¿Cómo ser Iglesia en la post-cristiandad?

Habría que ser audaces y dejarse auscultar por los pulsos de la sociedad.  La lógica de las numerosas feligresías no es ni puede ser un objetivo del ámbito religioso… Ese es el gran pecado de la cristiandad.

Es una pregunta que no puede ser rehuida, más allá de las resistencias para aceptar el término de ese extenso ciclo histórico de la cristiandad. Sí, porque antes que los escándalos de la pederastia y su encubrimiento hicieran estragos, hay abundante evidencia que las sociedades han tomado un rumbo ajeno al anhelo eclesial. Y sí, porque la indiferencia religiosa, la increencia y el abandono de la fe de los padres es un hecho irrefutable y un signo de los tiempos.

Si bien se trata de un fenómeno universal, en una Iglesia en crisis como la de Chile, las decisiones y acciones que se emprendan desde Roma, así como su evolución, pueden dar luces para encontrar caminos de salida. En tal sentido, todo indica que la Iglesia chilena, con su particular debacle institucional y por su pequeño tamaño en el contexto universal, resulta propicia para probar decisiones ad experimentum.

Las búsquedas son confusas, mientras la feligresía experimenta esa suerte de enajenación bipolar, que trata de encontrar arraigos para una fe quebrantada. Sí, porque, en pleno caos eclesial, los fieles aun buscan referentes humanos inexistentes. En efecto, en un momento esa esperanza se depositó en los emisarios del Papa, pero con el pasar de los días aquello se ha esfumado. Y ahora, porfiadamente, vuelve a ponerse la esperanza del futuro de la Iglesia en los obispos.

La cristiandad acondicionó a la feligresía a esa dependencia humana, en circunstancias que el verdadero Salvador resulta esquivo para quienes necesitan experimentar la fe desde lo concreto, donde lo único sensible son la perplejidad y el hastío.

En ese mundo de lo concreto, las antípodas de la realidad jerárquica aparecen graficadas por la Iglesia chilena y la Iglesia de Roma. Mientras una ha sido convertida en el chivo expiatorio de la maldad eclesial universal, la otra aparece ocupada de los grandes problemas de la humanidad. Mientras una encarna el anti testimonio cristiano, la otra la coherencia evangélica. Así, pareciera haber dos Iglesias, una desvirtuada y otra servidora. Sin embargo, ambas son parte de una misma realidad, la cristiandad.

Atisbando respuestas

Las respuestas espontáneas intentan hacer un control de daños para emprender la reconstrucción ficticia de un anhelo superado e imposible de revertir. Otros, aprovechando los espacios que deja una jerarquía cuestionada, tratan de llenarlos con propuestas que permitan ganar posiciones. Al final, pareciera que no se dimensiona la gravedad de los efectos estructurales de la debacle pastoral, porque aun persiste esa reminiscencia de la cristiandad, donde algunos intentan reafirmar el poder jerárquico, y otros compensarlo con alguna cuota de poder laical.

Entonces sigue sin respuesta esa pregunta fundamental: ¿cómo ser Iglesia en la post-cristiandad? Para intentar una respuesta seria habría que comenzar por Leer más…

Marco A. Velásquez Uribe en Religión Digital, 6 de julio de 2018

 

 


 

Marco A. Velásquez Uribe en Religión Digital, 6 de julio de 2018