(Lc. 1, 39 – 56). María se puso en camino…
MARÍA:
Enséñanos a reconocer en nosotros
Las maravillas de Dios.
Danos sencillez de corazón
Para agradecer al Señor
Todo lo bueno que cada día nos regala.
Que no nos llene de orgullo lo que somos capaces de realizar
Sino lo mucho que Dios nos ama,
Comprendiendo que todo lo que hacemos,Él lo hace posible.
Él sostiene nuestra vida con su aliento amoroso.
Que cada momento de nuestra vida
Sea un canto continuo de gratitud,
¡Engrandece mi alma al Señor!Como lo viviste tú, MARÍA, mujer agradecida.
Que saltemos de alegría,
Reconociendo el amor de Dios en nuestras vidas.
Que respondamos al amor que Dios nos tiene
Con nuestro amor.
MADRE, enséñanos a ser siempre agradecidos, como tú.
Que cantemos contigo:
“ENGRANDECE MI ALMA AL SEÑOR,
SE ALEGRA MI SER, EN DIOS MI SALVADOR”. AMÉN.Zuriñe
Orar con el Evangelio, orar con la vida y desde la vida
Me han invitado a “comunicar” oraciones que tenga o que yo haga y me he atrevido a decir: “a mí, eso, me da vida". Y aquí estoy.
Sin duda, pondré muchas ya editadas en diversos libros o revistas y ya a sus autores les doy las gracias porque me ayudaron a orar.
Primero os diré que: “es necesario orar”. Orar para el cristiano/a (tal vez para cualquier persona) no es una obligación, es: “una necesidad.”
Muchas veces decimos: no se. Pero a orar, se aprende orando y hay una forma de oración para cada persona, para cada situación, para cada momento.
Sin el balbuceo de las primeras palabras, la persona humana no llegaría nunca a hablar. Y siempre hay alguien que nos ayuda. Eso quiero yo con mis sencillas aportaciones.
La primera condición para orar, es: “romper” a orar, ponerse a orar. Es seguro que Dios, terminará haciendo descender mansamente sobre ti, sobre mí, la lluvia de su gracia, de su presencia.
Otra de las condiciones es saber que al Señor se le encuentra principalmente “por los caminos del Evangelio”
El cristiano, seguidor de Jesús, ora, porque cree. La vida cristiana de seguimiento, dispone para la oración. Pero la oración nos dispone para esa vida cristiana que quizá está floja, fría… Y conscientes de nuestra limitación, muchas veces como los discípulos tenemos que “gritar”: “Señor, auméntanos la fe”. “Ven en ayuda de mi incredulidad”; quiero creer. Señor, yo creo, pero aumenta mi fe.
Zuriñe