Del “ver, juzgar, actuar” al “observar, callar, fluir”

Stefano Cartabia

El método teológico-pastoral del “ver, juzgar, actuar” está tan arraigado, fue y es tan usado y abusado que parece intocable. Pues bien, lo voy a tocar. 

Ya me atreví a criticar este método en el IV Congreso Americano Misionero (CAM 4, COMLA 9) que se desarrolló en Maracaibo (Venezuela) del 26 de noviembre al 1 de diciembre de 2013. En el compartir final del congreso que reunía alrededor de 5.000 personas expresé mis dudas sobre la conveniencia de este método: fui delicada y solapadamente invitado a retirarme.

Regreso después de casi 5 años más convencido, con más recursos y más temas para poner arriba del tapete.

Más allá de las conclusiones y de mi aporte –opinable como casi cualquier cosa– queda la pregunta clave: ¿Por qué cuesta tanto a la Iglesia – y en especial a la jerarquía– escuchar y aceptar a quien piensa distinto y propone caminos nuevos?

Los motivos son muchos y variados obviamente y no es este el momento de tratarlos. Ya los abordé en otros momentos y volveré a analizarlos.

En nuestros templos, en el Vaticano y en las sedes de las conferencias episcopales sería interesante que hubiera un letrero con una sugerencia de un famoso y supuesto ateo, Voltaire: “no comparto lo que dices pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”.

Entramos en el tema. Intentaré ser breve y dar simples pistas y sugerencias.

El método del “ver, juzgar, actuar” nace en Francia en el siglo pasado, es asumido por el Concilio Vaticano II (en especial en el documento “Gaudium et spes”) y es profundizado y radicalizado por la teología de la liberación latinoamericana.

¿En que consiste este método?

Es un método para discernir la realidad, actuar más fielmente según los criterios evangélicos respondiendo a los signos de los tiempos.

Muy en síntesis:

Ver: vemos la realidad, tomamos conciencia de lo que es con honestidad y profundo realismo.

Juzgar: juzgamos esta realidad a partir de los criterios evangélicos: “esto”es evangélico, “esto” no es evangélico.

Actuar: a partir del ver y del juzgar tenemos más luces y más claridad para la acción. Respondemos al llamado de la realidad.

Este método en su tiempo fue una respuesta a la realidad, justamente. También supuso un crecimiento de conciencia en la iglesia y en los cristianos. En muchos casos su aplicación fue positiva y generadora de esperanzas y novedad. Hoy en día ya no. Los métodos son herramientas que se toman y se dejan.

Es tiempo de dejar esta herramienta, ya no sirve. Ya no responde a la realidad en esta etapa evolutiva de la conciencia humana. El mundo ha evolucionado, la conciencia humana ha evolucionado increíblemente en estos últimos 60 años. Y, como su costumbre, la iglesia llega tarde y con la respiración entrecortada.

El método “ver, juzgar, actuar” responde a una visión del mundo, a unacosmovisión en términos técnicos. Esencialmente responde a la visión antropocéntrica de la modernidad (con su fe ciega en la razón y en el progreso) y a la visión mecanicista de la física de Newton. Estas visiones colapsaron, aunque quedan rastros, secuelas, nostalgias.

La cosmovisión nueva –esta nueva etapa evolutiva– tienen otros y fundamentales ejes que no podemos dejar de lado.

Esencialmente:

  • La dimensión espiritual del ser humano y de lo real es central. Por eso la búsqueda de espiritualidad de nuestros tiempos.
  • Una espiritualidad integral. El ser humano no es el centro del universo, es parte del universo. Desde ahí la visión holística del saber y la importancia de todo lo eco.
  • La unidad. Hay una raíz común que podemos llamar “Vida”. Nos sentimos parte de un Todo. El anhelo de unidad anima a muchas búsquedas.
  • La física cuántica revolucionó la visión científica. Hay que tenerla en cuenta.

A partir de estos ejes propongo el método teológico-pastoral del “observar, callar, fluir”.   Leer más…

Stefano Cartabria en Eclesalia, 26 de marzo de 2018