GRANDES LAGOS: TIERRA DE REFUGIADOS Y DESPLAZADOS*

RAMÓN AROZARENA
Conferencia dada en Mundo Negro

Introducción:

La historia de esta región, me refiero a Los Grandes Lagos (este del Congo, Uganda, Ruanda, Burundi, esencialmente) está marcada por una sucesión de crisis violentas, resultado de una instrumentalización de cuestiones identitarias, de tensiones entorno acceso a la propiedad y/o usufructo de la tierra, de control del poder, y, sobre todo en estos últimos años, del control de los recursos naturales, de su explotación y comercialización; todo ello en un contexto de fuerte crecimiento demográfico y de pobreza. De ello me gustaría hablar, como un cúmulo de factores desencadenantes de conflictos y violencias, que a su vez están en el origen de que en esta zona el nº de refugiados y de poblaciones desplazadas de sus lugares de origen haya sido muy elevado históricamente y de que incluso actualmente constituya uno de los problemas humanitarios y sociopolíticos más importantes.

Las violencias, los conflictos, se explican por la yuxtaposición y entrelazamiento  de diferentes factores:

* Pobreza y pauperización progresiva, en una tierra fundamentalmente agrícola densamente poblada

* Migraciones que originan una fuerte presión sobre la tierra (y progresiva escasez de ella) y que a su vez generan relaciones tensas y de fuerza  entre “autóctonos” y “alóctonos-foráneos”. Muy ligado  a esta cuestión  está el problema de la “nacionalidad congoleña” y/o “congoleidad”.

* Debilidad del Estado, de las instituciones, de los gobiernos locales, que por otra parte juegan con el factor identitario para lograr y/o mantenerse en el poder

* Influencia de las crisis étnico-políticas en el interior de los países y el hecho de que las oposiciones político-militares de cada uno de ellos han encontrado en los países vecinos  refugio y base para sus operaciones.

* Intervención/injerencia directa o indirecta de países vecinos (Ruanda, Uganda sobre todo) en asuntos internos del vecino Congo, apoyo a grupos armados, en busca de cierta hegemonía en la región y/o de expansión territorial

* Intereses geoestratétigos y económicos: pugna por el control del centro de África; pugna por el acceso a la explotación de los ricos recursos naturales. ¿Existiría una especie de “conspiración” contra la RDC para desmembrar su unidad, un proyecto de “balcanización” del Congo?

Me gustaría hablar, aunque fuera brevemente sobre cada uno de estos factores y avanzar ya  parte de la conclusión: que la complejidad y mezcla de estos factores que intervienen y/o explican una historia un tanto atormentada hace por un lado compleja la solución y por otro exige  que ésta sea regional, esto es, la paz, la seguridad, la reconstrucción del Congo dependerá también de la estabilidad social y económica de cada uno de los países del entorno

1) La pobreza

Quisiera empezar señalando algo que no sólo debe presentarse como consecuencia o resultado de los conflictos, sino también como fuente o alimento de las tensiones, de los enfrentamientos. Todo el este del Congo constituye una zona, rica agrícolamente y especialmente rica en minerales (riqueza ésta de la que hablaré más tarde como factor coadyuvante en la generación de conflictos), densamente poblada, especialmente los dos  KIVUS, con un crecimiento demográfico considerable que hace que en 25-30 años se duplique la población, y que, por ejemplo, el % de menores de 20 años sea elevadísimo. Las poblaciones jóvenes ven un horizonte muy cerrado, sin salidas, sin futuro.  Cuando hace varios años estudié el tema de los NIÑOS-SOLDADO, leí un informe del JRS (servicio de Jesuitas para refugiados) que en Uvira se ocupaban de un centro de reinserción de adolescentes exniños soldados. Me quedé muy impresionado por el hecho de que un % relativamente importante de ellos se había integrado en los grupos armados de manera voluntaria o con el visto bueno de la familia. Me parece evidente que la  proliferación (más de 40) de grupos armados en esta zona se debe a que muchos jóvenes encuentran en las armas – en el fondo, en el bandidaje – una salida ante una situación sin esperanza, un modo de vida, un pequeño salario.

Quiero, por lo tanto, apuntar que la paz, la normalización, la estabilidad, no serán posible si no se toman medidas de lucha contra la pobreza, si no se diseñan planes de desarrollo, si no se responde a unas necesidades mínimas de bienestar etc…Se está hablando de un PLAN MARSHALL, en este sentido.

2) Conflictos intercomunitarios (“autóctonos” versus foráneos/advenedizos”): presión sobre la tierra y acceso a la misma  y el derecho a la nacionalidad congoleña: “la congoleidad”)

De todos es sabido que la RDC alberga centenares de grupos humanos, llamémoslos etnias, y que la cohabitación entre ellos, salvo episodios esporádicos, ha sido pacífica; bien es verdad que la progresiva desaparición del Estado en los años finales del mobutismo y las guerras han acentuado repliegues identitarios y territoriales; pero nadie pone en duda la “congoleidad” de unos y otros.  No sucede lo mismo con las poblaciones ruandófonas que habitan en los Kivus. Los conflictos vienen de lejos, si bien estos últimos años se han exacerbado enormemente, al haber sido instrumentalizados por la intervención permanente de Ruanda, que alega querer proteger a los tutsi congoleños y sus derechos a la vez que eliminar al grupo armado hutu FDLR.

Los banyarwanda del Kivu norte:

La implantación de los ruandófonos tiene origen muy diverso, y no puede decirse que formen un todo homogéneo. La presencia de algunos en el Kivu norte es anterior a la colonización. En los años 1930, los belgas trasladaron a miles de hutu ruandeses, en programa MIB, a las plantaciones del Kivi (también a las minas de Katanga);  los conflictos inter-étnicos en Ruanda (1959, sobre todo y posteriores crisis de  1963, 1968, 1973) produjeron oleadas de ruandeses hacia tierras del Kivu norte, se trataba eb este caso de ruandeses tutsi. Hoy, en algunos territorios como el Masisi, el 60 ó 70% de la población es banyarwanda.

Ya en la época colonial hubo tensiones entre los venidos de Ruanda y los grupos humanos, sobre todo los hunde, que se definen como “autóctonos”, como “primeros ocupantes de las tierras”; éstos últimos siempre sintieron como una imposición colonial la implantación en “sus” tierras de los ruandeses. Se trata de competidores por el control del espacio, de la tierras, y por el poder local. Tras la independencia de 1960, por ejemplo en Masisi  los ruandófonos que ocupaban puestos administrativos fueron destituidos y solo los hunde pudieron ocuparlos legalmente, por lo que se creó un movimiento “Kanyarwanda” en defensa de los ruandófonos y explotó una auténtica guerra que causó muchos muertos.

En 1972, una ley, inspirada por el jefe de gabinete de Mubutu, Barthélemy Bisengimana, tutsi congoleño de origen ruandés,  reconoció la nacionalidad zaireña a toda persona establecida en Zaire antes de 1960. Las poblaciones “autóctonas” consideraron esto como una agresión a sus derechos, en cuanto que los banyarwanda quedaban favorecidos en la cuestión cada vez más vital, dado el crecimiento demográfico, del acceso a la tierra. El Kivu es una tierra muy fértil, pero ésta empezaba a escasear.

Se produce al respecto una confrontación entre dos derechos o normativas reguladoras: la consuetudinaria o tradicional, según la cual  es la autoridad tradicional (“autóctona”, en este caso hunde) la que tiene el poder de conceder en usufructo (ya que no existe la propiedad privada, sino la colectiva gestionada por el jefe tradicional) la tierra, y la normativa llamémosle “moderna”: acceso a la propiedad privada por compra/venta y registro de propiedades. Las poblaciones inmigrantes tratan en consecuencia de sustraerse, de escapar,  a la autoridad de los jefes locales tradicionales (bami = plural de Mwami, rey, reyezuelo, jefe político-religioso tradicional)  y se acogen a la ley moderna.

Por otra parte, Mobutu lanzó en estos años el proceso de  “zairización”, una especie de apropiación de los bienes (propiedades, industrias agroalimentarias, comerciales) de los colonos por parte de los zaireños; proceso que los “autóctonos” consideran que favoreció descaradamente a los ruandófonos o banyarwanda.

En junio de 1981 la ley de 1972 es abolida y sustituida por otra que sólo reconoce la nacionalidad a los descendientes que residían en 1908 en el territorio hoy nacional, por lo que los originarios de Ruanda que durante varios años gozaban de nacionalidad se encontraron despojados de la misma; se anularon los certificados de nacionalización otorgados antes. A partir de 1990, ante el evidente fin del mobutismo y la probable y exigida democratización del régimen, los “autóctonos” vuelven a poner en cuestión la congoleidad de los banyarwanda y aparecen los términos para calificarlos como “de nacionalidad dudosa”. Estas tensiones se exacerban en el contexto de la guerra que vive Ruanda (volveremos sobre este asunto), ya que numerosos tutsi congoleños (tanto del Kivu norte como de sur, en este último caso, llamados “banyamulenge”) se enrolan en la filas del FPR tutsi en su lucha contra el régimen hutu de Habyarimana. Para los “autóctonos” este alistamiento es la prueba definitiva de la existencia de la doble pertenencia – zaireña/ruandesa – de muchos tutsi, que cuando les interesa se autocalifican de zaireños, pero que no renuncian a sus raíces ruandesas.

En 1992, los banyarwanda (hutu y tutsi juntos) crean una Mutua, MAGRIVI, como mecanismo de autodefensa, resistencia y ayuda, ante la marginación de que dicen ser víctimas; crean una administración paralela e impulsan la desobediencia civil; en marzo de 1993, estalla la llamada “guerra de Masisi”, especialmente cruenta.

Otro factor viene a distorsionar aún más esta tensa situación intercomunitaria: la llegada en julio-agosto de 1994 de más de 800.000 refugiados hutu ruandeses a Goma y alrededores; otros 500.000 se refugiarán en Kivu Sur en la zona de Bukavu. El antagonismo hutu – tutsi ruandés se traslada al Zaire y la antigua alianza entre banyarwandas (hutu/tutsi) se desplaza a una alianza de hutu zaireños y ruandeses contra los tutsi. Por otra parte la comunidad hutu (suma de zaireños y ruandeses refugiados) se convierte en una fuerza imponente que inquieta a los ”autóctonos” (hunde, nyanga y tembo).

En este contexto se produce la 1ª guerra de liberación, de la que hablaremos luego, como uno de los factores más determinantes de la inestabilidad de la región.

Los banyamulege (tutsi) del Kivu Sur

La instalación de tutsi ruandeses en la región de Uvira, en la altiplanicie de Mulenge, de ahí su calificación de banyamulenge, habitantes de Mulenge, se produjo a finales del s. XIX, como consecuencia de una huída de algunas familias tutsi perseguidas por el rey Muyinga. La polémica sobre su “congoleidad” en principio estaría fuera de lugar,  incluso si se les aplicara la restrictiva ley de 1981. Los banyamulenge no son una etnia, a lado de las 4 referidas en los mapas: babembe, bavira, bafulero, Burundi); se les denomina así para diferenciarlos de otros tutsi ruandeses refugiados posteriormente. Hay una guerra de cifras respecto de su número; los expertos consideran que antes de los años 1990 habría unos 40.000 banyamulenge, un 10% de la población de Uvira.

Hasta 1996 no se produjeron en Kivu sur grandes violencias interétnicas, aunque la llegada en 1993 de 200.000 burundeses (asesinato del primer presidente burundés hutu elegido democráticamente) y de unos 500.000 refugiados ruandeses desestabilizaron la zona. Habría que añadir que en 1994, además, se descubrió la existencia de oro en la altiplanicie de Itombwe y los bafulero (“autóctonos”) comenzaron a negar la condición de zaireños a los banyamulenge y en consecuencia su derecho sobre las tierras y pastizales que habían adquirido en la época de la zairización (a partir de 1972). El hecho de que numerosos banyamulenge hubieran participado activamente como soldados en la guerra en Ruanda 1990-1994  y en la conquista del poder del FPR, tutsi, reforzó la acusación de “nacionalidad dudosa”; el sentimiento antibanyamulenge se extendió. La respuesta fue la “rebelión de los banyamulenge”, impulsada por Ruanda, con la que se inicia la 1ª guerra de liberación de 1996, que terminará con la destitución de Mobutu y la llegada al poder de Laurent-Désiré Kabila en mayo de 1997.

Aunque me he centrado muy específicamente en los dos Kivus, no puedo menos de señalar los sangrientos enfrentamientos en el Ituri (Provincia Oriental) entre los grupos étnicos hema y lendu, de una crueldad inusitada, que recordaron por momentos cuanto sucedió en Ruanda en los años 90. También aquí fue el tema del control de la tierra y del comercio lo que reavivó e incendió las tradicionales tensiones latentes. En el 2003 el incendio fue apagado por medio de una especie de acuerdo de no-agresión.

Antes de terminar estos párrafos dedicados a uno de los factores desencadenantes de la violencia, que a su vez está en el origen de grandes movimientos y desplazamientos de la población: acceso a la tierra, migraciones, cuestionamiento de la nacionalidad de los inmigrantes, desearía destacar, pensando en un futuro:

– con relación a la problemática de acceso a la propiedad/usufructo de la tierra:

a) que a lo largo del tiempo, y esto es válido para el conjunto de la RDCongo y quizás también para el conjunto de África, se ha producido un proceso de reducción del control comunitario (tradicional, por parte de las autoridades consuetudinarias)  sobre el acceso a la tierra, que se han ido progresivamente instalando derechos individuales y una apropiación y explotación individual de la tierra así como cambios  en la sucesión/herencia y un aumento de las transacciones entre individuos, siendo el dinero el instrumento de las transacciones.

b) que el Estado va reforzando su control sobre las tierras, aunque todavía en muchos casos  éstas sean gestionadas por el derecho consuetudinario.

c) Que existe una TENSIÓN importante al respecto, que debería resolverse. Para resolver conflictos sobre posesión de la tierra es indispensable UNA SEGURIDAD JURÍDICA. Ello es especialmente necesario en una época, en la que esperemos que se va a entrar próximamente, de RETORNO DE REFUGIADOS Y DESPLAZADOS a sus lugares de origen. Al regreso de refugiados/desplazados pueden surgir dificultades y problemas para  que recuperen sus tierras, a veces ocupadas por terceros; entre otros problemas, ¿cómo demostrar la propiedad o el derecho al usufructo, si el retornado/desplazado lo es desde hace tiempo? ¿Y si otro las ha comprado y escriturado? El retorno puede ser una fuente de nuevos conflictos sociales/étnicos. Los desplazados, ansiosos por un lado de regresar a sus aldeas temen al mismo tiempo una reinstalación problemática; se temen conflictos incluso en el interior de las familias.

– con relación a la nacionalidad o condición de congoleño:

La Constitución de 2006 en este terreno es clara (otra cosa las convicciones, prejuicios, sentimientos de los “autóctonos”). El art.10 establece que “es congoleño de origen toda persona perteneciente a los grupos étnicos, cuyos miembros y territorio constituían lo que se convirtió en el Congo (actualmente República democrática del Congo) en el momento de la independencia”.

En este asunto, muy sensible y que no ha hecho más que emponzoñarse  en estos últimos años debido a la injerencia ruandesa (el sentimiento anti-tutsi se ha convertido en una de las señas de identidad de numerosos congoleños), el temor de muchos congoleños reside en que cuando retornen los tutsi congoleños y/ banyamulenge que están actualmente refugiados sobre todo en Ruanda, Burundi y Uganda, vengan acompañados por otros tutsi, estos ruandeses, infiltrados y falsos desplazados que constituirían una quinta columna colaboracionista al servicio de los intereses expansionistas de Ruanda.

3.- Debilidad de los Estados, de las instituciones administrativas, de los poderes locales, que con frecuencia juegan o han jugado con el factor identitario para lograr y/o mantenerse en el poder.

Es evidente que el Estado y sus instituciones (ejército, policía, administración, aduanas, justicia, servicios…) es inexistente en muchas zonas del este del Congo. La no existencia del Estado, el vacío,  deja inerme a la sociedad y deja el campo  libre a la instalación de poderes de hecho, al juego de las fuerzas “naturales”. En este contexto el repliegue identitario, con sus consecuencias de exclusión del otro, considerado como competidor y/o enemigo, es sentido y justificado como un recurso de supervivencia. La proliferación y actividad de grupos armados de autodefensa y/o control del territorio y de sus riquezas, que se cifran por decenas y cuyo reclutamiento se realiza sobre bases étnicas, es el resultado en parte de esta situación de abandono o inexistencia del Estado. Los grupos armados controlan directamente o indirectamente (mediante la exigencia de pago de tasas o impuestos) la producción y comercialización de minerales, que son exportados, en connivencia con transnacionales a través de redes o mafias de contrabando vía Kampala o Kigali (Uganda y Ruanda son exportadores de minerales inexistentes en su subsuelo) y así dichos grupos financian sus operaciones militares. El hecho es que  los desplazamientos de poblaciones son debidos a esta actividad. Más de un observador considera que estos grupos armados están realmente al servicio, no tanto de la etnia a la que pretenden defender, sino de una política de vaciamiento de poblaciones de zonas ricas en minerales, para de ese modo  liberar territorios para una mayor y mejor explotación minera.

Por otra parte, el ejército nacional (las FARDC), la policía, presentes en principio para mantener o imponer el control de Estado en la zona y eliminar a los grupos armados, se ha convertido en muchísimas  ocasiones  en un factor suplementario  de inestabilidad, extorsión, corrupción, pillaje y violencias sobre la población civil. Tampoco la MONUSCO ha ejercido con eficacia su mandato de protección de los civiles; incluso se han dado casos en que oficiales de la misión onusiana han participado en la explotación y comercialización ilegales de los recursos mineros.

La reforma profunda de las Fuerzas armadas y de las de seguridad del Congo es sin duda una de las transformaciones indispensables para el restablecimiento de la autoridad del Estado en esta zona. La anulación de los grupos armados operantes sería un primer paso. El peligro/riesgo de que se negocie su disolución a cambio de amnistías y/o integraciones de sus miembros en las estructuras militares o civiles del Estado es real, por lo que significa establecer la  IMPUNIDAD como mecanismo para alcanzar la estabilidad y/o pacificación. El pasado inmediato expresa suficientemente que semejante procedimiento sólo ha servido como aliciente a nuevas aventuras rebeldes sangrientas: se había consolidado la idea de que el mejor medio para alcanzar puestos relevantes en el Estado y concesiones de él ha sido mostrar una capacidad importante para  desestabilizar el país. Es evidente, sin embargo, que la solución no puede venir sólo, aunque ello sea de enorme importancia, de operaciones militares que eliminen militarmente a los grupos armados. Varios grupos armados han expresado ya la voluntad de desactivarse  e iniciar un proceso de reinserción en la vida militar o civil. Está la compleja tarea del “reciclaje”, mediante el programa DDR, desmovilización, desarme, reinserción, de miles de jóvenes miembros de las milicias para los que el ejercicio de la violencia ha sido su modo de vida durante años.  En el terreno más estrictamente político, las elecciones en el ámbito territorial, municipal, local, interesadamente postergadas desde 2006 deberían ser una pieza fundamental de la legitimación democrática de los poderes locales

En el proceso de reestablecimiento de la autoridad del Estado empieza a tener una influencia decisiva el nuevo mandato de la MONUSCO y de la Brigada de intervención creada al efecto, formada por militares de Tanzania, Sudáfrica y Malawi. Esta implicación de soldados africanos, aunque integrados en la misión de la ONU,  puede  significar que  los propios africanos desean protagonizar directamente la solución de los problemas y no dejarla en las manos exclusivas de la llamada comunidad internacional.

4.- Desplazamiento de poblaciones (refugiados) a otros países como consecuencia de las crisis étnico-políticas en el interior de cada uno de ellos; al mismo tiempo el país vecino como  base de operaciones de grupos armados opositores.

Cuando he hablado de las migraciones de poblaciones ruandesas al Congo/Zaire, sobre todo a parir de 1959, ha quedado claro que estos movimientos de población han sido el resultado de guerras, conflictos violentos de carácter étnico. En 1959 gran parte de la aristocracia tutsi se refugió en Uganda y las crisis de 1963, 1968, 1973, empujaron a muchos tutsi ruandeses a refugiarse en Burundi, Zaire etc…

Los hutu burundeses, perseguidos por el poder tutsi, encontraron refugio en Ruanda, Tanzania y el Congo. Años especialmente conflictivos fueron 1971, 1993. Todavía hay muchos que no han regresado.

El triunfo y conquista del poder por parte de Museveni en Uganda el año 1986 (apoyado por otra parte por las comunidades ruandesas tutsi, instaladas en Uganda desde los años 60) significó la huida hacia la Provincia Oriental o Alto Uélé de la RDC, de los acholi.

Los conflictos comunitarios, los enfrentamientos armados en el este del Congo han obligado a desplazarse a muchas poblaciones a Ruanda (tutsi congoleños y banyamulenge) y a Uganda.

Ahora mismo los conflictos en Sur Sudán están empujando a miles de personas a huir hacia el Congo y/o Uganda. Lo mismo puede decirse de la llegada a la RDC de miles de centroafricanos que huyen de la violencia desatada entre cristianos y musulmanes en la República centroafricana

El LRA, ejército de liberación del Señor, de los acholi ugandeses opera en el noreste del Congo, aunque ya su actividad armada  no persigue fines políticos; se trata de la rutina de la violencia que lo equipara progresivamente a una banda de bandidos. Algo similar puede decirse de la rama militar de las Fuerzas democráticas de liberación de Ruanda (FDLR), muy debilitadas por la represión y por escisiones internas, que hace que de ningún modo sea una amenaza real para el régimen de Kigali.

Se recordará que en la época de la guerra fría o del mundo bipolar (occidente versus bloque soviético), mientras Mobutu albergaba y protegía a UNITA de Savimbi, angoleños rebeldes, los disidentes katangueños encontraban acogida en Angola.

Esta historia pasada reciente, en la que la alternancia en el poder en estos países se ha caracterizado por la violencia con sus repercusiones regionales, podría repetirse

¿Cómo se presenta el futuro del post-musevenismo (tras casi 30 años de poder absoluto) en Uganda , del post-kagamismo (tras 20 años de dictadura de Paul Kagame)en Ruanda? ¿Se desestabilizará la zona? ¿Se producirá un contagio desestabilizador y violento?

4.- Intervención/injerencia directa o indirecta de países vecinos (Ruanda, Uganda sobre todo) en asuntos internos del Congo, apoyo a grupos armados rebeldes, en busca de cierta hegemonía en la región y/o de expansión territorial.

Es un hecho plenamente contrastado y documentado el protagonismo de Uganda y, sobre todo, el de Ruanda en las dos guerras, la de 1996 y la de 1998. La 1ª llevó al poder de Kinshasa a Laurent-Désiré Kabila  en mayo de 1997; significó el fin del mobutismo y fue el resultado de una coalición AFDL, muñida por Ruanda (tal y como posteriormente se vanaglorió de ello Paul Kagame en declaraciones al Washington Post). La 2ª, calificada como primera guerra mundial africana, produjo la división del territorio congoleño en dos mitades casi iguales; una de las mitades fue ocupada, administrada, expoliada por los agresores Uganda y Ruanda, que oficialmente, mas no realmente, abandonaron el territorio congoleño en 2003. Uganda apoyó al MLC de Jean Pierre Bemba y controló la parte nororiental del Congo y Ruanda montó una fuerza político militar, RCD (Rassemblement Congolais pour la Démocratie) que controló los Kivus, Maniema y parte de Katanga. Una auténtica catástrofe humanitaria: millones de muertos, millones de desplazados.

Los acuerdos de Pretoria, de diciembre de 2002, y su puesta en práctica a partir de junio de 2003, implicaron la retirada oficial de la presencia de ejércitos extranjeros y la integración en las Fuerzas armadas nacionales de los soldados de cada uno de los componentes beligerantes. Hubo contingentes del RCD, de obediencia ruandesa, que se negaron a integrarse y por otra parte, más  que una integración se produjo una yuxtaposición de fuerzas, con la particularidad de que en muchos casos los oficiales obedecían  más a la antigua cadena de mando que a las órdenes provenientes de la jerarquía militar oficial. La labor pacificadora de las FARDC en el este quedó muy limitada y resultó ineficaz. Al revés, se convirtió en un elemento más de desestabilización.

Uganda y Ruanda siguieron alimentando indisimuladamente una inestabilidad que les generaba enormes beneficios económicos, gracias a las redes mafiosas de explotación y comercialización de los recursos mineros, que encontraron salida via Kampala y Kigali. Ruanda y Uganda han exportado durante años, en connivencia evidentemente con transnacionales, mediadores financieros, minerales que esos países no poseen, provenientes del expolio de las riquezas congoleñas. Cierto grado de descontrol, violencia, inestabilidad, ingobernabilidad, de instrumentalicación y alimentación de conflictos, ha sido indispensable para salvaguardar los intereses de Uganda y Ruanda.

Durante varios años Ruanda apoyó y potenció la actividad rebelde del CNDP del tutsi congoleño  Laurent Nkunda (que dicho sea de paso ya en el año 1990 había participado en las filas del FPR ruandés en la guerra civil y toma del poder en Kigali por el régimen actual, para luego hacer lo mismo en el RCD), hasta que fue detenido y encarcelado en Ruanda y sustituido al frente del CNDP  por Bosco Ntaganda, tutsi ruandés que se trasladó al Congo y participó con el apodo “terminator” en la Provincia Oriental (Kisangani) como brazo derecho de Thomás Lubanga juzgado y condenado por el Tribunal de la Haya).

Como en ocasiones anteriores se trató de eliminar al CNDP integrándolo en las FARDC por acuerdo del 23 de marzo de 2009; se colocó a la zorra al cuidado de las gallinas. Este Bosco Ntaganda, general ya de las fuerzas armadas congoleñas, reclamado por la justicia, al comprobar que las presiones internacionales sobre Kabila para que lo entregara a la Haya iban a surtir efecto,  se amotinó en abril de 2012 y arrastró a miles de soldados exCNDP y formó el M23, último movimiento rebelde, por ahora, de una sucesión de grupos armados dirigidos por tutsi y por el régimen ruandés, apoyado con cierta discreción por Uganda y con descaro por Ruanda, como ha quedado probado por multitud de informes de expertos de la ONU. El M23 logró en noviembre de 2012 tomar GOMA, capital del Kivu norte e incendiar gran parte de las zonas de Masisi, Rutshuru, Bunagana etc. No eran pocos los que temían el estallido de lo que podría ser la 3ª guerra. Pero tanto la llamada comunidad internacional como la Unión Africana y la Conferencia Internacional de la Región de los Grandes Lagos (CIRGL) se activaron para impedir semejante catástrofe.  El 24 de febrero de 2013 se firmó (11 países de la región, más representantes de la ONU y de la UA) el Acuerdo-marco de Addis-Abeba y se inició un largo, lento y a veces exasperante proceso de conversaciones, negociaciones, en Kampala, que no llegaron a buen puerto, pero que sirvieron para “enfriar” los ánimos y para que las diplomacias actuaran. Bosco Ntaganda optó por presentarse ante el tribunal de la Haya; el M23, que eligió como líder a Sultani Makenga,  se escindió entre pactistas y radicales; se reanudaron los enfrentamientos, que terminaron con la derrota definitiva del M23 a primeros de noviembre de 2013. La rendición de los rebeldes demostró por si fuera necesario la, tantas veces y airadamente, negada intervención de Ruanda a su lado: bastó con que EEUU y Reino Unido, padrinos reconocidos del régimen de Kagame, llamaran la atención a su protegido conminándole a que NO INTERVINIERA, para que las renovadas FARDC y la Monusco eliminaran con cierta facilidad a los combatientes rebeldes. Éstos han encontrado refugio en Uganda y Ruanda, donde se pasean con total libertad, aunque un centenar de ellos estén acusados de crímenes contra la humanidad etc. Mientras tanto en la RDC, eufóricos por la victoria, se discute sobre una amnistía posible, se teme que en aras de la paz se hagan concesiones políticas excesivas, se teme también que el M23 resurja de sus cenizas etc…

En lo que a nuestro tema concierne, no cabe duda de que la eliminación de la amenaza del M23 es ya un hecho y supone un factor fundamental para la pacificación, sobre todo si es seguida por la desaparición por la fuerza o por el diálogo de la multitud de milicias armadas. No es menos cierto que tanto la Monusco como las instituciones regionales  deben velar porque la injerencia de Ruanda y Uganda no se produzca, aunque, a juzgar por el inmediato pasado, no se puede ser en exceso optimista sobre la cuestión; no parece admisible que durante tantos años de agresión, pillaje, ocupación, de delitos contra el derecho internacional, plenamente acreditados en investigaciones, informes de la ONU y de ONGs, estos países no hayan recibido, no digamos sanciones severas, sino ni siquiera una condena retórica solemne. (Solamente han aparecido últimamente pequeñas reprimendas, leves tirones de orejas, para que en adelante Ruanda se porte mejor). Es legítimo preguntarse por qué esta complacencia que se convierte al final en complicidad. Para ser justos, hay que poner de relieve que la Administración Obama está expresando cada vez más su inquietud y crítica hacia la deriva del régimen de Kagame y que también el Reino Unido se muestra más exigente y presionante.

En fin, los refugiados y desplazados pueden ver una luz al final del túnel (si se me permite esta expresión tan utilizada por nuestros gobernantes), ya que una de las causas de sus desgracias está en vías de ser superada, si bien el camino que se deberá correr será lento y complejo.

5.- Factores geoestratétigos y económicos: pugna por el control del centro de África; pugna por tener acceso a la explotación de los ricos recursos naturales, que escasean en el mundo, pero que abundan en el Congo. ¿Existiría una especie de “conspiración” contra la RDC para desmembrar su enorme/excesivo territorio, un proyecto de “balcanización” del Congo?

No soy politógolo ni miembro de algún gabinete de análisis de política internacional. Pero ello no me impide constatar que desde la superación/desaparición de la guerra fría o del mundo bipolar (finales de los 80 primeros 90), se ha producido un creciente interés por parte de las potencias occidentales por África. Desde hace unos 10 años, este interés por África lo es también por parte de los llamados países emergentes. Todos somos testigos de la irrupción, de la ofensiva china, en África. África es un terreno apetecible y son muchos los competidores que tratan de situarse en un continente que alberga grandes riquezas naturales, minerales, agrícolas, forestales…, frente a otros continentes un tanto agotados al respecto; continente  que, a la vez, se presenta como un mercado de millones de personas que se van a convertir progresivamente en ávidos consumidores.

¿Los intereses geoestratégicos – influencia política, cultural, control de movimientos sociales, ideológicos y políticos, etc. – y económicos – explotación de las riquezas y mercados futuros – han constituido y/o constituyen un factor desestabilizador en la región de los Grandes Lagos, han sido y/o son germen y origen de conflictos, guerras, y por ende de movimientos de población: refugiados y desplazados?

A primeros de los años 1990 se puso cierto énfasis en los calificados “nuevos liderazgos africanos”, que sustituirían a los “viejos” surgidos en los años 60 en la época de la descolonización. De hecho EEUU saludó como positivos – y muchos opinan que no fue solo espectador, sino que los impulsó y propició – los cambios en Etiopía (la cosa no funcionó demasiado bien ya que Eritrea se desgajó pronto), en Uganda, llegada al poder de Museveni por la fuerza de las armas en 1986, en Ruanda, apoyo a Kagame en la invasión en octubre de 1990 desde Uganda y conquista del poder también por las armas  en julio de 1994 (tras el genocidio tutsi). No está de más señalar que estos tres Estados son los que más soldados aportan a las distintas misiones de la ONU en África, esto es, rinden un buen servicio a la llamada comunidad internacional.

No es una mera elucubración fantasiosa afirmar que Uganda y Ruanda han sido al menos hasta ahora los peones de la política norteamericana de control en el centro de África, en la región de los Grandes Lagos. La administración  Clinton ha dado siempre un trato de favor al régimen del FPR, el matrimonio ha viajado con frecuencia a Kigali mostrando amistad y cooperación, Tony Blair es asesor personal del presidente Kagame; norteamericanos y británicos inyectan directamente cuantiosas fondos a los presupuestos del Estado ruandés (que depende en un % muy elevado de estos fondos). En el contexto de los Grandes Lagos, la República democrática del Congo es sin duda la pieza más apetecible, por su posición geográfica  y sobre todo por la enorme cantidad de sus riquezas naturales o por repetir unas frases ya un tanto manidas, “el Congo es un auténtico escándalo geológico”, que a la vez constituye su “maldición o la maldición de de ser en exceso rico”. Acceder, a poder ser en exclusiva, a la explotación de estas riquezas es un objetivo codiciado por los países desarrollados y/o emergentes.

Una de las cosas en la que la mayoría de los congoleños coinciden – ¡y vaya si es difícil encontrar un denominador común en la heterogeneidad congoleña! -, es en la convicción de la existencia de una “conspiración” para “balcanizar” el Congo, para romper integridad territorial; los conflictos y guerras recurrentes en el este del Congo serían la mejor demostración de la ingobernabilidad de un país inmenso, que exigiría una remodelación de las fronteras dibujadas a finales del siglo XIX por la colonización. Uganda y Ruanda, con grandes intereses en el Ituri (Uganda) y en los Kivus (Ruanda) serían los grandes beneficiarios de este desmembramiento del Congo. De ahí que sean estos los países más involucrados en la desestabilización de la zona.

No faltan hechos, datos, declaraciones que sustentarían esta tesis. A lo largo de estos 25 últimos años, el alejamiento (político, socioeconómico) de toda esta zona respecto de Kinshasa no ha hecho sino crecer; las relaciones económicas se han orientado hacia el este. Pero, sobre todo, están las diversas propuestas que se presentan como solución de los problemas y que no hacen sino ahondar en el temor de los congoleños. Ya en 1996, el presidente de Ruanda, Pasteur Bizimungu, declaró solemnemente que varios territorios del Kivu-norte habían pertenecido en su día al reino de Ruanda y reclamó una Conferencia de Berlín II que reordenara la fronteras. El antiguo subsecretario norteamericano para asuntos africanos, Herman Cohen, no ha dudado en indicar en varias ocasiones que debería configurarse un territorio en el este del Congo de libre circulación de personas y bienes, esto es, un territorio de soberanía compartida entre Estados vecinos. Nicolas Sarkozy se expresó en el mismo sentido. Cuando los congoleños constatan que la representante del Secretario general de la ONU, la Sra. Mary Robinson, y el enviado especial del presidente Obama en la región, Sr.Russ Feingold, presionan sobre el gobierno congoleño para que negocie regionalmente algunas cuestiones y el Sr Feingold no duda en señalar que podría ser conveniente para la definitiva estabilización de la región una revisión acordada de las fronteras heredadas de la colonización,  no tienen duda alguna de que el temido proyecto de balcanización sigue en pie.

Por lo tanto, es indudable que el control de la explotación de las riquezas congoleñas y los planes expansionistas de Uganda y Ruanda, son factores determinantes de los conflictos y, en consecuencia, de los desplazamientos forzados de la población. ¿Siguen en pie dichos planes? ¿Han quedado descartados?

Conclusion

Hay bases para albergar cierto optimismo. Se han dado pasos importantes: victorias militares sobre los rebeldes, acuerdos regionales. consensos  en el seno de instituciones representativas de la comunidad internacional, concretamente de Estados africanos, pero la pacificación, normalización, estabilidad será el fruto de un proceso complejo. lento y difícil; proceso en el que no pueden descartarse sobresaltos.

Ramón Arozarena, 1 de febrero de 2014

* Texto de la conferencia dada por Ramón Arozarena , en el XXVI Encuentro de ANTROPOLOGÍA Y MISIÓN – “REFUGIADOS” – celebrado el 1 y 2 de febrero en MUNDO NEGRO, organizado por los Misioneros Combonianos.