A propósito de la muerte de Maria Dolores Lecumberri, militante cristiana de base.

Supongo que ya es conocida la muerte el pasado 14 de Mayo de Maria Dolores Lecumberri, persona que ha desempeñado un papel importante en la atención a los pobres de Navarra en Caritas Diocesana. El ex-director de Caritas Diocesana, Florentino Ezcurra hizo un merecido elogio de su figura  en un periódico local.

Yo sencillamente quiero hacer algunas consideraciones que me vinieron a la mente al evocar su figura desde el recuerdo que de ella guardo y después de participar en el emotivo y delicado funeral que se le hizo el viernes 16 de Mayo en su parroquia de Berriozar. No he tenido un trato muy singular con ella, pero sí el suficiente a lo largo de muchos años para valorar y admirar su personalidad humana y cristiana, y tenerla como referente de una militante cristiana de base comprometida. En esta línea quiero subrayar algunos puntos.

Ante todo que María Dolores fue siempre miembro de la iglesia de base. Trabajó en tareas de responsabilidad en la institución Caritas Diocesana, pero siempre defendió un modelo de iglesia participativa, insertada en el pueblo y con una opción preferencial por lo pobres. La hemos visto durante muchos años participando en los sencillos encuentros de la iglesia de base de Navarra como una más, aunque aportando siempre el peso de su vivencia de fe madura. En distintos momentos de la celebración se insistió en que los ejes de la vida de Maria Dolores giraron en torno al amor a la familia, a la iglesia y su inserción en el pueblo y en la atención preferente a los pobres de Navarra. En resumen: una militante cristiana excepcional, fruto maduro de la renovación eclesial que el Concilio Vaticano II alumbró en la amplia iglesia y en la nuestra diocesana.

Es conocido el trabajo de María Dolores en Caritas Diocesana, pero me consta que también trabajó con empeño en la comunidad parroquial de Berriozar, y en el grupo de Cáritas del arciprestazgo, pero también encontró tiempo para alimentar y comunicar su experiencia de fe en el círculo más reducido de la comunidad de base de su pueblo. Un ejemplo vivo de cómo se puede vivir la fe y la pertenencia a la iglesia en diversos ámbitos y niveles, sin traumas ni contradicciones, aportando y recibiendo en cada uno de ellos empuje y vitalidad.

Corroborando todo esto quiero comentar un par de detalles que observé  en la celebración de su funeral. El sacerdote que presidió la celebración- hasta hace poco coadjutor de la parroquia- dijo al referirse a la recia personalidad de Maria Dolores que “a mi mismo me puso los puntos sobre las ies en algunas ocasiones, pero siempre desde el aprecio y desde el cariño”

Por otra parte en la exquisita semblanza que un miembro de la comunidad de base de Berriozar hizo al comienzo de la celebración, se dijo que “Maria Dolores había sufrido mucho por el retroceso de la iglesia en los últimos tiempos”´

Yo interpreto esa frase aplicada singularmente al sufrimiento generado en María Dolores y en otros muchos, por al retroceso en su iglesia más cercana: la comunidad parroquial de Berriozar.

Monseñor Sebastián- de infeliz memoria al menos para nuestro sector de iglesia- arremetió emblemáticamente contra la comunidad parroquial de Berriozar. De la misma manera que lo hizo en otras parroquias de similar orientación , se propuso desmontar en Berriozar el trabajo pastoral de muchos años en una de las parroquias más vivas de Navarra hace tres décadas. Sin consideración a los sacerdotes que habían trabajado en años anteriores, alguno incluso muy delicado de salud, y sin ninguna pedagogía ni respeto a los cristianos de aquella comunidad parroquial, puso al frente de la parroquia en los últimos años a párrocos de mentalidad muy conservadora, sin duda con la intención de modificar drásticamente la trayectoria pastoral de la parroquia.

Pero esto tampoco se consigue fácilmente cuando hay cristianos adultos y maduros que se hacen respetar por la seriedad de su fe y de su compromiso, aunque no coincida con las preferencias del responsable de la parroquia.

Así se percibía en el funeral de Maria Dolores en que el estilo de celebración fue el que correspondía al estilo de ser cristiana de Maria Dolores. Hay que reconocerlo al actual responsable de la parroquia de Berriozar, que supo estar a la altura del momento. Ojalá no sea flor de un día sino una actitud permanente en que todas las partes interesadas colaboren para hacer realidad esa concepción de parroquia que Maria Dolores vivió y que se describió como “comunidad de comunidades”

Y ahora que Maria Dolores está por encima de estas pequeñas “batallitas·, que nos ayude a unos y a otros a vivir la fe y la pertenencia eclesial con la hondura de su testimonio y compromiso. La Iglesia de base de Navarra tenemos en ella un referente y también una santa que aunque no llegue a la “gloria de bernini”, ya llegó a la Gloria del PADRE.

Por Tácito