Domingo 26 de abril – III de Pascua

Lecturas
Hch 3, 13-15  
Sal 4, 2. 4. 7. 9  
1Jn 2, 1-5  
Lc 24, 35-48
 

PRIMERAS IDEAS

                Que no perdamos la dinamicidad y expresividad de las fiestas pascuales. Es una cincuentena, y corremos peligro de perder fuerza en la expresión y celebración de un tiempo decisivo para la fe, que se alarga y resulta difícil mantener. Ornamentación, cantos, luces, ambiente. Y quedan las primeras comuniones.

                Concluye el evangelio con una frase sobre los testigos y la misma palabra está presente en la 1ª lec. Incluso en la 2ª pudiéramos hablar de alguna clase de testimonio. Es una palabra emparentada con martirio en su origen griego y que admite muchos sentidos. Somos testigos de algo que ha sucedido y luego lo contamos o escribimos. Sería el sentido de la 1ª lec. Somos testigos de coherencia interna, de que lo que hablamos y vivimos surge de lo más nuestro. Nos identificamos con una causa y nos comprometemos con ella hasta el final, con todas las consecuencias, hasta la muerte. Somos testigos de la causa de Jesús, en la que hemos descubierto nuestra propia y personal causa. La 2ª lec y el Ev irían más bien en esta dirección. Otra forma de entender el testigo se da en el campo jurídico, cuando se presta testimonio en favor o en contra de alguien. Jesús fue testigo en su propio juicio ante el requerimiento del sanedrín y será testigo nuestro, y juez y juicio, ante Dios. Hablamos mucho de testimonio cristiano. Hay llamadas al testimonio más cercanas a una arenga que al testimonio. Quienes se sienten ofendidos y atacados por el ambiente o por otros, con mayor facilidad entienden el testimonio en forma militante, casi militar. Suelen partir de una superioridad o autoridad implícita de la causa en la que se sienten comprometidos. Así eran antes con frecuencia nuestros célebres compromisos: sabíamos cómo habían de ser las cosas y, sin duda posible, testimoniábamos de ellas. Compromisos, claros y limpios, puros, al servicio de causas tan justas que eran santas. Ha habido o está habiendo una forma nueva de entender el mundo, más compleja y matizada, en la que no caben certezas absolutas a imponer a quienes no las gozan. Estamos más cerca de la mecha que aún humea y “del pábilo vacilante”. Más cerca de, con sencillez, dar alguna explicación coherente sobre lo que esperamos y por qué. Hay testimonios que alejan más que acercan, que casi humillan más que proponen. Son testimonios de cristiandad, en cuanto situación y establecimiento social del evangelio para todos, más que del mismo, como propuesta y horizonte, como impulso de salvación para el que cree. ¿Testigos de una salvación en la catástrofe o de un crecimiento tan lento que resulta desesperante? Testigos de la resurrección y de su fuerza. De la vida realmente viva que posee de Dios y goza y regala el resucitado.

                El “así estaba escrito” aparece en la 1ª lec y en el Ev. Hace referencia a las escrituras de Israel y descubre que coinciden con lo que ha sucedido al profeta Jesús. Hemos pensado a veces que una especie de destino ciego se cernía inexorable sobre Jesús, que él lo conocía bien y que su vida fue como atención y finura continua en cumplir todas las escrituras. Pensamos ahora que el “así estaba escrito” es lo que diríamos una especie de ‘relectura’ de textos anteriores que nos lleva a entender mejor y descubrir un sentido más profundo en la vida y muerte de Jesús. Sin esas escrituras no lo entenderíamos como es preciso, pero sin él, nadie descubriría que las escrituras quisieran decir eso. Descubrir al Señor resucitado tuvo mucho que ver con ese repaso hondo de las escrituras, como vemos en los primeros textos cristianos. El “así estaba escrito” lo entendemos desde la vida muerte y resurrección de Jesús. Es  un elemento fundamental para comprender algo tan inimaginable como que toda la fuerza y la vida de Dios se hacen presentes en el humillado, condenado y muerto en una causa, como tantas otras, pretendidamente justa.

                 La 1ª lec, del libro de los Hechos, forma parte de un discurso de Pedro ante la gente que ha quedado admirada de la curación por el mismo Pedro de un inválido. No le basta a Pedro la admiración, busca la fe de la conversión. Hay que creer en la fuerza y energía que brota de un crucificado vuelto por Dios a la vida, que cura a un hombre y renueva el mundo por el perdón de todos los pecados. Los títulos que en el discurso se atribuyen a Jesús son todavía sobrios y sencillos: el siervo, el justo, el santo, autor de la vida. Y busca disculpas para el pueblo y las autoridades en la ejecución de Jesús.

                La 2ª lec, como todos estos domingos del ciclo B. Debe de tener ideas bastante diferentes de las nuestras respecto al pecado y su perdón. Como si pensara en la imposibilidad de pecar por parte de los que viven en la luz o en un perdón casi automático al tratarse de alguien a quien Dios ilumina y purifica, y la sangre de Cristo le sirve de ofrenda y sacrificio permanente en su favor. Cristo aparece como “abogado”, papel que en textos del Ev de Jn se atribuye también al Espíritu.

                El Ev, del de Lc. Tras el relato de Emaús e inmediatamente antes del final del mismo con la “ascensión”, un relato de apariciones según el esquema de “iniciativa del Resucitado, reconocimiento de los discípulos, misión de los mismos”. El reconocimiento del Jesús ‘anterior’ se verifica por las palabras y acciones de Jesús: “soy yo en persona”, tocad mis manos y pies llagados, la carne, los huesos y dadme comida. Demasiadas cosas para un “cuerpo espiritual”, un resucitado. Quiere dejar claro que es el mismo de antes de morir en cruz. Y que las escrituras se cumplen en él, con el mismo aval de Dios de que gozan ellas.    

PARA UNA POSIBLE HOMILÍA

                El mismo evangelio nos reconoce como testigos del Señor y como personas llenas de dudas y miedos. ¿Puede ser un fantasma? Perfectamente. Se presenta por su cuenta, se esfuerza en afirmar que es él mismo, les propone que lo palpen y que le den de comer. Le dan un pez asado, de esos tantos peces que luego se multiplican en la primera imaginería cristiana como símbolos de Cristo salvador, y se lo come. Lo que no puede ser es un resucitado al uso.

                Los primeros tenían miedo y dudas. Se alarmaban y sorprendían. Nosotros también. Otro año en Pascua, otro año en presencia de quien no veo y me ve, de quien como y no me come. Dicen que quedamos pocos y viejos: miedos y dudas. Que somos lo más conservador y poco vital de esta sociedad: alarmas y extrañezas. Que somos tan previsibles en todo lo que afirmamos y prohibimos, nada de sorpresas tan peligrosas siempre.

                 ¿Eres el resucitado? Eso sí sería alegría. “No acababan de creer por la alegría”. No por si comes o no, por si tienes pies y manos o no. Por la alegría, tan humana y sencilla, tan honda y persistente, tan sin motivo con frecuencia, por la alegría y el gozo y la paz que encuentro o deseo, si pienso que eres realmente el resucitado. Porque rezo los salmos, escucho las escrituras y me siento cercano a ti, tanto que noto tu respiración, tu Espíritu, a mi lado. Porque estamos muchos, viejos o no, sosos o no, y muchísimos en toda la tierra y, al vernos así todos, entre el dudar y el creer, entre el susto y el gozo, sospecho que andas entre nosotros y bien resucitado. Porque repartimos peces y pozos, corremos a donde hay hambre y sida, nos desesperamos de no saber o poder terminar con la injusticia, me parece que todos buscamos o tenemos algo más que nuestro propio cuidado y lo llamo vida nueva o resurrección. Porque no estoy dispuesto a aceptar que la maldad y los verdugos tengan la última palabra, creo en el perdón absoluto de las culpas. (Para que no queden maldad y verdugos hará falta perdón y amnistía total, si no, ahí quedarían ellos, presentes para siempre con su maldad.)

                De acuerdo con el Dios amor, de acuerdo con las escrituras santas, de acuerdo con una vida entregada y libre -la tuya-, de acuerdo con el perdón total, en desacuerdo con la traición, el sufrimiento y la muerte que te dieron, creo que eres la vida y la resurrección para todos y para siempre.

                Quizás, así de bajito, doy testimonio de ti, mi Dios, mi Cristo. Y estoy más contento.