Ética de las víctimas

Atrio

Nadie discutirá que, para un cristiano, las víctimas de cualquier clase son algo sagrado y quizás el lugar más seguro de una presencia de Dios. Vaya esto por delante de todas las reflexiones que quisiera sugerir.

Pero dada la condición dialéctica de todo lo humano lo dicho no impide que también ese carácter sagrado de las víctimas tenga sus peligros y reclame una forma determinada de comportarse.

Esos peligros estarían en que las víctimas hagan de su sacralidad una especie de propiedad privada absoluta, sacralizándose ellas a sí mismas y convirtiendo su condición de víctimas en una especie de autodivinización que les da derecho a todo.

De ahí brota el gran peligro de convertir el hambre de justicia en sed de venganza. Un peligro que no es nuevo sino eterno y que ya denunció alguien tan identificado con toda clase de víctimas, como Simone Weil hace casi un siglo, en los tiempos de Hitler: “Cada vez que un hombre hoy en día habla de castigo, de pena de retribución, de justica en un sentido punitivo, se trata tan solo de la venganza más rastrera”, escribía desde Londres durante la segunda guerra mundial.

Y es que nuestra condición humana solo sabe hacer justicia hiriendo o eliminando al agresor, mientras que la justicia divina consiste en “volver justo” al agresor injusto. Algo de eso explicaba san Pablo en su carta a los romanos, en los inicios mismos del cristianismo. Y eso es para nosotros como una meta inalcanzable, pero señala la dirección en que debemos intentar movernos. Pues el hacer justicia de una manera injusta nos encierra a todos en un círculo vicioso del que nunca conseguiremos salir…Leer más…(José Ignacio González Faus)