DIOS JUEGA “DOMINÓ” CON SAN ROMERO

Edgard R. Beltrán

Secretario Ejecutivo del Departamento de Pastoral de Conjunto- CELAM 1966-1973

Don Luis Chávez, Arzobispo de San Salvador, El Salvador, en América Central, había participado en el Concilio Vaticano II.  Volaba de regreso a su iglesia particular, y

su corazón y su cabeza estaban en efervescencia. El 8 de Diciembre de 1965 había concluido el Concilio. Su hermano Paulo VI había sido muy claro al concluirlo. Este Concilio “debe, sin duda, considerarse como uno de los mayores acontecimientos de la Iglesia….ha sido el más grande por el número de Padres….el más rico por los temas que han sido tratados cuidadosa y profundamente….el más oportuno, al tener en cuenta las necesidades de la época actual.” Don Luis había aprobado los Documentos Conciliares con plena conciencia y corresponsabilidad.

Pero….pero….intuía que había que penetrar más en esa mina  preciosa. Antes del Concilio había colaborado en la fundación de un sindicato de taxistas que padecía muchas necesidades que perjudicaban a sus familias y a la sociedad. ¿La Santa Madre Iglesia debía atender a esos asuntos temporales? Consultaba mucho con los sacerdotes y con hombres y mujeres sencillos sobre algunos asuntos delicados de la Arquidiócesis. ¿Estaba, así,  faltando a su deber de pastor supremo y sabelotodo?  Tenía dos obispos auxiliares. Uno, Rivera, que estaba presente siempre en problemas del común de la gente. El otro, Oscar Arnulfo Romero, huía de toda la dura y cruda realidad. Piadoso y tímido, no se untaba con el barro sucio de la gente humilde. Parecían de distinta iglesia!  ¿Este Concilio ayudaría a clarificar caminos?  El avión aterrizó y don Luis siguió con sus anhelos. La urgencia del momento era la clarificación creciente del Concilio y la aplicación en procesos pastorales.

Como don Luis, eran muchos, muchísimos los obispos que estaban en lo mismo.

Los Obispos tenían un organismo a su servicio, a nivel continental de toda la América Latina, el CELAM, Consejo Episcopal Latino-Americano. América Latina era el Continente pobre y creyente, creyente y pobre, y por esto se enfrentaba a fuertes desafíos. ¿Qué clase de dios o Dios tiene este pobre? Más grave aún ¿cuál es el dios o Dios de la Iglesia Católica en este Continente y qué responde Esta en nombre de Aquel a esa masa, millonaria en número de creyentes que acuden a la “Fracción del Pan”, La Eucaristía,  pero a quienes la fracción del pan de trigo y de maíz, el del sustento diario, se  la han fraccionado tan mal que ni las migajas les permiten recoger aquellos que se han apoderado de la mesa abundante para muy pocos? ¿Cómo podemos entonar con estos millones de hambrientos y sin casa el salmo bíblico que clama al Señor, dizque Padre de todos, “Si me guías, NADA ME FALTARÁ”? Les falta todo! Les han quitado todo!

El CELAM, como organismo de servicio, fue agrupando a cristianos que se estaban dejando  golpear por estos desafiantes interrogantes, personas estudiosas del Concilio, mujeres y hombres, laicos y no-laicos, teólogos, estudiosos de la Biblia, historiadores, antropólogos, científicos sociales, politólogos, sociólogos, educadores, expertos en pastoral, en liturgia, en catequesis, en desarrollo de comunidad. Estos equipos de reflexión se iban acercando  al pobre, al empobrecido, oían  sus interrogantes que eran como  clamores y les escuchaban sus incipientes y proféticas respuestas, que eran como luces. Tomaban los textos del Vaticano y comparaban.  Era un mundo inmenso.  ¿Qué hacer?

Reunámonos y compartamos lo que millones de pobres nos dicen y lo que el Concilio nos ilumina, y ASÍ manos a la obra!  Y el Continente pobre y creyente, creyente y pobre, comienza, a los pocos meses de terminado el Concilio- que se clausuró el 8 de Diciembre de 1965- este proceso de reflexión y compromiso ya en enero de 1966.

En agosto de 1968, con dos años y medio de intensa preparación, el hermano de todos los Obispos, el mismo que dio clausura al Concilio Vaticano II, Paulo VI,  inaugura en Bogotá, Colombia, al final del Congreso Eucarístico Internacional, la Conferencia de la Iglesia en América Latina. Su título, objetivo y contenido no podrían ser otros: la realidad examinada en sí misma y ahora vista a la luz del Concilio Vaticano II, con el Dios del Reino desde el pobre, de ese  único Dios que puede tener la Iglesia:

América Latina a la luz del Concilio Vaticano II.

Inaugurada en Bogotá, Colombia,  por Paulo VI, en donde también bendijo el edificio del CELAM y ocasionalmente entró a nuestra oficina, la reunión se realizó en la ciudad de la eterna primavera, Medellín, a donde viajaron los Obispos Delegados y los asesores.

Esto no fue un punto de llegada. No. Fue solo un momento intensivo en el nuevo caminar de la Iglesia en el Continente. Y, sin intentarlo, un modelo mundial.

El CELAM continuó este proceso tanto  de abrir las ventanas al mundo real, el de aquí y de ahora, como  el proceso de soplar el polvo que con comodidad se asienta en las páginas del Evangelio, según  lo ejemplarizó Juan XXIII.

Después de Medellín, los Obispos comenzaron a sembrar estas semillas en sus iglesias particulares. Las semanas pastorales se fueron multiplicando. Algunas para una diócesis, otras para un conjunto de diócesis, otras a nivel nacional.

Algo admirable, hubo Obispos que pidieron a este Departamento de Pastoral de Conjunto del CELAM que les organizara un CURSO PARA OBISPOS EN EJERCICIO para profundizar las luces del Concilio Vaticano II. El Departamento organizó dos cursos, uno  en Medellín de un mes completo al que asistieron 58 obispos. El otro  para obispos de América Central, también duró un mes, en Antigua Guatemala, al cual asistieron 39 obispos. Un Equipo de 22 profesores acompañó a los Obispos todo el mes.

Al Departamento de Pastoral de Conjunto se le pedía la elaboración de las semanas pastorales. Se preparaba la semana, se realizaba, y se asesoraba la continuidad. Las facilitaba este Departamento de Pastoral de Conjunto en unión con personas del Equipo de Reflexión, algunos del mismo país varias veces. Como Presidente del Departamento siempre fue un Obispo en conjunto con 5 o 7 obispos de varios países. Don Leonidas Proaño, de Riobamba, Ecuador, lo fue por mucho tiempo, y luego lo sucedió Don Vicente Zazpe, de Santa Fe, Argentina. Don Manuel Larraín, de Chile, durante su presidencia del CELAM, me llamó en 1966 a organizar el Departamento y fui el Secretario Ejecutivo. Bendición para mí pues soy testigo directo  de muchas maravillas.

Don Luis, Arzobispo de San Salvador, de quien hablamos al comienzo,  me dijo que quería una Semana Pastoral para su Arquidiócesis. Preparamos fechas, Equipo facilitador con personas locales, entre estas los jesuitas Ellacuría (martirizado años después) y Jon Sobrino, y se realizó en el Seminario Mayor. Inolvidable semana.

Don Luis, siempre estaba en primera fila, comprometido. El Obispo Auxiliar Rivera y Damas, siempre en medio de todos. Al otro Obispo Auxiliar, Romero, lo conocí a la hora de la comida de medio día. Nunca fue a las sesiones. Tranquilo, callado, “inofensivo”.

En la última de las tres puertas del inmenso salón, yo siempre veía a un padrecito, alto, cara de bueno, aparecía y desaparecía. Podría ser un “oreja” (espía) del gobierno, como era frecuente en aquellos tiempos, aún entre el clero Le consta  a Ernesto Cardenal, así los  tuvimos en Nicaragua con  Somoza, en las dos semanas pastorales de allí.

En algún momento el tal padrecito se me acercó y creo que me leyó el pensamiento. Oye, Edgard, me dijo con esa paz que uno quisiera gozar: No creas que esto no me gusta, y por esto entro y salgo Y con risa amigable, añadió: tampoco creas que soy “oreja”. Me tranquilicé. Mirá, Edgard, yo soy jesuita, el padre ministro, es decir, yo hago el mercado para el semanario, no estoy en pastoral, y así  no fui invitado. Yo estudié en Europa. Pero….pero….de estas cosas estoy por las ramas. Yo no puedo seguir así. ¿A dónde me aconsejás ir un tiempo a entrarle de lleno a esto, todos los  cristianos tenemos que oír y pensar esto, y luego hacer los caminos por dónde hay que caminar, esto es urgente!

Teníamos ya en buena marcha el IPLA, el Instituto de Pastoral para Latino América, en Quito, Ecuador. Le dije que lo mejor era ir allí, eran seis buenos meses, nada a la carrera, teníamos los mejores profesores del Continente que se turnaban semana a semana. Yo iba 3 o 4 veces durante el semestre, allí nos veríamos, el IPLA dependía de nuestro Departamento de Pastoral de Conjunto del CELAM. Pero lo mejor, lo mejor, a más de lo bueno del IPLA, era que viajara todos los fines de semana, o cuantos más pudiera, a Riobamba, a convivir personal y pastoralmente con el Obispo Don Leonidas Proaño, un cristiano del Evangelio, claro en su visión pastoral, comprometido con el indio, pasara lo que pasara, hasta el Nuncio lo había ya regañado, sencillo en su persona, un verdadero Galileo. De verdad.

Este sacerdote jesuita era RUTILIO GRANDE.

Y sí, me creyó. Fue al IPLA de Quito, pero casi todos los 24 fines de semana del semestre fue  a convivir con Don Leonidas Proaño.  Y le aprendió.

Regresó a San Salvador. Las cosas estaban  cambiando y empeorando. Don Luis ya dejaba de ser Arzobispo. El candidato de muchos, el Obispo Auxiliar Rivera, seguía de auxiliar. El  Arzobispo era….Romero. Por convivencia en el seminario eran amigos. Pero la distancia eclesial era….bastante sentida. Rutilio logró ser enviado a una parroquia pobre, estaba en su medio. En lo pastoral, hombro a hombro con el  pobre. Su  visión bastante clara, evangélica y conciliar. El IPLA le ayudó mucho. Ahora tenía   un amigo y modelo eclesial, el Obispo Don Leonidas Proaño. Tenía  respeto y amor a su Arzobispo Romero, pero mejor de lejitos, más bien cerca de Ricardo Urioste y Rosas y otros sacerdotes y gente de pueblo cercanos a la luz conciliar y que echabanpalante con sencillez  en el nuevo surco. Grande en su estatura- era bien alto- grande en su bondad, grande con el grande de edad- su sacristán- pequeño con el niño pequeño- su acólito-. Grande en su visión del Reinado del Padre del amor, pequeño y humilde en el paso diario de sembrar en silencio  la tierra de ese Reino cada día. Así lo encontró el martirio: RUTILIO con  el anciano sacristán y el niño acólito, cristianos  en el surco del Reino.

Y así lo vio Romero! Así lo descubrió Romero!

La conversión de San Romero no fue ningún soplillo un martes a las 2:21 de la tarde! NO. Fue un largo y complicado juego de “DOMINÓ” de Papá-Dios con él!

El martirio de San Rutilio Grande fue demasiada luz! Romero, hombre bueno pero con otra visión,  hombre honesto pero con otro modelo de Iglesia,  hombre  con el poder de arzobispo pero tímido para romper moldes de pasados siglos,  hombre de letras pero lejos del pobre, hombre de comunión diaria pero sin comunión con la comunidad de galileos, Romero ya no pudo más….se rindió y el “dominó”, al que Papá-Dios lo había invitado a jugar, había terminado. Y ambos ganaron! No fue empate. Ambos ganaron: Papá-Dios y San Romero, y ganó el pueblo, y ganó la Iglesia, y ganó la humanidad y todos seguimos ganando con ellos dos.       Y fue un “dominó” con muchas fichas:

San Romero-  San Rutilio Grande-  Semana Pastoral del CELAM- Obispo San Leonidas Proaño- IPLA-  Equipos de Reflexión de América Latina- Conferencia de Medellín- Concilio Vaticano II, el de la  Iglesia de Gaudium et Spes  fermento  de la humanidad en Reino de Amor- La Buena Noticia-Evangelio- de Jesús el Galileo- y El Padre que tiene    desde la creación su “Proyecto del Reinar del Amar” en la fuerza  de su Espíritu.

Este Dios de la Historia continúa jugando su “dominó”. Ahora es contigo, conmigo, con nosotros. Y EL juega a ganar, y a que ganemos con El.  SÍ PODEMOS, como decimos los Hispanos en Estados Unidos: pobres y creyentes y galileos aquí hoy. Y el Padre-Dios lo sigue jugando con toda la América Latina, y con todos los CREYENTES del mundo que se hacen POBRES al elegir al Padre-Dios por su ÚNICO DIOS.