¿Tendrá tiempo Francisco para completar su primavera?

José Manuel Vidal, en Religión Digital

Los 81 años del Papa del Evangelio. Hace cuatro años y 9 meses que llegó al solio pontificio. Para darle a la Iglesia un baño de Evangelio. Para volver a las fuentes, para recuperar las raíces. Para regresar al estilo de la Iglesia primitiva, en la que distinguían a los cristianos por el ‘mirad cómo se aman’. Francisco está colocando primero, ante todo y sobre todo, el Evangelio y, después, la doctrina. Primero, la misericordia, la ternura y los pobres.

Una tarea casi ciclópea, porque el polvo de los siglos acumulado en la Iglesia es mucho. Y las resistencias a los cambios, enormes en una institución pesada y paquidérmica. ¿Tendrá tiempo Francisco para completar su primavera? Hoy, 17 de diciembre, el Papa cumple 81 años. Una edad avanzada, aunque, por ahora, no se le conocen grandes achaques y mantiene una frenética actividad.

En cualquier caso, la Iglesia y el mundo asisten atónitos a un «milagro», que, a pesar de inesperado, ha cuajado ya en la Iglesia y en el mundo. El prodigio lleva el nombre de Francisco y el lema del también Francisco, el santo de Asís: «Repara mi Iglesia». En estos pocos años, el Papa ha transformado una institución hundida, humillada y denostada, en un referente mundial de misericordia y esperanza. Algunos dicen que los milagros no existen. Pero aquí y ahora, ante nuestros ojos, se está cumpliendo uno de los mayores: la primavera floreciente de la vieja Iglesia católica.

En el Concilio, la Iglesia se puso al día y dejó de condenar al mundo, para salir a las calles, dar esperanza a los pobres y escrutar atentamente los signos de los tiempos. Ese ‘aggiornamento’, iniciado por Juan XXIII, lo consolidó Pablo VI y tuvo la coda de 33 días de Juan Pablo I, el ‘Papa de la sonrisa’ o el ‘Papa meteorito’. Su sucesor, Juan Pablo II, tuvo miedo del riesgo que corría una institución demasiado encarnada y dedicó su largo pontificado a ‘congelar’ el espíritu conciliar. Con la coda, esta vez más larga, de los 8 años de Benedicto XVI.

En total, 35 años de involución de una institución, que se encerró en sí misma y en sus seguridades doctrinales, miró al mundo como un enemigo y se convirtió en una «fortaleza asediada». Con un cisma silencioso de riadas de fieles que se fueron, sin dar portazos, camino de la indiferencia y hastiados de la imagen de poder y arrogancia que transmitía. Una institución encastillada en las «verdades innegociables», desde las que anatematizaba a sus oponentes, y con una casta clerical que tendía abiertamente al funcionariado. Y, además, señalada con el dedo social por mor de la lacra de la pederastia. Leer mas…