadoso creyente se puede pasar cuarenta años comulgando a diario, y al cabo de ese tiempo sigue teniendo los mismos defectos que tenía el día que inició su comunión diaria. Y es que el ritual, por sí solo, no solamente no modifica la conducta, sino que además tiene la virtualidad de tranquilizar la conciencia del observante.

Entonces, ¿qué quiso decir Jesús cuando afirmó en la Cena: “Haced esto en memoria de mí”? No se refería simplemente a repetir lo que llamamos ahora “las palabras de la consagración”. Porque esta referencia al recuerdo o memoria (anamnêsis) lo introdujo san Pablo (1 Cor 11, 24. 25), del que depende el relato de Lucas (22, 19), para motivar a la comunidad de Corinto, al decirles a aquellos cristianos que lo que ellos hacían – y tal como lo hacían -, en realidad aquello ya no era la Cena del Señor. Literalmente: “eso ya no es comer la Cena del Señor” (“oúk éstin kyriakòn deipnon phagein”) (1 Cor 11, 20) (H. Patsch, o. c., 252-254). O sea, en Corinto, realizando exactamente el rito, realmente no celebraban la eucaristía. ¿Por qué? Porque la comunidad de Corinto estaba dividida. No por ideas teológicas, sino por la forma de vida que llevaban. Concretamente, porque allí había ricos y pobres. Y cuando se reunían para la eucaristía, los ricos comían hasta emborracharse, mientras que los pobres se quedaban con hambre (1 Cor 11, 21). Es decir, lo que pasaba en Corinto es que allí se repetían las palabras del Señor, pero allí no había una comunidad unida en la que quienes tenían dinero y comida lo compartían con los demás. Cada cual iba a lo suyo. Y Pablo afirma: donde hay división entre ricos y pobres, por mucho y muy bien que se repitan las palabras de Jesús, en realidad la memoria de Jesús está ausente. No se recuerda a Jesús. En esas condiciones, se dirá misa, pero allí no está Jesús. (J. D. Crossan, J. L. Reed, En busca de Pablo, Estella, Verbo Divino, 2006, 398-405).

Conclusión: la Eucaristía no consiste en “decir misa”, observando exactamente lo que manda la Sagrada Congregación de Ritos (o del Culto divino). Se puede hacer eso y no celebrar la Cena que quiso Jesús. Y tal como la quiso Jesús: haciéndonos esclavos unos de otros (Jn 13, 12-15), queriéndonos unos a otros, como él nos quiso (Jn 13, 33-35), mojando todos en el mismo plato, como él lo hizo (Jn 13, 20). Celebrar la Eucaristía no es repetir literalmente un “ritual”. Eso es una misa que nos tranquiliza (incluso nos da devoción). Pero eso no es lo que instituyó y quiso Jesús: el “recuerdo peligroso” (J. B. Metz, La Fe en la historia y en la sociedad, Madrid, Cristiandad, 1979, 100-102; 210-211), que hace actual la subversión de esos presuntos valores que se sostienen repitiendo los ritos. Lo que instituyó Jesús fue un “proyecto de vida”, que se expresa simbólicamente y que hace presente la persona y la vida de Jesús, en nuestras vidas y en nuestra sociedad. El día que resulte más “peligroso” ir a misa que acudir a una manifestación, ese día empezará a ser cierto que celebramos la Cena del Señor, en la que los cristianos vivimos la presencia, en el recuerdo vivo, de aquel Jesús que “aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado” (G. Theissen, El movimiento de Jesús, Salamanca, Sígueme, 2005. 53). Entonces será cierto y la gente palpará que la misa no es un mero “rito”, sino un “recuerdo peligroso”.

 

 

RECHAZO Y SEGUIMIENTO, José Luís Sicre

Fe Adulta

Desde que lo eligieron Papa, Francisco ha insistido varias veces, sobre todo hablando a los jóvenes, en la importancia de la vocación religiosa y sacerdotal. El tema de la vocación es el principal de las lecturas de hoy, con la contrapartida del posible rechazo.

La vocación de Eliseo (1ª lectura)

Todo empieza con una orden de Dios a Elías: ungir como profeta a Eliseo. La unción, que se hacía derramando aceite sobre la cabeza, era típica de los reyes, y este es el único caso que recuerdo de la unción de un profeta. En la mentalidad mediterránea antigua, el aceite no solo era bueno para la comida; también se le atribuían cualidades curativas (por eso se ungía a los enfermos) y religiosas (la unción simboliza una relación especial con Dios).

Elías cumple la orden, pero sin cumplirla. Va en busca de Eliseo, que debía ser hijo de un multimillonario porque está arando con doce yuntas de bueyes. En vez de ungirlo, le echa su manto por encima. Es la única vez que menciona la Biblia este gesto, pero debía ser conocido, porque Eliseo, después de un momento de desconcierto (que no se cuenta, pero se supone), sale corriendo detrás de Elías y se muestra dispuesto a seguirle. Sólo pone una condición: despedirse de sus padres.

A Eliseo le parece una petición lógica, y se la concede. Pero la despedida no consiste en dar un beso a los padres. Es algo más solemne e incluye a toda la familia: mata la yunta de bueyes y organiza un asado para toda su gente. Sin prisas, porque unos bueyes no se matan en cinco minutos, ni la carne se prepara en un cuarto de hora, ni se come todo en un rato. Cuando termina la despedida, que pudo durar uno o varios días, Eliseo marcha con Elías y se pone a su servicio.

Rechazo y seguimiento (evangelio)

El fragmento elegido para este domingo consta de cuatro escenas muy breves. Las tres últimas están relacionadas por el tema del seguimiento de Jesús; la primera habla de lo contrario: el rechazo.

Escena 1: el rechazo de los samaritanos

Samaritanos y judíos se odiaban desde el siglo X a.C., cuando el norte se separó del sur después de la muerte de Salomón. Pero el dinero es el dinero. Y los samaritanos actuaban del modo siguiente: a los galileos que atravesaban su territorio camino de Jerusalén no les vendían nada; pero en el viaje de vuelta a Galilea ya no había problema en venderles lo que necesitaran, pagándolo adecuadamente (es lo que ocurre en el evangelio de Juan, cuando los discípulos van a comprar pan al pueblo mientras Jesús habla con la samaritana).

Como Jesús y los discípulos se dirigen a Jerusalén, es normal que no los reciban. Pero Santiago y Juan, que debían pasarse el día tronando (Jesús les puso de mote “los hijos del trueno”), le proponen vengarse haciendo que caiga un rayo del cielo y los consuma. Esta reacción, que nos resulta tan desproporcionada y extraña, se comprende recordando una tradición del profeta Elías. Una vez, el rey de Israel mandó un capitán con cincuenta soldados para que le dijese: “Profeta, el rey te manda que vayas a verlo”. Elías respondió: “Si soy profeta, que caiga un rayo y te mate a ti con tus hombres”. Y así ocurrió. El rey repite la orden con otro capitán y otros cincuenta soldados, que quedan tan chamuscados como los primeros. En el tercer intento, el capitán no ordena nada; se arrodilla ante el profeta y le suplica que perdone su vida y la de sus acompañantes. Elías accede y va a visitar al rey. La moraleja de este relato es que el profeta merece el máximo respeto; y quien no lo respete merece que lo mate un rayo caído del cielo. Así piensan Santiago y Juan. Jesús, el gran profeta, merece todo respeto; si los samaritanos no lo reciben, que caiga un rayo y los parta.

Jesús, que supera a Elías en poder, lo supera también en bondad y ve las cosas de manera muy distinta. Lucas termina diciendo: Él se volvió y les regañó. ¿Cómo les regañó? ¿Qué les dijo? Algunos textos posteriores ponen en boca de Jesús estas palabras: “No sabéis a qué espíritu pertenecéis”, es decir, “no tenéis ni idea de cuál es mi forma de pensar y de sentir”. Y se marcharon a otra aldea.

Es una pena que este texto, exclusivo de Lucas (no se encuentra en Marcos ni Mateo), no lo tuvieran en cuenta los que instituyeron la Inquisición, que es una forma de defender a Jesús mediante el fuego.

Escena 2ª: uno se ofrece a seguir a Jesús

La iniciativa parte del individuo, no de Jesús. Éste parece desanimar, subra­yando su pobreza y vida dura. No imagine que el segui­miento será fácil y coronado por el éxito humano.

Escena 3ª: Jesús invita a otro a seguirlo

En este caso la iniciativa parte de Jesús. Se trata de una orden escueta y tajante, más de que una invitación: “Sígueme”. El otro pide permiso, como Eliseo, no para despedirse de sus padres, sino para enterrar a su padre.

La respuesta de Jesús parece inhumana: “deja que los muertos entierren a sus muertos”. La costumbre judía era enterrar al difunto inmediatamente después de muerto (Hechos de los Apóstoles 5,6.7; 8,2). Por consiguiente, no se trata de que el protagonista de la escena esté velando a su padre y Jesús le ordene abandonar al difunto para seguirlo. Lo que pide es que le permita seguir viviendo con su padre hasta que muera; luego lo seguirá.

Incluso así, las palabras de Jesús siguen siendo terriblemente exigentes. El que quiera seguirlo tiene que cortar radicalmente con la familia, como si todos hubieran muerto, para ir a anunciar el reino de Dios.

Es posible que los evangelios estén reflejando en esta escena lo que le ocurrió al mismo Jesús. Su familia pensaba que estaba loco (Marcos 3,21), y una vez fueron todos a Cafarnaúm con intención de llevárselo a Nazaret a descansar. El evangelio de Juan (7,5) dice expresamente que “sus hermanos no creían en él” (aunque sabemos por el libro de los Hechos y las cartas de Pablo que, más tarde, sí lo aceptaron). En Jesús se cumplió plenamente la necesidad de considerar muerta a la familia para dedicarse a anunciar el evangelio.

Escena 4ª: otro se ofrece con condiciones

Este es el episodio que empalma mejor con la vocación de Eliseo. Las cosas importantes de la vida diaria, como despedirse de los padres, son compatibles con el seguimiento de Elías. No hay prisa de ningún tipo. Pero aquí está en juego algo mucho más importante y urgente.

A veces se comenta que estas personas no siguieron a Jesús. Lucas no dice nada. Por otra parte, esa cuestión es secundaria. Lo importante de los relatos de vocación y de segui­miento es que son relatos de “revelación” de Jesús, nos ayudan a conocerlo mejor.

Algo queda claro: la dureza de su vida, desprovisto incluso de casa y familia.

Volviendo a la primera escena, el rechazo de los samaritanos, podemos encontrar cierta relación con las tres siguiente. Jesús, que renuncia a todo por predicar el Reino de Dios, no recibe a cambio el agradecimiento y la aceptación de todos. Hay gente que lo rechaza. Pero eso no es motivo para desear su castigo.

Reflexión final

Aparte del Padrenuestro, Jesús no insistió mucho a sus discípulos en qué debían pedir. Pero el evangelio de Juan pone en su boca una petición muy importante: “La mies es mucha, los obreros pocos. Pedid al Señor de la mies que mande operarios a su mies”. Este domingo es muy adecuado para recordar la necesidad de pedir por las vocaciones y ponerla en práctica.

José Luis Sicre

 

 

Evangelio del domingo 26 de Junio, 13º T. O., Lucas 9, 51-62

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Lucas 9, 51-62

Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.

De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»

Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»

Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»

A otro le dijo: «Sígueme.»

Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»

Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»

Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»

Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

El tema fundamental del evangelio es la presentación de tres vocaciones. Lucas las coloca en el marco del viaje de Jesús y sus discípulos hacia Jerusalén. Jesús, al que quiere seguirle le exige: despego de los bienes y comodidades materiales, pues el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar su cabeza; llamamiento de Dios; ruptura con el pasado y el presente, incluso con la propia familia, y seguimiento. Todo esto para que el discípulo quede libre y disponible para poder anunciar el Reino de Dios.

Las lecturas de hoy tienen un tema común: las exigencias de la vocación. En ellas descubrimos cómo subyace la necesidad del desprendimiento, de la renuncia, del abandono de las cosas y personas como exigencia para seguir a Jesús. Por eso, no existe respuesta a la llamada para ponerse al servicio del Reino de Dios, en aquellos que anteponen a Jesús sus condiciones o intereses personales.

El Evangelio nos dice que el desprendimiento exigido por Jesús a los tres candidatos a su seguimiento, es radical e inmediato. Se tiene, incluso, la impresión de una cierta dureza de parte de Jesús. Pero todo está puesto bajo el signo de la urgencia. Jesús ha iniciado “el viaje hacia Jerusalén”. Esta “subida” interminable (que ocupa 10 capítulos en el evangelio de Lucas) no se encuadra en una dimensión estrictamente geográfica, sino teológica: Jesús se encamina decididamente hacia el cumplimiento de su misión.

El viaje de Jesús a Jerusalén no es un viaje turístico. El maestro exige a los discípulos la conciencia del riesgo que comparte esa aventura: “la entrega de la propia vida”.

Se diría que Jesús hace todo lo posible para desanimar a los tres que pretenden seguirle a lo largo del camino. Parece que su intención es más la de rechazar que la de atraer, desilusionar más que seducir. En realidad, él no apaga el entusiasmo, sino las falsas ilusiones y los triunfalismos mesiánicos. Los discípulos deben ser conscientes de la dificultad de la empresa, de los sacrificios que comporta y de la gravedad de los compromisos que se asumen con aquella decisión.

Por tanto, «seguir a Jesús en radicalidad» exige:

– Disponibilidad para vivir en la inseguridad: “No tener nada, no llevar nada”. No se pone el acento en la pobreza absoluta, sino en la itinerancia. El discípulo lo mismo que Jesús, no puede programar, organizar la propia vida según criterios de exigencias personales, de “confort” individual.

– Ruptura con el pasado, con las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales que atan y generan la muerte. Es necesario que los nuevos discípulos miren adelante, que anuncien el Reino, para que desaparezca el pasado y viva el proyecto de Jesús.

– Decisión irrevocable. Nada de vacilaciones, nada de componendas, ninguna concesión a las añoranzas y recuerdos del pasado, el compromiso es total, definitivo, la elección irrevocable.

Hoy como ayer, Jesús sigue llamando a hombres y mujeres que dejándolo todo se comprometen con la causa del Evangelio y, tomando el arado sin mirar hacia atrás, entregan la propia vida en la construcción de un mundo nuevo donde reine la justicia y la igualdad entre los seres humanos.

Por otra parte, observamos una nota de tolerancia y paciencia pedagógica en el evangelio de hoy. Un celo apasionado de los discípulos es capaz de pensar en traer fuego a la tierra para consumir a todos los que no acepten a Jesús… Llevados por su celo no admiten que otros piensen de manera diversa, ni respetan el proceso personal o grupal que ellos llevan. Jesús «les reprocha» ese celo. Simplemente marcha a otra aldea, sin condenarlos y, mucho menos, sin desear que les caiga fuego.

El seguimiento de Jesús es una invitación y un don de Dios, pero al mismo tiempo exige nuestra respuesta esforzada. Es pues un don y una conquista. Una invitación de Dios, y una meta que nos debemos proponer con tesón. Pero sólo por amor, por enamoramiento de la Causa de Jesús, podremos avanzar en el seguimiento. Ni las prescripciones legales, ni los encuadramientos jurídicos, ni las prescripciones ascéticas pueden suplir el papel que el amor, el amor directo a la Causa de Jesús y a Dios mismo a través de la persona de Jesús, tiene que jugar insustituiblemente en nuestras vidas llamadas.

Una vez que ese amor se ha instalado en nuestras vidas, todo lo legal sigue teniendo su sentido, pero es puesto en su propio lugar: relegado a un segundo plano. «Ama y haz lo que quieras», decía san Agustín; porque si amas, no vas a hacer «lo que quieras», sino lo que debes, lo que el Dios amado espera de ti. Es la libertad del amor, sus dulces ataduras.

El evangelio de hoy es dramatizado en los capítulos 82 y 91 de la serie «Un tal Jesús», de los hnos. López Vigil. El guión, el audio y el comentario teológico correspondiente pueden ser tomados de aquí: http://www.radialistas.net/category/un-tal-jesus/

 

 

Urteko 13. igandea- 13 Tiempo ordinario – C (Lucas 9,51-62), José A. Pagola

Evangelio del 26/Jun/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

EZ TXOKOARI LOTURIK, EZ ATZERA BEGIRA – SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRÁS

Jesusi jarraitzea da kristau-bizitzaren bihotza. Funtsa. Ez da gauza garrantzizkoagorik edo erabakitzaileagorik. Lukasek hiru pasadizo txiki dakartza, beraren ebanjelioa irakurriko dutenak jabetu daitezen ezen, Jesusen ustez, ez dela ezer premiazkoagorik eta atzeraezinekorik.

Irudi gogorrak eta eskandalagarriak darabiltza Jesusek. Bistan da ezen jendearen kontzientzia astindu nahi duela. Ez dabil jarraitzaile gehiagoren bila, baizik jarraitzaile konprometituagoen bila: mugarik gabe jarraituko diotenak, sasi-segurtasunei uko eginez, beharrezko diren hausturak baitaratuz. Haren hitzek azken batean galdera bakar hau harrotzen dute: zein harreman ezarri nahi dugu geure burua haren jarraitzailetzat ematen dugunok?

Lehenengo pasadizoa

Bidelagun dituenetako batek halako erakarmena sentitzen du Jesusekiko, non, Jesusek deitu aurretik, bera aurreratzen baita esatera: «Jarraitu dizut noranahi zoazela». Zer esaten ari den konturatu dadin nahi du Jesusek: «Azeriek badituzte zuloak, eta hegaztiek habiak»; gizonaren semeak, berriz, «ez du burua non ezarri».

Abentura hutsa da Jesusi jarraitzea. Jesusek ez die eskaintzen bereei ez segurtasunik, ez ongizaterik. Ez die laguntzen dirua irabazten edo boterea eskuratzen. Jesusi jarraitzea «bidean bizitzea da», ongizateari lotu gabe eta erlijioan sasi-babesik bilatu gabe. Ez da zoritxarra Eliza hain boteretsua ez izatea eta zaurigarriago gertatzea. Gerta dakigukeen gauzarik hoberena da hori, geure fedea garbi egiteko eta Jesusengan konfiantza handiagoa ezartzeko.

Bigarren pasadizoa

Beste lagun bat prest da Jesusi jarraitzeko, baina lehenik eta behin betebehar erlijiosoetako bat, «bere aitari lur ematea», betetzen uzteko eskatu dio. Hori ezin gerta dakioke arrotz inongo juduri, zeren betebehar erlijioso handienetakoa baitute. Txundigarri da Jesusen erantzuna: «Utzi ezazu hildakoek beren hildakoei lur eman diezaieten: zu, zoaz Jainkoaren erregetza hots egitera».

Jainkoaren erregetzari bidea irekitzea da beti zereginik premiazkoena, bizitza gizatarragoa egite aldera. Ezerk ez dezake atzerarazi gure erabakia. Inork ez digu eutsi behar, ez galgatu. «Hildakoek», biziaren erregetzaren zerbitzura bizi ez diren haiek, jardungo dute Jainkoaren erregetza eta haren zuzentasuna bezain premiatsuak ez diren beste betebehar erlijiosoak betetzen.

Hirugarren pasadizoa

Jesusen ondoren hasi aurretik, bere familiari agur egin nahi dion hirugarren bati, hau diotso Jesusek: «Goldeari heldu eta atzera begira jartzen dena ez da gai Jainkoaren erreinurako». Ezin jarrai dakioke Jesusi atzera begira jarririk. Ezin zaio biderik ireki Jainkoaren erregetzari iraganean geldituz. Aitaren egitasmoaren arabera lan egiteak hari guztiz emanik jardutea eskatzen du, konfiantza Jainkoaren geroan jartzea, Jesusen urratsen ondoren ausardiaz bide egitea.

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

13 Tiempo ordinario – C (Lucas 9,51-62)

Evangelio del 26/Jun/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

SIN INSTALARSE NI MIRAR ATRÁS

Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lo esencial. Nada hay más importante o decisivo. Precisamente por eso, Lucas describe tres pequeñas escenas para que las comunidades que lean su evangelio, tomen conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable.

Jesús emplea imágenes duras y escandalosas. Se ve que quiere sacudir las conciencias. No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias. Sus palabras plantean en el fondo una sola cuestión: ¿Qué relación queremos establecer con él quienes nos decimos seguidores suyos?

Primera escena

Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que, antes de que lo llame, él mismo toma la iniciativa: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le hace tomar conciencia de lo que está diciendo: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros nido», pero él «no tiene dónde reclinar su cabeza».

Seguir a Jesús es toda una aventura. Él no ofrece a los suyos seguridad o bienestar. No ayuda a ganar dinero o adquirir poder. Seguir a Jesús es «vivir de camino», sin instalarnos en el bienestar y sin buscar un falso refugio en la religión. Una Iglesia menos poderosa y más vulnerable no es una desgracia. Es lo mejor que nos puede suceder para purificar nuestra fe y confiar más en Jesús.

Segunda escena

Otro está dispuesto a seguirle, pero le pide cumplir primero con la obligación sagrada de «enterrar a su padre». A ningún judío puede extrañar, pues se trata de una de las obligaciones religiosas más importantes. La respuesta de Jesús es desconcertante: «Deja que los muertos entierren a sus muertos: tú vete a anunciar el reino de Dios».

Abrir caminos al reino de Dios trabajando por una vida más humana es siempre la tarea más urgente. Nada ha de retrasar nuestra decisión. Nadie nos ha de retener o frenar. Los «muertos», que no viven al servicio del reino de la vida, ya se dedicarán a otras obligaciones religiosas menos apremiantes que el reino de Dios y su justicia.

Tercera escena

A un tercero que quiere despedir a su familia antes de seguirlo, Jesús le dice: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios». No es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. No es posible abrir caminos al reino de Dios quedándonos en el pasado. Trabajar en el proyecto del Padre pide dedicación total, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos de Jesús.

José Antonio Pagola

 

 

EVANGELIO DOMINGO 26 de JUNIO

Domingo 26 de junio de 2016
Domingo 13º ordinario

Servicios Koinonia

Lucas 9, 51-62

Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Te seguiré adonde vayas

Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.

De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.

Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?»

Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.

Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas.»

Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.»

A otro le dijo: «Sígueme.»

Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre.»

Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»

Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»

Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»

 

LO QUE ES JESÚS ESTÁ MÁS ALLÁ DE NUESTRA CAPACIDAD DE COMPRENSIÓN, Fray Marcos

Escrito por  Fray Marcos
Fe Adulta

Lc 9, 18-24

Los tres sinópticos relatan el mismo episodio, aunque con diferencias notables. Se plantea abiertamente el significado del mesianismo de Jesús. Tema que no quedó resuelto hasta después de la experiencia pascual. No se trata, pues de un relato estrictamente histórico, sino de un planteamiento teológico del tema más importante y complicado de todo el NT. Ni para ellos fue fácil aceptar al verdadero Jesús ni lo es para nosotros, pues seguimos sin aceptar que el ser cristiano lleva consigo renunciar al ego y darse a los demás.

El evangelio dice que el único que estaba orando era Jesús, aunque los discípulos estaban allí. Sin tener en cuenta esa oración de Jesús nada de lo que fue y predicó puede explicarse. La forma en que Jesús habla de Dios, se inspira en su experiencia personal. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en él. Jesús experimentó que Dios lo era todo para él y él debía ser todo para los demás. Tomó concien­cia de la fidelidad de Dios-amor y respondió vitalmente a esta toma de conciencia. Al atreverse a llamar a Dios «Abba» (Papá), Jesús abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto.

Para Jesús, como para cualquier ser humano, la base de toda experiencia religiosa reside en su condición de criatura. El hombre se descubre sustentado en Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible nuestra existencia. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrar su centro. Descubrirse fundamentado en Dios, es fuente de inesperada plenitud. Dios será en él, revelación de la más alta humanidad.

Jesús de Nazaret nunca se presenta como el absoluto. Para él lo único absoluto era Dios. Él se consideró siempre como un ser humano más. “El Mesías de Dios” de Simón se convierte en boca de Jesús en “Hijo de hombre”, el modelo de hombre, un ser humano que vive su plenitud. No es el triunfador, el poderoso, el que está por encima de los demás, sino el que aguanta, el que sufre, el que tiene que padecer las iras y rencores de los suyos, el humillado y despreciado, precisamente por no renunciar a ser “humano”.

El Mesías de Dios. Mc dice simplemente: Tú eres el Mesías. Mt dice: tú eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito. La opinión de la gente indica ya una alta consideración de la persona de Jesús, pero está lejos de acertar. La opinión de Pedro, parece acertada; pero “el Ungido”, era la manera de designar al Mesías que el pueblo esperaba. Un Mesías nacionalista que traería la salvación política, económica y religiosa. Esa opinión no debe ser divulgada porque es también, falsa. Los primeros cristianos superaron la dificultad asociando la idea de Mesías a la de Hijo. No entendieron la filiación como nosotros sino como representante de Dios.

El que quiera salvar su vida la perderá; no es una exageración. Hacer que todo gire en torno a nuestro falso “yo”, es dar importancia en nosotros a lo que menos vale. No dejaremos de ser egoístas si mantenemos el apego al “ego”. En la medida en que ponga como objetivo último salvar mi ego, seré egoísta y por lo tanto me deshago como persona. En la medida en que me desprenda de todo apego, incluido el apego a la vida, a favor de los demás, estaré amando de verdad, y por lo tanto creciendo como ser humano. Mi Vida con mayúscula se potenciará, y la vida con minúscula, cobra entonces todo su sentido.

La pregunta que se hicieron aquellos primeros cristianos tenemos que hacérnosla nosotros hoy. ¿Quién es Jesús? La mejor prueba de que no es fácil responder, es la falsa alternativa, que se planteó en el siglo pasado, entre el Jesús histórico o el Cristo de la fe. Los discípulos compartieron su vida con el Jesús de Nazaret y aceptaron a aquel ser humano que les proporcionó una paz, una alegría y una seguridad increíbles; pero mientras vivieron con él, no fueron capaces de ir más allá de lo que veían. Solamente a través de la experiencia pascual se adentraron en el verdadero significado de aquella persona fuera de serie.

Al morir Jesús, se preguntaron si con la muerte de su líder se había acabado todo. Solo entonces empezaron a trascender la figura aparente de Jesús y descubrieron lo que se escondía detrás de aquella realidad visible. Fueron dándose cuenta de que allí había algo más que un simple ser humano. Entonces fueron conscientes de que el verdadero UNGIDO ya se encontraba en el Jesús de Nazaret. Este Mesías, descubierto en pascua, no coincide con el que esperaban los judíos y los propios discípulos, antes de esa experiencia. Ahora se trata de Jesús el Cristo, Jesucristo, genial integración del Jesús histórico y el Cristo de la fe.

Cristo no es una idea abstracta surgida en la primera comunidad sino la realidad de Jesús visto con los rayos X de la experiencia pascual. Cristo ni se puede identificar con Jesús ni se puede separar de él. Durante tres años, sus seguidores convivieron con él sin enterarse de quien era, pero una vez que desapareció su figura sensible, fueron capaces de descubrir lo que en aquella figura humana se escondía. No se puede separar el valor de una moneda, de la cantidad y la forma del metal que la constituye. La moneda tiene tal valor, porque está acuñada y tiene tal forma. Todo lo que hay de divino en Jesús está en su humanidad.

¿Quién es Jesús para nosotros hoy? No se trata de dar una respuesta teórica ni una cristología aquilatada que responda a todas las cuestiones formales relativas a la persona de Jesús. Mucho menos, dogmas que definan su naturaleza divina. Lo tenemos crudo, porque los evangelios nos hablan de Jesucristo desde la experiencia pascual, y es muy difícil descubrir al Jesús de Nazaret que ellos conocieron y del que partieron para llegar a Cristo. Los cristianos de hoy empezamos la casa por el tejado y cuando nos damos cuenta, resulta que carecemos de muros y sobre todo de cimientos. Sin experiencia pascual no hay cristiano

Estamos lejos del encarnar en nosotros ese valor supremo, que Jesús encarnó. Echemos una ojeada a nuestras oraciones y descubriremos la idea que tenemos del Mesías. La misma que Pedro propuso y rechazó Jesús. Lo hemos colocado a la derecha de Dios; le hemos dado plenitud de poder y gloria; le hemos hecho juez de vivos y muertos para, a renglón seguido, decir que “el que cumpla con lo que dijo se sentará con él a juzgar a los infieles”. Estas cosas ya las dice el NT, en contra de la misma actitud de Jesús.

No es nada fácil salir de la dinámica del hedonismo que nos empuja a dar satisfacción a los sentidos, a buscar lo más cómodo, lo que me agrada, lo que menos me cuesta. Mantener estas actitudes hedonistas y llamarse cristiano, es una contradicción. Pero tampoco debemos caer en la trampa del masoquismo. Dios quiere para cada uno de nosotros lo mejor. Quiere que disfrutemos de todo lo que nos rodea, de las personas y de las cosas. Todo es positivo, siempre que tengamos claro que lo primero es el bien integral del hombre.

No se trata de machacar una parte de nuestro ser para salvar otra. Se trata de descubrir un fallo en nuestra percepción de nosotros mismos, es decir, que con frecuencia creemos ser los que no somos y vivimos engañados. Se trata de liberarnos de todo aquello que nos ata a lo caduco y nos impide elevarnos a la plenitud que nuestro verdadero ser exige. La liberación llega cuando hemos establecido una auténtica escala de valores y somos capaces de dar a cada faceta de nuestra compleja vida, la importancia que tiene, ni más ni menos.

Por eso Jesús se presenta como plenitud de lo humano. No es la humanidad la que tiene que convertirse en divinidad. Esta trampa nos ha metido por callejones sin salida. Toda la divinidad se hace presente en la humanidad. Ser cada día más humanos es lo que nos convierte en manifestación de lo divino. La oposición, y más aún la lucha entre lo divino y lo humano es absurda, en Jesús y en cada uno de nosotros.

 

Meditación-contemplación

Lo que Jesús es y significa, no se puede meter en conceptos,
porque está más allá de los sentidos y de la razón.
Si experimentas lo que hay de Dios en ti,
podrás vislumbrar lo que Jesús vivió y manifestó.
……………………

Más allá de nuestro “yo” físico, psíquico y mental,
se encuentra nuestro auténtico ser,
que es lo divino que hay en cada uno de nosotros
y que está siempre ahí como la única realidad verdadera.
……………………

Para alcanzar ese verdadero ser y verdadera Vida,
es necesario no quedar enganchado en lo terreno.
Desapegarse de lo caduco, lo contingente, lo limitado
es el único camino para alcanzar lo absoluto.
………………

 

Fray Marcos

 

 

Urteko 12. igandea – 12 Tiempo ordinario, José A. Pagola

C (Lukas 9,18-24)

Evangelio del 19/Jun/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

SINESTEN OTE DUGU JESUSENGAN?

Lehen belaunaldiko kristau-elkarteek gaurko ebanjelioko pasadizo honen oroitzapena garrantzi handikotzat eman zuten Jesusen jarraitzaileentzat. Zuzena zen uste hori. Bazekiten Jesusen Elizak behin eta berriz entzun beharko zuela, Zesareako Filipo inguruan, Jesusek ikasleei behin batean egin zien galdera hau: «Zuek, nor naizela diozue?».

Kristau-elkartean Jesusekiko geure fedea itzaltzen uzten badugu, galdua dukegu geure nortasuna. Ezin bizi izango dugu ausardia kreatzaileaz Jesusek gomendatu digun egitekoa; ez gara ausartuko aurre egiten mementoan momentukoari, Jesusen Espirituaren berritasunari begiak irekirik; erdipurdi gelditu eta itoko gara.

Ez da aro erraza gure hau. Jesusengana egia eta leialtasun handiagoz itzultzen ez bagara, zurrunduz joanen gara eta geure bidea galduz; gure hizketa handia sinesgarritasuna galduz joanen da. Garen, diogun eta dagigun guztiaren giltzarri, oinarri eta iturri da Jesus. Nor eta zein da, ordea, gaur Jesus kristauentzat?

Guk, Pedrok bezala, Jesus «Jainkoaren Mesias» dela, Aitaren Bidalia dela aitortzen dugu. Halaxe da izan ere: Hainbesteraino maite izan du Jainkoak mundua, Jesus erregalatu baitigu. Alabaina, ba ote dakigu kristauek Jainkoaren erregalu handi hori onartzen, zaintzen, gozatzen eta ospatzen? Gure ospakizunen, topo egiteen eta batzarren erdigune ote da Jesus?

Aitortzen dugu, halaber, «Jainkoaren Semea» dela Jesus. Jainkoa hobeto ezagutzen laguntzen ahal digu hark, Aitaren onberatasunean konfiantza handiagoa izaten, fede handiagoz entzuten Aitaren deia mundua haurrideago eta guztientzat zuzenago egin dezagun. Alabaina, aurkitzen ote dugu geure elkarteetan Jesusengan haragitu den Jainkoaren zinezko aurpegia? Ba ote dagokigu hots egiten eta aldarrikatzen guztientzat albiste handi bezala?

Halaber, «Salbatzaile» izena ematen diogu Jesusi, gure bizitza gizatartzeko indarra duelako, gu geu askatzeko eta giza historia benetako eta behin betiko salbamendura bideratzeko indarra duelako. Alabaina, hori ote gure artean arnasten den esperantza? Hori ote gure elkarteek kutsatzen duten bakea?

Era berean, aitortzen dugu Jesus dela geure «Jaun» bakarra. Ez dugu nahi beste jaunik, ez dugu izan nahi inolako sasi-idoloren mendeko. Alabaina, gure bizitzako erdigunea betetzen ote du Jesusek? Guztizko lehentasuna ematen ote diogu geure elkarteetan? Ororen eta guztien gain jartzen ote dugu? Jesusenak ote gara? Hura ote animatzen eta biziarazten gaituena?

Kristauen egiteko handia, gaur egun, indarrak bateratzea da, bideak urratzea haren Elizan Jesusen zentraltasuna berresteko. Ondoren dator beste guztia.

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

12 Tiempo ordinario – C (Lucas 9,18-24)

Evangelio del 19/Jun/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

¿CREEMOS EN JESÚS?

Las primeras generaciones cristianas conservaron el recuerdo de este episodio evangélico como un relato de importancia vital para los seguidores de Jesús. Su intuición era certera. Sabían que la Iglesia de Jesús debería escuchar una y otra vez la pregunta que un día hizo Jesús a sus discípulos en las cercanías de Cesárea de Filipo: «Vosotros, quién decís que soy yo?».

Si en las comunidades cristianas dejamos apagar nuestra fe en Jesús, perderemos nuestra identidad. No acertaremos a vivir con audacia creadora la misión que Jesús nos confió; no nos atreveremos a enfrentarnos al momento actual, abiertos a la novedad de su Espíritu; nos asfixiaremos en nuestra mediocridad.

No son tiempos fáciles los nuestros. Si no volvemos a Jesús con más verdad y fidelidad, la desorientación nos irá paralizando; nuestras grandes palabras seguirán perdiendo credibilidad. Jesús es la clave, el fundamento y la fuente de todo lo que somos, decimos y hacemos. ¿Quién es hoy Jesús para los cristianos?

Nosotros confesamos, como Pedro, que Jesús es el «Mesías de Dios», el Enviado del Padre. Es cierto: Dios ha amado tanto al mundo que nos ha regalado a Jesús. ¿Sabemos los cristianos acoger, cuidar, disfrutar y celebrar este gran regalo de Dios? ¿Es Jesús el centro de nuestras celebraciones, encuentros y reuniones?

Lo confesamos también «Hijo de Dios». Él nos puede enseñar a conocer mejor a Dios, a confiar más en su bondad de Padre, a escuchar con más fe su llamada a construir un mundo más fraterno y justo para todos. ¿Estamos descubriendo en nuestras comunidades el verdadero rostro de Dios encarnado en Jesús? ¿Sabemos anunciarlo y comunicarlo como una gran noticia para todos?

Llamamos a Jesús «Salvador» porque tiene fuerza para humanizar nuestras vidas, liberar nuestras personas y encaminar la historia humana hacia su verdadera y definitiva salvación. ¿Es esta la esperanza que se respira entre nosotros? ¿Es esta la paz que se contagia desde nuestras comunidades?

Confesamos a Jesús como nuestro único «Señor». No queremos tener otros señores ni someternos a ídolos falsos. Pero ¿ocupa Jesús realmente el centro de nuestras vidas? ¿Le damos primacía absoluta en nuestras comunidades? ¿Lo ponemos por encima de todo y de todos? ¿Somos de Jesús? ¿Es él quien nos anima y hace vivir?

La gran tarea de los cristianos es hoy aunar fuerzas y abrir caminos para reafirmar mucho más la centralidad de Jesús en su Iglesia. Todo lo demás viene después.

José Antonio Pagola

 

 

«EL VALOR SUPREMO ESTÁ EN LA PERSONA, NO EN SU MORAL», Fray Marcos


FE ADULTA
Lc 7, 36-8, 3

Este relato lo narran los cuatro evangelistas, aunque con detalles muy diferentes. Es un relato clave en los evangelios, porque nos demuestra la actitud de Jesús para con los pecadores; pero también la actitud de aquellos fariseos, que no eran capaces de ver más allá de sus narices o mejor, más allá de lo que manda la Ley. Los fariseos identificaban al pecador con su pecado. Jesús ve el valor de la persona humana más allá de sus fallos.

Hoy no se necesita mayores exégesis, porque el mensaje está muy claro. La clave está en analizar con cuidado los personajes que manifiestan sus actitudes a través del relato. La pecadora, Jesús, los fariseos y en los otros evangelistas, los apóstoles (Judas), que desde la superficialidad y raquitismo, desde la que solemos operar la mayoría de los mortales, no se enteran de nada y hablan, de despilfarro y de los pobres. Pero no debemos olvidar, que el verdadero protagonista es Dios o mejor, las ideas sobre Dios.

Es muy interesante descubrir que este relato y otros parecidos, no concuerdan con la idea que los cristianos hemos mantenido sobre los fariseos. No debían ser tan enemigos de Jesús, cuando le invitaban a comer, gesto que solo se tenía con las personas distinguidas y de cierto rango. Con frecuencia se invitaba a personajes que podían aportar opiniones diversas para animar la sobremesa. Aunque no estuvieran de acuerdo con muchas de las enseñanzas de Jesús, su oposición no debió ser tan tajante como nos cuentan.

“Evangelio” significa en griego, buena noticia. Pues la mejor de todas las noticias que podía recibir cualquier ser humano, es la que vamos a comentar hoy: Dios es perdón, porque Dios es amor. Tal vez sea el aspecto más original de todo el mensaje de Jesús. La experiencia de Dios le llevó a llamarle Abba (padre). Si no comprendemos y aceptamos este mensaje, todo lo demás carece de coherencia. La idea de un dios que premia a los buenos y castiga a los malos, convierte el evangelio en papel mojado e indirectamente nos invita a hacer lo mismo con los “malos”. Hoy podemos ver que seguimos tergiversando el evangelio.

Los judíos no fueron capaces de encajar el tema del perdón tal como lo predicaba Jesús. Claro que creían en el perdón de Dios, pero lo interpretaban a la manera del perdón humano. Después de dos mil años, seguimos sin aceptar el perdón que predicó Jesús. Seguimos escandalizándonos de que Dios ame a los malos. Aceptamos que Dios perdone a los buenos, pero eso de que ame al pecador antes de que se arrepienta, es algo que supera todo lo que pudiéramos aceptar de un Dios «justo». Es ésta una actitud muy sutil, que pone de manifiesto hasta qué punto aceptamos con sordina el mensaje del evangelio.

Nos distanciamos del evangelio cuando planteamos nuestras relaciones con Dios como si fuera un ser humano. Es más, nos atrevemos a decirle que tome ejemplo de nosotros (perdónanos como nosotros perdonamos). Dios no tiene actos. En Dios los verbos no se conjugan porque no está afectado por tiempos ni modos. Dios todo lo que hace, lo es. Pensar que Dios cambia de postura con relación a un pecador porque hace penitencia es descabellado, si lo entendemos literalmente. Es solo una manera de decir que el pecador, en un momento determinado, se da cuenta de lo que Dios sigue siendo para él.

Tus pecados están perdonados. El mismo evangelio presupone una mala interpretación de la frase cuando se pone en duda la potestad de Jesús para perdonar pecados. Jesús no dice: Yo te perdono. Sabe muy bien, que ni él ni Dios tienen nada que perdonar. La actitud de Dios es siempre la misma. Eternamente será amor. Por nuestra parte, siempre seremos limitados y fallaremos. Pero a pesar de lo que nos han repetido hasta la saciedad, no somos una mierda. Toda vida animal produce mierda, pero no es esa mierda.

Lo que dijo Jesús, lo puede decir cualquiera a cualquiera. Por parte de Dios, tus pecados están siempre perdonados. La pelota está siempre en tu tejado. Tú eres el que debes cambiar tu actitud vital para que descubras ese perdón y pueda significar algo esencial para cambiar tu vida. El descubrir que Dios sigue amándote, a pesar de tus fallos, tiene que llevarte a una confianza absoluta y total en Él. Esa confianza es el fundamento de todo futuro verdaderamente humano. Sin esa confianza, el futuro se oscurece definitivamente.

Esto es lo que Jesús quiso decirnos de Dios. Otra cosa es que nosotros lo hayamos aceptado. ¿En qué lugar queda la confesión, tal como se ha entendido durante siglos? Es un problema que tenemos que resolver, pero nunca a costa del mensaje evangélico. La confesión se ha utilizado muchas veces como instrumento de control. Esto es lo que tenemos que superar. Un vendedor de agua tenía su puesto muy cerca de una fuente, el éxito de su negocio consistía en que los transeúntes no descubrieran que la fuente estaba allí mismo, detrás de un arbusto. No os dejéis engañar, no aceptéis agua envasada y tasada. Id a la fuente.

Lo que acabamos de decir, no sólo no hace inútil la confesión, sino que le otorga su verdadera dimensión humana. Para mí, la confesión es el más maravilloso invento de nuestros dos mil años de cristianismo. El mayor bien que yo mismo he hecho nunca a una persona ha sido en la confesión. Dios no necesita la confesión, pero nosotros sí. Esto debemos tenerlo muy claro a la hora de utilizar el sacramento de una manera provechosa. La confesión es un signo que debe llevarme al descubrimiento de una realidad, el amor que es Dios. Es un proceso de iluminación que cambia la manera de verme.

Basta tomar conciencia de que alguien me ama para que todo cambie a mi alrededor. La mujer del evangelio mostraba un agradecimiento tan grande, porque era consciente de que el perdón que había recibido era signo de un gran amor. El amor es una realidad tan profundamente humana que nadie, que se sienta querido de verdad, puede seguir indiferente. Es más, solo si uno se siente amado, podrá descubrir su capacidad de amar.

El automatismo a la hora de celebrar los sacramentos no tiene sentido. La confesión no es un quitamanchas. La confesión es un proceso que me debe llevar de una conciencia de pecado a una conciencia de superación de los fallos; de una desesperanza a una total confianza, en lo que yo soy, y en lo que es Dios. Esta es la verdadera fe-confianza. El objetivo primero de la confesión debe ser el descubrir el amor incondicional de Dios. Una vez que nos sentimos amados, surgirá en nosotros el deseo de corresponder, amando. Tomar conciencia de que Dios no me falla, suscitará en mí el deseo de fallarle menos.

No podremos entender el tema del perdón si no tenemos claro el concepto de pecado. Pecado no es el incumplimiento de una ley. Una acción o una omisión, no son pecados porque esté mandada o prohibida. Al contrario, está mandado o prohibido porque es pecado. Esta sutileza no es fácil de captar, pero es imprescindible para aclararse. Si no descubro la razón de mal en lo que hago o dejo de hacer, nunca estaré motivado para la acción o la omisión. El pecado siempre es fruto de una falta de conocimiento. Si yo estoy convencido de que algo es malo para mí, la voluntad nunca podría apetecerlo. Si la voluntad quiere algo, es porque la razón se lo presenta como bueno. La clave está en un mejor conocimiento.

Tu fe te ha salvado. No es lo que ha dicho Jesús lo que salva. Es el cambio de actitud de la mujer, reconociendo su pecado, y descubriendo que por parte de Dios está superado, lo que le ha traído la salvación. Se trata de una toma de conciencia de lo que Dios es, a pesar de lo que somos nosotros. Es reconocer que Dios, que me conoce mejor que yo mismo, me acepta como soy. Aquí “fe” significa confianza. La confianza salva siempre, porque no tiene en cuenta la calidad ni la cantidad de los fallos sino la calidad del amor de Dios.

Meditación-contemplación

“Tus pecados están perdonados”.
El mayor obstáculo para una experiencia mística,
es el creer que mis fallos me alejan de Dios.
Este sentimiento es fruto de un desconocimiento de Dios.
………………….

Si no somos capaces de aceptarnos tal como somos.
Nuestra relación con Dios estará falseada y no puede llevarnos a buen puerto.
Descubrir que Dios nos acepta como somos,
es el primer paso para que nos aceptemos también nosotros.
………………….

Si consigo ir más allá de mis fallos,
descubriré mi ser luminoso e intachable.
Esa parte de mi ser, no depende de mí, sino de Dios.
Es por tanto, amable, digno de ser amado, por Dios y por mí.
…………………..

Oración de entrada
Que descubramos que jamás puedes fallarnos
y de ese modo, tomemos la decisión de
fallarte cada vez menos.

Sobre las ofrendas
Que tu presencia en nosotros,
significada en la comunión,
nos lleve a la confianza absoluta.

Final
Gracias por ser como eres
Y no como nosotros somos y actuamos.
Que este descubrimiento nos anime
a ser nosotros como tú eres.

 

 

Urteko 11. igandea – 11º domingo T.O., José A. Pagola

C (Lukas 7,36–8,3)

Evangelio del 12/Jun/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

INOR EZ APARTATU JESUSENGANDIK- NO APARTAR A NADIE DE JESÚS

Lukasen kontakizunaren arabera, Simon izeneko fariseu batek gogo handia du Jesus bere etxera gonbidatzeko. Segur aski, otorduaz baliatu nahi da jendearen artean izen handia hartzen ari den galilear harekin zenbait arazoz mintzatzeko.Jesusek onartu du gonbita: guztiengana helarazi nahi du Jainkoaren Berri Ona.

Otordukoan, Simonek aurreikusi ez duen zerbait gertatu da. Herriko emakume prostituitu batek eten du bazkalondoa: Jesusen aurrean belauniko jarri eta negarrari eman dio. Ez daki nola eskertu bera bezala guztien mespretxuak markatua duen jendearentzat Jesus agertzen ari den maitasuna. Eta guztiak zur eta lur direla, Jesusen oinei musu eta musu ari da, urrin bikainez igurzten.

Bere onetik atera da Simon ikusia ikustean. Emakume bekatari bat Jesus ukitzen bere etxean! Ezin jasana: gizon hori oharkabea da, eta ez Jainkoaren profeta. Emakume lohi hori Jesusengandik apartatu beharra da bat-batean.

Jesusek, haatik, uki dezan uzten dio emakumeari eta maita dezan. Inork baino behar handiagoa du emakume horrek. Eta Jesusek, aparteko txeraz, Jainkoaren barkazioa eskaini dio; ondoren, emakumeak bere barruan duen eta salbatzaile duen bere fede apala aurkitzen lagundu dio. Bakean bizi dadin soilik opa dio Jesusek: «Barkatuak dituzu zeure bekatuak… Zeure fedeak salbatu zaitu. Zoaz bakean».

Ebanjelio guztiek azpimarratu dute gizarte-sail guztiek Jainkoaren bedeinkaziotik apartatu nahi izan dituzten guztiei ?prostituitu, zerga-biltzaile, lepradun…? Jesusek agertu dien harrera eta ulermena. Eskandalagarria da Jesusen mezua: jende erlijiosok mespretxatu dituenek leku berezia dute Jainkoaren bihotzean. Bakarra da horren arrazoia: halakoak dira harrerarik, duintasunik eta maitasunik handiena behar dutenak.

Egunen batean berraztertu beharra izanen dugu, Jesusen portaera honen argian, zein den gure jarrera kristau-elkarteetan gizarte-sail batzuekiko: prostituzioan bizi diren emakumeekiko, homosexualekiko, lesbianekiko; izan ere, nahiago izaten dugu Elizaren baitan halakoen arazoei, sufrimenei eta borrokei ezikusiarena egin, guretzat ez bailiran.

Ez dira gutxi egin genitzakeen galderak:

  • Non aurki lezakete gure artean Jesusenaren antzeko harrerarik?
  • Nori entzun liezaiokete Jainkoaz mintzo zaien hitz bat, Jesusek egiten zuen bezala?
  • Zer laguntza aurki lezakete gure artean beren sexu-izaera bizitzeko jarrera erantzukizunezkotik eta fedezkotik?
  • Zeinekin parteka dezakete Jesusekiko beren fedea bakez eta duintasunez?
  • Zein da gai intuitzeko erlijio guztiek bazter utziak dituztenekiko Jainkoak duen maitasun hondogabea?

José Antonio Pagola

Itzultzailea: Dionisio Amundarain

 

11 Tiempo ordinario – C (Lucas 7,36–8,3)

Evangelio del 12/Jun/2016
por Coordinador Grupos de Jesús

NO APARTAR A NADIE DE JESÚS

Según el relato de Lucas, un fariseo llamado Simón está muy interesado en invitar a Jesús a su mesa. Probablemente, quiere aprovechar la comida para debatir algunas cuestiones con aquel galileo, que está adquiriendo fama de profeta entre la gente. Jesús acepta la invitación: a todos ha de llegar la Buena Noticia de Dios.

Durante el banquete sucede algo que Simón no ha previsto. Una prostituta de la localidad interrumpe la sobremesa, se echa a los pies de Jesús y rompe a llorar. No sabe cómo agradecerle el amor que muestra hacia quienes, como ella, viven marcadas por el desprecio general. Ante la sorpresa de todos, besa una y otra vez los pies de Jesús y los unge con un perfume precioso.

Simón contempla horrorizado la escena. ¡Una mujer pecadora tocando a Jesús en su propia casa! No lo puede soportar: aquel hombre es un inconsciente, no un profeta de Dios. A aquella mujer impura habría que apartarla rápidamente de Jesús.

Sin embargo, Jesús se deja tocar y querer por la mujer. Ella le necesita más que nadie. Con ternura especial le ofrece el perdón de Dios, luego la invita a descubrir dentro de su corazón una fe humilde que la está salvando. Jesús solo le desea que viva en paz: «Tus pecados te son perdonados… Tu fe te ha salvado. Vete en paz».

Los evangelios destacan la acogida y comprensión de Jesús a los sectores más excluidos por casi todos de la bendición de Dios: prostitutas, recaudadores, leprosos… Su mensaje es escandaloso: los despreciados por los hombres más religiosos tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios. La razón es solo una: son los más necesitados de acogida, dignidad y amor.

Algún día tendremos que revisar, a la luz de este comportamiento de Jesús, cuál es nuestra actitud en las comunidades cristianas ante ciertos colectivos como las mujeres que viven de la prostitución o los homosexuales y lesbianas cuyos problemas, sufrimientos y luchas preferimos casi siempre ignorar y silenciar en el seno de la Iglesia, como si para nosotros no existieran.

No son pocas las preguntas que nos podemos hacer:

  • ¿Dónde pueden encontrar entre nosotros una acogida parecida a la de Jesús?
  • ¿A quién le pueden escuchar una palabra que les hable de Dios como hablaba él?
  • ¿Qué ayuda pueden encontrar entre nosotros para vivir su condición sexual desde una actitud responsable y creyente?
  • ¿Con quiénes pueden compartir su fe en Jesús con paz y dignidad?
  • ¿Quién es capaz de intuir el amor insondable de Dios a los olvidados por todas las religiones?

 

José Antonio Pagola