Los 50 años de diaconía de Evaristo Villar

Evaristo Villar teólogo y portavoz de Redes Cristianas

Llegado a esta etapa, que entiendo es ya la última de  mi vida,  hay dos cosas que quiero  hacer hoy  y una tercera que descarto. Quiero,  en primer lugar, dar gracias a Dios Padre/Madre que me ha conducido amorosamente hasta aquí por caminos nunca soñados por mí.

Y quiero también y en segundo lugar,  agradecer el inesperado y feliz encuentro que he tenido con vosotras y vosotros en Santo Tomás de Aquino: la vida que hemos hecho en común y  la paciencia que habéis tenido conmigo para soportarme  durante tantos años. Pero, sobre todo y  lo que es más importante,  porque me habéis  ayudado a  despojarme de tantos periféricos que la tradición había venido  asociando a mi estatus que lo convertían en algo  tan añejo,  discriminatorio e injusto… La tercera cosa  que descarto y de la que no voy a hablar hoy es sobre mis sueños,  realizados o no; ni sobre los conflictos que han rodeado casi siempre mi vida;  tampoco voy a hacer ningún  balance de mis hechos. Ahí están a merced de la interpretación de cada cual, siempre legítima.

Abusando de vuestra paciencia  y rompiendo por un momento la dinámica de este espacio que hemos dedicado al intercambio de ideas y experiencias quiero hablaros,  con modestia y honestidad,  de mí mismo. Será en torno a esta pregunta: al final de este largo viaje, cuando regreso a  mí mismo,  ¿qué es lo que encuentro dentro? De esto, tan difícil, quisiera, si me lo permitís, hablaros ahora.

  1. A mis 77 años de edad, cuando regreso a casa o vuelvo a mí mismo,  me encuentro, en realidad, como un ser inacabado. Es verdad que llego a esta edad madura con una mochila casi llena de experiencias y de ideas, de sensaciones y de sueños. Pero, aunque todo esto lo llevo pegado como la sombra al cuerpo, reconozco que este bagaje no es suficiente para cubrir la distancia que me separa del límite. Me encuentro como en un génesis inacabado que tiene que enfrentarse aún a las grandes preguntas que  no he sabido resolver antes.  Me  refiero a preguntas como  “de dónde vengo” para la que no tengo  respuesta segura. A  veces hasta sueño haber comenzado a ser antes de entrar en el calendario,  haber comenzado a vivir antes de entrar en la vida.  Pero esto es solo un sueño, una sospecha, o ¿es algo más? Y me pregunto luego  “¿a dónde voy yo con esta mochila y con estos andares”? Y lo cierto es que no alcanzo a ver más allá de la miopía de mis propios ojos. O ¿he de dar crédito a la idea de que mi vida, como el horizonte,  puede avanzar  más allá de sus propios  límites?  Finalmente,  me pregunto también  “¿quién soy yo?”  Y, la verdad es que no lo sé. Mi duda está en saber si la respuesta he de buscarla en el pasado que se fue, en la mochila desordenada  que llevo a la espalda o en el viaje siempre pendiente  a mi propio corazón. Sin pretenderlo, reconozco que León Felipe, casi paisano mío, escribió para mí aquel hermoso poema del Romero,  ¿lo recordáis?: “Ser en la vida romero, siempre romero, sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo… que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo… pasar por todo una vez solo y ligero, siempre ligero…»
  2. Un ser inacabado, sin respuesta para las grandes preguntas, siempre en camino. Sin embargo sí que puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que en mi vida he pretendido en serio una cosa, ser cristiano…     Leer más…

Evaristo Villar en Redes Cristianas 24 de junio de 2018