Este breve escrito responde a algunas indicaciones que puedan ayudar a la reflexión personal y colectiva, a las puertas del 50 aniversario del inicio del último Concilio. Esta va a ser, pues, una valoración rápida, global, sintética y muy personal.
1º.- UN DIAGNÓSTICO MUY SINTETICO DE ENTRADA:
1/.- Pienso que los acontecimientos históricos significativos – y el Concilio sin duda lo fue – permanecen como verdaderos hitos. Y, como tales, suelen ser, por su naturaleza, tanto punto de llegada como de partida.
Lo son de llegada: porque, bien miradas las cosas, estos acontecimientos no caen como llovidos del cielo; más bien, los presionan, urgen, condicionan y preparan ideas, iniciativas, y dinámicas que vienen de atrás y que, aun en medio de tensiones, contradicciones y conflictos, van creando un estado de conciencia. Suele darse una pugna entre lo viejo y lo nuevo a la espera de condiciones propicias. Así ocurrió con el Vaticano II: siendo previas al Concilio, fueron capitales – aunque más circunscritas al centro y norte europeos – la renovación bíblica, la renovación litúrgica, la llamada Nueva Teología (con una vuelta a las Fuentes y a la Patrística, y más histórica), la recuperación de la dinámica misionera en experiencias como las francesas de “Parroquia misionera”, “Francia País de Misión”, “Misión Obrera”, etc., Las consecuencias del desarrollo de la Acción Católica respecto al lugar y papel del laicado en la Iglesia y la sociedad, etc, etc. En la mencionada pugna entre lo viejo y lo nuevo fue providencial la figura de un Juan XXIII, que supo leer el curso de la historia con sentido de fe y pastoral – no en vano había sido profesor de Hª de la Iglesia -, y embarcó a toda la Iglesia en la aventura de un Concilio. En todo este marco, la Iglesia en España seguía constituyendo mayormente un mundo aparte. Leer más