90 años de Gustavo Gutiérrez y 50 de la Teología de la Liberación (I)

Saturnino Rodríguez

Desde sus primeros años a su trabajo como párroco en el Rimac. Intentaba bajar las tesis divinas para enfrentarlas a los trabajos de filósofos, escritores y poetas ilustres.

Gustavo Gutiérrez Merino nació en el Centro viejo de Lima el 8 de julio de 1928 de una modesta familia con orígenes que mezclaron nativos quechuas con españoles. Estudia la secundaria en el colegio San Luis de los Maristas de Lima. De salud precaria en su niñez, adolescencia y primera juventud por la osteomielitis que padecía (infección ósea, teniendo que guardar cama con frecuencia), a los 18 años tuvo que restringir sus movimientos en una silla de ruedas en la casa familiar en la calle Cajamarca del barrio Barranco de Lima hacia el año 1943, lo que le apartaba definitivamente de sus sueños futbolísticos y también del colegio, en donde le visitaban constantemente los amigos.

«El dolor madura y eso experimenté», confesó una vez, por lo que «creció alimentándose de fe cristiana» como decía de él el diario «La República» (3 mayo 2003). El ajedrez y el ping-pong le gustaban especialmente. Pero sobre todo leía con pasión manifestando muy pronto una gran sensibilidad por la poesía y la mística, como por ejemplo el pensador y escritor francés Blas Pascal, matemático y físico y escritor que tras una experiencia religiosa profunda en 1654,se dedicó también a la filosofía y a la teología. Recuerdos que conserva vivos su amigo de infancia y admirador Héctor Sevillano, ingeniero jubilado, que continuó viéndose con él a lo largo de los años y que resumía con cariño en un amplio artículo biográfico que publicó la revista «El Ciervo» en España hace unos años.

En 1947 ingresa en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de San Marcos de Lima, donde estudió hasta el año 1951 pensando en alcanzar un día la especialidad de psiquiatría. Durante el periodo universitario fue militante en la Acción Católica, hecho que despertó en él una gran inquietud social, despertándose en él la vocación sacerdotal lo que le llevaría ya a los 24 años a entrar en el Seminario (lo que conocemos como «vocación tardía») abandonando la formación sanitaria en la Universidad. Paralelamente estudiaba letras en la Universidad Católica de Perú (1955 a 1959) porque quería «llegar a conocer al ser humano en su integridad». Sus amigos le costearían con el tiempo sus estudios en el Seminario de Santiago de Chile en 1960.     Leer más…

Saturnino Rodríguez en Religión Digital, 29 de mayo de 2018