Pastores impuestos

PASTORES IMPUESTOS

BITTOR URAGA LAURRIETA, b-uraga@euskalnet.net

BILBAO (VIZCAYA).

 ECLESALIA, 13/03/08.-  Bittor era secretario del Consejo de Pastoral Diocesano de Vizcaya. Publicamos hoy en Eclesalia la carta que leyó el pasado 23 de febrero en la sesión plenaria del Consejo con motivo del reciente nombramiento del nuevo obispo auxiliar de su diócesis.

Queridos hermanos y hermanas:

Me dirijo a vosotros con motivo del reciente nombramiento de obispo auxiliar que ha cogido por sorpresa a prácticamente toda la Iglesia de Bizkaia, para compartir algunas reflexiones y comunicaros mi decisión al respecto. De todas formas, quiero deciros antes de empezar que tanto esta como aquellas son absolutamente personales, si bien, por lo que he podido constatar, estoy convencido de que son compartidas por muchísimos de los que formamos la Iglesia en nuestra Bizkaia.

Yo me enteré, como muchos de vosotros, por televisión. En un primer momento de ingenuidad pensé que me había confundido e inmediatamente después me sentí culpable, creyendo que estaba incumpliendo el compromiso contraído al aceptar el cargo de secretario del Consejo de Pastoral Diocesano, pues consideré que tenía que haber estado al tanto de una noticia de ese calibre. Pero desgraciadamente no tardé mucho en comprobar que el problema no era yo: otras personas con mucho más conocimiento de la diócesis que yo y responsabilidades cotidianas en todos los ámbitos de la Iglesia de Bizkaia lo habían sabido sólo unas horas antes. Es decir, habían nombrado obispo sin consultar con nadie. Y creo que esto se puede decir así, porque, aunque evidentemente sí había en la diócesis quien supo de todo ello con anterioridad, es igual de cierto que no se ha cumplido ni de cerca el mínimo imprescindible para poder decir que habían consultado a alguien. De hecho, es bastante significativo el que el secretario del CPD –y os aseguro que no digo esto por razones personales—, es decir, el secretario del órgano más representativo del pueblo de Dios en la Iglesia de Bizkaia, se haya enterado por televisión.

No tengo nada que decir sobre este hombre que viene a nosotros como obispo, ya que es un perfecto desconocido para casi todo el mundo en Bizkaia y, claro está, también para mí. Sin embargo, sí tengo que manifestar que precisamente por ello, no me parece un buen comienzo: un vizcaíno que no ha estado aquí en el seminario ni ha ejercido como presbítero en esta iglesia local, sí quiere, en cambio, venir a Bizkaia como obispo, es decir, con mando. De esta manera queda desautorizada la trayectoria de nuestra Iglesia en los últimos años, tanto en lo que se refiere a los tímidos pasos hacia formas de ser más participativas y corresponsables (y digo "tímidos pasos", porque me reconoceréis que esto dista mucho de ser lo que la mayoría querríamos e incluso de los mínimos homologables con cualquier otra estructura social de nuestro entorno), sino también en lo relativo a la forma en que esta diócesis ha organizado su seminario y su presbiterio. Es decir: de un solo plumazo nos han desautorizado a todos, a los curas y a quienes no lo somos. Creo que se podría discutir sobre si es ético o no, pero hay que reconocer que es altamente eficaz. Sólo nos falta saber cuál es el objetivo último de todo esto.

Me parece, así las cosas, que este nombramiento constituye una falta de respeto para con la Iglesia difícilmente tolerable. Es más, si un poco más arriba dudaba de la condición moral de esa actuación; no tengo ninguna duda, en cambio, sobre que no es en absoluto acorde con las enseñanzas del Señor. En concreto creo que se puede decir que aquí se ha aplicado exactamente lo contrario de lo que nos dice el evangelio: “Sabéis que los que son tenidos como jefes de las naciones, las dominan como señores absolutos y sus grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre vosotros” (Mt 10, 42-43): es decir, quienes tenían la responsabilidad de ese nombramiento se han comportado como si fueran señores absolutos y han ejercido su poder para imponernos por segunda vez consecutiva un obispo, de manera que a nosotros y nosotras no nos queda más remedio que decir algo parecido a lo que decía aquel catecismo preconciliar: “No me preguntéis a mí, que soy un borrego; pastores tiene la Santa Madre Iglesia que sabrán disponer”. Lo siento. A mí me resulta mucho más cercano al Reino de Dios que Jesús proclamó, aquello que decía San Pablo: “No extingáis el Espíritu. No despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1Tes 5, 19-21). Creo que es más acorde con el mensaje de Jesús, sobre todo en los tiempos que vivimos.

Por todo lo que os he dicho, he decidido dimitir de mi cargo de secretario. No abandono el CPD, que es el órgano de participación del que se dotó nuestra Iglesia. Seguiré en él intentando, entre otras cosas, oponerme a esta especie de despotismo ilustrado –“Todo para el pueblo pero sin el pueblo” ¿recordáis?— que, dicho sea de paso, no por ser ilustrado es menos déspota y, por tanto, antievangélico, a no ser que entre todos y todas pensáramos que una dimisión en bloque es una respuesta adecuada a este trato que estamos recibiendo (y repito, no es nada personal, sino que me parece que no debemos admitir que se trate así a la Iglesia). Pero creo que es diferente participar en la Iglesia de ocupar cargos en su gobierno; y me parece que no debo legitimar con mi presencia en este cargo actuaciones como la que acaban de perpetrar. Así, os escribo esta nota para que sepáis que próximamente –lo notificaré oficialmente en su momento- dejaréis de verme sentado en el lugar del secretario y por qué.

Estas líneas van dirigidas a vosotras y vosotros, como os decía al principio, ya que sois quienes me elegisteis para el cargo de secretario, pero voy a mandar copia de ellas a alguna gente con la que tengo cierta confianza y también os autorizo, por supuesto, a mostrarlas a quien os parezca oportuno. Será la forma de invitar a cuantos ocupan cargos en la diócesis –y me permito dirigirme absolutamente a todas y todos, empezando por los vicarios, a los que me dirijo especialmente ahora– a considerar su postura, a este respecto: ya hemos visto lo que da de sí el posibilismo, el creer que entre todos podemos reconducir algunas cosas, el pensar que si nosotros lo dejamos, quien venga detrás puede ser peor. Para hacer un buen vino no es suficiente una buena barrica, sino que hace falta buena uva y desencadenar procesos internos que controla conscientemente el enólogo. De la misma manera, no vamos a tener un gobierno de la diócesis acorde a las necesidades reales de la Iglesia de Bizkaia sólo porque ésta sea una “buena barrica”. También nos puede suceder que, a pesar de estar hecho en nuestra barrica, el vino resultante sea del gusto de otros pero a nosotros nos resulte inaceptable. Cada quien sabrá lo que tiene que hacer y no pretendo prejuzgar ninguna decisión, pero sí quiero pedirles que lo piensen y lo recen.

El Concilio Vaticano II dejó claro que la Iglesia no es una sociedad desigual, en la que por deseo de Dios unos mandan y otros obedecen, y que los cristianos no somos un rebaño de ovejas dirigidas por pastores, por mucho que algunos hayan interpretado el sentido de su oficio de pastores tan literalmente como para pensar que los demás somos sólo borregos, sino un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes en el que todos los fieles tienen la misma dignidad. Soy consciente de que el Concilio es todavía relativamente reciente y de que la Iglesia necesita más tiempo para su recepción. Creo sin embargo que es hora de que proclamemos esto en voz alta con palabras y con hechos ante quienes quieren volver atrás, hacia las posiciones de los que perdieron en el Concilio, porque el respeto en el trato a la dignidad de todos es condición indispensable para poder transmitir el mensaje de Jesús en esta sociedad europea occidental de principios del siglo XXI. Estoy convencido de que esta proclamación es una contribución indispensable para que la recepción del Concilio se lleve a cabo y para que la Iglesia pueda sobrevivir en nuestro entorno. Un abrazo fraterno. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

Para contactar, suscribirse/darse de baja: eclesalia@eclesalia.net