Domingo 27 de julio – XVII del tiempo ordinario

Lecturas:
1Re, 3, 5. 7-12.
Sal 118, 57 y 72. 76-77. 127-128. 129-130.
Rom 8, 28-30.
Mt 13, 44-52.
 

IDEAS SUELTAS

El título de un libro dice: “El evangelio como parábola”. Llevamos tres domingos con el cap 13 de Mt, todo él construido con parábolas. Hoy lo concluimos.  Defiende el autor del libro que, no sólo las parábolas, sino cada uno de los evangelios sinópticos completos son una parábola, con diferente pretensión cada uno de ellos. ¿Podríamos deducir también que la narración sobre Jesús de Nazaret de los evangelios es una parábola del misterio mismo de Dios?

A Dios nadie lo ha visto jamás, afirma el prólogo de Jn (1, 18). Lo que vemos u oímos, lo que palpamos del verbo de la vida (1Jn 1, 1), está pleno del Dios que ni vemos ni oímos ni palpamos ¿Valdría decir que los evangelios son la parábola perfecta, insuperable, auténtica, del mismo Dios, que en ellos se recoge? Todo lo que puede ser contado de Dios es Jesucristo, pero como parábola, sin que los términos en que ha quedado contado escapen a las leyes de la historia, valgan para todos los tiempos de la misma forma, y sin que esos términos agoten a Dios. Jesús de Nazaret, en su totalidad, es esa parábola única del misterio siempre inaccesible de Dios.

Las comidas reales de Jesús, sus relatos de comidas, la mostaza o el ladrón, hablan del reino de Dios, hablan por tanto de Dios mismo, de la única manera que puede resultar accesible y comprensible a los humanos, en palabras unidas como parábolas que acercan lo inalcanzable de Dios y hablan de lo que no puede ser hablado sino en parábolas. ¿No trasmite algo del misterio de Dios el afirmar que Jesús es la levadura universal con sus signos y palabras, con su muerte y resurrección, que igual coloca una chispa de luz en alguien deprimido, como estalla en el cosmos lanzándolo hacia Dios? J

esús de Nazaret es historia de Dios, historia no en directo como entendemos la historia, sino en referencia y cualificada, abierta a la interpretación en el Espíritu, en una palabra, parábola de Dios sobre Dios.La 1ª lec  nos habla de “sabiduría”. Una idea bíblica frecuente tan próxima al hombre y su experiencia, como a Dios y su misterio.

La sabiduría es arte de la vida buena, es contar con las habilidades y competencias -decimos hoy- para manejarse en la vida y tener éxito en ella. Requiere experiencia de vida, pero requiere también aportación de Dios, pues tener éxito ha de ser en clave de Dios, creador y mantenedor del universo. Y el evangelio, en parábola, nos cuestionará nuestra sabiduría propia, nuestros criterios de vida.

El final del evangelio es importante con la nueva parábola del escriba. Cuando quedaba claro que los escribas no aceptaban a Jesús y su mensaje, se ensalza a quienes siguen a Jesús y saben echar mano de las escrituras, aun sin ser de su competencia profesional. Como Mateo mismo que sabe utilizar en lo nuevo lo antiguo. La 2ª lectura continúa con el cap 8 de Rom. Trata de unir nuestro escoger a Dios con el inicial ser escogidos por él, todo unificado en la esperanza firme de su gloria. 

 

IDEAS PARA UNA HOMILÍA POSIBLE

Con frecuencia nos quejamos de la falta de valores de nuestra sociedad. Debiéramos comenzar por prestar atención a cuáles son los nuestros. A ello nos invitan las lecturas de hoy. Lo difícil es respondernos con verdad, al margen de las convenciones y de las mentiras personales con que funcionamos, que, de tan nuestras, ni sabemos distinguir. ¿Por qué, de verdad, nos jugaríamos lo que tenemos? ¿Por qué cosas arriesgaríamos nuestra buena salud, nuestros dineros, nuestros amores, nuestra fama o buen nombre? De otra manera, ¿qué es lo que ambicionamos, lo que nos gustaría ser o conseguir? Dicen que nadie valora de verdad su vida, mientras no ha encontrado una buena razón para perderla. ¿Cuál es mi tesoro, mi perla escondida, por la que dejaría todo lo que soy y tengo, el valor central que agrupa y reordena lo que pienso, siento y vivo? 

Cuidado y atención siempre con asuntos tan profundos que pueden crear confusión y hacen difícil separar cosas bien distintas pero tan vinculadas de costumbre que hacen tener por valores lo que no son sino posturas que me definen o identifican. No vaya a ser mi valor el ser tan progre y avanzado que nadie me gane y que por nada pueda dejar de serlo, o tan fiel y cumplidor de todo lo determinado desde arriba que ni me atreva a preguntarme o cuestionarme de nada. Esa especie de santidad de izquierdas o de derechas tan preocupada de la imagen que olvida los verdaderos valores y, sobre todo, olvida lo de la red, llena de peces buenos y malos, imagen, como la cizaña, de la dura aceptación de la coincidencia de lo bueno y lo malo, y de la renuncia a toda pureza absoluta ni en las acciones ni en las intenciones. El tesoro y la perla y el arca es el reino, pero mientras andamos por aquí, ni hay tesoro, ni perla, ni reino que vaya más allá de su pura búsqueda o que pueda identificarse del todo con nuestros más insignes valores, pues estamos todos en la red. Y nadie es custodio del arca, si es estático, si no sabe extraer de ella de continuo lo nuevo y lo viejo para valorarlo y usarlo.  

José Javier Lizaur