Mendekoste – A (Joan 20,19-23)

HASIERA BERRIA

Jesus erailtzeak izuturik, ikasleak etxe ezagun batean babestu dira. Elkartu dira berriro, baina Jesus ez dute jadanik berekin. Elkartean hutsune bat dute, inork bete ezin duena. Jesus falta zaie. Ezin dituzte jadanik suzko haren hitzak entzun. Ezin dute hura jadanik ikusi zoritxarrak jotako jendea samurkiro bedeinkatzen. Nori jarraituko diote orain?

Iluntzen ari du Jerusalemen; baita ikasleen bihotzean ere. Ezin kontsolatu ditu inork beren tristuratik. Pixkana-pixkana, beldurra ari da nagusitzen guztiez, baina Jesus ez dute beren artean aupa esanez bihotz emateko. Nolabaiteko segurtasun-apur bat ematen diena «ateak itxirik edukitzea» da. Inork ez du pentsatzen jadanik bideari ekitea Jainkoaren erreinua hots egiteko eta bizitza sendatzeko. Jesus gabe, nolatan kutsa dezakete haren Berri Ona?

Joan ebanjelariak era gaindiezinean deskribatu du ikasleengan gertatu den eraldaketa, Jesus, bizi-bizirik, beraien artean presente egin denean. Berpiztua bere elkartearen erdian dago berriro. Horrela izango da beti. Berarekin dena da posible: guztiok beldurretik liberatzea, ateak irekitzea eta ebanjelizazioa abian ipintzea.

Kontakizunaren arabera, Jesusek bere elkarteari ufatu dion lehenengo gauza bere bakea da. Inolako aurpegiratzerik ez bera alde batera utzi dutelako, inongo kexarik ez, gaitzespenik ez. Bakar-bakarrik, bakea eta poza. Beraren hats kreatzailea sentitu dute ikasleek. Dena hasi da berriro. Espirituak eraginik, lankide izaten jarraituko dute mendetan barna Aitak Jesusi gomendatu dion egitasmo salbatzaile berean.

Elizak gaur egun behar duena, ez dira erreforma erlijiosoak eta elkartasunerako, komuniorako, deiak bakarrik. Behar duguna, geure elkarteetan «hasiera berri bat» esperimentatzea da, geure artean Jesusen presentzia bizia sumatzen hasirik. Berari bakarrik dagokio Elizan erdigunea. Berak bakarrik eragin dezake elkartasuna, komunioa. Berak bakarrik eraberritu dezake gure bihotza.

Ez dira aski gure ahaleginak eta gure lanak. Jesus da zeruertzaren aldaketa leherrarazi dezakeena, beldurretik eta errezeloetatik liberatzea, bakearen eta baretasunaren klima sortzea, hartaraino behar baitugu hori guztia ateak irekitzeko eta ebanjelioa partekatzeko geure aldi honetako gizon-emakumeekin.

Baina beraren presentzia geure artean fedez onartzen ikasi beharra dugu. Jesus zortzigarren egunean berriro aurkeztu denean, narratzaileak diosku ateak itxirik daudela artean. Ez da Tomas bakarrik Berpiztuagan konfiantzaz sinesten ikasi behar duena. Gainerako ikasleek ere gaindituz joan behar dute beren beldurra eta duda-mudak, artean atean itxirik jarraitzen baitute ebanjelizaziora joateko.

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

NUEVO INICIO

Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero ya no está Jesús con ellos. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. No pueden escuchar sus palabras llenas de fuego. No pueden verlo bendiciendo con ternura a los desgraciados. ¿A quién seguirán ahora?

Está anocheciendo en Jerusalén y también en su corazón. Nadie los puede consolar de su tristeza. Poco a poco, el miedo se va apoderando de todos, pero no tienen a Jesús para que fortalezca su ánimo. Lo único que les da cierta seguridad es «cerrar las puertas». Ya nadie piensa en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Sin Jesús, ¿cómo van a contagiar su Buena Noticia?

El evangelista Juan describe de manera insuperable la transformación que se produce en los discípulos cuando Jesús, lleno de vida, se hace presente en medio de ellos. El Resucitado está de nuevo en el centro de su comunidad. Así ha de ser para siempre. Con él todo es posible: liberarnos del miedo, abrir las puertas y poner en marcha la evangelización.

Según el relato, lo primero que infunde Jesús a su comunidad es su paz. Ningún reproche por haberlo abandonado, ninguna queja ni reprobación. Solo paz y alegría. Los discípulos sienten su aliento creador. Todo comienza de nuevo. Impulsados por su Espíritu, seguirán colaborando a lo largo de los siglos en el mismo proyecto salvador que el Padre ha encomendado a Jesús.

Lo que necesita hoy la Iglesia no es solo reformas religiosas y llamadas a la comunión. Necesitamos experimentar en nuestras comunidades un «nuevo inicio» a partir de la presencia viva de Jesús en medio de nosotros. Solo él ha de ocupar el centro de la Iglesia. Solo él puede impulsar la comunión. Solo él puede renovar nuestros corazones.

No bastan nuestros esfuerzos y trabajos. Es Jesús quien puede desencadenar el cambio de horizonte, la liberación del miedo y los recelos, el clima nuevo de paz y serenidad que tanto necesitamos para abrir las puertas y ser capaces de compartir el evangelio con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Pero hemos de aprender a acoger con fe su presencia en medio de nosotros. Cuando Jesús vuelve a presentarse a los ocho días, el narrador nos dice que todavía las puertas siguen cerradas. No es solo Tomás quien ha de aprender a creer con confianza en el Resucitado. También los demás discípulos han de ir superando poco a poco las dudas y miedos que todavía les hacen vivir con las puertas cerradas a la evangelización.

José Antonio Pagola

DOMINGO 5º DE PASCUA (A) Fray Marcos

(Hch 6,1-7) Escoged a siete de vosotros… y les encargaremos de esa tarea.

(1Pe 2,4-9) Raza elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo suyo.

(Jn 14,1-12) Yo soy camino, verdad, vida. Nadie va al Padre sino por mí.

Jesús no es otro Dios sino el mismo Dios-Vida. Al manifestar lo que Dios es en él, se convierte en único Camino para todos.

El contexto de este evangelio es el discurso de despedida después de la cena en el evangelio de Juan. En el capítulo 13 el centro es Jesús. Termina con la despedida, diciendo: a donde yo voy vosotros no podéis venir. En este capítulo 14 el centro es el Padre. El ambiente es de profunda inquietud y zozobra. La traición de Judas, el anuncio de la negación de Pedro, el anuncio de la partida. Todo es terriblemente inquietante. Está justificada la repetida invitación a la confianza. La clave del mensaje en este capítulo es la relación de Jesús y la de sus discípulos con el Padre.

Aunque Juan pone en boca de Jesús todo el discurso, en realidad se trata de reflexiones de la comunidad a través de muchos años de vivencias. Lo que se propone como futuro, es ya presente para el que escribe y la comunidad para la que se escribe. Pero este presente deja entrever un nuevo futuro que el Espíritu irá realizando. Se nota la dificultad que tiene la comunidad de expresar su experiencia. Esta vivencia pascual está anclada en la presencia viva de Jesús, del Espíritu y del Padre. Los tres forman parte de una Realidad que los acompaña y les transforma.

Creed en Dios y creed también en mí. “Pisteuete eis”, no significa creer, en el sentido que damos hoy a la palabra. Sería “creer en sentido bíblico, es decir, poned la confianza en alguien. Juan utiliza esta construcción 30 veces, aplicada a Jesús. Solo en 12,44 y aquí pone como término a Dios, indicando claramente la identidad de ambas adhesiones. La confianza en Jesús y la confianza en Dios son la misma realidad. Si buscan a Dios, están en el buen camino, porque están con él. No tienen nada que temer porque en Jesús está ya el Padre con el que está identificado.

En el hogar de mi Padre, hay sitio para todos. El lenguaje mítico nos puede despistar. Jesús va al Padre, para procurarles un tipo de relación con Dios, similar a la suya. No se trata de un lugar, sino del ámbito del amor de Dios. En el corazón de Dios, todos tienen cabida. Todos estamos llamados a formar en Dios una misma Realidad con Él. Jesús está en el seno del Padre y todos pueden descubrirse allí.

Todo es lenguaje es mítico-simbólico. Me voy, me quedo, vuelvo, no se puede entender literalmente. Esta teología es clave para entender la marcha de Jesús y a la vez, su permanencia. Aunque la formulación es mítica, el mensaje sigue siendo válido. Hoy tendríamos que decir que la meta de todo está en Dios. Lo que tenemos que descubrir y vivir ya aquí es esa identificación con Dios. En Jesús, Dios ha manifestado su proyecto para el hombre, que se tiene que realizar en cada uno.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Lo que se quiere decir está más allá de la capacidad del lenguaje. Camino, Verdad, Vida hacen referencia al Padre que está, identificado con Jesús. no hay un Jesús separado que se identifica con Dios sino una única Realidad que se manifiesta en Jesús. Se han dado infinidad de interpretaciones desde los primeros padres y siguen hoy los exegetas intentando desentrañar el significado del texto que desborda toda explicación.

Jesús es Camino, que empieza y termina en Dios. No hay ningún espacio entre Jesús y Dios. Desde Dios hasta Dios no puede haber ningún trecho. Jesús es, como todo ser humano, un proyecto ya realizado, porque recorrió el camino que le llevó a la plenitud humana. Ese camino es el amor total que abarca toda su vida. Los que le siguen deben recorrer también ese camino es decir ir de Dios que es su origen hasta Dios que es la meta. En el AT el camino era el cumplimiento de la Ley. Ahora es Jesús.

Yo soy verdad, es decir, soy lo que tengo que ser. No se trata de la verdad lógica sino de la verdad ontológica que hace referencia al ser. Jesús es auténtico, hace presente a Dios, que es su verdadero ser. Lo contrario sería ser falso. “Yo soy” es el nombre que se dio a sí mismo Dios en la zarza. Juan repite hasta la saciedad el “yo soy”. El complemento puede ser cualquiera: puerta, pastor, camino, vida, verdad, vid. Si descubro y vivo que Dios está identificado conmigo, ya lo soy todo.

Yo soy Vida, es decir, lo esencial de mi ser está en la energía (Dios) que hace que sea lo que soy. «El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me coma, vivirá por mí.» Está hablando de la misma Vida-Dios que se le ha comunicado a él y que se nos comunica a nosotros. De la misma manera que no podemos encontrar la vida biológica independientemente de un ser que la posea, así no podemos encontrarnos con un Dios ahí fuera separado de un ser que lo manifieste.

Nadie va al Padre sino por mí. También se podía decir: a nadie viene el Padre si no es por mí. En c. 6 había dicho: “nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Las dos ideas se complementan. Para el que nace del Espíritu, el Padre no es alguien lejano ni en espacio ni en tiempo, su presencia es inmediata. Hacerse hijo es hacer presente al Padre. La identificación con Jesús, hace al discípulo participar de la misma Vida-Dios. Ni el Padre tiene que venir de ninguna parte ni nosotros que ir.

“Si llegáis a conocerme del todo, conoceréis también a mi Padre”. Una vez más se refleja el “ya, pero todavía no” de la primera comunidad. El seguimiento de Jesús es un dinamismo constante. No se trata de progresar en el conocimiento, sino en la comunión por amor. El conocimiento vivencial de Jesús, hará que el Padre se manifieste en el discípulo. Lo que pide Felipe es una teofanía como las narradas en el AT. Piensa que Jesús es un representante de Dios, no la presencia de Dios.

¿Cómo dices tú, muéstranos al Padre? Esta queja es una clara reflexión pascual. En su vida pública, sus seguidores no entendieron ni jota de lo que era Jesús. Felipe sigue separando a Dios del hombre. No ha descubierto el alcance del amor-Dios ni su proyecto sobre el hombre. No se han enterado de que Dios sólo es visible en el hombre. Desde esta perspectiva, Jesús podía decir: quien me ve a mí, ve a mi Padre. Y, si me amarais os alegraríais de que vaya al Padre porque el Padre es más que yo. Seguimos cayendo en la trampa de querer ver a Dios.

“Las exigencias que os propongo no son mías”. “Remata” no significa dicho o palabra sino propuesta, exigencia manifestada en la vida. A continuación, habla de obras: “el Padre que permanece en mí, él mismo hace las obras”. Las obras son la manifestación de que Dios está en Jesús. El Padre ejerce su actividad creadora a través de Jesús. Él propone las “exigencias” que Dios le pidió y realizó.

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ZER DA KRISTAUTASUNA?

Lehen eta bigarren belaunaldiko kristauek ez zuten pentsatu beraiengandik erlijio bat sortzen ari zenik. Izatez, ez zekiten zein izen eman ere modu sumatu gabean hazten ari zen mugimendu hari. Artean Jesus oroitzearen zirrarapean bizi ziren, bera beren artean bizirik sentitzen zutela.

Horregatik, Korinto edo Efeso bezalako hirietan elkartzen ziren taldeei «eliza» deitzen hasi ziren, hau da, Jesusekiko fede bakarrak deiturik eratzen ari ziren elkarte. Beste alde batzuetan, kristautasunari «bidea» deitzen zioten. Idazki batek, 80. urte inguruan idatziak, eta Hebrearrei gutuna deitzen denak esaten du «bide berri eta bizi bat dela» bizitzari aurre egiteko. Jesusek «hasitako» bidea, «beragan begiak ezarririk» korritu behar dena.

Ez da inolako dudarik. Lehen fededun haientzat, kristautasuna ez zen propioki erlijio bat, baizik eta bizitzeko era berri bat. Lehenengo gauza beraientzat ez zen erakunde erlijioso batean bizitzea, baizik eta Jesus bezala bizitzen ikastea inperio zabal haren baitan. Horretan zuten beren indarra. Hori zen guztiei eskaintzen ahal zietena.

Ingurumen honetan ondo ulertzen dira laugarren ebanjelioak Jesusen ahoan ipintzen dituen hitzak: «Ni naiz bidea, egia eta bizia». Hau da kristautasunaren abiada-puntua. Kristaua gizon edo emakume bat da, Jesusengan aurkituz doana bizitzeko biderik egokiena, norabidetzeko egiarik seguruena, bizitzako sekreturik esperantzagarriena.

Bide hau oso zehatza da. Ezer gutxirako da nork bere burua kontserbadore sentitzea edota nork bere burua aurrerakoitzat ematea. Beste bat da egin beharko genukeen hautua. Edota bizitza geure erara antolatu edota nola bizi Jesusengandik ikasi. Aukera egin beharra dugu.

Axolarik eza sufritzen ari direnekiko edota gupida bere forma guztietan. Ongizatea niretzat eta nireentzat bakarrik edota mundu gizatiarrago bat guztientzat. Tolerantziarik eza eta bazter uztea desberdin direnentzat edota jarrera irekia eta onargarria guztientzat. Jainkoaz ahaztea edota konfiantzazko harremanak izatea guztien Aitarekin. Fatalismoa eta etsipena edota azken esperantza kreazio osoarentzat.

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

¿QUÉ ES EL CRISTIANISMO?

Los cristianos de la primera y segunda generación nunca pensaron que con ellos estaba naciendo una religión. De hecho, no sabían con qué nombre designar a aquel movimiento que iba creciendo de manera insospechada. Todavía vivían impactados por el recuerdo de Jesús, al que sentían vivo en medio de ellos.

Por eso, los grupos que se reunían en ciudades como Corinto o Éfeso comenzaron a llamarse «iglesias», es decir, comunidades que se van formando convocadas por una misma fe en Jesús. En otras partes, al cristianismo lo llamaban «el camino». Un escrito redactado hacia el año 80 y que se llama carta a los Hebreos dice que es un «camino nuevo y vivo» para enfrentarse a la vida. El camino «inaugurado» por Jesús y que hay que recorrer «con los ojos fijos en él».

No hay duda alguna. Para estos primeros creyentes, el cristianismo no era propiamente una religión, sino una forma nueva de vivir. Lo primero para ellos no era vivir dentro de una institución religiosa, sino aprender juntos a vivir como Jesús en medio de aquel vasto imperio. Aquí estaba su fuerza. Esto era lo que podían ofrecer a todos.

En este clima se entienden bien las palabras que el cuarto evangelio pone en labios de Jesús: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Este es el punto de arranque del cristianismo. Cristiano es un hombre o una mujer que en Jesús va descubriendo el camino más acertado para vivir, la verdad más segura para orientarse, el secreto más esperanzador de la vida.

Este camino es muy concreto. De poco sirve sentirse conservador o declararse progresista. La opción que hemos de hacer es otra. O nos organizamos la vida a nuestra manera o aprendemos a vivir desde Jesús. Hay que elegir.

Indiferencia hacia los que sufren o compasión bajo todas sus formas. Solo bienestar para mí y los míos o un mundo más humano para todos. Intolerancia y exclusión de quienes son diferentes o actitud abierta y acogedora hacia todos. Olvido de Dios o comunicación confiada en el Padre de todos. Fatalismo y resignación o esperanza última para la creación entera.

José Antonio Pagola

DOMINGO 4º DE PASCUA (A) Fray Marcos

(Hch 2,36-41) Jesús a quien vosotros crucificasteis Dios lo constituyó Señor

(1 Pe 2,20-25) Andabais descarriados, pero habéis vuelto a vuestro pastor.

(Jn 10,1-15) Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante.

Por Jesús lo divino entra en lo humano y lo humano en lo divino. Ya no son dos estancias separadas sino identificadas para siempre.

Aunque el evangelio de hoy ya no hable de apariciones, no nos apartamos del tema pascual, pues afirma expresamente: “Yo he venido para que tengan Vida y la tengan abundante”. Juan nos está diciendo lo que pensaban los cristianos de finales del siglo I en la comunidad donde se escribe el evangelio, no lo que pudo decir Jesús cuando vivía en Galilea. Esto es para nosotros más interesante que las mismas palabras de Jesús, porque nos habla de una vivencia provocada por Jesús Vivo.

El relato nos habla de la puerta y del pastor. En el fondo es la misma metáfora, porque la única puerta del aprisco era el pastor. El rebaño eran las 5 ó 10 ovejas o cabras, que eran la base de la economía familiar. Por la noche, después de haber llevado a pastar cada uno las suyas, se reunían todas en un aprisco, que consistía en una cerca de piedra con una entrada muy estrecha para que tuvieran que pasar las ovejas de una en una y así poder controlarlas. Esa entrada no tenía puerta, sino que un guarda, allí colocado, hacía de puerta y las cuidaba durante la noche.

Por la mañana cada pastor iba a sacar las suyas para llevarlas a pastar. Esto se hacía por medio de un silbido o de una voz que las ovejas conocían bien. Incluso tenían su propio nombre como nuestros perros hoy. Cuando oían la voz, las ovejas que se identificaban con ella, salían. Con estos datos se entiende perfectamente el relato. Jesús se identifica con el pastor que cuida las ovejas como algo propio, pero no porque de ellas depende su familia, sino porque le interesan las ovejas por sí mismas. No le mueve ningún provecho personal sino el fortalecer a cada oveja.

El texto habla de comparación (paroimian). La comparación pretende explicar lo que es una cosa a través de otra que conocemos mejor. Ni Jesús es pastor ni nosotros borregos. Jesús nos lleva a los pastos después de haberse alimentado. Y ya sabemos que su alimento fue hacer la voluntad del Padre. Hace referencia a esos dirigentes de todos los tiempos, que debían ser pastores, pero que en ved de cuidar de las ovejas, se pastorean a sí mismos y utilizan las ovejas en beneficio propio.

Las ovejas atienden a su voz porque la conocen. Una frase con profundas resonancias bíblicas. Oír la voz del Señor es conocer lo que nos pide, pero sobre todo obedecerle. Las llama por su nombre, porque cada una tiene nombre propio. Las que escuchan su voz, salen de la institución opresora y quedan en libertad. Jesús no viene a sustituir una institución por otra. No las saca de un corral para meterlas en otro. No son los miembros de la comunidad los que deben estar al servicio de la institución. Es la institución la que debe estar al servicio de cada uno.

En un mismo aprisco había ovejas de muchos dueños, por eso dice que saca todas las suyas que conocen su voz y le siguen. El texto quiere dejar claro que las ovejas no podían salir por sí mismas del estado de opresión, para ellas no había alternativa. Es Jesús el que les ofrece libertad y capacidad para decidir por sí mismas. Los dirigentes judíos son “extraños”, que no buscan la vida de las ovejas. Ellos las llevan a la muerte. Jesús les da vida. La diferencia no puede ser más radical. Por muy oveja que te sientas, tienes la obligación de distinguir al pastor auténtico del falso.

Él camina delante y las ovejas le siguen. Esto tiene más miga de lo que parece. Jesús recorrió una trayectoria humana. Esa experiencia nos sirve a nosotros de guía para recorrer el mismo camino. Para nosotros, esto es difícil de aceptar, porque tenemos una idea de Jesús-Dios que pasó por la vida humana de manera ficticia y con el comodín de la divinidad en la chistera. Ese Jesús no tendría ni idea de lo que significa ser hombre, y por lo tanto no puede servirnos de modelo. Esta falsa idea nos ha hecho creer que lo que hizo Jesús es marcarnos el camino desde fuera.

Yo soy la puerta. No se refiere al elemento que gira para cerrar o abrir, sino al hueco por donde se accede a un recinto. El pastor que cuidaba las ovejas era la única puerta. Por eso dice que es la puerta de las ovejas, no del redil. Todos los que han venido antes, son ladrones y bandidos, no han dado libertad/vida a las ovejas. Son tres los productos interesantes de las ovejas: leche, lana y carne. Los malos pastores buscan solo aprovecharse de esos productos. A las ovejas no pueden interesarles esos pastores que no les ayudan a desplegar su propio ser.

Entrar por la puerta que es Jesús, es lo mismo que «acercarse a él», «darle nuestra adhesión», esto lleva consigo asemejarse a él, ir como él a la búsqueda del bien del hombre. Él da la Vida definitiva, y el que posee esa Vida quedará a salvo de la explotación. Él es la alternativa al orden injusto. En Jesús, el hombre puede alcanzar la plena salvación. «Podrá entrar y salir», es decir, tendrá libertad de movimiento. «Encontrará pastos», dice lo mismo que “no pasará hambre, no pasará sed”. Se identifica el pasto con el pan de vida que es él mismo. La Ley sustituida por el amor.

Yo he venido para que tengan Vida y les rebose. Los dirigentes despojan a la gente del pueblo de lo que es suyo, sino que sacrifica a las ovejas, es decir, les quita la vida. La misión de Jesús es exactamente la contraria: les da Vida y las restituye en su verdadero ser. Los jerarcas les arruinan la vida biológica, manipulándolas y poniéndolas a su servicio. Jesús les da la verdadera Vida y con ella la biológica cobra pleno sentido. Jesús no busca su provecho ni el de Dios. Su único interés está en que cada oveja alcance su propia plenitud, desarrolle esa Vida aquí y ahora.

Es muy importante el versículo siguiente, que no hemos leído, para entender el significado del párrafo. “El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas”. El griego dice: «el modelo de pastor» (ho poimên ho kalos). La expresión denota excelencia (el vino en Jn 2,10). Sería el pastor por excelencia. «kalos» significa: bello, ideal, modelo de perfección, único en su género. No se trata solo de resaltar el carácter de bondad y de dulzura. En griego hay una palabra (agathos), que significa “bueno”; pero no es la que aquí se emplea. Jesús es el único pastor.

Se entrega él mismo. Entrega su vida. En griego hay tres palabras para designar vida: zoê, bios y psukhê; pero no significan lo mismo. El evangelio dice psykhên = vida sicológica, no biológica. Se trata de poner a disposición de los demás lo que uno es como ser humano, mientras vive entregándose al servicio de todos, no muriendo por ellos. El pastor modelo pone su vida al servicio de las ovejas para que vivan su misma vida sin limitación alguna. Al hacer esto, pone en evidencia la clase de Vida que posee y pretende que los que le siguen desplieguen esa misma Vida.

 

 

 

Pazkoaldiko-4-igandea-a-joan(10-1-15)

JESUSEN AHOTSA ENTZUN

Elizaren zenbait eremutan inoiz baino gehiago azpimarratzen da «Elizaren Irakaspen» indartsu baten premia, gaur egungo krisialdian fededunak gidatzeko. Dei hauek ez dute lortzen, ordea, Elizaren «baliogabetze» hazkorra gelditzea kristau-sektore zabaletan.

Izatez, gotzainen esku hartze ez gutxik kontrako erreakzioa eragiten du. Batzuek bero-bero goratzen dituzte; beste batzuek zorrotz kritikatzen, eta gehiengoa ahaztu egiten da egun gutxira. Bitartean, ebanjelioek guztiok interpelatzen gaituzten Jesusen hitz batzuk gogoratzen dizkigute: «Ardiek artzainari jarraitzen diote, honen ahotsa ezaguna dutelako».

Lehenengo gauza eta erabakitzailea gaur egun ere, Elizan, Jesu Kristoren «ahotsa» entzutea dugu, beraren berezitasun eta garbitasun osoan; ez tradizioena, ezta modaren berritasuna ere, ezta eliz arduradunen «kezkak», ezta teologoen «gustuak», ezta geure probetxu-nahiak, beldurrak edo egokitzapenak ere.

Honek guztiak ez nahastea eskatzen du, besterik gabe, Jesu Kristoren ahotsa Elizan jaulkitzen den edozein hitzarekin. Ez dugu segurutzat eman behar gotzainen esku hartze orotan, apaizen predikazio orotan, teologoen idazki orotan edota katekisten adierazpen orotan Jesusen ahotsa leial entzuten ari garela.

Beti izaten da arrisku bat. Eliza betetzekoa idazkiz eta artzain gutunez, teologiako, katekesiko eta predikuko dokumentuz eta liburuz, Jesusen, geure maisu bakar horren, ahots nahastezinaren ordezko bezala geure «zarata» ezarriz. Behin eta berriz gogorarazi zuen san Agustin gotzainak: «Maisu bakar bat dugu. Eta haren pean, ikaskide gara guztiok. Ez gara maisu bilakatzen pulpitutik hitz egiteagatik. Benetako maisuak barnetik hitz egiten du».

Geure buruari galdetu beharra dugu ea Elizan entzuten den hitza Galileatik datorren eta Berpiztuaren Espiritutik sortua den. Hau da gauza erabakitzailea; izan ere, irakaspena, predikua edo teologia gonbita izan behar du fededun guztientzat eta bakoitzarentzat Kristoren ahotsa leial entzutera. Jesusez zerbait «ikasten duenean» bakarrik bihurtzen da bat beraren jarraitzaile.

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

ESCUCHAR LA VOZ DE JESÚS

En algunos ámbitos de la Iglesia se insiste más que nunca en la necesidad de un «magisterio eclesiástico» fuerte para dirigir a los fieles en medio de la crisis actual. Estas llamadas no logran, sin embargo, detener su creciente «devaluación» entre amplios sectores de cristianos.

De hecho, no pocas intervenciones de los obispos provocan reacciones encontradas. Unos las alaban con fervor, otros las critican duramente, y la mayoría las olvida a los pocos días. Mientras tanto, en el evangelio se nos recuerdan unas palabras de Jesús que nos interpelan a todos: «Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz».

Lo primero y decisivo también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos «la voz» de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las tradiciones ni la novedad de las modas, no las «preocupaciones» de los eclesiásticos ni los «gustos» de los teólogos, no nuestros intereses, miedos o acomodaciones.

Esto exige no confundir sin más la voz de Jesucristo con cualquier palabra que se pronuncia en la Iglesia. No hemos de dar por supuesto que en toda intervención de los obispos, en toda predicación de los curas, en todo escrito de los teólogos o en toda exposición de los catequistas se está escuchando fielmente la voz de Jesús.

Siempre existe un riesgo. Que llenemos la Iglesia de escritos y cartas pastorales, de documentos y libros de teología, de catequesis y predicaciones, sustituyendo con nuestro «ruido» la voz inconfundible de Jesús, nuestro único maestro. Lo recordaba una y otra vez el obispo san Agustín: «Tenemos un solo maestro. Y, bajo él, todos somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».

Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea y nace del Espíritu del Resucitado. Esto es lo decisivo, pues el magisterio, la predicación o la teología han de ser una invitación a que todos y cada uno de los creyentes escuchemos de manera fiel la voz de Cristo. Solo cuando uno «aprende» algo de Jesús se convierte en su seguidor.

José Antonio Pagola

DOMINGO 3º DE PASCUA (A) Fray Marcos

(Hch 2,22-28) Pero Dios lo resucitó rompiendo las ataduras de la muerte.

(1 Pe 1,17-21) Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó y dio gloria.

(Lc 24,13-35) Partió el pan y se lo dio. Se abrieron sus ojos y lo reconocieron.  

A Jesús vivo debo encontrarlo en el otro: Todo encuentro profundamente humano hace presente a Jesús vivo (resucitado por mí)

Por tercer domingo consecutivo se nos propone un relato enmarcado en el “primer día de la semana”. Estos dos discípulos pasan, de creer en un Jesús profeta, pero condenado a una muerte destructora, a descubrirlo vivo y dándoles Vida. De la desesperanza, pasan a vivir la presencia de Jesús. Se alejaban de Jerusalén tristes y decepcionados; vuelven a toda prisa, contentos e ilusionados. El pesimismo les hace abandonar el grupo, el optimismo les obliga a volver para contar la gran noticia (todo según el relato).

El encuentro de los dos discípulos de Emaús con Jesús es un prodigio de teología narrativa. En ella podemos descubrir el verdadero sentido de los relatos de apariciones. El objetivo de todos ellos es llevarnos a participar de la experiencia pascual que los primeros seguidores de Jesús vivieron. En ningún caso intentan dar noticias de acontecimientos puntuales. Los discípulos de Emaús no son personas concretas, sino personajes. Lucas no quiere informarnos de lo que pasó una vez, sino de lo que está pasando cada día.

Es Jesús quien toma la iniciativa, como sucede siempre en los relatos de apariciones. Los dos discípulos se alejaban de Jerusalén decepcionados por lo que había pasado a Jesús. Solo querían apartar de su cabeza aquella pesadilla. Pero a pesar del desengaño sufrido por su muerte y muy a pesar suyo, llevan a Jesús en su corazón y van hablando de él. Lo primero que hace es invitarles a desahogarse, les pide que manifiesten su amargura. La utopía que les había arrastrado a seguirlo, había dado paso a la más absoluta desesperanza. Pero su mente todavía estaba con él, a pesar de su horrible muerte.

En este sutil matiz, podemos descubrir una pista para explicar lo que sucedió a los primeros seguidores. La muerte les destrozó, y pensaron que todo había terminado; pero a nivel subconsciente, permaneció un rescoldo que terminó siendo más fuerte que las terribles evidencias tangibles. En el relato de la conversión de Pablo, podemos descubrir algo parecido. Perseguía con ahínco a los cristianos, pero sin darse cuenta, estaba subyugado por la figura de Jesús y en un momento determinado, cayó del burro.

La manera en que el relato describe el reconocimiento (después de haber caminado y discutido con él durante tres kilómetros) y la instantánea desaparición, nos indican claramente que la presencia de Jesús, después de su muerte, no es la de una persona normal. Algo ha cambiado tan profundamente, que los sentidos ya no sirven para reconocer a Jesús. Estos detalles nos vacunan contra la tentación de interpretar de manera física los relatos que nos hablan de Jesús después de su muerte.

Nosotros esperábamos… Esperaban que se cumplieran sus expectativas. No podían sospechar que ya se había cumplido. Fijaros bien, como refleja esa frase nuestras propias decepciones. Esperamos que la Iglesia… Esperamos que el Obispo… esperamos que el concilio… Esperamos que el Papa… Esperamos lo que nadie puede darnos desde fuera y surge la desilusión. Lo que Dios puede darnos ya lo tenemos. El desengaño es fruto de una falsa esperanza. Por seguir esperando lo que Jesús ya nos está dando, llega la desilusión.

Según el relato, no es Jesús el que cambia para que le reconozcan, son los ojos de los discípulos los que se abren y se capacitan para reconocerle. No se trata de ver algo nuevo, sino de ver con ojos nuevos lo que tenían delante. No es la realidad la que debe cambiar para que nosotros la veamos. Somos nosotros los que tenemos que descubrir la realidad de Jesús Vivo, que tenemos delante de los ojos, pero que no apreciamos. Hay momentos y lugares donde se hace presente Jesús de manera especial, si sabemos mirar.

1) En el camino de la vida. Después de su muerte, Jesús va siempre con nosotros en nuestro caminar. Pero el episodio nos advierte que es posible caminar junto a él y no reconocerlo. Habrá que estar más atento si, de verdad, queremos entrar en contacto con él. Es una crítica a nuestra religiosidad demasiado apoyada en lo externo. A Jesús no lo vamos a encontrar en el templo ni en los rezos ni en los ritos sino en la vida real, en el contacto con los demás. Si no lo encontramos ahí, cualquier otra presencia será engañosa.

La concepción dualista que tenemos del mundo y de Dios nos impide descubrirlo. Con la idea de un Dios creador que se queda fuera del mundo, no hay manera de verle en nuestra realidad cotidiana. Pero Dios no es lo contrario del mundo, ni el Espíritu es lo contrario de la materia. La realidad es sensible, pero en la realidad podemos distinguir otro aspecto. Desde el deísmo que considera a Dios como un ser separado y paralelo de los otros seres, será imposible descubrir en las criaturas la presencia de la divinidad.

2) En la Escritura. Si queremos encontrarnos con el Jesús que da Vida, tenemos en las Escrituras un eficaz instrumento. Pero el mensaje de la Escritura no está en la letra sino en la vivencia espiritual que hizo posible el relato. La letra, los conceptos no son más que el soporte, en el que se ha querido expresar la experiencia de Dios. Dios habla únicamente desde el interior de cada persona, porque el único Dios que existe, es el que fundamenta cada ser. Dios solo habla desde lo hondo del ser. Esa experiencia, expresada, es palabra humana, pero volverá a ser palabra de Dios si nos lleva a la vivencia.

3) Al partir el pan: No se trata de una eucaristía, sino de una manera muy personal de partir y repartir el pan. Referencia a tantas comidas en común, a la multiplicación de los panes, etc. Sin duda el gesto narrado hace también referencia a la eucaristía. Cuando se escribió este relato ya había una larga tradición de su celebración. Los cristianos tenían ya ese sacramento como el rito fundamental de la fe. Al ver los signos, se les abren los ojos y le reconocen. Fijaos, un gesto es más eficaz que toda una perorata sobre la Escritura.

4) En la comunidad reunida. Cristo resucitado solo se hace presente en la experiencia de cada uno, pero solo la experiencia compartida me da la seguridad de que es auténtica. Por eso él se hace presente en la comunidad. La comunidad (aunque sean dos) es el marco adecuado para provocar la vivencia. La experiencia compartida, empuja al otro en la misma dirección. El ser humano solo desarrolla sus posibilidades de ser, en la relación con los demás. Jesús hizo presente a Dios amando, es decir, dándose a los demás. Esto es imposible si el ser humano se encuentra aislado y sin contacto alguno con el otro.

El mayor obstáculo para encontrar a Cristo hoy, es creer que ya lo tenemos. Los discípulos creían haber conocido a Jesús cuando vivieron con él; pero aquel Jesús que creían ver, no era el auténtico. Solo cuando el falso Jesús desaparece, se ven obligados a buscar al verdadero. A nosotros nos pasa lo mismo. Conocemos a Jesús desde la primera comunión, por eso no necesitamos buscarle. El verdadero Jesús es nuestro compañero de viaje, aunque es muy difícil reconocerlo en todo aquel que se cruza en nuestro camino.

Pazkoaldiko 3. igandea – A (Lukas 24,13-35)

EZ IHESIK EMAUSERA

Ez dira gutxi Eliza gaur egun ezkor eta desengainuz ikusten dutenak. Ez da berek nahi luketen bezalako. Eliza bizi eta dinamikoa, Jesu Kristori leiala, gizarte gizakoiago bat eraikitzen egiaz konprometitua.

Mugigaitz eta atzerakoi ikusten dute, moral zaharkitu bat, jadanik inori axola ez zaion bat, defendatzeari era demasean emanik, «mailarik txikienean» ematen duen sinesgarritasuna berreskuratzeko ahalegin nekosoak egiten. Erakunde bat bezala atzematen dute, hor dagoena kasik beti akusatzeko eta gaitzesteko, gutxitan laguntzeko eta giza bihotzean esperantza isurtzeko. Sarritan sumatzen dute triste eta asperturik, eta nolabait sumatzen dute –Georges Bernanos frantziar idazlearekin– «herri kristau baten kontrakoa herri triste bat» dela.

Tentazio erraza da hura bertan behera utzi eta ihes egitea. Batzuek duela denbora asko egin zuten, baita era zaratatsuan ere: gaur egun diote ia harro Jainkoagan sinesten dutela, baina Elizan ez. Beste batzuk aldenduz doaz beragandik pixkana-pixkana, oin-puntetan eta zaratarik gabe; inor ohartu gabe kasik, beste garai bateko afektua eta atxikimena itzaliz doazkie.

Dudarik gabe, errorea izango litzateke aldi honetan baikortasun xalo bat aldarrikatzea, aldi hobeak etorriko direla pentsatuz. Are larriagoa izango litzateke begiak itxi eta ezikusiarena egitea Elizaren eskastasunari eta bekatuari. Baina gure bekaturik handiena «Emausera ihes egitea» izango litzateke, elkartea bertan behera utzi eta barreiatzea nor bere bidean, etsipenean eta desengainuan murgildurik.

Ikasi beharra dugu «Emauseko irakaspena». Irtenbidea ez datza Eliza uztean, baizik eta geure lotura berregitean kristau-talderen batekin, mugimendu edo parrokiaren batekin, bertan Jesusekiko geure esperantza partekatu eta biziberritzeko.

Gizon-emakume batzuek bide egiten dutenean Jesusez galde eginez eta beraren mezua sakonduz, han egiten da presente Berpiztua. Erraz gerta dakieke egunen batean, Ebanjelioa entzunez, «beren bihotza sutan» sentitzea berriro. Eukaristia ospatzeko fededun batzuk elkartzen direnean, han dago Berpiztua beraien bizitza elikatuz. Erraz gerta dakieke egunen batean «beren begiak irekitzea» eta bera ikusi ahal izatea.

Gure begietarako hildakoenik iruditu eta agertu arren, Berpiztua bizi da Eliza honetan. Horregatik, hemen ere beren zentzua dute Antonio Machadoren bertso hauek: «Neure etxea itzalirik iruditu zitzaidan, errautsak nahasi nituen… eskua erre nuen».

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

NO HUIR A EMAÚS

No son pocos los que miran hoy a la Iglesia con pesimismo y desencanto. No es la que ellos desearían. Una Iglesia viva y dinámica, fiel a Jesucristo, comprometida de verdad en construir una sociedad más humana.

La ven inmóvil y desfasada, excesivamente ocupada en defender una moral obsoleta que ya a pocos interesa, haciendo penosos esfuerzos por recuperar una credibilidad que parece encontrarse «bajo mínimos». La perciben como una institución que está ahí casi siempre para acusar y condenar, pocas veces para ayudar e infundir esperanza en el corazón humano. La sienten con frecuencia triste y aburrida, y de alguna manera intuyen –con el escritor francés Georges Bernanos– que «lo contrario de un pueblo cristiano es un pueblo triste».

La tentación fácil es el abandono y la huida. Algunos hace tiempo que lo hicieron, incluso de manera ruidosa: hoy afirman casi con orgullo creer en Dios, pero no en la Iglesia. Otros se van distanciando de ella poco a poco, «de puntillas y sin hacer ruido»: sin advertirlo apenas nadie se va apagando en su corazón el afecto y la adhesión de otros tiempos.

Ciertamente sería un error alimentar en estos momentos un optimismo ingenuo, pensando que llegarán tiempos mejores. Más grave aún sería cerrar los ojos e ignorar la mediocridad y el pecado de la Iglesia. Pero nuestro mayor pecado sería «huir hacia Emaús», abandonar la comunidad y dispersarnos cada uno por su camino, hundidos en la decepción y el desencanto.

Hemos de aprender la «lección de Emaús». La solución no está en abandonar la Iglesia, sino en rehacer nuestra vinculación con algún grupo cristiano, comunidad, movimiento o parroquia donde poder compartir y reavivar nuestra esperanza en Jesús.

Donde unos hombres y mujeres caminan preguntándose por él y ahondando en su mensaje, allí se hace presente el Resucitado. Es fácil que un día, al escuchar el Evangelio, sientan de nuevo «arder su corazón». Donde unos creyentes se encuentran para celebrar juntos la eucaristía, allí está el Resucitado alimentando sus vidas. Es fácil que un día «se abran sus ojos» y lo vean.

Por muy muerta que aparezca ante nuestros ojos, en esta Iglesia habita el Resucitado. Por eso también aquí tienen sentido los versos de Antonio Machado: «Creí mi hogar apagado, revolví las cenizas… me quemé la mano».

José Antonio Pagola

DOMINGO DE RAMOS  (A) Fray Marcos

(Mt 21,1-11) Mira a tu rey que viene a ti, humilde, montado en un pollino.

(Is 50,4-7) Ofrecí la espalda a los que me golpeaban…

(Flp 2,6-11) “Tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.

(Mt 26,14-27,66) Pasión según San Mateo.

Sabemos muy poco de lo que pasó en la pasión y muerte de Jesús. Lo que nos cuentan son ya interpretaciones de hechos, que a veces ni ocurrieron.

Es difícil admitir que no sabemos lo que sucedió en la muerte de Jesús. Hemos dado por supuesto que todo lo que nos dicen los evangelios es lo que realmente pasó. Nos hubiera gustado que primero nos dijeran lo que pasó y luego nos dieran su interpretación de los hechos. En realidad, a los evangelistas no les importa lo que pasó. Incluso se inventan los hechos para adecuarlos a la interpretación (esto sucedió para que se cumpliese la Escritura). Si en la Pasión los cuatro evangelios se hagan sinópticos, se debe a que el relato fue el primero en ponerse por escrito.

Hoy la liturgia comienza con el recuerdo de la entrada “triunfal” en Jerusalén. Es muy difícil precisar el sentido exacto que pudo dar Jesús a la entrada en Jerusalén de ese modo tan peculiar. Seguramente no coincidió con la interpretación que le dieron sus discípulos. Cuando se fijaron por escrito los relatos, ya habían pasado cuarenta o setenta años, y sus seguidores habían cambiado radicalmente la comprensión de Jesús. Lo que intentan trasmitirnos es esa comprensión.

Con los datos que tenemos no podemos pensar en una entrada solemne. Si era política, no lo hubiera permitido el poder romano. Si era religiosa, no lo hubiera permitido el poder religioso. Ambos tenían medios más que suficientes para actuar contra una manifestación masiva. Mucho más en Pascua, que era momento de máxima alerta política y religiosa. No cabe duda de que algo pasó, pero no debemos imaginarlo como un acto espectacular sino como un acto profético de un pequeño grupo. Todos los grupos de peregrinos llegaban en ambiente festivo.

Seguramente se trató de una muestra de adhesión por parte del pequeño grupo que acompañaba a Jesús, a los que posiblemente se unieron otros que venían de Galilea. Recordemos que la subida a la fiesta de Pascua se hacía siempre como romería, en grupos numerosos, en los que se manifestaba el júbilo por acercarse a la ciudad santa y al Templo. Los gritos son intentos de dar una explicación a lo ocurrido. Lo mismo los mantos y ramos expresan la actitud de los que le seguían.

La mayoría del pueblo estuvo siempre del lado de los jefes. Estos son los que piden la muerte de Jesús. No tiene sentido insistir en que el mismo pueblo que lo aclama hoy como Rey, pida el viernes su crucifixión. Tampoco podemos minimizar el número de los acompañantes de Jesús. Los evangelios nos dicen que en varias ocasiones los dirigentes no se atrevieron a detenerle por el gran número de seguidores. En realidad, lo detuvieran de noche con la ayuda de un traidor.

Pasión y muerte de Jesús

Pocos aspectos de la vida de Jesús han sido tan manipulados como su muerte. Pero ha sido también la mayor tergiversación del Dios de Jesús. Desde su perspectiva, es lógico que se pensara en un Dios que exige la muerte de su propio hijo para poder perdonar los pecados de los seres humanos. Esta idea es lo más contrario a la predicación de Jesús sobre Dios que pudiéramos imaginar.

Su muerte no fue exigida, ni programada, ni permitida por Dios. Dios no necesita sangre para perdonarnos. Seguir hablando de la muerte de Jesús como condición para que Dios nos perdone es la negación más rotunda del Dios de Jesús. Esa manera de explicar el sentido de la muerte de Jesús no nos sirve de nada, es más, nos mete en un callejón sin salida. La muerte de Jesús, desvinculada de su predicación y de su vida no tiene el más mínimo significado.

La muerte en la cruz no fue el paso obligado para llegar a la gloria. El domingo pasado veíamos que la muerte biológica no quita ni añade nada a la verdadera Vida. Jesús murió por ser fiel a Dios. Jesús quiso dejar claro, que seguir amando como Dios ama, es más importante que conservar la vida biológica. No murió para que Dios nos amara, sino para demostrar que nos ama siempre.

A Jesús le mataron porque estorbaba a aquellos que habían hecho de Dios y la religión un instrumento de dominio y opresión de los más débiles. La muerte de Jesús no se puede separar de su profetismo, es decir, de su denuncia de la injusticia que se ejercía en nombre de Dios. Su cercanía a los excluidos fue su mensaje fundamental. Esta actitud, defendida en nombre de Dios, resultó inaguantable para los que solo buscaban su interés y mantener sus privilegios.

Al demostrar que para él el amor era más importante que la vida biológica, Jesús nos enseña el camino hacia la Vida definitiva que no es afectada por la muerte física. Ese camino nos lleva a la plenitud humana, que no está en asegurar nuestro “ego”, ni aquí ni en un más allá, sino en alcanzar la plenitud del amor que nos identifica con Dios. Amando como Dios ama potenciamos nuestro verdadero ser al máximo de sus posibilidades, desplegando nuestra capacidad de entrega.

Debemos descubrir la presencia de Dios en nuestro sufrimiento, en nuestra misma muerte. No podemos seguir buscando nuestra plenitud en el triunfo y en la gloria. No debemos seguir preguntando: ¿Por qué tanto sufrimiento y tanta muerte? ¿Dónde está el Dios Padre? Seguimos pensando que el dolor y la muerte son incompatibles con Dios. Un Dios que no nos dé seguridades, no nos interesa. Un Dios que no garantice la permanencia del yo egoísta no nos serviría de nada.

Una parte de nosotros está con los dirigentes judíos y no quiere saber nada del dolor y de la muerte. “No quiero cantar ni puedo…” Otra parte de nosotros se siente atraída por ese hombre que viene a manifestar la verdadera Vida y que esa plenitud es más importancia a la vida terrena. En el fondo de nosotros mismos, algo nos dice que Jesús tiene razón, que el único camino hacia la Vida es aceptar la muerte. Pero despegarnos de nuestro “yo” sigue siendo una meta inalcanzable.

Si tomamos conciencia de que Jesús llegó al grado máximo de humanidad cuando fue capaz de amar más allá de la muerte, descubriremos donde está la verdadera Vida. El secreto está en descubrir que no puede haber Vida si no se acepta la muerte. También la muerte física, pero sobre todo la muerte a nuestro “ego”. Jesús nos enseña que estamos aquí para deshacernos de todo lo que hay en nosotros de terreno, de caduco, para que lo que hay de Divino se manifieste.

Erramu igandea – A (Mateo 26,14–27,66)

 

GURUTZEA LEPOAN HARTU

Kristau bihurtzen gaituena Jesusi jarraitzea da. Ez beste ezer. Jesusi jarraitze hau ez da gauza teoriko edo abstraktua. Beraren urratsei jarraitzea esan nahi du, bera bezala konprometitzea «bizitza gizatiartzen», eta horrela bizitzea parte hartuz Jainkoa eta beronen zuzentasuna nagusi izango dituen munduaren egitasmoa pixkana gauzatuz joan dadin.

Honek esan nahi du ezen Jesusen jarraitzaileok deituak garela egia ezartzera gezurra den lekuan, zuzentasuna ezartzera ahulenak direnentzat abusuak eta krudeltasuna dauden lekuan, gupida eskatzera sufritzen ari direnentzat axolarik eza dagoen lekuan. Eta honek guztiak elkarteak eratzea esan nahi du, Jesusen egitasmoa biziko dutenak beren espirituaz eta beren jarreraz.

Jesusi horrela jarraitzeak berekin dakartza gatazkak, problemak eta sufrimenduak. Prest egon behar du kristauok erreakzioak eta aurkaritza jasateko, arrazoi batengatik edo besteagatik, mundu gizatiarragorik, Jesusengan haragitu den Jainko horrek nahi duen bezalakorik, nahi ez dutenen aldetik etorriak. Beste zerbait nahi dute.

Ebanjelioek Jesusek bere jarraitzaileei egindako dei errealista bat jaso dute. Irudiari darion alde eskandalagarria beragandik bakarrik etor daiteke: «Norbaitek nire ondoren etorri nahi badu… har beza lepoan bere gurutzea eta jarrai biezat». Jesusek ez ditu engainatzen. Benetan jarraitzen badiote, beraren zoria partekatu beharko dute. Berak bezalako azkena izango dute. Hori izango da beraien segimena fidela delako froga.

Jesusi jarraitzea eginkizun zirraragarria da: zail da imajinatzea bizitza duinago eta jatorragorik. Baina bere ordaina du horrek. Jesusi jarraitzeko garrantzizkoa da «egitea»: mundu zuzenago eta gizatiarrago bat egitea; Jesusi leialagoa eta ebanjelioarekin koherenteagoa den Eliza bat egitea. Halaz guztiz, hori bezain garrantzizkoa eta garrantzizkoagoa da «jasatea»; mundu duinago batengatik jasatea; Eliza ebanjelikoago batengatik jasatea.

Bere bizitzaren azken aldean, Karl Rahnerrek idatzi zuen: «Uste dut kristau izatea eginkizun xinplea dela. Xinpleena eta, aldi berean, ebanjelioak aipatzen duen «zama arin» astun hura. Zuk lepoan hartzen duzunean, berak zaitu hartzen zu lepoan, eta zenbat eta luzeago biziko zaren, hainbat eta astunagoa eta arinago izango duzu hura. Azkenean misterioa gelditzen da soilik. Baina Jesusen misterioa da».

José Antonio Pagola
Itzultzailea: Dionisio Amundarain

CARGAR CON LA CRUZ

Lo que nos hace cristianos es seguir a Jesús. Nada más. Este seguimiento a Jesús no es algo teórico o abstracto. Significa seguir sus pasos, comprometernos como él a «humanizar la vida», y vivir así contribuyendo a que, poco a poco, se vaya haciendo realidad su proyecto de un mundo donde reine Dios y su justicia.

Esto quiere decir que los seguidores de Jesús estamos llamados a poner verdad donde hay mentira, a introducir justicia donde hay abusos y crueldad con los más débiles, a reclamar compasión donde hay indiferencia ante los que sufren. Y esto exige construir comunidades donde se viva con el proyecto de Jesús, con su espíritu y sus actitudes.

Seguir así a Jesús trae consigo conflictos, problemas y sufrimiento. Hay que estar dispuestos a cargar con las reacciones y resistencias de quienes, por una razón u otra, no buscan un mundo más humano, tal como lo quiere ese Dios encarnado en Jesús. Quieren otra cosa.

Los evangelios han conservado una llamada realista de Jesús a sus seguidores. Lo escandaloso de la imagen solo puede provenir de él: «Si alguno quiere venir detrás de mí… cargue sobre las espaldas su cruz y sígame». Jesús no los engaña. Si le siguen de verdad, tendrán que compartir su destino. Terminarán como él. Esa será la mejor prueba de que su seguimiento es fiel.

Seguir a Jesús es una tarea apasionante: es difícil imaginar una vida más digna y noble. Pero tiene un precio. Para seguir a Jesús es importante «hacer»: hacer un mundo más justo y más humano; hacer una Iglesia más fiel a Jesús y más coherente con el evangelio. Sin embargo, es tan importante o más «padecer»: padecer por un mundo más digno; padecer por una Iglesia más evangélica.

Al final de su vida, el teólogo Karl Rahner escribió esto: «Creo que ser cristiano es la tarea más sencilla, la más simple y, a la vez, aquella pesada “carga ligera” de que habla el evangelio. Cuando uno carga con ella, ella carga con uno, y cuanto más tiempo viva uno, tanto más pesada y más ligera llegará a ser. Al final solo queda el misterio. Pero es el misterio de Jesús».

José Antonio Pagola

 

Semana del 2 al 8 de abril 2023 – Ciclo A
 Domingo de ramos

Isaías 50,4-7: «No me tapé el rostro ante los ultrajes»
Salmo 22: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»
Filipenses 2,6-11: Se humilló, por eso Dios lo ensalzó sobre todo
Mateo 27,11-54: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Isaías 50, 4-7

No oculté el rostro a insultos; y sé que no quedaré avergonzado

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos. Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido; por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado.

Salmo responsorial: 22

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme se burlan de mí, / hacen visajes, menean la cabeza: / «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; / que lo libre si tanto lo quiere». R.

Me acorrala una jauría de mastines, / me cerca una banda de malhechores; / me taladran las manos y los pies, / puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa, / echan a suerte mi túnica. / Pero tú, Señor, no te quedes lejos; / fuerza mía ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos, / en medio de la asamblea te alabaré. / Fieles del Señor, alabadlo; / linaje de Jacob, glorificadlo; / temedlo, linaje de Israel. R.

Filipenses 2, 6-11

Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo levantó sobre todo

Hermanos: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se dobla -en el cielo, en la tierra, en el abismo-, y toda lengua proclame: «¡Jesucristo es Señor!», para gloria de Dios Padre.

Evangelio.- Mateo 26, 14-27, 66

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo:

  1. En aquel tiempo uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
  2. «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?»
  3. Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo. El primer día de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
  4. «¿Donde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
  5. Él contestó:

+ «Id a casa de Fulano y decidle: «El Maestro dice: Mi momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos»».

  1. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua. Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:

+ «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar».

  1. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
  2. «¿Soy yo acaso, Señor?»
  3. Él respondió:

+ «El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber nacido».

  1. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
  2. «¿Soy yo acaso, Maestro?».
  3. Él respondió:

+ «Así es».

  1. Durante la cena, Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo:

+ «Tomad, comed: esto es mi cuerpo».

  1. Y cogiendo un cáliz pronunció la acción de gracias y se lo pasó diciendo:

+ «Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no beberé más del fruto de la vid hasta el día que beba con vosotros el vino nuevo en el Reino de mi Padre»

  1. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo:

+ «Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño». Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea».

  1. Pedro replicó:
  2. «Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré».
  3. Jesús les dijo:

+ «Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante tres veces, me negarás».

  1. Pedro le replicó:
  2. «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».
  3. Y lo mismo decían los demás discípulos. Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les dijo:

+ «Sentaos aquí mientras voy allá a orar».

  1. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dijo:

+ «Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo».

  1. Y adelantándose un poco cayó rostro en tierra y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si es posible, que pase y se aleje d mí ese cáliz. pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».

  1. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:

+ «¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil».

  1. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:

+ «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad».

  1. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque estaban muertos de sueño. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba repitiendo las mismas palabras. Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:

+ «Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

  1. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los Doce, acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo. El traidor les había dado esta contraseña:
  2. «Al que yo bese, ése es: detenedlo».
  3. Después se acercó a Jesús y le dijo:
  4. «¡Salve, Maestro!»
  5. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:

+ «Amigo, ¿a qué vienes?»

  1. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo. Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús le dijo:

+ «Envaina la espada: quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas tú que no puedo acudir a mi Padre? Él me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la Escritura que dice que esto tiene que pasar».

  1. Entonces dijo Jesús a la gente:

+ «Habéis salido a prenderme con espadas y palos como a un bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo, no me detuvisteis».

  1. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron. Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se había reunido los letrados y los senadores. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote y, entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los sumos sacerdotes y el consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente, comparecieron dos que declararon:

Sí, «Este ha dicho: «Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días».

  1. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
  2. «¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?»
  3. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
  4. «Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».
  5. Jesús respondió:

+ «Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: desde ahora veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene sobre las nubes del cielo.»

  1. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo:
  2. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
  3. Y ellos contestaron:
  4. «Es reo de muerte».
  5. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo:
  6. «Haz de profeta, Mesías; dinos quién te ha pegado».
  7. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo:
  8. «También tú andabas con Jesús el Galileo».
  9. Él lo negó delante de todos diciendo:
  10. «No sé qué quieres decir».
  11. Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
  12. «Este andaba con Jesús el Nazareno».
  13. Otra vez negó él con juramento:
  14. «No conozco a ese hombre».
  15. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: «Seguro; tú también eres de ellos, se te nota en el acento».
  16. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar diciendo:
  17. «No conozco a ese hombre».
  18. Y en seguida cantó el gallo. Pedro se acordó de aquella palabras de Jesús: «Antes de que cante el gallo me negarás tres veces». Y saliendo afuera, lloró amargamente.

Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y atándolo lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces el traidor sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de palta a los sumos sacerdotes y senadores diciendo:

  1. «He pecado, he entregado a la muerte a un inocente».
  2. Pero ellos dijeron:
  3. «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
  4. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
  5. «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre».
  6. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».

Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:

  1. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
  2. Jesús respondió:

+ «Tú lo dices».

  1. Y mientras la acusaban los sumos sacerdotes y los senadores no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
  2. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
  3. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
  4. «¿A quien queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman Mesías?»
  5. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
  6. «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él»
  7. Pero los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
  8. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
  9. Ellos dijeron:
  10. «A Barrabás».
  11. Pilato les preguntó:
  12. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
  13. Contestaron todos:
  14. «¡Que lo crucifiquen!»
  15. Pilato insistió:
  16. «Pues ¿qué mal ha hecho?»
  17. Pero ellos gritaban más fuerte:
  18. «¡Que lo crucifiquen!»
  19. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo:
  20. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
  21. Y el pueblo contestó:
  22. «¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
  23. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotado, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y trenzando una corona de espinas se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
  24. «¡Salve, rey de los judíos»!
  25. Luego lo escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella en la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
  26. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo, probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es el Rey de los Judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. los que pasaban, lo injuriaban y decían meneando la cabeza:
  27. «Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
  28. Los sumos sacerdotes con los letrados y los senadores se burlaban también diciendo:
  29. «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?».
  30. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

Desde el mediodía hasta la media tarde vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:

+ «Elí, Elí, lamá sabaktaní»

  1. (Es decir:

+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)

  1. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
  2. «A Elías llama éste».
  3. Uno de ellos fue corriendo; en seguida cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. los demás decían:
  4. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
  5. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.

Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rasgaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba dijeron aterrorizados:

  1. «Realmente éste era Hijo de Dios»
  2. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús. Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del sepulcro.

A la mañana siguiente, pasado el día de la preparación, acudieron en grupo los sumos sacerdotes y los fariseos a Pilato y le dijeron:

  1. «Señor, nos hemos acordado que aquel impostor estando en vida anunció: «A los tres días resucitaré». Por eso da orden de que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, se lleven el cuerpo y digan al pueblo: «Ha resucitado de entre los muertos». La última impostura sería peor que la primera. Pilato contestó:
  2. «Ahí tenéis la guardia: id vosotros y asegurad la vigilancia como sabéis».
  3. Ellos fueron, sellaron la pierda y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

COMENTARIO

De entrada, pedimos disculpas a quienes buscarán aquí un comentario bíblico-litúrgico «normal» -que esperamos podrán encontrar fácilmente en la red-. Esta vez nosotros vamos a tratar de hacer un comentario pensando en aquellas personas que -como también nosotros ante el comentario que teníamos ya redactado- se sienten mal ante ese ámbito de conceptos bíblicos que se repiten y enlazan indefinidamente sin salir de un ambiente en el que muchos de nosotros -que pensamos como personas seculares, de la calle, con las preocupaciones diarias de la vida- nos sentimos incómodos.

En efecto, muchos de nuestros comentarios bíblicos al uso, todo ese conjunto de conceptos e imágenes que se manejan en las homilías, pareciera que se mueven en «otro mundo», un mundo propio de referencias bíblicas intrasistémicas, que funcionan con una lógica particular diferente, y que están de antemano inmunizadas contra toda crítica, porque, en ese ambiente bíblico-litúrgico al que están destinados, en las homilías, los «fieles» deben recibirlo todo sin chistar, sin siquiera preguntar, y, mejor aún, sin espíritu crítico y «con mucha fe». Quienes tenemos una fe más o menos crítica, una fe que no quiere dejar de ser de personas de hoy y de la calle, nos preguntamos: ¿es posible celebrar la semana santa de otra manera? ¿Así como buscamos «otra forma de creer», hay «otra forma de acoger y celebrar la semana santa»?

Veamos. Comencemos preguntándonos: ¿qué sienten, qué sentimos, ante la semana santa, muchas personas creyentes de hoy?

Muchos creyentes adultos (trabajadores, profesionales de las más variadas ramas, y también intelectuales, o simples personas cultas) se sienten mal cuando en semana santa entran en una celebración, captan el ambiente, y escuchan la predicación. Se ven de pronto sumergidos en un mundo de conceptos, símbolos, referencias bíblicas que giran en torno a la «Redención», algo que fuera del templo uno nunca se encuentra en ningún otro dominio de la vida: la «Redención». Lo que celebramos en semana santa -así perciben en el templo- es el gran misterio de todos los tiempos, lo más importante que ha ocurrido desde que el mundo es mundo: la «Redención»… El «hombre» fue creado por Dios (sólo en segundo término la mujer, según la Biblia), pero ésta, la mujer, convenció al varón para que comieran juntos una fruta prohibida por Dios. Aquello fue la debacle del plan de Dios, que se vino abajo, se interrumpió, y hubo de esperar hasta ser sustituido por un nuevo plan, el plan de la Redención, para redimir al ser humano que está en «desgracia de Dios» desde la comisión de aquel «pecado original», debido a la infinita ofensa que dicho pecado infligió a Dios.

Ese nuevo plan, de Redención, exigió la «venida de Dios al mundo», mediante su encarnación en Jesús, para así «asumir nuestra representación jurídica ante Dios y pagar» por nosotros a Dios una reparación adecuada por semejante ofensa infinita. Y es por eso por lo que Jesús sufrió indecibles tormentos en su Pasión y Muerte, para «reparar» aquella ofensa y redimir así a la Humanidad, y consiguiéndole el perdón de Dios y rescatándola del poder del demonio bajo el que permanecía cautiva.

Ésta la teología sobre la que se construyen y giran la mayor parte de las interpretaciones de la semana santa. Y éste es el ambiente ante el que muchos creyentes de hoy se sienten mal, muy mal. Sienten que se asfixian. Se ven trasladados a un mundo, que nada tiene que ver ni con el mundo real de cada día, ni con el de la ciencia, el de la información, o el del sentido más profundo de su vida. Por este malestar, otros muchos cristianos no sólo se han marchado de la semana santa tradicional, sino que se han alejado de la Iglesia. ¿Hay otra forma de entender la Semana Santa, que no nos obligue a transitar por esta teología en la que tantos ya no creen?

Ante todo, hay que decir -para alivio de muchos- que efectivamente, se puede no creer en tal teología. No se trata de ningún «dogma de fe» (aunque lo fuera, tampoco ello la haría creíble). Se trata de una genial construcción interpretativa del misterio de Cristo, debida a la intuición de san Anselmo de Canterbury, que, desde su visión del derecho romano, construyó, «imaginó» una forma de explicarse a sí mismo el sentido de la muerte de Jesús. Estaba condicionado por muchas creencias propias de la Edad Media, e hizo lo que pudo, y lo hizo admirablemente: elaboró una fantástica interpretación que cautivó las mentes de sus coetáneos tanto, que perduró hasta el siglo XX. Habría que felicitar a san Anselmo, sin duda.

El Concilio Vaticano II es el primer momento eclesial que supone un cierto abandono de la hipótesis de la Redención, o una interpretación de la significación de Jesús más allá de la Redención. Por supuesto que en los documentos conciliares aparece la materialidad del concepto, numerosas veces incluso, pero la estructura del pensamiento y de la espiritualidad conciliar van mucho por otro camino. El significado de Jesús para la Iglesia posconciliar -no digamos para la Iglesia con espiritualidad de la liberación- deja de pasar por el pecado original, por los terribles sufrimientos expiatorios de Jesús y por la genial «sustitución penal satisfactoria» ideada por Anselmo de Canterbury, la redención… Desaparecen estas referencias, y cuando sorpresivamente se oyen, suenan extrañas, o incluso suscitan rechazo. Es el caso de la película de Mel Gibson, que fue rechazada por tantos espectadores creyentes, no por otra cosa que por la imagen del «Dios cruel y vengador» que daba por supuesta, imagen que, evidentemente, hoy no sólo ya no es creíble, sino que invita vehementemente al rechazo.

¿Cómo celebrar la semana santa cuando se es un cristiano que ya no sintoniza con esas creencias medievales? Uno se siente profundamente cristiano, admirador de Jesús, discípulo suyo, seguidor de su Causa, luchador por su misma Utopía… pero se siente mal en ese otro ambiente asfixiante de las representaciones de la pasión al nuevo y viejo estilo de Mel Gibson, de los viacrucis, los pasos de las procesiones de semana santa, los cristos sangrantes flagelados y crucificados, las meditaciones las siete palabras, las horas santas que retoman repetitivamente las mismas categorías teológicas del san Anselmo del siglo XI… estando como estamos en el siglo XXI…

Bajo la semana santa que oficialmente se celebra, no dejan de estar, allá, lejos, bien adentro de sus raíces ancestrales, las fiestas que los indígenas originarios ya hacían sus celebraciones sobre la base cierta del equinoccio astronómico. Se trata de una fiesta que ha evolucionado muy diferentemente en cada cultura, y muy creativamente, al ser heredada de un pueblo a otro, y al contagiarse de una religión a otra. Una fiesta que fue heredada y recreada también por los israelitas nómadas como fiesta del cordero pascual, y después transformada por los israelitas sedentarios como fiesta de los panes ácimos, en recuerdo y como reactualización de la Pascua, piedra angular de la identidad israelita… Fiesta que los cristianos luego cristianizaron como la fiesta de la Resurrección de Cristo, y que sólo más tarde, con el devenir de los siglos, en la oscura Edad Media, quedó opacada bajo la interpretación jurídica de la redención…

¿Por qué quedarse, pues, prendidos de una interpretación medieval, cautivos de una teología y una interpretación que no es nuestra, que ya no nos dice nada, y que podríamos abandonar porque ya cumplió su papel? ¿Por qué no sentirse parte de esta procesión tan humana y tan festiva de interpretaciones y hermenéuticas, de mitos y «grandes relatos» incesantemente renovados y recreados, y aportar nosotros también a esta trabajada historia nuestra propia parte, lo que nos corresponde hoy, con creatividad, responsabilidad y libertad? No podemos dejar de pensar que «Otra semana santa es posible»… ¡y urgente, y legítima también!

No vamos a desarrollar aquí una nueva interpretación de estas fiestas. Bástenos ahora cumplir una pretensión doble: aliviar a los que se sentían culpables por desear que «otra semana santa fuera posible», por una parte, y, por otra, de invitar a todos a la creatividad, libre, consciente, responsable y gozosa. No en todas partes o en cualquier contexto será posible, pero sí lo será en muchas comunidades concretas. Si no lo es en la mía, podría serlo en alguna otra comunidad más libre y creativa que tal vez no esté muy lejos de la mía… ¿por qué no preguntar, por qué no buscarla?