El padre más querido en tierra hostil (Santiago Agrelo)

El arzobispo de Tánger atiende desde hace once años a cientos de migrantes subsaharianos que se acercan a su diócesis: «No podemos dejarlos abandonados».

El arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo (Rianxo, A Coruña, 1942), festejó hace unos días su cumpleaños y once años al frente de la diócesis en el Norte de África. Pero su celebración es para los migrantes, que son su prioridad y a quienes visita en los bosques cercanos a Ceuta dos veces a la semana. Su imagen vestido con el hábito de franciscano por las calles tangerinas pertenece ya a la iconografía de la llamada «ciudad blanca». A las puertas de la catedral, donde se encuentra la sede de Cáritas y de Migraciones, siempre se acercan migrantes subsaharianos. Piden para comer, para el autobús, unos dirhams que los lleve a Boukhalef, el barrio migrante. Es conocido como «el cura que protege a los negritos». Son su mayor preocupación. Es el azote del discurso oficial, el español y europeo, en el tratamiento de la migración. Ve en cada uno de los migrantes el rostro de Cristo. Desde hace un año se habla de su jubilación, que parece ya más próxima.

Hace once años el entonces Papa Benedicto XVI le comunicó su nombramiento. «Soy el arzobispo de Tánger, un lugar difícil pero una misión muy hermosa», le dijo al Pontífice. A Santiago Agrelo le llamó la atención «la pequeñez a la vez que hermosura de la diócesis», pero sobre todo «su compromiso con los pobres». El titular de la diócesis tangerina no se considera instalado en exceso en la religiosidad sino más bien volcado en el cuidado de los migrantes. Su trabajo y tarea principal ha consistido en «mantener el espíritu de esta gente que trabaja en la diócesis, darles impulso desde el Evangelio y mantenerlos en contacto con Jesucristo, con el Señor».

Dirige una comunidad eclesiástica en un país musulmán, pero rompe los prejuicios. «Esta iglesia vive de cara a Marruecos. No pensamos solo en los cristianos sino en la gente de Marruecos y en los migrantes», dice Agrelo. En Tánger no se discrimina la ayuda. «Todas las ayudas que ofrecemos no las pagan, como cualquier otra que presta la Iglesia, los beneficiarios sino las instituciones, de donde proceden nuestros recursos», aclara el arzobispo. En cuanto a las relaciones con el Reino Alauita se muestra así de contundente: «En Marruecos la Iglesia católica es más estimada que en España». Considera que los prejuicios de los europeos y católicos respecto a los musulmanes «no existirían si no fuera por una historia de enfrentamientos y de luchas entre los dos mundos. Esos prejuicios proceden del miedo, pero eso se soluciona cuando dos personas se miran cara a cara y todo ese miedo desaparece». Su concepto de la comunidad, de la Iglesia como un solo cuerpo lo dice todo: «Necesitamos reconocer que la humanidad es única, y no nos enteramos de que somos uno, un solo cuerpo, como dice el Evangelio. Hay que romper esas fronteras de los prejuicios y miedos al otro y tener disposición de servicio. Esta Iglesia lo ha entendido y de ahí que seamos una Iglesia a los pies de la humanidad, donde no existen las fronteras entre los seres humanos».

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Juan Luis Tapia en La Razón, 3 de julio de 2018