Si no nos preocupan de verdad las personas dependientes de nuestro entorno, parece que menos aún nos van a preocupar las de países lejanos, por mucho que andemos un día tras otro mentando la globalización.
ADELA CORTINA, Comité de Apoyo de Attac España, EL PAÍS.
Cuesta creer que la recuperación de la economía española tenga que pasar, entre otras cosas, por recortar la inversión en colectivos especialmente vulnerables: las personas dependientes, los jubilados, que verán congeladas sus pensiones, y las mujeres que van a dar a luz, con las que había un compromiso. No parece que ninguno de ellos sea responsable de la crisis económica, ni tampoco de otras crisis que oscurecen el horizonte, y justamente para ellos, por su especial vulnerabilidad, el recorte es a todas luces dramático. Es en estos casos cuando se hace patente que hay ciudadanos de primera y de segunda, y que los de segunda están en permanente situación de riesgo, un riesgo que no sólo se corre, sino que se transforma en amarga realidad.
Pero falta un cuarto colectivo, que ni siquiera parece contar por su lejanía, el de las personas que viven en países en desarrollo. El recorte asciende en este caso a 800 millones entre 2010 y 2011, lo cual supone un buen pico de la ayuda al desarrollo de estos dos años. Son gentes que no votan en nuestro país, claro está, y podría pensarse que para la mayoría de nosotros representan una difusa nebulosa, porque ojos que no ven, corazón que no siente.