No devoción, sino hechos

Franz Wieser (Perú)

En Lima se nota en estos días mucha devoción. Hasta los diarios más amarillos lucen temas relacionados con el Cristo Crucificado. Iglesias llenas, sermones de 3 horas, peregrinajes de un templo a otro, procesiones. No cabe duda, San Pablo repetiría el elogio a los atenienses: “Veo que son un pueblo muy religioso…”. Sin embargo aquel templo dedicado al “Dios desconocido” daba cuenta, que este pueblo griego tan culta, concebía que su fe sufre de limitaciones, que debe haber algo más auténtico, inalcanzable con la fantasía humana, algo que traspasa la comprensión intelectual y emocional. Pablo intenta suplir este vacío con el mensaje de Jesús.

¿Qué decir de nuestra religiosidad popular, las devociones al Cristo crucificado, al Señor de los Milagros? Tiene algo de cristiano. Me temo, muy poco – me atrevo decir: nada. Tomemos como ejemplos estos representaciones en Comas o en las Filipinas donde se simula el vía crucis con un varón que “representa” a Jesús; o aquella horrorosa película “La Pasión de Jesús”. Estas escenas representan solo el efecto, más no las causas. Lo presentan en forma efectivista. Escenas huecas, vanidad y negocio. Las c a u s a s del desenlace son el núcleo del mensaje, lo que antecede al drama, el mensaje y la conducta de Jesús que le hizo objeto del odio y de la exterminación. Alí está el c a m i n o del SER cristiano. Aislada de la vida pública de Jesús, los gestos son tan vacías, como el lavatorio de los pies por el cardenal que despojado de mandil, vuelve a la mitra.

 

Jesús no la daba un bledo por ser homenajeado. “Yo no busco mi honor, sino el honor de mi Padre.” Ni aceptaba que le digan “buen maestro”. Lo que le apremiaba era “hacer la voluntad del Padre”, del padre de todos. Quienes en esto le siguen, son para él sus verdaderos familiares, no aquellos que gimen: ¡Señor, Señor! En el camino hacia el calvario les dice a las mujeres, que no lloren por él, sino por ellos mismos y sus descendentes. Jesús tomaba distancia del templo y del sacerdocio diciendo a la Samaritana que los verdaderos devotos adoran a Dios en el Espíritu y en v e r d a d. “No sacrificios quiero, sino m i s e r i c o r d i a (un corazón para l@s miserables.)Para Jesús basa que se cumpla con el Primer Mandamiento, el amor a Dios a través del amor al prójimo. En el juicio final, el único criterio girará sobre el trato que hemos negado a los que necesitaban nuestra palabra, nuestra mano, nuestro amor efectivo. En los frutos (obras de transparencia, justicia, pacificación) se reconocerían a sus discípulos.

En esto consiste la encarnación de Dios en este hombre que debería prolongarse en sus seguidores. Jesús ha traído la religión tradicional a la tierra. Quién ve a él, ve a Padre. Quien se encuentra con una persona noble, generosa, servicial experimenta la cercanía del soplo de Dios. No hay prueba más palpable de la existencia de Dios que una persona a la talla de Juan XXIII, Mons. Romero, Madre Teresa, Martín Luther King, Gandhi, Confucio etc. Dios es mucho más grande que iglesias particulares y no se deja encerrar en templos, sectas o confesiones. Su espíritu está “derramado por toda la tierra” y prende en todos de buena voluntad.