Domingo 25 de enero – III del ordinario. Conversión de S. Pablo

Lecturas
Jon 3, 1-5. 10  
Sal 24, 4-9  
1Cor 7, 29-31  
Mc 1, 14-20
 

CUESTIONES SUELTAS 

               Hoy, por celebrarse este año como “paulino”, puede hacerse una de las celebraciones del domingo con todos los elementos correspondientes a esta fiesta. ¿Hasta qué punto y cómo vale para el caso de Pablo la expresión de “convertirse”? Era un fariseo rigurosamente monoteísta, fiel en extremo a la Ley y la alianza Flp 3, 5-6. De su monoteísmo no se convirtió. De su fidelidad a la ley y la alianza, quizá leyendo textos de Rom (7, 12-14) hubiera que matizar la respuesta. Del conjunto de su vida llegó a la conclusión de que todo era basura (Flp 3, 8) frente al descubrimiento de Cristo Jesús como única salvación. Ni nosotros ni nuestras obras según la ley nos salvan. Sólo Cristo que nos alcanza y al que seguimos luego incorporados ya a él (Flp 3, 12-14). ¿Cómo sucedería eso que llamamos conversión? ¿Una “caída” del caballo (?), presente en las 3 narraciones de los Hch  (9, 1-18; 22, 5-16; 26, 10-18) o algún tipo de proceso de iniciación bautismal con ‘iluminación’, ayunos, instrucciones, ‘padrinos’ Ananías, misiones, de todo lo cual quedan vestigios claros en los textos?  ¿Algo más personal e individual, como cuenta en sus cartas, de tipo teofanía o revelación-manifestación-iluminación (Gal 1, 12-17; 1Cor 9, 1 y 15, 9; Flp 3, 6-8)? Tampoco Pablo se convirtió y terminado. También sucede en él un proceso interno de maduración y avance espiritual que percibimos en sus cartas. Nunca, nadie, estamos convertidos del todo y aguardamos la identificación plena con Cristo, en su manifestación y la nuestra.

                Hoy también puede celebrarse la Eucaristía con los textos oracionales y de alabanza propios de los días de oración por la  unidad de las Iglesias. Es el último día de esta semana de oración.

                ¡Quién supiera escribir relatos tan deliciosos como el de Jonás! Saber hablar o escribir de Dios sin tenerlo que citar continuamente, con buen humor y brevedad, dejando claritas varias cosas de su misterio. Una pena, que este Jonás todavía figure entre los profetas. Es otra de esas figuras que tenían carta de naturaleza en el acerbo de la cultura común que hoy va desapareciendo. También es una escena artística muy utilizada en el cristianismo antiguo para representar la resurrección del Señor (Ya lo había iniciado Mateo, al hacer de Jonás signo de la resurrección, 12, 38-40). Este domingo en que hablaremos probablemente de universalismo por S. Pablo o de ecumenismo viene muy a propósito este cuentecillo lleno de humor y de ironía, pero sin resquicio alguno que permita particularismos o prebendas ante Dios. Todos, hasta los marineros son buenos. Sólo Jonás es rebelde. Y Dios se desdice del castigo y deja que su profeta quede en mal lugar -y vaya cómo se enfada el profeta- con tal de salvar a todos y extender su misericordia a los más ignorantes y pobres.

                 La 1ª lec pertenece como decimos al libro de Jonás, escrito hacia el S V antes de C, para romper el particularismo y la tendencia endémica del judaísmo del postexilio.

                La 2ª lec continúa con la 1Cor esta vez en torno a la segunda cuestión que le plantean a Pablo sobre el acierto o desacierto del casarse o no casarse. Muy pronto, entre los primeros cristianos -se puede ver también en las cartas de Juan o en otras de Pablo y en las pastorales- se dieron tendencias puritanas sobre sexualidad y comidas. Interesante la distinción que hace Pablo entre lo dicho por el Señor (10) y lo dicho por él (12). ¿Qué aplicaciones pudieran sacarse de la afirmación de la carta de “Dios nos ha llamado a una vida de paz. ¿Quién te dice que vas a salvar a tu mujer? ¿Quién te dice que has de salvar a tu marido?” (15-16) Muchas cosas en torno a estos temas podían haber tenido salidas muy diferentes. Quizá muchos de los razonamientos, bastante extensos, que presenta Pablo en este capítulo no sean hoy válidos. Pero el texto que escuchamos hoy (29-31) coloca la vida cristiana y todas sus decisiones bajo la perspectiva de la vuelta del Señor y de la ‘inconsistencia’ de la vida humana. Abre espacio a una insospechada libertad cristiana. Estas razones ¿siguen válidas hoy o no?

                El Ev viene a ser la otra forma de llamada de Dios respecto a la del domingo pasado en el Ev de Juan. Los mismos personajes, pero con una llamada rotunda e inapelable: si Dios llama, no hay más que decir. Aparece aquí la imagen de “pescadores de hombres”. Los peces fuera del agua mueren. Los hombres fuera del agua viven. Pero, el agua y la vida y el Espíritu y el bautismo ¿no sugieren otra simbolización más positiva respecto del agua y la salvación humana? Mc  y Lc presentan la actividad de Jesús, después de que el Bautista haya sido detenido. ¿Entiende Jesús en lo que sucede con Juan cuál va a ser muy probablemente su futuro?

                 PARA UNA HOMILÍA POSIBLE

                Todo, absolutamente todo, debiera estar en la Iglesia bajo la instancia de las primeras palabras que Marcos pone en boca de Jesús: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.” De ella brota el consuelo, la energía, la crítica para toda comunidad de cualquier tiempo y sitio. Se ha cumplido el plazo. Eso que solemos expresar de que vivimos tiempos últimos, en los que sólo la paciencia de Dios convertida en salvación mantiene abiertos los tiempos finales. Que no queda ninguna novedad decisiva que nos pueda salvar más que la que ya tenemos en Jesús y el evangelio. Que el reino de Dios, esa situación ideal que Dios sueña y prepara para todos, está ya entre nosotros viva y operante. Que nos hemos de volver hacia esta noticia y creerla, cuando a primera vista resalta la ausencia de ese reino y de su Dios. Creer esa noticia, ese anuncio, esa nueva es tener fe en un evangelio noticia que nos salva de raíz a todos y para siempre. Pero la noticia, aceptada en la fe, es mucho más que noticia: es acontecimiento de salvación en acto, el reino invadiéndome a mí también. ¿Hay mayor consuelo para todo el que sufre, para el pobre, que saber que el reino ya está aquí, aunque no se note? ¿Alguna energía será comparable a la certeza de que el Dios que cambia las cosas va entre nosotros, nos acompaña y queremos y podemos colaborar y ayudarle? Mientras creemos bobadas y discutimos tiquismiquis, ¡qué sonrojo descubrir que no creemos en lo fundamental, el reino, Dios entre nosotros, y la fuerza y esperanza consiguiente!

                A diferencia del evangelio del domingo pasado, en este no queda huella alguna de la decisión personal de los discípulos. Escuchan la llamada y, sin cuestionamiento ni pregunta, siguen a Jesús y lo dejan todo. A partir de ahí, hacen grupo con Jesús de forma que en este evangelio, nunca se separan de él -salvo lógicamente en la misión a que son enviados (6, 12)- y por desgracia, al final, en la pasión y muerte de Jesús (14, 50). ¿Qué entenderían del Reino de Dios y la conversión reclamada por Jesús? Entienden la agrupación alrededor de él y su compañía. Les cuesta creer, les cuesta comprender (6, 52; 7, 18; 8, 17-18; 9, 32), pero están siempre con él, le abandonan en su pasión y se reagrupan tras su muerte para volver a descubrirlo vivo entre ellos: el reino y todo su proceso. Al final saben todo lo que se puede saber del reino de Dios y su misterio. Jesús de Nazaret con el que han formado grupo, al que han acompañado, es el compendio único del reino de Dios. “Convertíos y creed en el Evangelio.”

                                  J. Javier Lizaur