Domingo 22 de junio de 2008 – XII del tiempo ordinario

Lecturas:
Jr 20, 10-13.
Sal 68, 8-10. 14. 17. 33-35.
Rom 5, 12-15.
Mt 10, 26-33. 

 

SUGERENCIAS. IDEAS SUELTAS

El miedo. Ha merecido toda clase de estudios. Tiene ciertamente mala prensa. Los héroes, los hombres y mujeres enteros, no lo padecen o no lo muestran. A todos nos enseñan ejercicios para vencer el miedo. El miedo es demasiado personal y subjetivo, sin que nadie pueda negarle nunca un punto de objetividad. El miedo es plural y diverso; es contagioso. Forma parte de la salvación integral: “libres de temor,” Lc 1, 74. Salvados, no pasaremos miedo. Pasa miedo Jeremías de habladurías y cuchicheos, de amenazas de humillación y venganza (1ª lec). En la 2ª lec aparece la muerte, causa de un miedo prácticamente universal. Y el evangelio nos manda que no pasemos miedo ni de los hombres, que no tienen la última palabra, ni de la muerte corporal que dejará espacio a la intervención salvadora de Dios.

¿Se puede “mandar” no pasar miedo? Muy probablemente no; el mundo de los sentimientos no está sujeto a la voluntad, y menos de otro. (Es como ‘mandar amar’, y esto último lo damos por evidente en el ámbito cristiano). Sería una vivísima recomendación, que repetida y viniendo de quien viene, es para nosotros fuente de la pérdida del miedo. Porque el antídoto frente al miedo es la confianza, cualquier confianza, descarga siempre del miedo. Por eso el miedo de Jr se diluye en la afirmación fundamental de “porque a ti he encomendado mi causa” (1ª). ¿Puede decirse algo más y mejor contra el miedo?

Llevamos varios domingos con la carta a los Romanos de 2ª lectura y nos va a durar hasta mediados de septiembre. No sería mala ocasión, aun contando con el verano, para dedicarle mucha mayor atención, tratándose de uno de los textos fundamentales de la vida cristiana. Hablar y pensar sobre la condición de los humanos, su justificación, el individuo y su vida nueva, el Espíritu, la elección de un pueblo por Dios y otros temas menores, exige recurrir a esta carta. Lo que no sé es si somos capaces o resulta conveniente dedicar a este texto cristiano las homilías de estos domingos. Al menos, no es frecuente, ni mucho menos esperado por los fieles. Hoy, la lectura resalta la desmesura de la gracia, la desproporción, respecto al pecado, y la semejanza y la desigualdad de Adán y de Jesucristo. Otro buen motivo para perder el miedo.

El texto del evangelio forma parte de un discurso (uno de los cinco de este evangelio), como de envío por Jesús de sus discípulos. Les da instrucciones y les anima. En gran parte argumenta sobre vencer el miedo y mantener la confianza.

 

IDEAS PARA UNA POSIBLE HOMILÍA

No tengáis miedo. Por tres veces lo repite hoy el evangelio. ¿Pasamos hoy miedo los cristianos? ¿De qué tenemos miedo? Nos dicen que estamos perseguidos y mal vistos. Siempre albergo la duda, primero de si nos persiguen de verdad, y segundo de si somos mal vistos por ser cristianos cabales o por no serlo. Tampoco es igual perseguirnos o despreciarnos o ignorarnos. ¿De qué se trataría en realidad? En todos estos aspectos es bien peligrosa la generalización y los prejuicios, más olvidando de dónde partimos.

No tengáis miedo: nada hay encubierto que no termine por descubrirse. ¿Tenemos mucho que ocultar los cristianos? Nuestra historia es compleja y encierra errores y pecados. No creo que más o menos que otros. Y sí tenemos, como otros, muchísimo de lo que estar satisfechos (personalización, raciocinio, libertad, solidaridad, abnegación, entrega…). Ni somos más ni menos que nadie, tenemos nuestras cosas que asumir, tenemos muchísimas de las que estar muy satisfechos. No tengamos miedo y presentémonos tal como somos y nos vemos.

No tengáis miedo a eso de matar el cuerpo o el alma, lo visible o lo invisible del hombre. El cuerpo suele estar más claro quién lo mata. Pero, ¿quién mata las ilusiones, los sueños, las utopías, las esperanzas de los pobres, de que “otro mundo es posible”, otra Iglesia es posible, el Concilio fue posible? No tengáis miedo ni a los que tumban todo esto y sonríen satisfechos. Ni van a recuperar los “vestidos y odres viejos” ni tienen paños nuevos, que ya se les han envejecido de nuevo entre las manos. Y los que han caído con esos sueños valen mucho, mucho más, que un par de gorriones ante Dios, ese Dios que se presenta en el Ap proclamando que “hago nuevas todas las cosas” (21, 5).

No tengáis miedo, que el Dios de la misericordia y los gorriones sigue atentamente hasta los procesos de calvicie o los desmadres de las hormonas. Y quienes han perdido pelo y belleza y fuerza y juventud en todo este lío de Iglesia y sus utopías y concilio, sus pasos atrás y sus miedos incesantes, sepan que el Padre del cielo dará la cara por ellos. Como la dio por su Cristo, hito de belleza y entrega, estableciendo en él la comunión de todo en el rostro del Padre que da así la cara por su creación entera. Aleluya.

José Javier Lizaur