Lula: un justo entre las naciones

Atrio

Conozco a un hombre. Hace más de 40 años. ¿De dónde viene? Viene de la senzala existencial. Es un nordestino, desdeñado por la élite del atraso que tiene en su ADN un desprecio cobarde a los pobres. Es un hijo de la pobreza. Un superviviente del hambre. Un pau de arara, que salido del agreste pernambucano fue a radicarse con su madre y sus hermanos en la periferia de São Paulo.

Toda la numerosa familia vivía en un anexo a un bar. Pero había una madre que cumplía todas las funciones, de padre, de madre, de educadora, de consejera y de ejemplo, doña LINDU. Supo educar a toda la prole. A este hombre le inculcó en la cabeza y en el corazón: Nunca desistas. Nunca robes. Nunca mientas.

Este imperativo ético marcó toda su vida. Cuando niño, trabajando en un pequeño mercado, se moría de ganas de robar un chicle americano. No existía el nacional. Pero cuando extendía la mano, se acordaba de doña Lindu: No robó el chicle, como siempre se contuvo.

Conozco a un hombre, a este hombre. Durante bastante tiempo estuvo totalmente despolitizado. Lo que le interesaba era el fútbol y su equipo preferido, el Corinthians. Consiguió hacer un curso de metalúrgico. Aprendió por experiencia, sin saber nada de Marx, lo que era la plusvalía. Al principio con la poca experiencia inicial, producía tal y tal producto. Fue mejorando, con más destreza y rapidez producía más y más del mismo producto. Pero su salario seguía siendo el mismo.

¿Para quién iba la ganancia del crecimiento de su producción? No para él sino para el patrón. En esto reside la plusvalía y el mecanismo de acumulación del empresario. Despertó a la injusticia de los trabajadores. Se volvió líder sindical. Se enfrentó a la dictadura militar. Fue preso. Soltado, liberó el águila que tenía dentro. Surgió su carisma de líder. Sabía negociar honestamente con los patrones según la lógica del gana-gana…Leer más…(Leonardo Boff)