Domingo 13 de Julio – XV del tiempo ordinario

Lecturas:

Is 55, 10-11.

Sal 64, 10. 11. 12-13. 14.

Rom 8, 18-23.

Mt 13, 1-23.

   

 

 

IDEAS SUELTAS

Pensaremos hoy un poco en torno a la Biblia, la Escritura santa. El evangelio de hoy son parábolas y la 1ª lec de Isaías es una de las más conocidas y acertadas sobre la palabra de Dios en general. Como católicos de este país, nuestra formación y nuestra veneración por las Escrituras eran prácticamente nulas. Como tantas otras cosas, después del concilio, mejoró muchísimo, aunque sólo fuera por la escucha de la misma en las acciones litúrgicas en lengua común. Estudiamos en círculos o en tiempos especiales, y con gran provecho, muchos aspectos de la Escritura.

 

Pero todo esto nos ha coincidido con los momentos de mayor avance en el estudio crítico de la misma y de su desestructuración en temas, autores, fuentes, formas literarias, pensamiento judío o griego y formas de entender la narración, la historia, los diferentes géneros literarios. Y ya tenemos, casi sin empezar, el desencanto. Nos inquieta saber (“comprender” diría Mt 13) lo que leemos o escuchamos, saberlo actualizar, qué hay de verdad y de qué clase en todo ello. Nos perdemos en la maraña de tantos puntos de vista diferentes, simultáneos, y ciertos todos. Con casos tan curiosos como que nos hayamos familiarizado más y nos asuste menos desmontar el evangelio de Juan que los textos de Jueces o Samuel. ¿Cómo no perder en esta situación las ganas y el deseo por acudir siempre a la Escritura? ¿Renunciaremos a hacer de ella nuestra fuente primera de fe, ante las dificultades actuales? Una cuestión básica y a la que no prestamos atención es el puro texto: palabras relacionadas entre sí y montadas de una determinada manera dan lugar a juegos y matices y decires complejísimos. No perder de vista esta base, ayudar a descubrirla y valorarla para seguir apreciando correctamente la Escritura: son palabras sólo, y nada menos que palabras, con matices múltiples en su significado y más en su relación con las otras próximas palabras. Son palabras que trasladan y descubren mundos reales diferentes de las palabras. ¿Y la verdad? ¿Cuál? ¿La de las palabras, que tienen la suya independiente de la realidad? ¿Qué verdad podemos esperar de las palabras? ¿Se trata de la verdad histórica o científica -también sometidas igualmente al punto de mira subjetivo- que para nada busca la Escritura? ¿Cuál es la verdad que afirmamos de la Escritura? Necesitamos una aclaración precisa y fundamental, dados los estudios actuales, de cuál es el status real de la Escritura en la vida de la comunidad. No más palabras repetidas, convencionales, sobre lo importante que es la Escritura, ni voluntarismos para imponerla, sino la verdad de cómo hacer hoy frente a los problemas que surgen de su estudio serio, manteniendo a la vez, de corazón, su soberanía sobre la iglesia toda (DV). Difícil unión de lo fundamental y lo relativo.

            Desde hoy, en tres domingos, leeremos en el evangelio todo el cap 13 de Mt, dedicado a las parábolas. Les prestaremos atención otros domingos. Digamos hoy sólo que son parábolas, no alegorías -que exigirían que todas y cada una de las personas y situaciones tuvieran correspondencia en la situación real a desvelar-, y que Jesús que nunca explicó lo del reino, lo hizo siempre con parábolas. Todas las parábolas lo son del reino, no sólo las que comienzan “sucede con el reino como…” El evangelio y la 1ª lec de hoy son parábolas. La 2ª, de Rom, une cuerpo y creación para afirmar de los dos que desembocan en Dios, tras una vida en sufrimiento del que se van liberando hasta dar en Dios y como hijos suyos para siempre. Una visión evolutiva y progresiva, tan cara a Teilhard de Chardin, que se apoyaba en este texto.

  

IDEAS PARA UNA POSIBLE HOMILÍA

En torno al anuncio central de las parábolas de Jesús, han surgido elementos secundarios que intentan su aplicación concreta y moral para aquellos primeros grupos. La parábola hoy ocupa concretamente los versos 3b al 9. Del 10 al 17, encontramos un planteamiento general sobre la forma de anuncio de las parábolas, y del 18 al 23, la aplicación moral concreta de la parábola, que hacen los primeros seguidores para ellos mismos. El cap 12 es decepcionante respecto a la acogida de las palabras (12, 24-32) y signos (12, 38) de Jesús y concluye con un llamamiento a formar en torno a él una familia nueva (12, 48-50). En un nuevo intento, sale Jesús de esa casa y familia para dirigirse a gente endurecida, que sí se asombra (12, 23), pero no acoge. Y les quiere transmitir una certeza y una esperanza. El reino de Dios está ahí, en medio, y empuja y crece, a pesar de todas las incredulidades, escepticismos y hasta contradicciones. Crece y crece. Hay que saberlo ver en su crecimiento, tan próximo a nosotros. Crece rodeado de dificultades. Pero nada ni nadie podrá con él: ni la tierra dura del camino, ni las espinas, ni las piedras, ni el sol, ni los pájaros. Crecerá y dará fruto abundante; da igual que sea del 30, del 60, del 100 por uno, pues el reino crece siempre en desproporción. Y la llamada de la parábola es a ‘comprender’. Difícil entre tan abundante superficialidad y dureza, seguir creyendo que el reino crece. Difícil, entre la falta de crítica y criterio sobre zarzas y espinas. Difícil, en el secarral antiecológico y la fácil apropiación del reino por pájaros de paso empeñados en mostrarlo como suyo. Comprender qué lento, silencioso, humilde y, sin embargo, imparable, crece el reino a nuestro lado. Siempre. Comprender que el universo entero está todavía de parto (2ª lec) y la creación nueva, el reino, es tan absolutamente maravilloso y diferente que no llegamos ni a imaginar cómo será su plenitud. Sólo podemos notarlo en su brotar y crecer mientras lo hace entre nosotros. Comprender todo esto nos convierte en discípulos de la casa y familia de Jesús. Pacientes y contentos, contemplamos y entrevemos el reino que crece y crece, a pesar de todo lo que se pueda objetar sensatamente sobre ese crecimiento. La vida nueva está al llegar. La cosecha es inminente.

 PD. Hasta los economistas más duros (y antropólogos, pensadores, sociólogos y demás) suelen hoy apelar al evangelio. Se le denomina y conoce como “principio-Mateo o mateano”: v. 12: ‘porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene’. ¿A que se presta a muy sabrosos, variados y sarcásticos comentarios?  José Javier Lizaur