DOMINGO XXXIII. T.O. -A- (Mt 25, 14-30)

ORAR CON EL EVANGELIO

             El Evangelio nos lleva a revisar  nuestras actitudes. Cada uno de nosotros hemos recibido diversos “talentos”.
            Lo fácil, es dejar las cosas como están, no complicarnos demasiado la vida, no actuar
con imaginación y con ganas, ante la tarea que se nos encomienda social y eclesialmente.
            El mensaje de Jesús va por otros caminos.
(Hago silencio…Pienso en las cualidades, dones recibidos… y pienso: ¿Qué hago con ellos?…

 

           Me brota desde dentro la Oración: Aquí estamos tus siervos, Señor. En esta hora, quisiéramos haberte sido útiles. Los años nos van pasando en el compromiso de trabajar en tu Reino: sociedad, familia, mundo…
Deseamos cumplir con tu misión, cada uno con la nuestra y sirviendo y ayudando a otros.
Lo queremos hacer de la mejor manera posible…
O mejor dicho, lo mejor que podamos.
Sabemos que valoras sobre todo la “actitud”, la que aportamos de nuestra parte, el esfuerzo,
El riesgo, aunque no tengamos éxito, da igual la categoría de trabajo, ya que todo “talento” mayor o menor, es un don tuyo: Tiempo, capacidades…
A veces, no es fácil descubrir nuestros “talentos”: nuestra pereza y nuestro egoísmo nos engañan; vivimos sólo para nosotros y los nuestros…
Y…el mundo, la sociedad, los otros, los p
roblemas actuales, nos “gritan”… 

Ayúdanos, Señor Jesús, a reconocer los bienes que nos das:
Tuyo es nuestro cuerpo, su fuerza, su salud, la inteligencia…
La naturaleza que has puesto como casa nuestra.
Regalos tuyos son la fe, la esperanza y el amor.
Tuya la Palabra que creemos.
Tuyos los Sacramentos que nos dan vida. 
Danos, Jesús, Dios nuestro, tu Espíritu activo,
que nos lleve a “escuchar” al dolorido, al sólo,
a
l pobre y enfermos, al que no te conoce o no quiere conocerte, al que no tiene esperanza, 
a construir unidos la Paz… y más y más…
Que tu Espíritu, encienda en nosotros el amor
Para quien más lo necesite.
Que nos agudice el oído para entender tu Palabra y que nos
ensanche la mesa comunitaria. 
Que comprendamos que el tiempo entre tu primera venida y la segunda, no es para
e
star inactivos sino para el trabajo.

“El que sabe el bien que hay que hacer y no lo hace, comete pecado”.

 (Santiago 4,17).

 

Que resuene en nosotros fuertemente las palabras de Jesús: 
“A QUIEN MUCHO SE LE DIO, MUCHO SE LE PEDIRÁ”.

                 Z U R I Ñ E