Que el proyecto de Francisco tenga resistencias significa que funciona

Entrevista con Antonio Spadaro, sj, director de la Civiltà Cattolica

Digamos que el Papa no es un Papa de actos, sino de procesos. Ama el proceso. Abrir procesos que no tiene por qué terminarlos él mismo necesariamente. Entonces, si un proceso es de verdad una puesta en marcha, no va en contra de las resistencias: el mismo hecho de que haya resistencias quiere decir que el proceso funciona.

Esta resistencia se debe a que cualquier cambio puede ser desestabilizante… Pero esta abundante misericordia de Dios, que es el núcleo profundo del Evangelio, ¡no puede desestabilizar! Eso sólo es porque están más atentos a la estructura y a la certeza que a la libertad del corazón.

José Manuel Vidal enReligión Digital, 9 de mayo de 2016

Le llaman ciberteólogo, pero el padre Antonio Spadaro es, sobre todo, uno de los intelectuales más relevantes de la Iglesia y, como tal, director de la Civiltà Cattolica, una de las revistas más prestigiosas de la Compañía de Jesús. No tiene todavía los 50 años, pero el jesuita ya ha escrito más de veinte libros, hizo la primera entrevista al Papa Francisco y pasa por ser uno de los consejeros áulicos de Bergoglio.

¿Es usted uno de los asesores de Bergoglio?

El Papa Francisco conoce muchas personas a las que pide consejo. No, yo no me considero un consejero del Papa. Absolutamente no. Sólo soy una persona que ha tenido contacto con él como muchas otras. Una de las características principales de este Papa es que es muy abierto para ponerse a la escucha de las personas. De hecho, ése es uno de los motivos por los que él vive en Santa Marta, porque allí puede encontrarse con muchas personas, pastores o no, que le dan información, le cuentan… Es un Papa muy abierto al consejo y a la comunicación.

La Iglesia escucha el latido del pueblo porque el Papa se encuentra con esa gente.

Absolutamente. Sí, es un Papa que escucha profundamente. Sus fuentes de información no son sólo las oficiales: es una persona que quiere escuchar.

A usted, por ejemplo, ¿sobre qué temas concretos suele preguntarle?

No, no, yo no tengo una comunicación regular con él… Cuando he estado con él, ha dependido del momento; la pregunta ha dependido de la situación.

Acaba de publicar un libro sobre el Papa y los niños: Querido Papa Francisco. ¿Cómo ha sido la experiencia?

Extraordinaria. Porque el Papa recibe muchas cartas de tantos niños… Entonces, tuve esta idea: coger alguna carta de niños de todas las partes del mundo y presentárselas al Papa para que las respondiera.

Presenté en Santa Marta la selección de cartas, de niños de todas las partes del mundo (China, Siria, Argentina evidentemente, Irlanda… también España), y lo más bonito fue que el Papa las respondió de una manera especial.

Con los niños no encuentra barreras y ellos plantean las preguntas que nos planteamos cualquiera de nosotros. Entonces, surgen las cuestiones sobre la vida, sobre la muerte, sobre el significado del sufrimiento, así como las preguntas personales sobre la vida del Papa… El Papa se divirtió con todas esas preguntas, que verdaderamente son difíciles de contestar pero que, cuando se responden, la respuesta vale para todo el mundo, porque sale del corazón.

El libro se ha publicado también en España.

Sí, y en muchas partes del mundo y en muchas lenguas.

¿Cuál es la clave, a su juicio, de este pontificado? ¿La recuperación del espíritu del Vaticano II?

Se puede decir que el Papa Francisco es el primer Papa post-Vaticano II, porque no participó en el Concilio. Sin embargo, aunque no lo presenció tiene profundamente interiorizado su espíritu. Como dijo en la entrevista que le hice, su sueño es andar para adelante. Por eso no me atrevería a decir que quiere recuperar algo del pasado, porque es un Papa que quiere avanzar. Es un Papa que quiere servir al Espíritu en la Iglesia de hoy. La palabra que usa con más fuerza es la palabra misericordia, ya desde el 2013, durante los primeros meses de su pontificado, la nombró doscientas veces. Y luego llegó el Año de la Misericordia…

Con esto quiero decir que lo principal es la pastoral; que la misión de la Iglesia para él es la salvación de las almas, por encima de la doctrina, de todas las cuestiones doctrinales… Él va directo a que el Evangelio consiga tocar la historia y el corazón del hombre. Ésa es la gran lección del Vaticano II que el Papa Francisco ha hecho suya.

Usted dio en Madrid una conferencia sobre la Misericordia en el Papa Francisco. ¿Cuáles son las claves de fondo de esa misericordia? Usted explicaba que hay misericordia en el tiempo, en el espacio…

Sí. La misericordia es reconocer que el Señor sale a tu encuentro antes de que tú le vayas a buscar. Es saber que Dios va a estar a tu lado antes incluso de que lo desees, de que le necesites. Por eso me refiero al tiempo y al espacio: Dios se anticipa. Está siempre completamente abierto a encontrarse con nosotros. No hay aduanas, no hay barreras. El Señor, con los brazos abiertos, tiene siempre este gran mensaje: misericordia es descubrir el rostro de Dios. Es el gran mensaje de la evangelización.

¿Ese mensaje de ternura, de misericordia, está calando en la gente?

Pienso que sí. Creo que hay mucha gente seducida por la figura del Papa. Su forma de moverse, de hablar, todos sus gestos de ternura no son sólo simbólicos: son reales.

Es un Papa que abraza.

Exactamente. Es un Papa que abraza, ¡que sonríe! Su abrazo se siente porque, cuando abraza físicamente, lo hace con fuerza. O sea, es Evangelio: saber que el Papa, que representa visiblemente el rostro de la Iglesia frente a toda la humanidad, sonríe.

¿Está empujando hacia una conversión de corazón a las personas y a las estructuras?

Absolutamente de acuerdo. Para este Papa, no basta con cambiar las estructuras: hay que cambiar las almas, que son las que cambian las estructuras después… No es un Papa revolucionario, en el sentido de que lo que está haciendo es simplemente reivindicar el Evangelio. Él piensa que, si la Iglesia se aferra al corazón del Señor, todo se puede cambiar. Esto es lo que quiere el Papa verdaderamente: no hacer revoluciones, sino poner de manera radical a Jesús dentro de cada corazón. Y así es como va a hacer cambiar a la Iglesia.

Pero eso es una gran revolución.

¡Porque el Evangelio es una gran revolución! Descubrir que el Evangelio no es la legitimación de un status quo, sino que es algo que cambia el corazón y cambia la Historia.

¿Qué resistencias está habiendo dentro, en su propia casa: en la curia, en alguna parte de la jerarquía…? El pueblo está visiblemente convencido, ¿y el clero?

Digamos que el Papa no es un Papa de actos, sino de procesos. Ama el proceso. Abrir procesos que no tiene por qué terminarlos él mismo necesariamente. Entonces, si un proceso es de verdad una puesta en marcha, no va en contra de las resistencias: el mismo hecho de que haya resistencias quiere decir que el proceso funciona.

Esta resistencia se debe a que cualquier cambio puede ser desestabilizante… Pero esta abundante misericordia de Dios, que es el núcleo profundo del Evangelio, ¡no puede desestabilizar! Eso sólo es porque están más atentos a la estructura y a la certeza que a la libertad del corazón. Por eso, Francisco genera atención pero también confusión. Pero no debería haberla: es la palabra del Evangelio la que él demuestra. Su apertura es eso: el mensaje del Evangelio.

Si miramos las raíces cristianas de Europa, éstas son el lavatorio de pies. Cuando el Papa Francisco ha lavado los pies en el Jueves Santo a los prófugos, aunque no fueran cristianos y fueran musulmanes, ha tenido un gesto que dice cuáles son las verdaderas raíces cristianas de Europa.

Mujeres refugiadas que lloraban al verle realizar un gesto tan auténtico.

Absolutamente real. Este Papa no es simbólico, es verdadero.

¿Esta comprensión está cuestionando la forma de vida de la alta jerarquía?

Creo que está poniendo en cuestión la vida de todos nosotros. No solamente le está exigiendo un cambio a la alta jerarquía. Porque es fácil categorizar a las personas y distinguir entre alta y baja jerarquía, pero el Papa no da crédito a todo esto: él en lo que se fija es en la diferencia de la calidad evangélica. Por ejemplo, hay muchos cardenales que sí viven una profunda experiencia evangélica. Eso depende de la persona, del corazón. No es un problema de categoría sino de corazón.

Pero quienes tienen esa categoría deberían dar más ejemplo. Y, segundo, demostrar que siguen los pasos del Papa. Porque, al menos desde España, no se nota que lo hagan. Si el Papa deja el palacio, ¿por qué los obispos no dejan los suyos?

Absolutamente sí. El Papa ha insistido mucho en una expresión que ya utilizaba con frecuencia cuando era arzobispo de Buenos Aires e incluso antes: que los clérigos no pueden ser funcionarios de la Iglesia, sino pastores. La verdadera clave de lectura del hombre de Iglesia, del que está dentro, sea más arriba o más abajo, es ser realmente pastor. Ese pastor, que dice el Papa, con olor a oveja. La expresión es muy bella. Poética. Significa que, si se acerca a la gente del pueblo, se le va a pegar ese olor a «oveja», a persona.

En verdad, es un modelo de conversión para los curas que desconfían del Papa Francisco porque da más importancia a ser «pastor» que a ser sacerdote. Pero si desarrollaran una capacidad de juicio positivo, verían que la grandeza de Francisco es encontrar a las personas, lejos de cuestiones de estructuras y palacios. Lo fundamental es que el pastor sea cercano a su pueblo.

Entonces, el pastor tiene que demostrarse y escenificarse también en esas cuestiones materiales. Un cura no puede llevar un Mercedes.

Sí, eso es. Algo así siempre sería contradictorio. Pero repito que el juicio no es de lo exterior: el juicio es del corazón. Si una persona es cercana o lejana. No son tanto los hábitos exteriores, porque una persona puede tener una exterioridad simple, pero un corazón profundo.

¿La reforma va demasiado lenta para unos y demasiado rápida para otros?

Todo proceso que sea realmente profundo, es lento. Y la calidad de la reforma no se evalúa a través de su velocidad, sino de su fuerza. Y para que la haya, para que haya profundidad, se necesita tiempo.

En segundo lugar, diré que su reforma se está sacando adelante de una manera irreversible. Porque es profunda.

¿Irreversible en este pontificado?

Sí.

Pero, ¿con continuidad en el siguiente?

Bueno, dejémosle a Dios esa sorpresa. No podemos adivinar el futuro… Pero, ciertamente, estamos viendo que el Papa Francisco está teniendo impacto no sólo sobre la Iglesia, sino en todo el mundo. En los sondeos internacionales hemos visto que el Papa Francisco resulta el líder más creíble del mundo, comparado con los grandes líderes políticos y morales de la Historia. Su grado de aceptación es muy elevado.

Esto significa que el Papa no influye solamente a la Iglesia. Por ejemplo, atención a lo que dice su amigo musulmán argentino: cuando fue electo el Papa Francisco en 2013, no salió elegida sólo la cabeza de la Iglesia Católica, sino un líder moral para el mundo. En este proceso, no se trata de diferir de lo que es el cristianismo, sino de ofrecer un cristianismo más humano.

Un líder moral con autoridad reconocida no sólo por la base, sino entre los líderes políticos mundiales.

Es algo increíble. Porque el Papa Francisco es muy sobrio, muy sencillo, pero precisamente conquista por esa cercanía a las personas que están más habituadas a las distancias protocolarias. Y resulta hasta contradictorio: cuanto más cercano se ha mostrado, más ha crecido su autoridad. Porque la gente ha entendido que el sentido de la verdadera autoridad está en la cercanía.

Estamos pasando de una imagen de Papa imperial a uno normalizado. ¿Está simplificando el Papado?

Estamos pasando de una imagen constantiniana, imperial, de señas y símbolos y heredada, a un pontificado que se va purificando, digamos. Se está purificando de todos esos -demasiados- elementos. Poco a poco está simplificando el Papado, llevándolo hacia la inmediatez evangélica.

Pero eso, a mucha gente de Iglesia, no le gusta nada.

Esto no gusta porque se cree que la pérdida de las señas imperiales es una pérdida de autoridad… Pero estamos viendo que no es así. Que es todo lo contrario.

¿Los enemigos principales del Papa están dentro o fuera?

Supongo que los habrá, evidentemente, pero yo no hago esta distinción. Las distinciones tienen que ser mucho más profundas que hablar de dentro o de fuera, de amigos o enemigos. Lo que hay que ver es si tenemos un estilo equivalente al suyo, o si le admiramos mucho o no, ya sea desde dentro o desde fuera de la Iglesia. La diferencia, de nuevo, no está en dentro o fuera, sino en el esfuerzo del corazón.

De todos esos enemigos potenciales o reales que tiene el Papa, ¿se puede esperar que pasen a la acción? ¿Cree usted que le podría pasar algo?

No, no lo creo. Francamente, el propio Papa no está preocupado por esto. El Papa sabe perfectamente que este proceso es real y envuelve a su persona y puede provocar, por ende, sentimientos contrarios a su persona. Pero, a la vez, sabe que, como es un proceso verdadero, es un proceso tranquilo. No puede molestar tanto.

El Papa no está preocupado porque haya oposición. Es más, explícitamente la quiere. Es muy abierto a la diferencia y a la escucha y está confiado porque lo está haciendo todo con tranquilidad. Lo que quiere es envolver el alma de las personas, su vida. La existencia de oposición no va a impedir que este proceso siga adelante.

Él asume el riesgo de que dentro de ese proceso tiene que haber oposición.

Exacto.

Entre las asignaturas pendientes del Papado en general está Rusia. Tras el encuentro en Cuba con el Patriarca Cirilo, ¿se puede pensar en un próximo encuentro en Moscú?

No lo sé. No podemos hablar en términos de geopolítica. El Papa es una persona muy libre pero sabe perfectamente que el mundo está dominado por intereses. Por eso quiere acabar con los buenos y los malos, los rusos y los americanos… y construir puentes. Es un hecho que este Papa ha hablado tranquilamente tanto con Obama como con Putin. Ha abierto canales de camaradería con varios líderes mundiales. Ha tratado de mediar en conflictos como los que se están negociando en Cuba y Colombia.

Todo esto significa que el Papa se mueve muy libremente en el escenario global. De una manera cercana, pero siempre persigue lo que es posible, con mucho realismo.

En cuanto a Rusia, entonces, se ha dado cuenta de que debe estar incluida en este proceso de pacificación del mundo. Como la China. El gran amor que el Papa le tiene a China nace de la conciencia de que China tiene un peso político muy fuerte, y una tradición cultural de sabiduría enorme.

¿Está más cerca, entonces, la posibilidad de una visita a China?

Parece, pero no sé… El proceso es lento. No va a ser cosa de un par de días. No será una visita inmediata. Pero él está abierto a lo más difícil, como cuando se encontró con el patriarca ruso, Cirilo. Fue revolucionario por lo que tuvo de novedad, pero también por la modalidad. ¿Quién iba a haber imaginado que un Papa y un Patriarca se encontraran en un aeropuerto de Cuba? Todos habríamos imaginado una iglesia, un monasterio; el Vaticano o Moscú… Y no esa sala simplísima de un aeropuerto en un lugar, Cuba, que es del Nuevo Mundo. ¡Es tan abierto que resulta increíble! Pero después de todo esto, se entiende mejor que haya sido autorizado a volar por territorio chino, que le den esos privilegios.

Es un animal político, impresionante por su capacidad de desatar nudos.

Sí.

Acabo de estar en Buenos Aires y he visto la imagen de la Desatanudos.

Sí, pero en el fondo esa imagen de desatanudos es muy fuerte para el Papa: el Papa no puede resolver todos los problemas del mundo. El Papa quiere tomarlos uno a uno. Es lo del proceso. Poner aceite en las heridas, evitar el conflicto… Sanar. Empezando por lugares que están en estado catastrófico, como Siria.

El día 8 se publicó la exhortación postsinodal. ¿Qué nos vamos a encontrar?

La exhortación apostólica es el último paso de un proceso sinodal abierto e inspirado en el primer Sínodo Extraordinario. Tras un cuestionario lanzado al Pueblo de Dios, podemos imaginar que esta exhortación recolectará el fruto de este largo y honesto proceso. No es simplemente una carta apostólica escrita por el Papa, madurada en dos o tres jornadas. Es un fruto lento, madurado dentro de un proceso sinodal de mucho recorrido. El Papa le ha dado importancia al proceso sinodal. Lo ha tratado de comprender en la intensidad de cada palabra.

Y ese proceso sinodal quiere que se plasme en la Iglesia, a todos los niveles.

Absolutamente. El proceso sinodal tiene que dar lugar a algo sólido. La Iglesia entera debe vivir un proceso sinodal. Es muy interesante que el Papa Francisco, desde su primera exhortación, la Evangelii Gaudium, siempre haya citado a las conferencias episcopales locales en sus encíclicas. Haciendo entrar lo local en el magisterio pontificio. En el fondo, el magisterio pontificio no es algo solitario, sino que se sostiene en la vida interna de cada Conferencia Episcopal, en el día a día del Pueblo de Dios. Toda la Iglesia ha de verse partícipe de este proceso. Este Papa ha activado la colegialidad.

¿Espera usted que haya decisiones concretas? Los periodistas siempre hablamos de los divorciados vueltos a casar.

Hemos visto que en este asunto se ha hecho un proceso y que la palabra clave del Sínodo ha sido la integración. Integrar a las personas en la vida ordinaria de la Iglesia.

¿Para recuperar gente?

También. Pero sobre todo, como se ha aprobado por mayoría, la integración va a ser el punto del que partir. No hay que imaginar otra palabra: la integración es la clave.

El Papa mantiene una relación muy fluida con los medios de comunicación. Pero da la sensación de que, a veces, los grandes medios, las grandes corporaciones mediáticas mundiales tratan de invisibilizarle, de obviar su mensaje para quedarse en lo anecdótico.

Esto es interesante. Es un riesgo. El Papa Francisco destaca por su humanidad, y esto es un valor muy importante. El valor de la ternura, que no es un valor superficial; es muy profundo. Entonces, el riesgo es caer en acentuar simplemente los gestos, los grandes gestos del Papa, que son muy potentes y que a los periodistas les impresionan. Pero el mensaje está ahí detrás: el gesto que he mencionado antes, el del lavatorio de pies en la homilía de la misa de la mañana del Jueves Santo, fue muy potente precisamente porque el mensaje oculto era la ternura. No fue un gesto simple: fue un gesto profundo, del corazón. Mucho más que un gesto.

Usted es especialista en Internet y ha escrito un libro sobre ciberteología. ¿Qué papel está desempeñando la red en este momento, respecto al Papa?

Las redes que se han abierto del Papa han batido todos los récords de seguidores. Es increíble. La gente está muy atenta a lo que el Papa Francisco hace. A sus gestos, a sus palabras. Los mensajes de su twitter, por ejemplo, son muy retuiteados, y son palabras que él expresa en su cuenta personal… También hemos asistido a la apertura de otra de las cuentas personales del Papa: su instagram, en el cual, extraordinariamente, ha vuelto a batir todos los récords. ¡Millones de followers en apenas 12 horas! La gente «redice» sus mensajes profundos. Eso es espectacular en Francisco. Y pienso que se debe a que necesitamos tuits como los suyos. Que meten el dedo en la llaga y a la vez tocan el corazón.

Tenemos tantas imágenes del Papa, recibimos tantos mensajes suyos… Pero son mensajes que pasan por nosotros superando los límites confesionales, y entonces fluyen y nos tocan.

Es el tipo de persona que más llega al público joven, que es el que está más conectado a las redes sociales.

Por ejemplo, el Papa se hace selfies con los jóvenes, y lo hace de una forma tan natural que sorprende. Estamos acostumbrados a verle en video-conferencias; ver sus video-mensajes. Probablemente él no use el ordenador. No creo que le guste. Pero sí que se dio cuenta inmediatamente de la importancia que tiene para la práctica pastoral. En el fondo, es una persona que se adapta muy fácilmente a las exigencias pastorales.

De hecho, como usted dice, él reconoció alguna vez ser un ignorante tecnológico.

Absolutamente. Se definió como dinosaurio tecnológico. Sin embargo, supo ver la importancia de la comunicación, aunque en su interior no sea un hombre digital.

Al final, usted se siente esperanzado con este proceso que se ha iniciado con Francisco.

Sí, yo creo que él está haciendo un trabajo del espíritu. No es sólo un Papa con carisma y genialidad, sino que además de la persona estamos viviendo un momento particular espiritualmente. Vivimos un momento histórico con un cierto aspecto trágico, pero en este mundo también hay esperanza. Vemos violencia, y a veces tanta incapacidad de reaccionar contra esa violencia. Y necesitamos un mensaje de armonía, de espiritualidad. Esto es lo que está emergiendo del Papa Francisco: lo más esencial para el momento que atravesamos.

¿Nos falta en el seno de la Iglesia un poco más de ilusión para subirnos a este carro de Francisco, que está siendo una bola de nieve comparable al postconcilio? Tras el Concilio, en España que es lo que yo conozco, sí hubo una ola de ilusión, desde las bases hasta el clero.

Pienso que necesitamos por una parte idealismo, en el buen sentido del término, y por la otra parte, realismo. El Papa Francisco es un papa realista. No habla en abstracto ni se enamora de ideales: se enamora de personas. Pero me parece que la Iglesia siempre ha querido grandes esperanzas y grandes deseos, más que realismo. El proyecto de Francisco no es eso: no es ninguna ideología impracticable. Desde dentro de la Historia, escuchándola, quiere aprender de ella.

Levadura en la masa: el arrastre que tiene el Papa es el de aquellas épocas de cristianismo de convicciones profundas.

El Papa dijo una vez a los superiores generales de las órdenes religiosas que hoy tenemos que enfrentarnos a preguntas que ni siquiera nosotros entendemos. En el fondo, la realidad supera nuestra capacidad de comprensión. Eso es realismo: saber que no tenemos todas las respuestas. A esto le ha dado varias vueltas el Papa en sus documentos oficiales: que nunca tendremos todas las respuestas.

Hay una cosa que siempre me ha sorprendido del Papa. En alguna ocasión, frente a alguna pregunta, su respuesta ha sido «no lo sé». Esto es singular en un Papa. Pero este «no lo sé» no significa vivir en la ignorancia, sino fiarse del Señor. En el libro Querido Papa Francisco, la pregunta de un niño fue la siguiente: «Si pudieras hacer un milagro, ¿qué harías?». El Papa respondió: «Curaría a todos los niños del mundo que están enfermos, porque no entiendo el sentido de este sufrimiento».

¿El problema del mal inocente?

Efectivamente. El Papa no dice simplemente que no lo entiende, sino que dice que para él es una herida abierta. Recuerdo la pregunta de otro niño, que en su inocencia le pregunta: «¿Tú quieres a Jesús?». Una pregunta extraña para un Papa. Y el Papa responde: «No lo sé, pero sé que él me quiere mucho».

Esta actitud de total honestidad, de no dar respuestas automáticas, éste es el realismo que necesitamos.

Transparenta lo que vive, ¿no?

Absolutamente. Es una experiencia de fe.

Vamos terminando la entrevista. Es usted también director de la Civiltá Cattolica, revista de la Compañía de Jesús con muchos años y con mucho pedigrí. La supervisa, creo que ahora también, la Secretaría de Estado. ¿Goza de buena salud la revista? ¿Se plantea el paso a Internet?

Es la revista más antigua de Italia y una de las más antiguas del mundo. Fue fundada en el 1850. Por lo tanto, ha vivido la Historia de estos últimos 165 años de manera directa. Esta es la cifra para comprender la situación de la revista. Advierte el reto de la Historia en este momento y de este pontificado. En el fondo, la revista fue fundada por el Papa Pío IX, vinculada a los jesuitas. Pero la idea de aquel Papa era que estuviese  siempre vinculada de un modo profundo al Papado.

Para nosotros la actualidad es un enorme reto: explicar cómo el Papa Francisco está realizando su misión en el seno de la Iglesia.

¿Son ustedes una especie de think-tank dentro de la Iglesia, que desde una revista abren reflexiones y propuestas relacionadas con este proceso del Papa?

En estos momentos ésa es una de nuestras tareas fundamentales: mediar, comunicar y profundizar en todo lo que está sucediendo dentro de la Iglesia, y el impacto de Francisco, evidentemente. De su pontificado en la Iglesia y en el mundo. Esto, como puede entenderse fácilmente, es una tarea enorme, que requiere muchas energías. Por tanto, la revista está teniendo un gran éxito de lectores e incluso de abonados. Pero, al mismo tiempo, nos exige a nosotros enormes energías para poder afrontar esta tarea.

¿Influencia también?

Eso esperamos, porque si realizamos esta tarea cultural es porque queremos influir en la cultura y en la sociedad. Pero tengo que decir que lo estamos consiguiendo, entre otras cosas porque muchos de nuestros artículos son traducidos y llegan a muchas partes del mundo.

Para hacer esa labor, ¿ha ido usted a buscar teólogos argentinos que conocen muy bien la forma de ser y de pensar del Papa?

Exactamente. Porque hoy pensar una revista cultural es imposible si se reduce al vínculo con una sola nación. De hecho, por eso en mi despacho tengo el catálogo de todos los jesuitas del mundo. Sólo los jesuitas pueden escribir en la revista. Es una norma pontificia desde 1950 y que permanece hasta ahora.

Con el catálogo de todos los jesuitas del mundo en las manos, pido artículos a quien me parece oportuno según sus competencias.

¿Ha bajado el nivel intelectual de la Compañía, como dicen algunos?

Creo que la Compañía de Jesús está muy vinculada a las fronteras. Algo muy característico del Papa Francisco, pero también de Pablo VI, que decía que teníamos que estar en las encrucijadas culturales.

Los jesuitas sienten el desafío de las fronteras. Y esto es una característica de la Compañía que queremos que siga viva. El que lo hagamos bien o mal en las fronteras, depende de las circunstancias. Pero la atención cultural, el discernimiento de lo que pasa en el mundo, realmente lo vive la Compañía.

Es decir, que tratan ustedes de casar lo cultural con lo social.

Sí, esto ha sido siempre una constante en la Compañía. Intentar comprender las dinámicas sociales internas. Por eso muchos jesuitas trabajan directamente en lo social, mientras otros lo hacen en la educación y en lo cultural: en las universidades o escribiendo libros y artículos. Como cuerpo apostólico, la Compañía de Jesús está muy atenta a comprender lo que pasa en el mundo.

¿Le ha venido bien a la Compañía el primer Papa jesuita de la Historia, o eso tiene sus pros y sus contras?

Nos sorprendió a todos que saliera elegido. Yo mismo me quedé traumatizado, aquel 13 de marzo de 2013, cuando se anunció la elección de Bergoglio. Me quedé tocado, porque nunca en la Historia había pasado algo así: no sabíamos qué iba a significar tener un Papa jesuita. Nunca nos habíamos imaginado ser una orden que diese a la Iglesia un Pontífice.

Tengo que decir que esto es un gran reto para la Compañía, evidentemente.

¿Sólo es un desafío?

La palabra, para mí, encierra un valor profundo. Un desafío nos impulsa a pensar de una forma diferente a la que solemos pensar habitualmente. Por lo tanto, el hecho de que haya un Papa jesuita que además explicita la espiritualidad ignaciana -el discernimiento en todos sus gestos-, en el fondo está convirtiendo todo su ministerio en un discernimiento.

En vísperas de la congregación general para la elección de un nuevo general, esto para nosotros es un reto. A mi juicio, muy positivo.

Dicen que en esa congregación general van ustedes a mirar hacia Asia.

Ciertamente, Asia es un gran pulmón de la Iglesia, tanto del presente como del futuro. Lo hemos visto cuando el Papa ha visitado países como Sri Lanka y Filipinas. Estamos viendo los movimientos de China y la explosión de vocaciones en países como Vietnam, por ejemplo. Es cierto que Asia es un continente que contiene el germen del futuro.

¿Puede venir de Asia el próximo general?

De hecho, el Padre Arrupe y el actual general, el Padre Nicolás, ya vienen de Asia, porque aunque ambos eran españoles, pasaron gran parte de sus vidas en Japón. El Padre Kolvenbach era holandés pero vivió en el Líbano, en Oriente Medio. Los jesuitas siempre hemos estado especialmente atraídos por el Oriente. Para nosotros, la figura de Mateo Ricci es una figura clave en este sentido.

Y San Francisco Javier.

Por supuesto.

¿Se puede decir que la Compañía está a muerte con el Papa?

Se puede decir que la Compañía vive una relación singular con el Papa, porque advierte claramente que este Papa viene de la Compañía, pero también tiene muy clara la gran obediencia que la Compañía debe al Papa. Es una relación de tensión que a mi juicio es muy positiva.

Terminamos por donde empezamos: por la misericordia. ¿Va a pasar el Papa Francisco a la Historia por ella?

Esto es algo interesante porque obviamente, no ha sido el primer Papa que ha hablado de la misericordia y, de hecho, está en plena continuidad con sus antecesores: Juan XXIII y Juan Pablo II, que escribió una encíclica sobre la misericordia.

Pero Francisco es probablemente el Papa que la está encarnando. Está encarnando la misericordia en el tiempo actual, para cambiar incluso la forma de la Iglesia. Está llevando la misericordia a sus consecuencias más radicales, sin ponerle límites ni barreras. En este sentido, está llevando el sentido de la misericordia a su máxima radicalidad, al extremo de la misericordia de Dios.

Necesitábamos eso, ¿no?

Pienso que sí. La Iglesia madre, la maternidad de la Iglesia, una Iglesia que abraza a la humanidad herida. Esto es lo que el Papa llama el hospital de campaña. La Iglesia está al servicio de la humanidad herida. Ésta es la gran imagen.

Pasar de la aduana al hospital de campaña.

Exactamente. Son las dos grandes imágenes. La Iglesia como aduana que filtra el acceso o la Iglesia hospital de campaña que acoge a todas las personas heridas.